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    La chica que sanaba
    Cine Alemán Siglo XXI

    Cannes 2019 (I) | Críticas: Les miserables, Bull, Litigante, Le Daim

    Muertos muy vivos

    Primer capítulo de la crónica de la 72ª edición del Festival de Cannes.

    Pasear por la Croisette en cualquier momento del día durante la celebración del Festival de Cannes es asistir a una pasarela del esteticismo más vacuo. No importa demasiado el rango, solo prevalece la apariencia, el cinismo de brocha gorda que, por otra parte, encaja a la perfección con la idiosincrasia de un certamen que presume, sin complejo alguno, de un elitismo estomagante, rebajado, por suerte por su verdadero y a veces difuso leitmotiv: el cine. Por supuesto, no hemos venido a subrayar lo ya marcado. La gloria de Cannes emerge de un mito construido durante décadas a priori inquebrantable. Cannes ahora mismo solo es el reflejo de lo que la sociedad demanda; la misma que se agolpa en los aledaños del Palais, esperando una instantánea que haga el día más llevadero o demandando una invitación, cartel y pajarita mediante, que le permita la entrada a este teatro de los sueños, donde algunos encuentran, valga la paradoja, a Morfeo en no pocas ocasiones. Es el resultado, todo hay que decirlo, de la exigencia que plantea un evento de estas características, que obliga al respetable a guardar colas de más de una hora bajo un sol castigador. No suena muy apetecible, ¿verdad? Más si los acreditados deben completar forzadamente su día con la elaboración de piezas y críticas que justifiquen su presencia en la Costa Azul. La decisión de la organización de eliminar del pase matutino de la película de competición y trasladarlo a la noche anterior –a las 22:00h— provocó una fuerte marejada entre la prensa que, con gran celeridad, fue solucionado abriendo de nuevo las puertas del Lumière a primera hora de la mañana como manda la tradición. En un universo que no para de innovar hay temas innegociables. Y Cannes, por encima de todo, es un festival para la prensa. Y esta necesita aire. Un respiro que, cinematográficamente hablando, llegó con la proyección de su cinta inaugural, The dead don’t die [crítica de Alberto Sáez]. Una propuesta de Jim Jarmusch ligera y desenfadada que contiene todos los códigos del cine del autor de Akron (Ohio) y cuya principal lectura se antoja como una antítesis de las primeras frases de este prólogo —y que tiene su extensión en el rostro de Bill Murray durante la gala inaugural—, a propósito de la identidad perdida de una sociedad abrazada al materialismo como único motor vital. Bienvenidos a la 72ª edición del Festival de Cannes | E.L.

    LES MISERABLES

    Ladj Ly, Francia | COMPETICIÓN.

    Todo el mundo que la haya visto, recuerda el memorable comienzo de La Haine (Mathieu Kassovitz, 1995), donde el narrador cuenta un chiste sobre un hombre que cae de un edificio alto y en su descenso repite, “por ahora, todo bien”. Con un estilo único en su tiempo, el filme avanza a un ritmo endiablado para mostrar las revueltas de la clase proletaria contra el abuso de poder. No queda claro si la situación que viviría la capital francesa desde el estreno de esa película fue una consecuencia del mensaje pretendido por el propio director: “rodé la película con la convicción de que la brutalidad policial de la época tenía que ser detenida”, o simplemente acertó a presentarse como uno de los mayores ejemplos de cine profético de finales de milenio. Sea como fuere, 10 años después de su estreno, París se enfrentaría a una de las mayores revueltas sociales de la modernidad y La Haine pasó así a convertirse en un filme proactivo, que analizaba el lado de la juventud oprimida. Ladj Ly, continuando con su cortometraje homónimo de 2017, plantea la versión reactiva del mismo conflicto, y lo sitúa desde la perspectiva del presunto opresor, una brigada de antidisturbios que trata de mantener a raya uno de los barrios más conflictivos de la ciudad. Haciendo un uso libre y más referencial que textual, Ly se inspira simbólicamente en la novela seminal de Victor Hugo, y la convierte en un drama social posmoderno en el que los marginados sienten cómo el peso de la ley los deja desamparados a su suerte y desgracia, y así tendrán que conformar una sociedad organizada según aspectos de poder territorial y extorsión. Es evidente que su forma de agrupación en guetos y diversas capas jerárquicas funciona hasta el punto de respetarse una aparente tregua entre bandas, sin embargo, cada día se vive dentro de un hervidero de violencia y territorialidad que, cuando estalle, sólo quedarán dos posibilidades: que todo el mundo se vea implicado en una masiva batalla campal, o que la multitud oprimida se coordine para asestar un terrible golpe de poder. Y ese será el acontecimiento y los preámbulos descritos por el realizador, haciendo un magnífico uso ponderado de la tensión y la planificación de la acción, hasta llegar al explosivo desenlace en el que no habrá lugar para contenciones de ningún tipo. El posmodernismo queda aquí vulnerado por la explicitud moderna de unas escenas finales espectaculares | 73/100 | Alberto Sáez Villarino.

