Introduce tu búsqueda

El sendero azul
FICX Imatge Permanent
  • [4][Portada][slider3top]
    Cine Alemán Siglo XXI

    El solaz del maestro Pete Docter

    crítica a Del revés (Inside Out, Pete Docter & Ronnie del Carmen, 2015).

    Existe una ley no escrita según la cual todo cinéfilo de bien ha de acudir cada cierto tiempo a YouTube para revisionar la secuencia resumen (o de montaje) de Up. Es una tradición inamovible, gobierne quien gobierne, y por todos respetada. Sea cual sea su identidad política. Con más o menos piel, da igual. No en vano hay fábulas tan próximas que ayudan a encontrarnos con lo que siempre quisimos ser: hombres y mujeres rebosantes de felicidad; mujeres y hombres que manejan ese anhelo montando en travelín y dejándose llevar de un lado a otro, sutilmente. De la cuna que espera a su bebé, hasta la consulta del médico que trae malas noticias sobre París. Del primer flash impoluto, con el sí quiero ya dicho ante la concurrencia, al momento en que Carl dice no a la corbata y Eli le acomoda su pajarita, cuarenta años más tarde. Toda una vida condensada en apenas cuatro minutos que suben y suben, globos perdiéndose en las alturas, sólo para descender sin resuello, más flacos y quizá incluso más sabios. No obstante la historia, por una vez, concita a todos aquellos escépticos que aún entonces (tras ver Toy Story, Monstruos S.A., Los increíbles, Ratatouille, Wall-E, o alguna joya del maestro Miyazaki) identificaban la animación con un género si no marginal, bastante menor y destinado fundamentalmente al público infantil. Y en esas llegó John Lasseter junto a su Dream Team, encabezado por Pete Docter, que agarró su goma Milan 430 y difuminó de un plumazo la frontera entre animación "infantil" y animación "adulta". Y todo gracias a dos entes horribles. O mejor dicho, dos profesionales del horror. Literalmente. El primer Toy Story sentó las bases técnicas y narrativas, sí, pero fue Monstruos S.A. la película destinada a cristalizar por fin un modelo —artístico-comercial, si se quiere— a largo plazo, cuya fecha de caducidad cambia cada por tres en vistas a un futuro en el que Pixar, reina madre ya fagocitada por el dios Walt Disney, sigue impartiendo magisterio con inopinado virtuosismo.

    Durante algún tiempo convenimos en señalar que DreamWorks Animation era su principal competidor, y tal vez fuese así; al menos comercialmente y si reforzamos tesis con nombres, a saber: Chicken Run: Evasión en la granja, Shrek, Kung Fu Panda, Cómo entrenar a tu dragón y, sí, también Los Croods. Un quinteto a guardar bajo llave, para volver a él cuando urja decirle al mundo que nosotros estuvimos allí, junto al zepelín fastuoso de Steven Spielberg, viendo caer en llamas su gloria palomitera. Le ocurre a Pixar, sin embargo, lo mismo que a Woody Allen: sus posibles medianías (Monstruos University, A Roma con amor), o siestas reglamentarias (Cars 2, Vicky Cristina Barcelona), reúnen en ocasiones más inteligencia que la obra completa de cualquier otro autor o estudio en el radar de Hollywood. Y es que Pixar ya no compite con DreamWorks, ni con Blue Sky, ni con Studio Ghibli, ni con la muy british Aardam; ni siquiera con la única productora capaz de aturdirla momentáneamente: Nickelodeon y su ópera spaghetti western, Rango. Tanto da. De una forma u otra siempre acaban por descubrir ese mecanismo que activa nuestras emociones, ese plus de magia cuyos ingredientes, aun reconocibles, se nos ocultan como la receta de la Coca-Cola. Queda claro, así, que en Emmeryville (California) sólo compiten mirándose la filmografía, igual que un actor presumido, y es precisamente su extraordinario metro patrón lo que podría frustrar en principio una película tan ambiciosa como Del revés (Inside Out).

    por Anónimo
    junio 30, 2015

    Crítica | Del revés (Inside out)

    por Anónimo | junio 30, 2015
    Lady Macbeth
    La tercera ola del feminismo en el universo audiovisual.
    por Alberto Sáez Villarino (Dublín).

    La llegada de la última película de Justin Kurzel, Macbeth, ha logrado añadir un nuevo icono feminista al acervo cinematográfico del nuevo milenio. Pese a que la interpretación de Marion Cotillard no representa un ideal feminista reivindicable por las corrientes más extendidas, ni se encuentra axiomáticamente exento de controversia, ya que se acercaría a una vertiente más radical y ligada a la ambiciosa egolatría individualista, sí que funciona como un elemento de protesta contra el rol femenino en inferioridad de condiciones, pues muestra a una mujer capaz de influir en las decisiones de su marido (Rey de Escocia), pese a ser considerada un ser inferior, valiéndose de su ingenio y su inteligencia para derrocar la mediocridad masculina llena de complejos e inseguridades. Un ejemplo más en la, cada vez más extensa, lista de personajes cinematográficos y televisivos que luchan por una posición igualitaria de la mujer en la sociedad actual injustamente gobernada por hombres.

    La dibujante y feminista Alison Bechdel creó, en 1985, una viñeta en la que criticaba la falta de una presencia significativa de la mujer en el cine. Dicha tira satírica se convertiría posteriormente en una herramienta con la que medir si una película seguía un criterio machista o discriminador: el llamado Test de Bechdel. Este test consta de tres simples pasos para analizar en cada filme —según puede apreciarse en la ilustración—. El primero es que en la película aparecieran, al menos, dos mujeres; el segundo es que se produzca una conversación entre ellas; y el tercero es que esa conversación sea sobre algún tema no relacionado con hombres. Esta sencilla teoría, que en principio puede parecer lógica y común a todas las ficciones, cuando la llevamos a la práctica nos muestra unos resultados bastante desalentadores. Así ocurre en algunas de las películas más taquilleras que no han logrado pasar el test, como Los Vengadores, Avatar, El caballero oscuro, Piratas del Caribe, El señor de los anillos, En tierra hostil o, incluso, películas consideradas feministas o destinadas a un público femenino: La princesa prometida. Todas ellas, y muchas más, sobre todo pertenecientes al mainstream hollywoodiense, consideran que la, según ellos, escasa representación femenina presente en el mundo —ficticio pero reflejo del real—, no puede tener una conversación si no es con un hombre y, en el extraño caso de que así fuera, dicha conversación tendrá que versar sobre el hombre. Se aprecia ahí la arrogante necesidad masculina de estar constantemente presente en todos los asuntos por, quizá ¿una falta de confianza en la mujer?, o puede que por ¿creer que su intervención es imprescindible en todo momento? La escritora y activista política Simone de Beauvoir, pareció darse cuenta de este proceder masculino cuando dijo: “El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacia cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir.”

    por Alberto Sáez Villarino
    junio 30, 2015

    El feminismo en el cine y la televisión

    por Alberto Sáez Villarino | junio 30, 2015
    Eva Green en Penny Dreadful
    Un recorrido a la situación de las directoras y guionistas en la televisión norteamericana.
    por Adrián González Viña | English version.

    La figura de la mujer en el mundo laboral sigue siendo discutida. Como indica el informe de 2013 del Instituto Nacional de Estadística, de los cerca de seis millones de desempleados en España (un 26% de la población activa), 2,79 millones son mujeres, que tienen además sueldos más bajos que los hombres. Esta brecha salarial aumenta con la responsabilidad, el nivel jerárquico del puesto de trabajo y la edad. Se han hecho muchísimos avances, de eso no hay duda, pero todavía las condiciones, oportunidades y tratamiento difieren en cuanto al género. El mundo del espectáculo no es una excepción, y una prueba de ello es el ámbito de la ficción cuando se analiza el equipo técnico, en concreto el denominado “gran equipo”, formado por directores, productores ejecutivos, directores de fotografía y guionistas. Gran parte del equipo creativo de películas y series de televisión está formado por hombres. Las mujeres que dirigen y/o escriben siguen siendo muy pocas, tal y como comprobaremos en este escrito. El camino a la integración pasa por que no sea necesario reivindicar o enfatizar la presencia de mujeres en esos cargos. Sin prejuicios respecto a las temáticas que puedan tocar, sin sorpresas cuando se adaptan plenamente a las labores que deben desempeñar y sin que piezas como ésta deban ser escritas. Como todavía parece estar lejos el día en que eso se puede hacer, la reivindicación no debe cesar. Pretendemos demostrar que en el ámbito de la ficción, la igualdad de género está todavía muy lejos de ser una realidad. De hecho, vamos a evidenciar la todavía escasa presencia de directoras y guionistas en series de televisión norteamericanas. Partimos de la hipótesis de que muy pocos capítulos de televisión están escritos y dirigidos por mujeres, ya sea de manera independiente o porque la guionista se ponga detrás de la cámara.

