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    Crítica | Da 5 Bloods: Hermanos de armas / Netflix

    Un Vietnam a medida

    Crítica ★★★☆☆ de «Da 5 Bloods: Hermanos de armas», de Spike Lee.

    Estados Unidos, 2020. Título original: Da 5 Bloods. Dirección: Spike Lee. Guion: Spike Lee, Kevin Willmott, Danny Bilson, Paul de Meo. Compañías productoras: 40 Acres & A Mule Filmworks. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: Terence Blanchard. Montaje: Adam Gough. Diseño de producción: Wynn Thomas. Vestuario: Donna Berwick. Producción: Spike Lee, Beatriz Levin, Lloyd Levin. Reparto: Delroy Lindo, Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Whitlock Jr., Chadwick Boseman, Jonathan Majors, Jean Reno, Mélanie Thierry, Paul Walter Hauser, Veronica Ngo, Jasper Pääkönen, Rick Shuster, Mav Kang, Alexander Winters, Devin Rumer, Casey Clark, Lê Y Lan, Andrey Kasushkin, Sandy Huong Pham, Lam Nguyen. Duración: 154 minutos.

    Un padre le pregunta a su hijo en qué universidad estudió. «En el Morehouse College», responde, tal y como reza su camiseta en letras rojas. «¿Y quién más?», insiste el hombre. «Edwin Moses» —contesta—. «Promoción del 78». De repente, empiezan a recordar sus hazañas. Moses ganó dos oros olímpicos en los 400 metros vallas. El atleta recortaba trece pasos entre valla y valla frente a los quince del resto de corredores. «Ese hombre podía volar…», exclama el padre cerrando el puño con fuerza y mirando fijamente los ojos de su vástago. Podríamos ubicar fácilmente esta conversación en el Brooklyn habitual de Spike Lee —Crooklyn (1993), por ejemplo—. Pero la escena no acontece en un barrio residencial neoyorquino una tarde cualquiera, sino en plena jungla. En el Vietnam contemporáneo. Con la frente de ambos personajes bañada de sudor y un rumor de cientos de cigarras que no cesa. Lo más destacado no es tanto el lugar —que también— como el impasse en que se encuentran Paul, el progenitor (Delroy Lindo), y su retoño David (Jonathan Majors). Este último ha tenido la mala pata de pisar una mina que todavía no ha detonado y, con la ayuda de una cuerda atada a su grupo de acompañantes, deberá saltar lo suficientemente lejos como para evitar el impacto del explosivo cuando levante el pie. David deberá saltar como Moses. Un brinco de campeonato para salvar la vida.

    Hasta aquí, la escena se podría leer bajo un solo prisma: como uno de los puntos álgidos de Da 5 Bloods: Hermanos de armas (2020). Pero Lee, que jamás se conforma con poco, se decanta por unos recursos visuales menos frecuentes de lo que cabría esperar y transforma la intriga en algo más que intriga. De hecho, la escena funciona como herramienta de enfoque, como punta del iceberg de su propio cine de la temprana Aulas turbulentas (1988) a la oscarizada Infiltrado en el KKKlan (2019). Esto es: su capacidad para mantener alta la tensión narrativa y un historicismo que lo impregna casi todo. A veces acertado, otras cargante, pero siempre reivindicativo. Hablamos de películas trepidantes —sirvan de ejemplo el clímax final en el restaurante de Haz lo que debas (1989), el último discurso de Denzel Washington en Malcolm X (1992), la huida hacia delante de Edward Norton en La última noche (2002) o el ritmo endiablado de Plan oculto (2006)— y también de películas obstinadas en cargar de sentido diálogos y escenas donde abundan las citas. Ya sean de héroes como Nat Turner y Marcus Garvey, figuras de relieve mediático como Martin Luther King, Malcolm Little, Booker T. Washington y Frederick Douglas o artistas de la talla de Pam Grier, Keith Sweat y Richard Rountree. Tales menciones denotan un firme compromiso de raza que se traduce en relatos enérgicos, éticos y cargados de buenas intenciones, pero que acarrean defectos de enciclopedismo y artificiosidad. Ni el pasaje más inspirado —como la mentada escena de la mina pisada— evita un conjunto irregular y de metraje excesivo.

    Evidentemente, hay grandes excepciones —véase Chi-Raq (2015)—. Pero la nueva producción de Lee para Netflix, una de las más caras de su carrera, no es el caso. En ella encontramos implicación y defectos a partes iguales. Da 5 Bloods versa sobre el viaje de regreso al pasado de cuatro veteranos del ejército estadounidense (interpretados por Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Whitlock Jr. y Delroy Lindo) y un agregado de última hora (Jonathan Majors) que aterrizan en el Vietnam de nuestros días para encontrar la tumba de un camarada caído en combate casi 50 años atrás y, de paso, desenterrar un tesoro en lingotes que dejaron escondido. El relato juega continuamente al despliegue narrativo y formal. Arranca con una sucesión de fragmentos de archivo de un Vietnam sangriento, que se encadenan con declaraciones de Muhammad Ali, Angela Davis y Stokely Carmichael o con la imagen del icónico gesto de Tommie Smith y John Carlos en los olímpicos de México. Expuesta esta primera inquietud documental, Lee da paso rápidamente a la ficción con un relato que muta dentro de sí mismo, una ficción que se transforma dentro de la propia ficción. El libreto, a medio camino entre el registro épico y el melodramático, navega entre géneros y se permite destellos de humor bruto y violencia macabra. Sin traspasar, eso sí, los códigos de la gran superproducción hollywoodiense. Hay secuencias donde la dicotomía entre buenos y malos, soldados y paramilitares, mitos y malvados, se acerca más al espíritu lúdico y a los fantasmas del trauma de, por ejemplo, Sylvester Stallone en Acorralado (1982) que a la afectación de Stanley Kubrick en La chaqueta metálica (1987).

