Crítica | El verano de Cody (Driveways)
Crítica | Come Here (Jai Jumlong/ใจจำลอง), de Anocha Suwichakornpong
Leto (Kirill Serébrennikov, 2018)
Crítica | On the Rocks / AppleTV+
Al otro lado del cristal
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
Un plano fijo de casi dos minutos nos introduce en la película. La estampa, lluviosa y crepuscular, de una calle céntrica de Berlín. Las luces refractadas, los reflejos en primer término visual y el sonido acolchado nos desvelan el cristal que media sobre nuestro acceso a la imagen corriente de la ciudad. Después, el contracampo: en el siguiente plano situado ahora en el exterior, vemos a Trojan (Mišel Matičević), el criminal protagonista, asomado desde el otro lado del vidrio. Nuestra mirada en el anterior plano era la suya, y pronto descubriremos que ese posicionamiento respecto al espacio urbano resulta fundamental para comprender En las sombras. Como el propio título indica, Arslan articula su película sobre la dualidad entre un Berlín anodino, casi diríamos que anticinematográfico, y un ejercicio de puro thriller. Las redes criminales ocultas entre las sombras de las rutinas urbanas.
No en vano, ese largo plano de apertura parece situarnos en un «cine de autor» reposado y observacional, que en principio está en las antípodas del thriller. Pero Arslan, que siempre ha afirmado que pretendía limitarse a hacer una buena película de género, nos demuestra lo errado de esa oposición. Los escenarios, siempre localizaciones reales —garajes, restaurantes de comida rápida, pasillos de hotel…—, resultan efectivos precisamente por su familiaridad, por la sugerencia continua de que cualquier esquina insignificante de nuestras calles puede ocultar una intrincada trama criminal. Por lo que cambian esos paisajes que damos por sentados en cuanto vemos las cosas, como Trojan, desde el otro lado del cristal.
En favor de esta familiaridad, Arslan juega con pericia sus recursos cinematográficos: la recurrencia de las panorámicas para la descripción espacial, la querencia por iluminar en clave baja y con poco contraste, y un montaje lineal y seco que se acopla al devenir de Trojan. En esto último tenemos, además, otra clave de En las sombras. En la tradición de El silencio de un hombre (Jean-Pierre Melville, 1967), el director construye a un protagonista vaciado de psicologismos, que cuenta únicamente con la urgencia de conseguir dinero. Todo el metraje, en consecuencia, se desarrolla sobre el seguimiento continuo de sus acciones en los pocos días que transcurren desde que sale de la cárcel hasta que organiza un atraco a un furgón cargado de dinero. Y aunque pronto emergen los elementos genéricos —los tiroteos y golpes—, la mayor parte de las escenas muestran deambulares, encuentros e interminables viajes en coche. A este respecto, decíamos, la concisión con la que el montaje tiende a cortar las escenas resulta un puro contagio del carácter de Trojan, un protagonista desapasionado y meticuloso. Un personaje, como el «samurái» sin nombre de la película de Melville, que se expresa con su movimiento.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |
abril 28, 2021
En las sombras (Thomas Arslan, 2010)
Songs My Brothers Taught Me (2015) / Mubi
El último sábado (Pere Balañá, 1967)
Crítica | Península
Toda casa tiene una cuarta pared
Mariona, 15 de febrero
Estimado Aarón,
Antes que nada, deja que me disculpe por haber tardado tanto en escribir. La verdad es que la generosidad del corto de Mati Diop ha resultado un poco abrumadora: qué ideas trabajar, cuáles dejar fuera… Cerraba puertas e inmediatamente la película abría otras. Podría seguir deambulando semanas —incluso meses— entre medias certezas y su réplica inmediata, así que prefiero compartir contigo este campo de juego en el que palabras e imágenes se incorporan orgánicamente. Me disculpo, pues, si mis palabras son menos afiladas de lo que me gustaría. De ellas, por lo menos, me fío más que de mí misme.
Primer fragmento: una estancia a oscuras y un panel de cinco ventanas, con persianas venecianas echadas, entre los listones de las cuales se cuela un poco de luz grisácea del exterior. El tiro de cámara está ligeramente desnivelado, por lo que rehúsa cualquier amaneramiento compositivo y, en su lugar, dirige nuestra atención a los dos verdaderos intérpretes de las imágenes: una figura, femenina, y su fondo, la ciudad. La mujer sube primero la persiana de la izquierda, tirando de un cordón, luego hace lo mismo con la contigua. Da unos pasos en la oscuridad para acercarse a la tercera, destapando, con su movimiento, un paisaje que deviene naturalmente objeto de nuestro interés. Digo naturalmente porque, por sustracción, es prácticamente el único signo legible de toda la escena. Se trata de una línea de rascacielos residenciales, a primera hora de la mañana en un día nublado. Ni siquiera la línea de horizonte es bella stricto sensu: ya sea por el carácter acallado que desprenden las cosas bajo la luz plana de un nubarrón, o bien el desprecio sistemático por la estética ruda de los armatostes de cemento de la banlieue, en un enésimo síntoma de clasismo internalizado.