    La industria televisiva norteamericana funciona de manera distinta a la industria de otros países. En España, por ejemplo, la sala de guionistas al completo suele firmar cada episodio, de manera que es difícil que todos sean del mismo sexo. En algunas series españolas, además, se distingue la labor de los guionistas entre dialoguistas y argumentistas, lo que dificulta aún más la coincidencia de género. En Reino Unido existe la tradición de no tener sala de guionistas, sino que los creadores se encarguen de firmar cada uno de los capítulos de una temporada, capítulos que en ocasiones pueden tener un solo director. En este país la coincidencia se daría en el caso de encontrarnos ante una creadora aliada con una directora, pero se anula el factor de la comparación. Para verificar nuestra hipótesis, se han analizado un total de 151 series, todas ellas emitidas entre enero de 2011 y diciembre de 2013. Sólo se han contabilizado los datos de las temporadas emitidas en su totalidad, ya que es la única manera de poder registrar el número de personas que componen la sala de guionistas y el número de directores que ha pasado por cada temporada. Hablamos entonces de análisis de primeras, segundas y terceras temporadas. Aunque dos años pueda parecer un periodo corto para tomar una muestra significativa, la industria televisiva norteamericana produce muchísimo en su búsqueda de una audiencia fiel, así que estamos hablando, en estos 24 meses, de que esas 151 series suman aproximadamente 1.500 capítulos.

    El procedimiento para cuantificar los datos recogidos pasa por la creación de una ficha de análisis que incluye los siguientes puntos: Nombre de la serie; Número del capítulo en cuestión; Título del capítulo, tanto en inglés como la traducción al español; Número de temporada del capítulo; Número de capítulos de la temporada; Duración estándar del capítulo; Fecha de emisión del capítulo; Nombre de la directora; Nombre de las guionistas; Nombre de los creadores/as; Género de la serie; Cadena en la que emite la serie, distinguiendo el tipo de televisión; Número total y separado en género de los directores/as que trabajan en cada temporada; Número total y separado en género de los guionistas que trabajan en cada temporada. Sobre este último punto es necesario aclarar que una sala de guionistas puede estar formada por más personas que las que escriben episodios en una temporada. Existen ayudantes de los showrunners , editores de textos y asesores (históricos, médicos, policiales, políticos) con los que consultar para mejorar aspectos de los guiones. En algunos casos, estas personas desempeñan ese trabajo como proceso de aprendizaje y acaban siendo guionistas de la serie, o al menos proporcionan historias de base para la escritura de un episodio, recibiendo el correspondiente crédito en pantalla. Con todos los datos obtenidos a través de las fichas, se ha realizado un análisis cuantitativo y cualitativo que permite ver la cantidad de mujeres que están en la industria y cómo su número es considerablemente menor en comparación con el de los hombres.

    por Anónimo
    junio 30, 2015

    Especial Mujeres en televisión

    por Anónimo | junio 30, 2015
    Operación U.N.C.L.E., de Guy Ritchie
    Estreno en Estados Unidos y España el 14 de agosto.

    The Man fron U.N.C.L.E. (también conocida como El agente de CIPOL) fue una exitosa serie emitida por la NBC entre 1964 y 1968, inspirada en las novelas de James Bond de Ian Fleming, quien contribuyó a la concepción de los personajes protagonistas, el estadounidense Napoleón Solo y el ruso Illya Kuryakin, dos espías que trabajaban para una organización internacional de lucha contra el crimen. Robert Vaughn y David McCallum fueron los encargados de meterse en la piel de estos agentes envueltos en multitud de aventuras que combinaban perfectamente acción y comedia. Era solo cuestión de tiempo que Hollywood se decidiera a poner los ojos en ella para su correspondiente adaptación cinematográfica, vistos los buenos resultados de otros traslados de la televisión a la gran pantalla como la saga de Misión imposible. También es cierto que otras como Los vengadores (Jeremiah Chechik, 1998), Starsky y Hutch (Todd Phillips, 2004) o S.W.A.T. Los hombres de Harrelson (Clark Johnson, 2003) se pegaron el gran batacazo, por lo que la efectividad del proyecto nunca está del todo asegurada.

    El siempre estiloso Guy Ritchie — Lock & Stock (1998), Snatch. Cerdos y diamantes (2000)— es el encargado de llevar a buen puerto esta gran producción de 75 millones de dólares que cuenta como protagonistas con dos estrellas recientes como Henry Cavill —a la espera del estreno de su segunda aventura como Superman en Batman v. Superman: El amanecer de la justicia (Zack Snyder, 2016)— y Armie Hammer —intentando quitarse el mal sabor de boca de la fracasada El llanero solitario (Gore Verbinski, 2013)—, metidos en la piel de Napoleón y Kuryakin. La chica de moda Alicia Vikander —Ex Machina (Alex Garland, 2015)—, el cada vez más difícil de ver en pantalla Hugh Grant y Eliza Debicki como una villana muy chic completan el reparto de una cinta que, a la vista de las primeras imágenes, no ha escatimado en medios para reconstruir el periodo de la guerra fría mediante un cuidado trabajo de ambientación. Espectaculares escenas de acción y mucho humor a través de los piques típicos de todo buddy film que se precie, son los ingredientes más destacados de otro de los blockbusters en los que la Warner deposita más esperanzas para romper las taquillas del verano.

    por José Martín León
    junio 29, 2015

    Tráiler de Operación U.N.C.L.E., de Guy Ritchie

    por José Martín León | junio 29, 2015
    Me & Earl & and the dying girl

    Pese a que partió de Utah con el doblete –Premio a la mejor película para el jurado y el público— y con un zurrón lleno de críticas entusiastas –con una puntuación de 93 en Metacritic—, la decisión de Fox Searchlight Pictures de estrenar Me & Earl & the dying girl a mediados de junio hizo presagiar que su recorrido sería muy diferente a su antecesora en el cuadro de honor del Festival de Sundance. Y así ha sido. La distribuidora no las tenía todas consigo y el recibimiento crítico del debut de Alfonso Gomez-Rejon, sin dejar de ser positivo, ha calmado el hype generado en enero. La principal razón, parece, se halla en el dibujo del personaje principal, cargado de cinismo, que no ha encajado del todo entre cierto sector de la prensa estadounidense. El público, sin embargo, se ha mostrado mucho más receptivo —con un 8.2 en IMDb— ante esta historia de amistad entre dos jóvenes aspirantes a director de cine, Greg (Thomas Mann) y Earl (RJ Cyler), y Rachel (Olivia Cooke), una adolescente recién diagnosticada con leucemia. Nick Offerman (The Kings of Summer) y Connie Britton (Friday Night Lights) completan el reparto de esta sátira que buscará la carcajada pero también la lágrima. Una versión ácida de los temas que trató uno de los éxitos del pasado año, Bajo la misma estrella. Al igual que la cinta de Josh Boone, Me & Earl & the dying girl está basada en un best-seller homónimo, escrito por Jesse Andrews y publicado en 2012. El filme, que cuenta la banda sonora de Brian Eno, llegó a las carteleras norteamericanas el pasado 16 de julio y arribará a Europa a partir de septiembre. ¿Un sleeper venido a menos? Una ganadora de Sundance es siempre una cita obligada.

    por Emilio M. Luna
    junio 28, 2015

    Tráiler para la ganadora de Sundance: Me & Earl & the dying girl

    por Emilio M. Luna | junio 28, 2015

    El despertar sexual de una adolescente un tanto peculiar sirve de excusa a la joven directora y guionista Marielle Heller para entregar una ópera prima que ya ha sido muy bien recibida por la crítica a su paso por la Sección Oficial del Festival de Sundance —ganó el Premio a la Mejor fotografía—, el Festival de Edimburgo, donde se hizo con el premio al Mejor film internacional, o la en la pasada Berlinale, en la que fue distinguida con el Gran Premio del jurado internacional de la Sección Generación 14-Plus. The Diary of a Teenage Girl inundará las carteleras de esa bocanada de aire fresco que, a menudo, ofrece el mejor cine independiente norteamericano. La prometedora protagonista, Bel Powley, de 23 años, interpreta a una curiosa quinceañera que sueña con ser dibujante de cómics mientras que pierde la virginidad con el novio de su madre, interpretada por una Kristen Wiig que continúa expandiéndose como actriz fuera de los límites de la comedia tipo La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids, Paul Feig). Entre ambas mujeres, el objeto del deseo está representado por el cada vez más solicitado Alexander Skarsgård.

    Vistas las primeras imágenes del tráiler, cabe esperar que nos encontremos ante una estupenda adaptación del cómic homónimo de Phoebe Gloeckner, agridulce y muy personal, ambientada en el San Francisco de la década de los 70 y con la liberación sexual típica de aquellos años ejemplificada en unos personajes bien construidos y con más aristas que los que suelen ofrecer propuestas de comedia más comerciales. Algo así como una especie de Juno (Jason Reitman, 2007) —ambas películas comparten un personaje protagónico precoz y resabiado, que se comporta como si tuviera una mayor edad— moviéndose en los ambientes de la magnífica La tormenta de hielo (The Ice Storm, Ang Lee), otro relato de iniciación sexual que se desarrollaba en los tumultuosos años 70. Un tema que, a priori, puede resultar incómodo, promete estar tocado con el suficiente tacto y unas acertadas dosis de humor irónico como para no caer en el mal gusto o el morbo fácil. Todo ello aderezado con un agradable envoltorio visual en el que también tiene cabida la técnica de animación como recurso expresivo que invoca directamente a la novela gráfica en la que se basa. Estreno USA: 7 de agosto 2015.

    por José Martín León
    junio 27, 2015

    Tráiler para The diary of a teenage girl, de Marielle Heller

    por José Martín León | junio 27, 2015
    anexo: crítica de Sicario en el Festival de Cannes 2015.

