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    Cannes 2015 | Día 7. Críticas: Sicario / Mountains may depart (Shan he gu ren) / Taklub / Alias María

    Emily Blunt en Cannes

    La narración del dolor

    crónica de la séptima jornada de la 68ª edición del Festival de Cannes

    Jornada de gran nivel en la que hemos encontrado algunos de los títulos más importantes del festival. Unos esperados (aunque con críticas muy dispares) como Sicario de Denis Villeneuve, y otros que llegaban como outsiders pero que han causado un gran impacto en el público y de los que ya se habla como posible ganador: Mountains May Depart. La colombiana Alias María y la filipina Taklub completaron la jornada con dos interesantes propuestas que muestran temas sociales muy bien intencionados.

    «Todos sabemos en esta sala cómo es de omnipresente la violencia en la frontera mexicana, y como norteamericano me siento un poco responsable de lo que ocurre allí. La violencia silenciada es incluso peor. Deberíamos hacer más y más películas sobre esa realidad mexicana, intentar entender por qué hemos llegado ahí. Y yo, como director y desde mi corazón, esto era lo que quería contar». Denis Villeneuve.

    Sicario

    SICARIO

    Denis Villeneuve, Estados Unidos / Competición

    En los sobrios pasillos de una oficina federal estadounidense cercana a la frontera con México, la imperturbable quietud a la que están acostumbrados los agentes se rompe tras una redada contra un grupo de narcotraficantes que termina en tragedia. El líder de un comando especial, con gran experiencia en este tipo de delincuentes, aparece para reclutar a la agente estrella del FBI. Todo el mundo habla del enemigo como un temible y aterrador rival a quien nadie se atreve a nombrar directamente, y que se erige como uno de los más peligrosos villanos que hemos visto en mucho tiempo. Sus armas más poderosas son la imprevisibilidad con la que actúa y su colosal tamaño, pues lo cierto es que, este adversario que tiene en jaque a la policía, no es un ser humano, sino una ciudad. Cadáveres desnudos aparecen colgados en los puentes de la urbe para dar la bienvenida a los intrusos. El planteamiento y la presentación que Denis Villeneuve hace de la prosopopéyica Ciudad de Juárez “La Bestia”, es tan certero como aterrador. Sicario muestra una infranqueable fortaleza gobernada por los magnates de la droga y convertida en un campo de batalla sin tregua por el control del mercado, hecho que provoca alrededor de dos mil asesinatos anuales.

    Como viene siendo habitual en este realizador, la obsesión por la violencia es la clave a explorar una vez más en su obra, una violencia que, en este caso, vendrá ligada sin lugar a dudas a la influencia del entorno; esa aterradora ciudad que convierte a sus habitantes en guerreros o supervivientes, como puede apreciarse en la historia paralela del policía y su familia que Villeneuve intercala esporádicamente en la trama principal. En Juárez no hay sitio para más sentimientos que el odio y el temor, es una dicotomía basada en la conmiseración que supera cualquier enfrentamiento del bien contra el mal, y se apoya en la única lógica efectiva que establece el “yo” o el “otro”. La perspectiva se sitúa tras los ojos de una mujer reclutada por un grupo de súper agentes-mercenarios americanos dispuestos a acabar con uno de los mayores jefes del cártel, “El Verdugo”. Sus métodos quedan claros desde el momento en que la agente Kate Macy realiza su primera intervención con ellos, algo que levantará sospechas y debates morales en la protagonista al observar el expeditivo proceder de sus nuevos compañeros, quienes no dudan en abusar de la violencia en un territorio donde, supuestamente, no tienen jurisdicción. Aquí llega la crítica al sistema norteamericano y a su necesidad controladora de hacer las cosas a su manera y con evidentes fines lucrativos.