Con el tañido de la punta metálica del cordón contra el marco de la ventana como toque de atención, volvemos al compás parsimonioso con que la figura sube la tercera persiana. Ella es una mujer joven, pero es difícil inferir nada más de su apariencia. Abrirá entonces ese cuarto batiente y, con él, van a colarse en la habitación el murmullo de pájaros y primeros coches, que anuncian siempre el final de la noche con discreción y diligencia. Nos fijamos, con ellos, en el fondo: esa ciudad que está presente y ausente a la vez. Ante la ausencia de una narrativa explícita, «útil», quizás recordemos ahora la última vez que trasnochamos, la fatiga mareante venida de la adrenalina, la satisfacción cansada, la intensidad de la vivencia insomne… Nos vamos de tema. La joven abre el batiente, entra el sonido y, justo cuando alarga la mano para tirar del quinto cordón, esa persiana cae. No es nada espectacular, simplemente se desmonta. Le siguen dos segundos de quietud extrema, la joven con los listones destartalados en la mano, tan sorprendida como nosotres. Corte a negro y entra título: «In my room». ¿Qué ha sido eso?
Partiendo del resto de imágenes del corto, te habrás dado cuenta del carácter eminentemente extraño de esta secuencia, como dislocada, tan fuera de sitio como solo se le permite a un preludio. Es un cold open, en un sentido literal: leo el metraje por delante como un proceso dialéctico, síntesis continuas que toman sentido por montaje. Ya nos extenderemos sobre ellas más adelante, pero me resulta claro que la mejor mano de Diop se juega justamente en las sumas fuera de la propia imagen: en los caminitos y espejismos simbólicos que propone. Quizás por ello la ambigüedad rotunda de este plano pese como una losa. Si tuviera que describirlo brevemente, diría que es uno de los pocos cuadros realmente «vacíos» del corto: sin voz en off, sin un atisbo de belleza sobrecogedora, sin nada, aparte del propio ir y venir de la mirada. Al mismo tiempo, sabemos que en el despertar inmemorable de la criada de Umberto D. (Vittorio de Sica, 1952) también se escondían rastros de una trascendencia verdadera.
En estas primeras imágenes, Mati Diop nos invita a mirar fijamente hacia la nada, buscando algo significativo a lo que asirnos. Así, nos prepara para una suerte de aparición, que llega, en este caso, bajo la forma de unas persianas que caen. Podríamos decir que una búsqueda, la nuestra, da paso a otra, la de la misma cineasta, y que toda la película se desenvuelve a partir de este instante. Por otra parte, intuyo que nos predispone, con esta revelación en el vacío, a dialogar en términos de película de fantasmas. Pienso en Personal Shopper (Olivier Assayas, 2016) y en cómo Kristen Stewart recorre la pantalla con la mirada, en el tira y afloja vigilante de quien sabe que cada rincón oscuro puede ser una puerta de entrada para lo fantástico (lo fantástico ha sido, desde siempre, cuestión de apariciones). No obstante, la pregunta que se abre en la caída repentina de las persianas, esa vía de entrada de lo intangible, es cortada de inmediato: la interrumpe el título, que promete desvelarnos el sentido de esta realidad desencajada dentro de un contexto acotado: «In my room». Para ver cómo, tendremos que agudizar la mirada. Aunque, claro, puede que los fantasmas, como todas las cosas que perdemos, se nos aparezcan solo cuando no los buscamos.
Tú dirás.
Un tele-abrazo bien fuerte,
Marions
abril 26, 2021
Correspondencia | In my room, de Mati Diop / Mubi
La consagración de Chloé Zhao
Se echa el cierre a uno de los cursos más complejos, impredecibles y, sobre todo, difíciles para una industria en pleno proceso de readaptación a una realidad que ha sido cruel con las bases de este arte: el público y las salas de exhibición. La celebración de la 93ª edición de los Oscars, tras varios cambios de fecha, no es más que un acto de resiliencia; también de resistencia para un sector que tardará en recuperarse pese a que la ilusión, el motor de este, se mantenga intacta. La victoria de Nomadland, en cierta medida, ha representado en toda esta temporada de premios esa mirada cercana, honesta y humilde, que representa el espíritu combativo y colaborativo tan necesario en nuestros días.