    El canadiense Denis Villeneuve se ha convertido en uno de los directores cuyos trabajos son esperados con mayor expectación por los amantes del buen cine gracias un potente currículum en el que destacan, sobre todo, la multipremiada Incendies (2010), el paranoico drama psicológico Enemy (2013) y la excelente intriga sobre secuestros infantiles Prisioneros (Prisioners, 2013). Con Sicario (2015), su próximo estreno ya visto en el pasado Festival de Cannes —donde fue recibido con división de opiniones— , el realizador ofrece un thriller fronterizo con el espinoso tema del tráfico de drogas como telón de fondo que, a primera vista, podría ser definido como una mezcla entre La noche más oscura (Zero Dark Thirty, Kathryn Bigelow, 2012) y Traffic (Steven Soderbergh, 2000). Al igual que en la oscarizada película de Bigelow, el protagonismo de Sicario recae en una indómita y aguerrida mujer que se mueve en unos violentos ambientes más propios “de hombres”. En esta ocasión es la cada vez más dispuesta a entrar en las carreras de premios Emily Blunt la que se mete en la piel de una agente del FBI que es reclutada por el Gobierno para emprender una guerra sin cuartel contra el narcotráfico en Ciudad de Juárez (México), formando parte activa de una unidad militar de élite.

    La espectacular fotografía de Roger Deakins, unas escenas de acción hábilmente montadas y un reparto de lo más seductor que incluye al siempre efectivo Josh Brolin, Benicio Del Toro —ganador del Óscar al mejor actor secundario por, precisamente, Traffic— y un Jon Bernthal (The Walking Dead) metido en la piel del peligroso capo de la droga al que deben enfrentarse los protagonistas, son algunas de las bazas de las que Villeneuve intentará extaer el máximo potencial para seducir a público y crítica como lo ha venido haciendo hasta ahora. Confiando en su precisión a la hora de crear tensión y suspense de alto voltaje, cabe esperar del filme una visión crítica y tenebrosa del conflicto, que huya de la oda al militarismo norteamericano y el patriotismo facilón en los que suelen incurrir fácilmente este tipo de productos. Eso sí, sin renunciar a la épica y el sentido del espectáculo, también presentes en las primeras y pirotécnicas imágenes del tráiler. Estreno en USA: septiembre 2015. Estreno en España: diciembre 2015.

    por José Martín León
    junio 27, 2015

    Tráiler de Sicario, de Denis Villeneuve

    por José Martín León | junio 27, 2015

    Espía como puedas

    crítica a Espías (Spy, Paul Feig, 2015).

    Parece que al cine de espías le ha salido un bufón imitador. Y lo cierto es que ya no miramos a los súper agentes especiales con el mismo respeto y admiración con los que lo hacíamos A.A.P. (antes de Austin Powers). Paul Feig nos mete de lleno, con su nueva película, Espías, en el entramado procedimental de un comando secreto que, por lo paupérrimo de sus instalaciones y lo excéntrico de sus miembros, no parece emanar el aura misteriosa y “súper cool” con la que identificábamos a la CIA a través de las ficciones cinematográficas clásicas, sino que más bien refleja las pobres condiciones de trabajo en las que se encuentran bastantes empleados cuyo entorno es mucho más parecido al de la delirante “TIA” de Ibañez. El director no sólo aprovecha esta comicidad contextual para denunciar la precariedad laboral, también el machismo vigente en las estructuras jerárquicas empresariales. Feig parece que continúa con su empeño de romper los moldes establecidos en su defensa del feminismo y la representación de la mujer en el cine y en la sociedad moderna. Resulta innegable que el realizador se ha convertido en uno de los estandartes del cine cómico-feminista por medio de productos que antes parecían dedicados exclusivamente a un público masculino. Esto ya quedó claro en su fantástica comedia La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids, 2011), en la que se mostraban las aventuras pre-matrimoniales de un grupo de amigas, y posteriormente en Cuerpos especiales (The Heat, 2013), donde se adentraba en la comedia de acción —no romántica—, cuyos personajes no quedaban relegados desde el comienzo al rol de damiselas en apuros deseando ser rescatadas por el gran héroe. Parece pues evidente que la próxima y esperadísima entrega de la mítica saga Los cazafantasmas —siguiente proyecto de Feig—, presentará originalidad a raudales en cuanto a la acción anti-ectoplasma y, sobre todo, un punto de vista muy femenino.

    Con las mismas premisas que sustentan a la comedia slapstick, Espías comienza presentando a su protagonista: Susan Cooper, cuya principal función dentro de la CIA es la de asistir remotamente desde una oficina, atestada de ratas y alimañas varias, a su compañero, la estrella del equipo y superespía: Bradley Fine, por quien siente una fuerte atracción. La mujer parece hipnotizada por los aires de galán moderno de Fine, pero éste sólo responderá a sus insinuaciones con arrogantes flirteos, que siempre terminan chocando con la fría y decepcionante realidad. Por medio de satélites y radares, la agente es capaz de alertar a su compañero de cualquier amenaza que pueda aparecer, ofreciendo una enorme ventaja —o viles artimañas que atentan contra la pureza del legendario oficio de espionaje (dependiendo de lo quisquillosos que seamos)— frente a sus enemigos. Y mientras ella hace el trabajo sucio, su protegido en el campo de batalla disfruta de todas las comodidades que la empresa puede ofrecerle —a cambio, claro está, de arriesgar su vida—, como placenteros hoteles de lujo, ropa a medida o los gadgets más asombrosos e innovadores. Un desgraciado giro de los acontecimientos obligará a Susan a trocar su segura posición como agente de oficina para involucrarse de lleno en la acción a pie de campo, y enfrentarse a la malvada Rayna Boyanov, única conocedora de la localización de una potente arma nuclear.

    por Alberto Sáez Villarino
    junio 27, 2015

    Crítica | Espías

    por Alberto Sáez Villarino | junio 27, 2015
    La profesora de parvulario (Haganenet, Nadav Lapid, 2014).

    Malos tiempos para la lírica

    crítica a La profesora de parvulario (Haganenet, הגננת, Nadav Lapid, 2014).

    Muchas ficciones cinematográficas se nos tan antojan reales como la vida misma y por el contrario, existen algunas obras con base esencialmente biográfica o autobiográfica que parecen totalmente inverosímiles. Este es el caso de La profesora de parvulario, un filme basado en la vida real de su director Nadav Lapid, y que nos relata —a modo de cuento luminoso pero distante— la obsesión de una profesora de guardería por el desbordante talento lírico de un niño de 5 años que escribe poemas capaces de trastornarla y de alterar su vida cotidiana. Ambientada en Israel, la patria natal de su creador, la película nos sitúa en un contexto dominado por el pragmatismo y la educación rígida y tradicional, donde la poesía es una rara avis que se consume y los poetas constituyen una especie en extinción. En este mundo violento, frío y oscuro tan privado de lírica —y por ello, tal vez de cierta sensibilidad hacia los infantes con potencial— Nira, interpretada de manera sólida por Sarit Larry— es una maestra de guardería que se percata de cómo, a pesar de su corta edad, un niño llamado Yoav —Avi Shnaidman— escribe poemas de insólita belleza y rebuscado simbolismo, repletos de complejas figuras literarias. ¿Escribimos a partir de la experiencia adquirida o es un don innato destinado a un minúsculo olimpo de elegidos? parece preguntarse Nadav Lapid desde el comienzo de esta fábula acerca de la creatividad, la incomprensión y el rol que un educador puede desempeñar para fomentar las virtudes de un genio. ¿Pueden las musas aterrizar en la cabeza de un párvulo que no mide ni dos palmos y lograr que de su bolígrafo salgan textos conmovedores, intensos y hermosos, reflejo desgarrador contra una civilización ajena a la poesía? Pueden, y de hecho, el propio director afirmó haber escrito y dictado a su niñera más de un centenar de poemas entre los cuatro y los siete años, para no retomarla jamás. Lapid relató en diversas ruedas de prensa tras la presentación de la película que hasta después de terminar el servicio militar no había vuelto a retomar la escritura, pero siempre en prosa, y nunca más en verso.

    La profesora de parvulario, austera en lo narrativo, parca en el sentido del ritmo y dosificando al espectador la evolución de la trama y de los personajes, plantea muchísimos temas —seguramente demasiados, por la incapacidad de profundizar en ellos—: el choque entre el universo práctico de la vida cotidiana —el futuro laboral, las expectativas económicas, el pensamiento lógico-matemático en la educación infantil, sin prestar atención a la pedagogía emocional, la individualidad creadora, y ña creatividad de los niños— y el universo del arte, la importancia de la ética en el papel que se desempeñan los profesores en el mundo de hoy, la crisis de valores de la sociedad israelí, o el serio peligro que implica una fuerte obsesión psicológica a la que la protagonista no pone freno. La profesora de parvulario intenta dibujar las contradicciones entre lo que hacemos y lo que pensamos, entre la racionalidad y el impulso febril que cede a los instintos, pero lo hace desde un ángulo lejano, distante y en ocasiones, hueco y sin carisma. Mientras que la inspiración autobiográfica de la obra y la interpretación de sus principales actores son motivos de peso para que esta obra comience con buen pulso, no lo son su extraño remix de géneros —desde su desacertado tono de drama desangelado, hasta sus pinceladas de intriga y comedia que nunca acaban de resultarnos atractivas por entero— ni las reacciones de sus protagonistas, con respecto a los cuales sentimos una distancia insalvable y una conexión emocional nula.

    por Anónimo
    junio 27, 2015

    Crítica | La profesora de parvulario

    por Anónimo | junio 27, 2015

    Humor absurdo entre cadáveres y vacas

    crítica a El pequeño Quinquin (Le P’tit Quinquin, Bruno Dumont, 2014).