    Junto a la protagonista, combatiendo en este impresionante entorno hostil, aparecerá Matt, un carismático personaje, tan frío y siniestro como el propio Alonzo Harris (Training Day, 2001), y Alejandro, su misterioso y tosco compañero. Ambos comparten la idea de que es necesaria la acción de una fuerza mayor para desmantelar la cúpula del mal de esta ciudad, en la que sólo el 1% de los crímenes son resueltos, dando pie a que la batalla interna no sólo se reduzca a la lucha entre cárteles, sino también entre innumerables grupos minoritarios de delincuentes que se dedican al negocio de los robos menores y al comercio de personas con un uso de la violencia desmesurada. Sin embargo, conforme avanza Sicario, comprendemos que los personajes esconden motivos mucho más personales tras su empresa. Motivos tan ocultos como herméticos son los agentes interpretados por Josh Brolin y Benicio Del Toro. Así, el ritmo narrativo no será tan elevado como es habitual en los thrillers de acción, sino que estará marcado por una gran contención y una temporalización tan elegante como su fotografía; un ejercicio estético asombroso lleno de claroscuros e imágenes con poca iluminación que sumergirán al espectador en un oxímoron visual de belleza y crueldad. Un empleo de la cámara tan soberbio como la actitud de uno de los protagonistas al final del metraje, quien mantiene fría e impertérrita la mirada mientras un revólver apunta a su cabeza y un plano medio contrapicado nos permite reconocer un cierto aire desdeñoso de incredulidad y prepotencia, característico de quien poco tiene ya que perder en la vida. [75/100]

    Alias María

    ALIAS MARÍA

    José Luis Rugeles, Colombia / Un Certain Regard

    Durante la década de los sesenta se produjo en Colombia un cambio radical en la sociedad, promovido por la creación de dos grandes grupos armados organizados. Por un lado se formaron las guerrillas, formaciones de extrema izquierda dispuestas a luchar y derrocar al gobierno totalitario, por otro, los grupos paramilitares, respuesta inmediata de la extrema derecha que ayudaba (de manera extraoficial) al ejército nacional a acabar con los insurgentes. La nueva película de José Luis Rugeles, Alias María, explora los entresijos internos de una de estas guerrillas antisistema de manera totalmente imparcial y con un claro mensaje de protesta, y un grito de ayuda para que se termine con esta intolerable situación en el país. Un país que no ha dejado de dar muestras de bondad y cariño, con ciudadanos generosos y preocupados por sus vecinos pero que, lamentablemente, se ven obligados a vivir escondidos y con miedo por culpa de unos salvajes extremistas sin escrúpulos, sin piedad y hasta sin verdaderos principios. La objetiva lente de Rugeles tratará de poner a cada uno en su sitio al tiempo que nos cuenta una terrorífica historia de supervivencia.

    Precisamente es la mencionada equidad narrativa el mayor aliado de esta cinta ya que, pese a que el argumento se centra en la ignominiosa estructura jerárquica y la brutalidad cavernícola de las guerrillas izquierdistas, en ningún momento se aprovecha esta situación para justificar la actuación de sus rivales directos “los paracas”. Ambos grupos son mostrados, con implacable dureza crítica y desprecio, como unos animales destructivos que atacan de forma salvaje y cobarde a pequeñas familias que tratan de mantenerse al margen del conflicto.

    En concreto, la trama sigue a María, una guerrillera de trece años obligada, como la mayoría de niños de su edad, a finalizar prematuramente su infancia e ingresar en un mundo de violencia, a quien le será asignada la tarea de ocultar el bebé recién nacido del comandante para que no comprometa su lucha. Así, la protagonista y tres compañeros, entre ellos otro niño, se separan del grupo para proteger a ese bebé que parece representar el futuro de la misma Colombia. Un guion pesimista que incide en la desesperación del pueblo ante las injusticias sufridas pero que, al margen del más que digno mensaje, parece faltarle algo de fuerza y agilidad en determinadas partes que quedaron algo monótonas y vacías. Pese a ello, no se puede negar la interesante analogía que el director lleva a cabo de un tema que, por desgracia, sigue causando estragos en el país. [60/100]