    Da 5 Bloods, Spike Lee
    Disponible en el catálogo de Netflix.

    «Se despliega Da 5 Bloods como una película descompensada, incapaz de resumir lo que quiere contar ni de traducir los ideales de Lee de forma sutil o irónica. Al contrario, el director celebra su black party de la manera más llamativa posible. Utilizando la cámara como si fuera un megáfono en una película a vueltas con el discurso de siempre, pero con una estimulante libertad en las formas».


    De nuevo, volvemos a ese salto imposible en el campo de minas. Una escena tan ágil a la hora de mantener al espectador pegado a la butaca —gracias a la perfecta concatenación de plano-contraplano, detalle y plano continuo— como enfática por la forma en que Lee subraya lo que está contando. Porque al director no le basta con citar un campeón deportivo, necesita mostrar su instantánea. Reencuadrar el rostro de Edwin Moses mediante un zoom justo en el instante en que padre e hijo destacan sus logros atléticos con el pánico grabado en la retina. Lee repite este subrayado formal a lo largo de la película —insertando una foto de Aretha Franklin cuando un personaje la menciona, pero también de figuras menos conocidas de la cultura negra como Milton Olive y Crispus Attucks—. Así pues, la escena de la mina ejemplifica una puesta en escena que funciona como artefacto de hibridación entre la inquietud documental, casi pedagógica, de incluir imágenes contrastables en medio de una ficción que quiere abarcarlo todo, y la enorme habilidad del realizador para mantener viva la atención. Lo más sorprendente, sin embargo, radica en algo que va más allá del relato y tiene que ver con la actualidad. Es la imagen de Stormin’ Norman —así se llama el soldado muerto que el pelotón protagonista va a buscar en las profundidades del Vietnam— cuando hace acto de presencia. Norman no es otro que Chadwick Boseman, tristemente fallecido el 28 de agosto de 2020. Dos meses después del estreno de Da 5 Bloods en Netflix.

    Además de erigirse como estimulante leitmotiv de la trama, Boseman —el verdadero protagonista de una serie de flashbacks donde Lee evita el jardín en el que acabó metido Scorsese, digitalizando el rostro de Robert De Niro para El irlandés (2019)— propicia una inquietante dimensión profética cada vez que aparece en escena o el director le dedica una premonitoria foto en blanco y negro. Como si la memoria de lo real se infiltrara en los dominios del simulacro. De repente, los gestos, gritos y hasta el discurso de Boseman adquieren una extraña lectura. Mística y trágica a la par. Espoleada también por la habitual necesidad de Lee de subrayar escenas. Especialmente, cuando la narración da paso al Vietnam en conflicto y asistimos a la encarnizada lucha de los cinco héroes a los que remite el título —Blood, al igual que Bro es la palabra fraternal que utilizan entre ellos— y Lee da paso al flashback mediante un tosco cambio en la relación de aspecto de plano: de 16:9 a 4:3. La imagen se aprieta no por corte, sino por transición. Como si la historia que nos están contando desplegara otra historia escondida en su interior que ya no posee la apariencia panorámica atribuida al mainstream, sino aquel aspecto cuadrado de ciertas producciones televisivas de antaño, y una saturación cromática repleta de ruido que recuerda al fotoquímico que se empleaba, precisamente, en tiempos de la Segunda Guerra de Indochina: finales de los 60 y principio de los 70.

    Así se despliega Da 5 Bloods. Como una película descompensada, incapaz de resumir lo que quiere contar ni de traducir los ideales de la persona que hay tras la cámara de forma sutil o irónica. Al contrario, Lee celebra su black party de la manera más llamativa posible. Utilizando la cámara como si fuera un megáfono en una película a vueltas con el discurso de siempre, pero con una estimulante libertad en las formas a través de un género que no abordaba desde Miracle at St. Anna (2008), aquella cinta —inédita en España— sobre un grupo de los Buffalo Soldiers atrapados en la Toscana ocupada por los nazis. Ahora, opta por seguir apretándole las tuercas al bélico mediante una obra más bien sofisticada, posmoderna. A caballo entre el travelling frontal de cuatro ex combatientes moviendo las caderas al ritmo febril del Got to give it up de Marvin Gaye, la concienzuda reconstrucción de una época y una guerra donde Lee no se olvida ni de Hanoi Hannah —la popular locutora de radio Vietcong que la desconocida Van Veronica Ngo interpreta en una mezcla imposible del activismo Black Lives Matters y el cine de Wong Kar Wai— o momentos tan bizarros como la escena en la que Delroy Lindo improvisa un discurso enloquecido mirando a cámara en la tradición de los mejores descensos al corazón de las tinieblas. Instantes como estos permiten medir la temperatura de un filme juguetón con las imágenes testimoniales y las ficticias. Mitad verdad, mitad ilusión. Pero con la protesta siempre en primera línea de fuego, ajustando cuentas con un pasado donde la infantería negra entregaba su vida por un país y una sociedad que los recompensaba con racismo. En este sentido, Da 5 Bloods es una propuesta irreprochable, alma y espejo de su creador. Una muestra de cine que no engaña a nadie, tan coherente y sincera como pasada de rosca. ¡Un «Spike Lee Joint» con todas las letras!


    Carles M. Agenjo |
    © Revista EAM / Barcelona


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