    Una mujer descuartizada en el estómago de una vaca. Una pareja de detectives singular, uno plagado de tics faciales el otro aficionado a la conducción extrema con coche oficial. Un pueblo al norte de Francia atestado de lerdos y discapacitados. Un funeral estrafalario donde una adolescente en minifalda canta a ritmo de organillo una canción pop en inglés, cuando la lógica hacía presagiar un “Tú has venido a la orilla”. Una oda a lo grotesco. Estos son los ingredientes de la irreverencia y del absurdo. El humor entendido como un mecanismo que ridiculiza la realidad. Es imposible que no sorprenda. El pequeño Quinquin (Le P’tit Quinquin, 2014) es la última obra del prestigioso realizador galo Bruno Dumont. Una miniserie (de cuatro episodios), emitida por el canal francés Arte, transformada en película para su comercialización en el extranjero y su presentación en festivales internacionales (como en la Quincena de Realizadores de Cannes). Un cambio de formato a conveniencia del mercado. Dumont, un cineasta obsesionado con el retrato del lado más árido del alma humana, ejecuta con maestría su primera comedia (aunque no se queda solo eso). Extravagante y grotesca a partes iguales. El pequeño Quinquin es también su primer trabajo televisivo, que nada tiene que ver con la ficción de la pequeña pantalla europea. Un producto novedoso que le acredita como un director renovador, ávido de nuevos retos, y supone un giro en su carrera. Este desafío no era sencillo pero lo solventa con dosis del mejor cine de intriga, de la mejor comedia, de lo mejor del drama televisivo y lo mejor de su propia filmografía.

    Dumont juega a ser un genio de la autoparodia. Lo hace sin sentido del ridículo y alcanzando cotas sublimes en la consecución de la recreación del patetismo del ser humano. La trama, que sale a asesinato por episodio, y los notables personajes de esta cinta alcanzan una ineludible condición esperpéntica: tipos de mayúscula inutilidad al cargo de situaciones de alto voltaje. El realizador galo se hace acopio de los códigos del policíaco para realizar una obra metanarrativa, que le permita tocar con otras claves sus obsesiones habituales y poner en tela de juicio cualquier formalismo protocolario. De hecho, puede entenderse como la horma del zapato de series como la británica Broadchurch (2013) o de películas como La cinta blanca (2009). Su actitud iconoclasta se traslada también a su manera de rodar. No son comunes en televisión los planos largos ni que los escenarios naturales gocen de gran relevancia. Podría afirmar que las escenas más poderosas se dividen en dos: las esperpénticas (como en las que aparecen encapuchados) y las contemplativas. Esos instantes para la reflexión, en un formato donde abunda el frenetismo a razón de quince muertes por episodio, se agradecen sin hastío porque vienen administrados en partes de cincuenta minutos. Si uno lo disfruta en una sala de cine y del tirón, a lo mejor, esas escenas maravillosas pierden fuerza en necesidad de una mayor capacidad de síntesis. No lo creo, aunque la mente humana no está capacitada para concentrarse durante tres horas y media, sea para lo que sea.

    por Anónimo
    junio 27, 2015

    Crítica | El pequeño Quinquin

    por Anónimo | junio 27, 2015
    San Andreas

    The Rock contra las fuerzas de la naturaleza

    crítica de San Andrés (San Andreas, Brad Peyton, 2015).

    En la década de los 70, el género catastrófico se asentó en Hollywood como uno de los más rentables de cara a la taquilla, gracias a grandes éxitos del calibre de Aeropuerto (George Seaton, 1970), La aventura del Poseidón (Ronald Neame, 1972), El coloso en llamas (John Guillermin, Irwin Allen, 1974) o Terremoto (Mark Robson, 1974). Su receta era bien sencilla: reunir un lujoso reparto (siempre encabezado por estrellas pujantes del momento y secundados por viejas glorias del cine clásico en horas bajas) puesto al servicio de una historia mínima en donde lo que más importaba era el espectáculo de efectos especiales, capaz de plasmar los mayores desastres en toda su magnitud. Un rasgo en el que coincidían todas aquellas cintas era el tiempo, innecesariamente largo, que sus responsables empleaban en la presentación de sus estereotipados personajes y sus superficiales conflictos dramáticos, sentimentales y laborales, demorando en exceso el desencadenamiento de una acción que, a fin de cuentas, era lo que verdaderamente buscaba el público que pagaba su entrada.

    Como toda moda, las películas catastróficas fueron perdiendo fuelle y desapareciendo de las pantallas hasta que, en la segunda mitad de los 90, éxitos como Twister (Jan de Bont, 1996), Un pueblo llamado Dante´s Peak (Roger Donaldson, 1996) o Armageddon (Michael Bay, 1998) le devolvieron una segunda juventud que alcanzaría su punto álgido con las superproducciones de Roland Emmerich. Este realizador alemán contribuyó enérgicamente a destruir el mayor número de ciudades y monumentos emblemáticos (la Casa Blanca es uno de sus objetivos preferidos) en la historia del cine, siendo artífice de dos de las piezas más aparatosas y pirotécnicas del género: El día de mañana (2004) y 2012 (2009), la madre de todos los desastres, que puso en imágenes un hipotético fin del mundo según las predicciones del calendario maya. En estos filmes, historia y personajes continúan siendo igual de esquemáticos que siempre, pero suelen enfocar la atención en una familia (preferiblemente en proceso de descomposición) en la que sus miembros son separados por tan terribles circunstancias y deben luchar lo indecible para conseguir salvarse y volver a estar juntos. En otras palabras, el cine catastrófico del siglo XXI es mucho más impactante desde el punto de vista visual (gracias a los desorbitados presupuestos destinados a los efectos especiales) pero, también, bastante más moralista y con una preocupante tendencia al sentimentalismo fácil. San Andrés (San Andreas, 2015), con sus 110 millones de dólares de coste, juega en la liga de los éxitos de Emmerich, reuniendo por segunda vez al director Brad Peyton y la estrella del cine de acción Dwayne Johnson (más conocido como The Rock) tras su colaboración en la abominable Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa (2012).

    por José Martín León
    junio 26, 2015

    Crítica | San Andrés

    por José Martín León | junio 26, 2015
    True Detective (2 temporada)

    Negra y corrupta ciudad de Los Ángeles

    crítica a The Western Book of the Dead (2014) | Episodio piloto de la segunda temporada de True Detective.

    HBO | EE.UU, 2015. Director: Justin Lin. Guión: Nic Pizzolatto. Reparto: Colin Farrell, Rachel McAdams, Taylor Kitsch, Kelly Reilly, Vince Vaugh, Ritchie Coster, David Morse, Christopher James Baker, Timothy V. Murphy, W. Earl Brown, James Frain, Michael Irby, Matt Battaglia, Leven Ranbim, Trevor Larcom, Afemo Omilami. Fotografía: Nigel Bluck. Música: T Bone Burnett.

    Decir que las expectativas eran altas ante esta nueva encarnación de True detective es quedarse corto. La primera temporada de la creación de Nic Pizzolatto tuvo tal repercusión de crítica y público que hasta el propio novelista ha comentado en más de una ocasión que se encontraba en una situación complicada, aunque gratificante. Y tras más de un año de espera por fin ha llegado The Western Book of the Dead, una suerte de “episodio piloto” que presenta en nuevo caso y toda una galería de personajes a los que empezar a descifrar en su enigmático dolor. Otro quinteto central, aunque esta vez un auténtico quinteto protagonista y ninguna distinción entre personajes más o menos secundarios. Los detectives Ray Velcoro y Ani Bezzerides, el oficial en suspensión temporal Paul Woodrugh y el poderoso matrimonio de Frank y Jordan Semyon conectados con la misteriosa muerte de Ben Caspere, socio de Frank cuya desaparición investigaba Ray, que es encontrado por Paul y que por pura geografía está en territorio de Ani. Hasta llegar a ese punto climático donde los tres agentes de la ley comparten pantalla, Pizzolatto nos ha enseñado sus desastrosas vidas por separado, un clásico de su escritura. El ser humano que no puede vivir consigo mismo, con su pasado o con las elecciones que ha hecho. Y que adormece su mente con alcohol, drogas o ambas cosas. Durante gran parte del metraje, sabremos un poco más de las causas del comportamiento del trío, con ese flashback que a la vez ilustra la relación de Ray con Frank; la charla de Ani con su peculiar padre y las pistas sobre un turbio incidente que involucró y marcó (física y mentalmente) a Paul, y que le convierte en un temerario que disfruta de la situación límite.