Han sido los Oscars de los anónimos. De invitados inesperados pero igualmente bienvenidos. Nomadland es una gran ganadora, que consagra a su directora, Chloé Zhao, la segunda mujer en la historia en obtener el premio a mejor dirección –tras Kathryn Bigelow con En tierra hostil (2010)—. Sus dos filmes anteriores –Songs my Brother Taught Me (2015) y The Rider (2017)— adelantaban que sería una agente importante dentro del cine independiente. Cuatro años después es mucho más que eso. Deseamos que su personalidad se siga expandiendo en sus proyectos, por muy grandes que estos sean.
McDormand-Hopkins, Yuh-Jung-Kaluuya, consiguieron las preseas en las categorías de intérpretes principales y secundarios, respectivamente. Los dos primeros son clásicos en estas lides. McDormand suma ya cuatro estatuillas –dos la pasada noche, ya que también es productora de Nomadland—; Hopkins, dos –el primero fue 1992 con El silencio de los corderos. Los dos segundos son el mentado ejemplo de invitados que nadie esperaba hace cinco meses. Para la veterana actriz surcoreana es un rédito que será imposible de repetir y que subraya el idilio del cine de su país con la Academia en estos dos últimos años; para Kaluuya, todavía una promesa, supondrá el apoyo definitivo en una carrera con mucho aún que decir.
Como en el final de la danesa Otra ronda, la ganadora del Oscar a mejor película extranjera, dentro de la amargura, del dolor de un año duro, queda espacio para el optimismo. Probablemente (o eso deseamos), la próxima entrega de los Oscars se parecerá a las de los tiempos prepandémicos. Esperemos que con las lecciones aprendidas y con un sector más fuerte, en el que se mantenga la esencia principal: que el espectador vuelva a las salas. Hay sitio para todos —también para el cine independiente. Tras una noche en la que prima la euforia no hay que olvidar que ahora más que nunca es momento para la reconstrucción.
PALMARÉS 93ª EDICIÓN
- Mejor película: Nomadland, de Chloé Zhao (Searchlight Pictures).
- Mejor dirección: Chloé Zhao, por Nomadland.
- Mejor actriz: Frances McDormand, por Nomadland.
- Mejor actor: Anthony Hopkins, por El padre.
- Mejor actriz secundaria: Youn Yuh-jung, por Minari.
- Mejor actor secundario: Daniel Kaluuya por Judas and the Black Messiah.
- Mejor guion original: Emerald Fennell, por Una joven prometedora.
- Mejor guion adaptado: Christopher Hampton, Florian Zeller, por El padre.
- Mejor película internacional: Otra ronda, de Thomas Vinterberg (Dinamarca),
- Mejor película de animación: Soul, de Pete Docter, Kemp Powers.
- Mejor película documental: My Octopus Teacher, de Pippa Ehrlich, James Reed (Sudáfrica).
- Mejor dirección de fotografía: Erik Messerschmidt, por Mank (B/N).
- Mejor montaje: Mikkel E.G. Nielsen, por Sound of Metal.
- Mejor maquillaje y peluquería: Matiki Anoff, Mia Neal, Larry M. Cherry, por La madre del blues.
- Mejor diseño de producción: Donald Graham Burt, Jan Pascale, por Mank.
- Mejores efectos visuales: Andrew Jackson, David Lee, Andrew Lockley, Scott Fisher, por Tenet.
- Mejor música original: Trent Reznor, Atticus Ross, Jonathan Batiste, por Soul.
- Mejor canción original: Judas and the Black Messiah: «Fight for You», por H.E.R. y Dernst Emile.
- Mejor sonido: Nicolas Becker, Jaime Baksht, Michelle Couttolenc, Carlos Cortés, Phillip Bladh, por Sound of Metal.
- Mejor diseño de vestuario: Ann Roth, por La madre del blues.
- Mejor cortometraje documental: Colette, de Anthony Giacchino (Estados Unidos).
- Mejor cortometraje de animación: If Anything Happens I Love You, de Will McCormack, Michael Govier (Estados Unidos).