    Taklub

    TAKLUB

    Brillante Mendoza, Filipinas / Un Certain Regard

    La última obra del cineasta Brillante Mendoza, Taklub, nos sitúa en la Filipinas post tifón Haiyan, desastre natural de los más devastadores vividos en los últimos tiempos. Constituye esta cinta uno de los ejemplos más sinceros y genuinos que hemos podido ver sobre este tipo de catástrofes tan aterradoras como invisibles para el resto del mundo, excepto dos días de bombardeo mediático de imágenes macabras y morbosas en televisión. El director se olvida de demagogias baratas y trucos efectistas visuales, para centrarse en un cercano relato intimista sobre la población real que sufrió el desastre, como un homenaje y una respetuosa muestra de admiración a todas las víctimas y supervivientes que tuvieron que cargar con el dolor por el fallecimiento de sus seres queridos, y con el peso de la responsabilidad de levantar un país sin ningún tipo de ayuda. Una película sobre las víctimas y dedicada a las víctimas y no el típico relato publicitario, absurdo y lacrimoso, destinado al público masificado con fines lucrativos. Taklub, muy probablemente, no llegue a las grandes salas de cine, pero se merece un sentido aplauso por el gusto con el que narra una historia difícil de enfocar sin sonar condescendiente ni oportunista.

    El filme muestra el incesante trabajo y el dolor al que se enfrentan los habitantes de un pequeño pueblo rural que, después de haber perdido a sus familias y sus hogares, siguen enfrentándose a la tragedia de la falta de recursos y medios, como la ausencia de electricidad que obliga a las familias a usar lámparas de queroseno, extremadamente peligrosas por lo inflamable del combustible. Y así comienza el metraje, con el trágico incendio producido por una de estas fuentes lumínicas que ha segado la vida de cinco personas, la familia de un vecino que verá como su constante gratitud a las deidades por lo afortunado de su situación, pues ha conseguido salir adelante en una catástrofe semejante, será en vano frente a los inescrutables designios de un dios que ha decidido castigarlo a posteriori por alguna cruel lección que ha de aprender.

    Pero la historia se centrará más que en la tragedia, en la capacidad de superación de ésta y la motivación de los ciudadanos. Gente como Bebeth, una mujer filántropa que disfruta ayudando a los demás y ofreciendo todo su cariño y apoyo a sus vecinos. Todos ellos nos darán una lección de respeto, compañerismo y trabajo en equipo mientras plantan cara de la mejor forma posible a los dramáticos obstáculos que encuentran a su paso. La religión, sin duda, será un gran refugio donde protegerse y escudarse en la hipotética felicidad eterna de sus difuntos. Aunque también será un cruel enemigo si, como en el caso de la propia Bebeth, el paso a la mejor vida no ha cumplido con el ritual establecido y exigido para los miembros de su celestial club. Por ello, la protagonista no dudará en hacerse una prueba de ADN, para tratar de encontrar alguna coincidencia entre los centenares de cuerpos inidentificables y así, ofrecer un entierro digno y adecuado que ponga fin a las penurias de sus dos hijos desaparecidos. Un ejemplo de crueldad religiosa que también tendrá su crítica en la cinta de Mendoza por medio del devastador entierro de un crucifijo como pérdida absoluta de la fe y la esperanza. [65/100]