    Al ritmo de “Nevermind”, tema de Leonard Cohen que pone a tono a la audiencia desde el principio, arranca una cabecera que sigue el mismo patrón visual, y hasta se permite un par de juguetones momentos idénticos a la primera tanda. Un tono de rojo sangre para indicar que nos espera un viaje movidito, uno que de momento ya ha incluido unas cuantas agresiones y desencuentros personales. Los personajes presentados están metidos en intensos conflictos, y el guionista usa la clásica estrategia de informarnos sobre ellos a través de otros personajes (a veces hasta de manera muy evidente, como la charla entre Ani y su hermana Athena). Esta temporada trae también la novedad de usar varios directores para encargarse de los ocho capítulos, lo que probablemente juegue en su contra porque al eficaz trabajo de Justin Lin le seguirán el de otros profesionales competentes en nómina de HBO, pero que finalmente dejarán menos huella visual, algo a lo que también ayudará el cambio de director de fotografía. Entre las decisiones más acertadas, el asalto de Ray a un periodista que escribe sobre la corrupción en la ciudad de Vichi, apuntando directamente al mafioso Frank Seymon, con quien el personaje de Colin Farrell tiene una gran deuda y algo parecido a una amistad interesada. El inquietante gesto de un Ray encapuchado a la cámara y la subsecuente agresión fuera de campo logran que la rutinaria acción deje algo de poso.

    por Anónimo
    junio 26, 2015

    TV Review | True Detective II

    por Anónimo | junio 26, 2015
    Avril et le Monde truqué

    Napoléon vuelve para conquistar el Ródano

    Palmarés de la 38ª edición del Festival de Annecy.

    El pasado domingo, 20 de junio, finalizó la 38ª edición del Festival de Annecy, con toda probabilidad el certamen más importante del cine de animación del mundo. Concebido en sus inicios como una bienal, Annecy se ha convertido en el páramo perfecto para el cine de dibujos animados independiente global, con especial enfoque a la producción europea. En el cuadro de honor del evento galo figuran nombres como Hayao Miyazaki —que ganó el Crystal Award en 1993 con Porco Rosso—, Isao Takahata —que hizo lo propio un año después con Pompoko—, Henry Selick —James y el melocotón gigante, 1995, & Coraline, 2009—, Michel Ocelot —Kirikú y la bruja, 1999—, Bill Plympton —Me casé con un extraño, 1998—, Jan Švankmajer —Premio al mejor cortometraje en 1983 con Možnosti dialogu— o Sylvain Chomet —La Vieille Dame et les Pigeons, 1997—. Nombres ilustres que transformaron formatos y géneros equiparándolos en calidad a la imagen real. Por todo ello, este año estaremos muy atentos a la cosecha extraída de Annecy. Una selección donde destaca la triunfadora Avril et le Monde truqué, debut de la dupla Ekinci-Desmares que nos presenta un París futurista y alternativo liderado por la sexta generación de la familia Bonaparte. Filme familiar de trazo bidimensional que ha conquistado a jurado y crítica. Algo que también ha ocurrido en el apartado de cortometrajes con la estupenda creación de Don Hertzfeldt World of Tomorrow. En su premiere europea, Hertzfeldt ha obtenido la distinción del jurado y el galardón que otorga el público. En esta sección el máximo laurel ha ido a parar a la rusa Mi ne mozhem zhit bez kosmosa (traducido libremente como No podemos vivir sin el cosmos), de Konstantin Bronzit, una historia de amistad con un viaje al espacio como leitmotiv. Subrayar que el prestigio de Annecy se ha cimentado desde el universo de las pequeñas piezas; fue a partir de 1993 cuando entró en competición el gran formato. Largos o cortos seguiremos con cercanía el recorrido de los trabajos presentados en el gran festival de la ficción animada. A continuación, los ganadores.

    Largometrajes

    Crystal Award a la mejor película: Avril et le Monde truqué de Franck Ekinci & Christian Desmares (Canadá).
    Premio del jurado: Sarusuberi: Miss Hokusai de Keiichi Hara (Japón).
    Premio del público: Tout en haut du monde de Rémi Chayé (Dinamarca).

    Cortometrajes

    Crystal Award al mejor cortometraje: Mi ne mozhem zhit bez kosmosa de Konstantin Bronzit (Rusia).
    Premio del jurado: Isand de Riho Unt (Estonia).
    Premio Jean-Luc Xiberras al mejor debut: Guida de Rosana Urbes (Brasil).
    Distinción del jurado: World of Tomorrow de Don Hertzfeldt (Estados Unidos).
    Premio del público: World of Tomorrow de Don Hertzfeldt (Estados Unidos).
    Off-Limits Award: Mynarski chute mortelle de Matthew Rankin (Canadá).

    Televisión

    Crystal Award a la mejor producción televisiva: Hello World! Long-Eared Owl de Éric Serre (Francia).
    Premio del jurado al mejor especial televisivo: La Moufle de Clémentine Robach (Bélgica).
    Premio del jurado al mejor serial: Rita og Krokodille Fisketuren de Siri Melchior (Dinamarca).
    Crystal Award a la mejor película educativa: Rotary Fateline de Suresh Eriyat (India).
    Premio del jurado: Lucy and the boy de Yves Geleyn (Reino Unido).

    Premios paralelos

    Premio FIPRESCI al mejor cortometraje: Teeth de Daniel Gray y Tom Brown (Estados Unidos).
    Distinción especial del jurado FIPRESCI: Guida de Rosana Urbes (Brasil).
    Crystal Award al mejor cortometraje de Graduación: My Dad de Marcus Armitage (Reino Unido).

    por Emilio M. Luna
    junio 25, 2015

    Annecy 2015 | Palmarés

    por Emilio M. Luna | junio 25, 2015
    Taller Capuchoc

    Apoteosis del humor canalla

    crítica de Taller Capuchoc (Carlo Padial, 2014).

    «Gente joven... con la cabeza vacía... escribiendo al azar».

    En su introducción a Ultrashow, Miguel Noguera cantaba las andaduras por medio mundo del increíble gato Mochete, un gato parlanchín y bon vivant que, a lomos de su caballo, atraviesa reinos y conquista idiomas —o los discute con filigranas resbaladizas— y por ello también la servidumbre de algunos hombres que a partir de ese instante se dedican casi en exclusiva al bienestar del mismo Mochete, cuya imaginación o ínfulas napoleónicas lo inducen un día a pedir "tostadas en diagonal" y explicaciones a su mayordomo por contestarle "muy bien, señor... Como siempre a su servicio". No entiende Mochete la ocurrencia, y el lacayo argumenta que es una incorporación al registro: se ha pasado toda la noche escribiendo y reescribiendo la frase. "¿Le gusta?". "No", responde Mochete. "Es una estupidez, y además llevabas más de veinte años sin usarla". A partir de ahí, la conversación entra en un bucle de final claramente incierto: ya no importa tanto la historia como esclarecer el sinsentido de las relaciones sociales en un tiempo que discute su propia semántica. El absurdo (un gato parlante con chorreras) y lo siguiente (usted riéndose sin saber por qué), o sea la parálisis comunicativa.

    Noguera absorbe imágenes cotidianas, las sumerge en un lodazal inocuo y las trasciende, medio atónito medio desquiciado, con precisión quirúrgica. Tal vez disparando a herir sensibilidades, o tan sólo con la inocencia del niño que, en pleno ataque de asma, coge el tirachinas patafísico y apunta sin piedad a todo quisque. Pónganse a cubierto: salir intacto es imposible. Esta vez la función ha sido orquestada por Carlo Padial, quien ya dispuso —aunque no en el papel protagonista— de Noguera en su anterior filme, Mi loco Erasmus. Aquel mockumentary en el que Dídac Alcaraz investigaba la fauna limítrofe a las becas del título; guiris como aliens que intentaran colonizar Barcelona e inquietudes más o menos artísticas que conducen inevitablemente a la mierda. Así, en general. Y sin ánimo de ofender a nadie. Todos se abren paso en aceras de El Raval y todo converge en barrios y plazas céntricos, en pisos y chalets cerrados a cal y canto, con las persianas medio bajadas y las pupilas del huésped como dos Gargantúas insondables. No queda más reacción que el asentimiento, si acaso un insulto al propio autor por recrearse precisamente en la derrota de su antihéroe-masa, que no es sino el individuo que apenas sobrevive en connivencia con la estupidez y un deseo inmovilista cada vez más ponzoñoso. Y es o eso, o volver a lo de antes. O incluso a Twitter. O mejor aún: a un taller literario.