- Mejor cortometraje de ficción: Two Distant Strangers, de Travon Free, Martin Desmond Roe (Estados Unidos).
abril 26, 2021
Oscars 2021 | Ganadores
Las 10 mejores películas de Jacques Tourneur
Cine alemán en la Berlinale 2021 (V)
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
Presentado en la sección oficial de la Berlinale 2021, este documental abre con una serie de estampas paisajísticas de Stadtallendorf, un pueblo en la parte central de Alemania. Asoman enormes chimeneas sobre su skyline, que dan cuenta de su esencia industrial, sustrato de sus fenómenos demográficos actuales. Porque Stadtallendorf tiene un 70% de población con un trasfondo migratorio, y un 25% que ni siquiera cuenta con la ciudadanía alemana. El escenario, por tanto, ofrece una valiosa muestra de las nuevas realidades socioculturales europeas. Ahora bien, Speth no aspira a la visión de conjunto, sino que encierra sus imágenes en el aula de Herr Bachmann, un profesor nada ortodoxo que forma parte de un programa de inclusión escolar. Durante un año, prepara a alumnos —de nueve países diferentes— con dificultades de adaptación o aprendizaje del idioma para su posterior incorporación a los programas docentes regulares.
Ahora bien, ese conjunto más amplio que encuadra las cuatro paredes de la clase plantea una serie de cuestiones definitorias para las imágenes. En esencia: ¿cómo ha de responder el sistema educativo a las dinámicas migratorias que están cambiando Europa? ¿Dónde está el equilibrio entre la integración y la pluralidad cultural? Speth se cuida mucho de imponer una tesis al respecto, limitándose a la observación paciente y cariñosa de los métodos de Herr Bachmann. El documental, de hecho, es fruto de una invitación de este último a la directora, a quien le unía una larga relación de amistad. Y Bachmann, sin duda, resulta un sujeto fascinante. En sí mismo un outsider social, antiguo revolucionario y artista, deviene un profesor que jamás podría haber encajado en un perfil convencional, y que despliega una filosofía de aprendizaje que difumina las fronteras entre los contenidos curriculares y las enseñanzas vitales. Sus clases pueden pasar de las matemáticas o el alemán a pequeños recitales de rock o actividades artesanales.
En el fondo, la película nos asoma, desde la cercanía, a la formación continuada de una serie de identidades en ebullición. Niños o adolescentes que, casi ante nuestros ojos, están configurando su individualidad a la vez que la negocian con su ciudadanía entre dos aguas. De ahí la apuesta de Speth por la duración —casi cuatro horas—, que se justifica por la coralidad de la película —el montaje aspira a presentarnos con cierta profundidad a cada uno de los alumnos—, la prolongación de las escenas y la visibilidad del crecimiento que opera de principio a fin. Esto es, la manera en la que la larga duración se solapa con la amplitud temporal —la película cubre todo un curso completo— y desvela los enormes progresos de los muchachos antes de separarse de ellos.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |
abril 23, 2021
El profesor Bachmann y su clase (Maria Speth, 2021)
Cuatro películas del siglo XXI (II)
▶ Especial 13º aniversario de EAM: el cine del siglo XXI
Como complemento a los textos y listas sobre el cine del siglo XXI que hemos ido publicando en los últimos meses, nuestros redactores Ignacio Pablo Rico, Miguel Muñoz Garnica, Mariona Borrull y José Luis Forte han organizado un podcast de encuentro e intercambio de recomendaciones. Cada uno de ellos ha elegido para que la vean los demás una película que formaba parte de su lista de las mejores del siglo. Y a cada una de ellas dedican un debate en profundidad. En esta segunda parte del podcast —pueden escuchar la primera aquí— se centran en Al primo soffio di vento (Franco Piavoli, 2002), escogida por Mariona Borrull, y Europa Report (Sebastián Cordero, 2013), la elección de José Luis Forte.
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abril 22, 2021
Podcast | Cuatro películas del siglo XXI (II)
Crítica | Cima a la amistad (The Climb) / Movistar+
Crítica | Da 5 Bloods: Hermanos de armas / Netflix
Crítica | Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan
Cuatro películas del siglo XXI (I)
▶ Especial 13º aniversario de EAM: el cine del siglo XXI
Como complemento a los textos y listas sobre el cine del siglo XXI que hemos ido publicando en los últimos meses, nuestros redactores Ignacio Pablo Rico, Miguel Muñoz Garnica, Mariona Borrull y José Luis Forte han organizado un podcast de encuentro e intercambio de recomendaciones. Cada uno de ellos ha elegido para que la vean los demás una película que formaba parte de su lista de las mejores del siglo. Y a cada una de ellas dedicamos un debate en profundidad. En esta primera parte del podcast hablamos de Encontré al diablo (Kim Jee-won, 2010), elegida por Ignacio Pablo Rico, y de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (Apichatpong Weerasethakul, 2010), la opción de Miguel Muñoz Garnica.
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abril 15, 2021


