    Mountains May Depart

    MOUNTAINS MAY DEPART

    Shan he gu ren, Jia Zhangke, China / Competición

    Y por fin estalló en aplausos la sala Debussy para premiar el trabajo del maestro Jia Zhangke, una de las serias candidatas a conseguir la Palma de Oro tras convencer al respetable con una propuesta que amalgama, con un fluir extraordinario, fragmentos alegóricos de una realidad rota y desorientada sobre el pasado, presente y futuro del gigante asiático, China. Mountains May Depart retrata con sutileza la estratificación social producida en una población marcada por un progreso tecnológico aceleradísimo, donde el subdesarrollo socialista se une a la llegada de la mercantilización, ocasionando un choque de identidades en donde los sueños rotos y el desencanto son apreciables por todos; tanto la clase obrera, asfixiada por la inflación económica y la reducción de puestos de trabajo, como por el sector capitalista, individuos solitarios acostumbrados a conseguir todo cuanto desean, originando un completo desapego emocional. Para conseguir tan ambicioso resultado, Zhangke presenta una narración puramente lineal y estructurada en tres grandes episodios.

    Pasado: La historia comienza en el año 1999, durante el día de año nuevo, lo primero que vemos en pantalla es un grupo de simpáticos personajes bailando a ritmo de Pet Shop Boys, sin coordinación y sin complejos. A continuación, el guion incidirá en un triángulo amoroso que deja muy clara la diferenciación estratificada de clases y la encarnizada lucha que James Larkin describió de esta elocuente manera: «Los grandes parecen grandes porque estamos de rodillas, ¡levantémonos!». La protagonista tomará su decisión —puede que algo influenciada por la ternura de un cachorro de perro que, según una explícita escena, suelen durar 15 años— y, justo antes de la elipsis separadora de fragmentos, se producirá una imagen reveladora en forma de epifanía catastrófica. Pero para interpretarla habrá que esperar al presente-futuro.

    Mountains may depart (Shan he gu ren)

    «[...] Sólo nos quedará la esperanza de mirar atrás en el tiempo, y recordar con añoranza el pasado deseando que se produzca el esperado eterno retorno...»


    Presente: Aquí el realizador introduce, pasado un tercio de película, el crédito de autoría y el título de la misma, acertando a presentar la idea de un presente fílmico que corresponde con el verdadero inicio del largometraje (tras este prólogo sobre el pasado). El triángulo se ha dividido, a pesar de la desconsolada protagonista, quien se vio obligada a elegir y dejar al tercero en discordia marchar despechado. Ahora está casada y tiene un hijo, estamos en el año 2014 —imagen de ese cachorro, ahora con 15 años de edad—. El despechado que se marchó ha vuelto, ahora casado y también con un hijo, aunque enfermo. La protagonista está divorciada y sin la custodia de su hijo. Más que intentar captar una totalidad, el director pretende salirse de lo convencional y mostrar los rostros sin maquillaje de los protagonistas de esta historia sobre el progreso. La cinta en ningún momento se queda estancado en este presente, ni conceptual ni estéticamente, sino que su estilo descubre una movilidad deliberada que juega a aplicar una concesión muy acertada que demuestra el constante interés por mostrar ese estado de transición hacia la modernidad, esa contradictoria convivencia de la tradición y lo emergente.

    Futuro: Año 2025, cada personaje de aquel triángulo inicial ha sido puesto en su lugar. Uno en la decrepitud absoluta, otro en la soledad descorazonadora y otro en la felicidad y el confort de una vida plena en familia. Aunque ninguno de ellos está donde en principio lo imaginábamos. El hijo de la protagonista ahora vive en un mundo de hastío. La rebelión y la desesperanza de los jóvenes situados en los márgenes de la modernización china son algunos de los temas dominantes de este tercer y último fragmento. Se presiente una ausencia muy fuerte de la figura materna, lo que lleva a que el joven confunda sentimientos con la primera figura adulta y cariñosa que conoce, ofreciendo una perspectiva simbólica del Complejo de Edipo. Al final, sólo nos quedará la esperanza de mirar atrás en el tiempo, y recordar con añoranza el pasado deseando que se produzca el esperado eterno retorno. [80/100]

    Alberto Sáez Villarino
    Enviado especial a la 68ª edición del Festival de Cannes



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