    Y es que Padial rescata del olvido su columna Atención, cuidado: talleres literarios, publicada en 2013 en la revista Playground. En ella, el director viene a decir (y a repetir) que los talleres de escritura son un fraude que únicamente sirven para alimentar el psicodrama de los alumnos y, de paso, la barriga de ese profesor o esa profesora eternos candidatos al Nobel de Literatura patrocinado por su comunidad de vecinos y el ayuntamiento de su pueblo. Porque la enseñanza, si no eres Nabokov, a menudo obstaculiza el natural desarrollo de tu obra. O el desarrollo a secas. Pues si estás dando clase, no estás escribiendo. Y si no escribes, ¿qué clase de escritor podrías llegar a ser? El más feliz y a la vez el más desgraciado, eso seguro: uno que posterga indefinidamente el momento de sentarse a escribir. El de escritor, en fin, es un oficio no a jornada completa, entendiendo por tal las ocho horas que estipula el convenio reglamentario, sino a tiempo trabajado sin pausas ni eventualidades ineludibles. Las veinticuatro horas del día. A mí me gusta pensar que el escritor, cuando es bueno y profesional, escribe hasta cociendo espaguetis. Mentalmente, quiero decir. Y sin embargo, la precariedad a que se ha visto sometida en los últimos tiempos la industria del libro es tal que incluso escritores talentosos se ven "obligados" a impartir cursos y charlas, breves encuentros vespertinos en la trastienda o en el sótano de pequeñas librerías que todavía hoy, con la que está cayendo, abren sus puertas y visten sus estanterías de novelas, de ensayos, de cuentos, de poemarios, de cómics... y a veces hasta de muñecos a cuerda, vinos y café expreso en cuyos posos se advierten microrrelatos de Lydia Davis y adagios de Julio Camba.

    por Anónimo
    junio 24, 2015

    Crítica | Taller Capuchoc

    por Anónimo | junio 24, 2015

    Despedida a James Horner
    panóptico por José Antonio Martín (Las Palmas de Gran Canaria) ©

    Para los amantes del Séptimo Arte que nacimos en la década de los 70 y vivimos nuestra infancia y juventud a lo largo de las dos décadas siguientes, James Horner fue uno de los hombres que mejor supieron poner banda sonora a nuestras vidas a través de una impecable trayectoria de más de 100 películas. El 22 de junio de 2015, un trágico accidente aéreo ha hecho que las pantallas de cine se vuelvan un poco más silenciosas. James Horner se nos ha ido demasiado pronto, a la edad de 61 años, pero el recuerdo de su impresionante legado musical perdurará para siempre en la memoria cinéfila colectiva y, gracias a la sensibilidad de muchas de sus composiciones, también en nuestros corazones. Este brillante director de orquesta estadounidense, hijo de inmigrantes judíos, ha ejercido las labores como compositor de bandas sonoras durante más de 35 años, aunque siempre será recordado por su trabajo para la taquillera Titanic (James Cameron, 1997), con la que ganó los dos únicos Óscars de su carrera, a mejor banda sonora y mejor canción para My Heart Will Go On, cantada por Celine Dion. La selección de cortes para el filme de James Cameron, además, se convirtió en uno de los LP más vendidos de la Historia —algo que, como con Braveheart, provocó una segunda tirada de compactos con el sobretítulo de More music from—, algo inusual en este tipo de obras.

    Horner comenzó su carrera de la mano del productor de serie B Roger Corman, componiendo la partitura de la aventurilla de ciencia ficción Los siete magníficos del espacio (Battle Beyond the Stars, Jimmy T. Murakami, 1979), repitiendo al año siguiente en otro clásico friki como fue Humanoides del abismo (Humanoids from the Deep, Jimmy T. Murakami, Barbara Peters, 1980). Pasó a trabajar con directores más reputados (en sus inicios, eso sí) como Wes Craven —Bendición mortal (Deadly Blessing, 1981)— u Oliver Stone —La mano (The Hand, 1981)—, pero su gran salto como compositor de primera de linea no se produciría hasta su alabada labor en la partitura de Star Trek II: la ira de Khan (Star Trek II: The Wrath of Khan, Nicholas Meyer, 1982). A este trabajo le siguieron algunos de los grandes éxitos de los 80, como Límite: 48 horas (48 Hrs., Walter Hill, 1982), Cocoon (Ron Howard, 1985), Comando (Commando, Mark L. Lester, 1985), Aliens: el regreso (Aliens, James Cameron, 1986), El nombre de la rosa (Le nom de la rose, Jean-Jacques Annaud, 1986), Willow (Ron Howard, 1988) o Tiempos de gloria (Glory, Edward Zwick, 1989), aunque cabría destacar, muy especialmente, las maravillosas composiciones creadas para dos joyas animadas de Don Bluth como Fievel y el nuevo mundo (An American Tail, 1986) -cuya canción Somewhere out there logró una nominación al Óscar- y En busca del valle encantado (The Land Before Time, 1988).

    por José Martín León
    junio 24, 2015

    Las melodías de una generación

    por José Martín León | junio 24, 2015
    The Brink

    Geopolítica de vodevil

    crítica de The Brink (2015-) | Episodio piloto.

    HBO | EE.UU, 2015. Director: Jay Roach. Guión: Roberto Benabib & Kim Benabib. Reparto: Tim Robbins, Jack Black, Pablo Schreiber, Aasif Mandvi, Maribeth Monroe, Eric Ladin, Geoff Pierson, Esai Morales, Mimi Kennedy, Erick Avari, Ryan Cutrona, Mary Faber, John Larroquette, Iqbal Theba. Fotografía: J. Michael Muro. Música: David Robbins.

    Con la excepción de algunos cromas y unos cazas del ejército digitales bastantes cuestionables, HBO no ha escatimado en ambición y talento a la hora de producir su nueva serie. Al chispeante guion de Roberto Benabib –que se curtió en excelencia durante las ocho temporadas de Weeds (2005-2012)– y su hermano el novelista Kim Benabib, la cadena le asignó a Jay Roach, que con las TV-Movies El recuento (Recount, 2008) y Game Change (2012) tocó el cielo crítico y amasó varios Emmys para el gigante de premium cable. En el reparto, dos actores de cine como Tim Robbins y Jack Black –que entraron además como productores– y el versátil Pablo Schreiber para dar vida al trío protagonista. El Secretario de Estados de Exteriores de los Estados Unidos, un agente de la CIA de muy bajo nivel y poco cerebro y un experto piloto de cazas que trafica con drogas para mantener a su familia. Sumemos un argumento con su parte de riesgo (hacer humor del conflicto de Oriente Medio requiere algo de valor) y la combinación es como mínimo interesante. El resultado final no es todo lo brillante que uno podría esperar, pero gusta lo suficiente como para seguir viendo The Brink, aunque solo sea porque el episodio se despide con un cliffhanger tras 30 minutos de narración.

    Una narración, y este es uno de los aspectos más interesantes de esta comedia geopolítica, que funciona a tres bandas. Tres historias que se desarrollan sin cruzarse físicamente pero que están relacionadas de forma directa. Un esquizofrénico líder político que ha perdido las elecciones da un golpe de estado y amenaza directamente a Israel y por ende a Estados Unidos, a cuyos drones acusa de estar afectando a la biología reproductora de las mujeres y hombres de su país –un probable guiño a la paranoia de los fluidos afectados por el agua y la URSS de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, Stanley Kubrick, 1964)–. Nuestros protagonistas conectarán con el hecho desde la perspectiva del poder, la acción desde el mismo lugar y la servidumbre del que acata órdenes. Y con humor, con una sorna que afecta desde un secretario de estado en constante juerga sexual, alcohólica y con un vocabulario donde el “fuck” es frecuente (y que además es el más razonable al tratar de evitar una 3ª Guerra Mundial) hasta un empleado de la CIA que compra marihuana en Pakistán para ligar con embajadoras de otros países y un piloto que antes de salir a volar se traga un Xanax.

    Es un tono de pura irreverencia, que fuerza en ocasiones las oportunidades para el chiste pero que a la postre resulta efectivo para desdramatizar los asuntos que trata. La disposición de Robbins para reírse de su imagen seria se une al habitual despliegue cómico de Black y la capacidad de Schreiber para dar credibilidad al papel que le caiga, y así lideran un mosaico de personajes con ganas de ser políticamente incorrectos y derribar tópicos a golpe de ocurrencia salvaje. The Brink tiene potencial de grandeza, y si los Benabib regulan mejor el tono de vodevil (esa pelea en plena noche paquistaní), quizá se logre la trascendencia que HBO busca en muchos de sus productos. Si no, pues al menos queda una serie con un bienvenido sentido del descaro y ganas de no salvar a nadie de sus cargas de vitriolo. 70/100.

    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


    por Anónimo
    junio 23, 2015

    TV Review | The Brink (HBO)

    por Anónimo | junio 23, 2015
    Knight of Cups

    Erótica y liturgia

    crítica a Knight of Cups (Terrence Malick, 2015).

    El 16 de mayo de 2011 fue la fecha categórica que cambió el cine de Terrence Malick para siempre. El escándalo originado durante la presentación de El árbol de la vida (2011) en el Festival de Cannes, y su consiguiente triunfo de la Palma de Oro, abrazaron el advenimiento de su metamorfosis cinematográfica. A partir de ese momento, los largometrajes del realizador estadounidense nunca volvieron a ser como antaño. Atrás quedaron los nostálgicos dramas de época al estilo de Malas tierras (1973) o Días del cielo (1978), la exaltación pacifista de La delgada línea roja (1998) y la épica romántica de El nuevo mundo (2005). Con El árbol de la vida, Malick inaugura una trilogía metafísica sobre la vida humana, en la que predomina la idea de su nimiedad ante Dios y el estudio de las pautas de comportamiento que el buen cristiano debe seguir para no desviarse de su recto camino. Si en el primer filme de la tríada —ya adelantamos: de clara superioridad respecto a los dos que lo proceden—, el autor resume el significado de la vida a partir de la representación del devenir de la familia de Sean Penn; To the wonder (2012) desarrolla una disertación sobre el amor como matriz inherente al hombre. En el segundo largometraje el cineasta defiende que el amor —por otro ente o Dios— es el motor que impulsa todas las acciones del ser humano. Asimismo, una pasión desmesurada arrastra al hombre hacia las tinieblas, mientras que un amor puro le guía hacia la maravilla. En cuanto a la tercera película del tríptico, Knight of Cups (2015), es una síntesis conceptual de las ideas principales de las dos obras comentadas.

    A priori, podríamos señalar que el filme despliega el mismo ars amandi de To the wonder, porque la trama gira entorno a las relaciones de amor-odio que Christian Bale establece con sus familiares y las cinco mujeres representativas de su etapa adulta. Sin embargo, la película presentada a competición oficial en la pasada edición de la Berlinale se distancia de su antecesora —y retoma la estela de El árbol de la vida— al perder la vocación de filme plural que abandera To the wonder. Hecho este apunte, es necesario recalcar la diferencia entre 'pluralidad' y 'universalidad' en el contexto de la filmografía más reciente de Terrence Malick. Si bien es cierto que sus últimos tres largometrajes siguen un recorrido simbólico que va de lo particular a lo universal, sólo en To the wonder la universalidad es sinónimo de pluralidad. El argumento de dicha cinta se centra en la vida sentimental de Ben Affleck, pero para demostrar la universalidad de la teoría del amor como causa y finalidad de toda acción humana, Malick no le da voz a su protagonista, sino a los personajes satélites que le acompañan en su viaje existencial. Es decir, recoge el testimonio de su futura mujer Marina (Olga Kurylenko), de su amante intermitente llamada Jane (Rachel McAdams) y de Javier Bardem en el papel de párroco que ha dejado de creer en el Todopoderoso. Siguiendo con Knight of Cups, sorprendentemente se trata del filme que posee más personajes secundarios de los tres. No obstante, el desinterés del autor por aportar profundidad psicológica a los extras de su trabajo más reciente se explica a partir del rechazo hacia la mirada calidoscópica que definía la esencia de To the wonder. La percepción de universalidad de Knight of Cups se identifica con el significado que Terrence Malick le otorga a la vida íntima de Christian Bale. En esta ocasión —como también acontece en El árbol de la vida a través del recuerdo de la infancia de Sean Penn—, un sólo testimonio es válido para autoproclamarse paradigma de la humanidad. En otras palabras, Knight of Cups se sirve de la teoría del amor de To the wonder, pero se explora soberbiamente mediante la mística individualista de El árbol de la vida.

    por Carlota Moseguí
    junio 23, 2015

    Crítica | Knight of Cups

    por Carlota Moseguí | junio 23, 2015
    La French

    El hombre que limpió Massalia

    crítica de Conexión Marsella (La French, Cédric Jiménez, 2014).

    Durante más de cuatro décadas, la ciudad de Marsella se convirtió en un punto clave para el narcotráfico internacional. La pasta de morfina que llegaba, principalmente, desde Turquía, era transformada en heroína de gran pureza por químicos en unos laboratorios clandestinos para su posterior transporte a los Estados Unidos. Esta elaboradísima trama de fabricación y venta de droga, apoyada en muchos casos por miembros de la CIA y agentes corruptos del Departamento de Policía de Nueva York, fue conocida como la Conexión francesa, la cual sirvió para enriquecer a mafiosos corsos como François Spirito o Antoine Guérini, que negociaban al otro lado del charco con nombres del hampa tan míticos como Lucky Luciano, considerado el padre del crimen organizado. Los intentos de la justicia por frenar aquellos oscuros negocios fueron, durante muchos años, infructuosos, hasta que, a mediados de los 70, policías franceses, estadounidenses, italianos y canadienses, en un duro golpe contra la mafia, lograron desmantelar numerosos laboratorios en Francia y detener a los más importantes responsables de la distribución, terminando con la implacable Conexión francesa. Este periodo de la historia criminal ha servido, a lo largo de los años, de fuente de inspiración a numerosas películas, siendo, sin ninguna duda, la más representativa The French Connection, contra el imperio de la droga (William Friedkin, 1971), ganadora de 5 Oscars y todo un clásico de cine norteamericano de la década de los 70 que sigue siendo recordado por el brutal duelo interpretativo entre Gene Hackman y Fernando Rey. Conexión Marsella (2014), primer trabajo en solitario del realizador Cédric Jiménez tras codirigir junto a Arnaud Duprey Aux yeux de tous (2012), thriller terrorista que pasó sin pena ni gloria, se mueve en idénticos terrenos argumentales y estéticos a los de la más dinámica obra del maestro Friedkin.

    El filme, basado en hechos reales, muestra la ardua lucha de Pierre Michel, honesto juez de menores ascendido a la lucha contra el creciente narcotráfico francés, con el punto de mira puesto en su mayor enemigo, el líder de la banda organizada Gaëtan Zampa, durante las décadas de los 70 y 80. La cinta nos detalla minuciosamente todos los pormenores de las diferentes pesquisas que llevaron a acabar con el imperio de uno de los mafiosos más influyentes de la historia criminal del país. El personaje de Pierre Michel, conocido también como el Eliot Ness francés, está dibujado como una persona íntegra y obsesionada con limpiar las calles de una droga de la que ha visto morir a muchos jóvenes, anteponiendo su vida profesional a la familiar. El excelente Jean Dujardin, flamante ganador del Óscar al mejor actor por The Artist (Michel Hazanavicius, 2011), es el encargado de darle vida, sacando, una vez más, gran provecho a su físico de galán francés atemporal, y entregando una actuación contenida y muy creíble. En el bando contrario, Gilles Lellouche construye con su papel de Zampa un capo de la droga bastante arquetípico, amenazante y con imprevisibles arrebatos de violencia, pero también vulnerable y empeñado en cubrir de lujos a una esposa que aparenta estar ajena a sus turbios tejemanejes. El trabajo de Lellouche, visceral e intenso, sigue de cerca la linea marcada por aquellos memorables mafiosos que bordaran Robert De Niro o Joe Pesci en magníficos títulos de Martin Scorsese como Uno de los nuestros (1990) o Casino (1995), con los que Conexión Marsella guarda, innegablemente, muchas similitudes en su retrato amoral y violento del mundo del crimen organizado. Sin embargo, lo estereotipado de estos personajes juega en contra de la fuerza dramática de sus conflictos internos y sus motivaciones, dando la sensación de que no se hace toda la justicia que debiera a los interesantes acontecimientos que relata.

    por José Martín León
    junio 23, 2015

    Crítica | Conexión Marsella

    por José Martín León | junio 23, 2015
    Amanda Awards

    No ha sido un año especialmente positivo para la industria noruega el pasado 2014. Ya lo auguraba la pobre recepción en el Festival de Toronto de la candidata del país escandinavo, 1001 grams, en los Óscar y la vuelta a Sundance de Anne Sewitsky con Homesick. Críticas mediocres y nula repercusión internacional que se reflejan en las candidaturas de la 31ª edición de los Premios Amanda, los laureles más importantes del cine noruego. Precisamente, el filme de Bent Hamer es el principal favorito de la gala que se celebrará en el Maritim Hall de Haugesund y que se supondrá el pistoletazo de salida de una muestra que se celebrará, del 15 al 31 de agosto, en la nombrada ciudad de Vestlandet y que está organizado por la Academia Noruega y Warner Bros. Pictures.

    Mejor película noruega

    1001 Grams – Bent Hamer.
    Børning – Hallvard Bræin.
    Out of Nature – Ole Giæver.

    Mejor película infantil

    Casper and Emma’s Wonderful Christmas – Arne Lindtner Næss.
    Operation Arctic – Grethe Bøe-Waal.
    Captain Sabertooth and the Treasure of Lama Rama – Lisa Marie Gamlem and John Andreas Andersen.

    Mejor dirección

    1001 Grams – Bent Hamer.
    Brothers – Aslaug Holm.
    Here Is Harold – Gunnar Vikene.

    Mejor actriz

    Inga Ibsdotter Lilleaas – Women in Oversized Men’s Shirts.
    Agnes Kittelsen – Staying Alive.
    Ine Marie Wilmann – Homesick.

    Mejor actor

    Elias Ali – Haram.
    Colin Farrell – Miss Julie.
    Bjørn Sundquist – Here Is Harold.

    Mejor actriz secundaria

    Ida Husøy – Børning.
    Anne Krigsvoll – Women in Oversized Men’s Shirts.
    Silje Storstein – Homesick.

    Mejor actor secundario

    Anders Baasmo Christiansen – Captain Sabertooth and the Treasure of Lama Rama.
    Hallvard Holmen – Women in Oversized Men’s Shirts.
    Henrik Mestad – Børning.

    Mejor guion

    1001 Grams – Bent Hamer.
    Women in Oversized Men’s Shirts – Gunnhild Øyehaug and Yngvild Sve Flikke.
    Out of Nature – Ole Giæver.

    Mejor fotografía

    1001 Grams – John Christian Rosenlund.
    Beatles – Philippe Kress.
    Here Is Harold – Simon Pramsten.

    Mejor dirección artística

    1001 Grams – Astrid Astrup, Tim Pannen and Alain Guffroy.
    Beatles – Peter De Neergaard.
    Here Is Harold – Peter Bävman and Cecilie De Lange.

    Mejores efectos visuales

    Børning – Gimpville v/Lars Erik Hansen.
    Captain Sabertooth and the Treasure of Lama Rama – Storm Studio w/Morten Moen and Tine Teigene Dalen.
    Operation Arctic – Storyline Studios w/Torgeir Busch E Ivar André Rystad.

    Mejor música

    1001 Grams – John Erik Kaada.
    The Disappearing Illusionist – Nicholas Sillitoe.
    me – Nils Petter Molvær.

    Mejor montaje

    Brothers – Aslaug Holm, Hilde Bjørnstad and Anders Teigen.
    The Accidental Rock Star – Christoffer Heie.
    me – Unni Straume.

    Mejor diseño de sonido

    Beatles – Tormod Ringnes and Baard Haugan Ingebretsen.
    Børning – Fredric Vogel og Petter Fladeby.
    The Accidental Rock Star – Svenn Jakobsen.

    Mejor cortometraje

    Bunker – Vibeke Heide.
    Foul – Rune Denstad Langlo.
    Skate –Jørn Nyseth Ranum.

    Mejor documental

    Brothers – Aslaug Holm.
    Drone – Tonje Hessen Schei.
    Pels – Ola Waagen.

    Mejor película extranjera proyectada en Noruega

    Interstellar (USA) – Christopher Nolan, distribuida por SF Norge.
    Leviatán (Rusia) – Andrey Zvyagintsev, distribuida por Arthaus.
    Sueño de invierno (Turquía) –Nuri Bilge Ceylan, distribuida por Fidalgo.
    Whiplash (USA) – Damien Chazelle, distribuida por United International Pictures.
    Relatos salvajes (Argentina) – Damián Szifrón, distribuida por Norsk filmdistribusjon.
    por Emilio M. Luna
    junio 22, 2015

    Nominaciones Amanda Awards 2015, los premios del cine noruego

    por Emilio M. Luna | junio 22, 2015

    Aún con el regusto de la XVII edición del Festival de Cine Alemán de Madrid, se han conocido los ganadores de los LOLA Awards (Deutscher Filmpreis), los premios de la industria germana que este año han celebrado su 64ª edición –desde 1951 a 2005 los galardones los entregaba una comisión; en adelante, académicos y profesionales del cine alemán—. Una de las sensaciones de la Berlinale, Victoria, rodada íntegramente en un espectacular plano-secuencia, ha sido la vencedora de esta entrega. Mejor película, dirección, actor principal, actriz principal (para la española Laia Costa) y mejor composición musical han sido los entorchados conseguidos por una cinta cuyos derechos en España los adquirió Golem tras su paso por el certamen capitalino. Otras triunfadoras de la noche fueron la excelente Who am I –que llegará a España gracias a Abordar-Casa de Películas— y la inane Las queridas hermanas, culebrón de época que dejó malas sensaciones en el Palaust allá por febrero. A continuación, el cuadro de honor.

    Mejor película (Oro): Victoria de Sebastian Schipper.
    Mejor película (Plata): Jack de Edward Berger.
    Mejor película (Bronce): Zeit der kannibalen de Johannes Naber.
    Mejor documental: Citizenfour de Laura Poitras.
    Mejor película infantil: Rico, Oskar y las sombras profundas de Neele Leana Vollmar.
    Mejor guion: Stefan Weigl por Zeit der kannibalen.
    Mejor dirección: Sebastian Schipper por Victoria.
    Mejor actriz principal: Laia Costa por Victoria.
    Mejor actor principal: Frederick Lau por Victoria.
    Mejor actriz secundaria: Nina Kunzendorf por Phoenix.
    Mejor actor secundario: Joel Basman por Somos jóvenes. Somos fuertes.
    Mejor fotografía: Sturla Brandth Grøvlen por Victoria.
    Mejor montaje: Robert Rzesacz por Who am I.
    Mejor dirección artística: Silke Buhr por Who am I.
    Mejor vestuario: Barbara Grupp por Las queridas hermanas.
    Mejor maquillaje: Nannie Gebhardt-Seele y Tatjana Krauskopf por Las queridas hermanas.
    Mejor música: Nils Frahm por Victoria.
    Mejor diseño de sonido: Bernhard Joest-Däberitz, Florian Beck, Ansgar Frerich y Daniel Weis por Who am I.
    por Emilio M. Luna
    junio 22, 2015

    LOLA Awards 2015

    por Emilio M. Luna | junio 22, 2015
    Proof (TNT)

    Los misterios de la muerte

    crítica a Proof (2015-) | Episodio piloto.

    TNT | EEUU, 2015. Director: Alex Graves. Guión: Rob Bragin. Reparto: Jennifer Beals, David Sutcliffe, Edi Gathegi, Caroline Kaplan, Matthew Modine, Joe Morton, Callum Blue, Annie Thurman, Ava Telek, Gabrielle Rose, Aaron Pearl, Chelah Horsdal, Daniel Jacobsen, Patricia Isaac. Fotografía: Thomas v. Kloss, Bernard Couture. Música: David Buckley.

    La premisa de Proof es atractiva de entrada. Un multimillonario que ha conquistado varias fronteras imposibles contrata a una pragmática cirujana que perdió a su hijo hace un año y sufrió una experiencia cercana a la muerte en un tsunami asiático para que trate de encontrar pruebas sobre la vida (o su ausencia) después de la muerte. Bajo una nueva dirección ejecutiva, TNT está tratando de sacudir su imagen de canal de basic cable de inofensiva programación —en el transcurso de unos meses han cancelado Dallas (2012-2014), Fraklin y Bash (2010-2014) y Perception (2012-2015); y han dado luz verde o segundas temporadas a apuestas más arriesgadas y serializadas— y demostrar que lo de la extraordinaria Southland (2009-2013) no fue un espejismo. Quizá la propuesta de Rob Bragin se situé a medio camino entre ambas variantes, ya que se apunta al estudio de un caso por capítulo en medio de una trama general que se extenderá en nueve entregas más, pero en su arisco personaje protagonista (interpretado por la estupenda Jennifer Beals, actriz capaz de dar credibilidad a lo que le propongan) o la variante emotivo-misteriosa de su enigma central puede estar la clave de diferencia de esta serie. Una historia de médicos que quizá no lo sea tanto, o un dramón con el tema de la pérdida como centro que no tema entrar en lo agresivo de las consecuencias familiares de la misma.

    Bajo la dirección de Alex Graves, director polifacético que se ha encargado de más de un piloto con éxito, Proof empieza y termina de manera circular, siguiendo a Carolyn en su sesión de footing diario por las calles de la ciudad, una manera de desconectar de la intensidad de su trabajo y mantener un cuerpo sano —algo que, según vemos a lo largo del episodio, le preocupa—. En medio de estas carreras sucederá la acción detonante, aquello que la lanza en una nueva trayectoria profesional y personal y que activará la investigación que da el motor dramático a la historia. Carolyn es con quien estamos como espectadores, y sentimos al resto de personajes a través de las interacciones con ella. Su jefe que entiende su brillantez y temperamento, su futuro ex-marido con quien comparte custodia y espacio de trabajo, y especialmente su hija, ante la que no sabe cómo estar relajada. Su comportamiento errático, bajo control por los pelos, es uno de los puntos más interesantes del personaje, en unos tiempos donde todavía existe la preocupación por el factor “agradable” de los personajes femeninos. Solo hay que ver cómo trata al joven doctor que ha decidido acoger bajo su tutela para darse cuenta de ello.

    La investigación comienza al reunirse con el multimillonario Ivan Turing, y despierta el interés de la doctora al hacer seguimiento de uno de los casos y ser manipulada emocionalmente por Turing, con preguntas sobre su hijo muerto y su experiencia en Asia. El creador Rob Bragin plantea el dilema y a través del ejemplo de una niña cuyas experiencias en el otro lado convencen a sus padres, y hacen que también entre en la trama el último personaje protagonista de peso, un médium que escribe un libro sobre su labor y que puede ser un estafador o tener de verdad un don especial. Bragin no se posiciona, aunque el aura de misterio que crea desde la página y que domina la puesta en escena de la serie (con abundancia de un suave tono de azul) hace pensar que vamos a tratar con lo sobrenatural en más de una ocasión a lo largo de la tanda. Proof es un arranque como mínimo interesante, que apunta varios caminos argumentales y que tiene el suficiente empaque como para hacer que volvamos la semana que viene. Es una premisa ambiciosa, de eso no hay duda, y tiene su margen para el ridículo o lo rutinario, pero su dosis de riesgo merece al menos un poco de seguimiento, y su limpio acabado visual termina de redondear la invitación a quedarse. 70/100.

    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


    por Anónimo
    junio 22, 2015

    TV Review | Proof (TNT)

    por Anónimo | junio 22, 2015

    Estrenos

    El corto de Rubén
    El imperio
    Mérida

    Circuito

    Streaming

    Canal
    Ti Mangio
    De humanis El colibrí