    Francia, 2019. Título original: Les miserables. Director: Ladj Ly. Guion: Ladj Ly, Giordano Gederlini, Alexis Manenti. Fotografía: Thomas Burgess. Duración: 100 minutos. Productora: Lily Films / Rectangle Productions / Srab Films. Montaje: Michel Merkt. Intérpretes: Damien Bonnard, Alexis Manenti, Djibril Zonga, Jeanne Balibar, Steve Tientcheu. Presentación oficial: Festival de Cannes 2019.

    BULL

    Annie Silverstein, EE.UU. | UN CERTAIN REGARD.

    La realizadora Annie Silverstein sorprende en su primer largometraje con una cinta llena de fuerza y carisma, que explora la lucha constante de dos personajes por mantenerse a flote en la Texas profunda. Bull compone un retrato muy cercano de las dificultades laborales y sociales de dos personas tan diferentes que terminarán por comprender que no pueden subsistir la una sin la otra. Por un lado, tenemos a Krystal, una joven caucásica cuya vida nunca ha resultado fácil, ni antes ni después del ingreso de su madre en prisión. Actualmente la adolescente vive junto a su hermana en casa de su abuela, quien trata de lograr que la muchacha se aparte de los errores que hicieron fracasar a su madre. Sin embargo, la presencia de viejos fantasmas del pasado delictivo de ésta y la exposición a un mundo de criminalidad, guían a Kris por una senda peligrosa que podría haberla llevado a una prisión de menores de no ser por la comprensión de su vecino. Abe es un jinete de toros afroamericano que ve cómo viejas lesiones y el inevitable deterioro en sus habilidades y su fuerza a causa de la edad lo separan del único mercado laboral para el que está hecho. Cuando un día, aprovechando su ausencia durante un trabajo de fin de semana, Kris se cuela en su casa para dar una fiesta con sus amigos, emprenderá (con mal pie) una relación con Abe que poco a poco irá forjándose en el respeto mutuo y cubriendo dos de las grandes necesidades vitales de sendos personajes. Por un lado, Kris comenzará a aceptar el trabajo duro y honesto como medio de pagar sus deudas e ir madurando como persona, por el otro, Abe se verá obligado a empezar a bajar la guardia e irá dejando, poco a poco, a la joven formar parte de su vida, conocer sus miedos, inseguridades y debilidades.

    Es evidente que el mundo no recompensa a todos los ciudadanos por igual en función de su trabajo, y mucho menos la cuna del ultracapitalismo, pero aparte de las cumplidas y triviales moralejas que pudieran extraerse de esta película en una lectura muy superficial, en ella encontramos la contundente declaración de lo difícil que es crecer y envejecer en los entornos más apartados de las grandes ciudades. Cómo el progreso, del que se benefician unos pocos afortunados a consecuencia de la frenética economía, perjudica a muchos otros sin opciones para seguir a bordo de esta sociedad histérica. Silverstein, sin necesidad de recurrir a una edición excesivamente elaborada, ni a un tono de gran complejidad o dramatismo, logra componer una sólida ópera prima sustentada, sobre todo, en el cariño con el que cada protagonista ha tratado a su personaje y en la facilidad con la que la directora logra hacer que todos ellos se ajusten a las exigencias de un guion elocuente y crudo como la realidad que se asoma tras la ficción | 65/100 | Alberto Sáez Villarino.

    Estados Unidos, 2019. Título original: Bull. Director: Annie Silverstein. Guion: Annie Silverstein, Johnny McAllister. Fotografía: Shabier Kirchner. Duración: 105 minutos. Productora: Bert Marcus Productions / Invisible Pictures. Montaje: Todd Holmes. Diseño de producción: Meredith Lippincott. Diseño de vestuario: Amy Marie Wilson. Intérpretes: Yolonda Ross, Rob Morgan, Karla Garbelotto. Presentación oficial: Festival de Cannes 2019.


    LITIGANTE

    Franco Lolli, Colombia | SEMANA DE LA CRÍTICA.

    Charles Tesson, delegado general de la Semana de la Crítica, en la presentación de la película, se apoyaba en primer lugar, referenciando el título, a la definición de litigar: según la RAE, «pleitear, disputar en juicio sobre algo», para describir la naturaleza de este trabajo. Sin embargo, el segundo filme del cineasta colombiano Franco Lolli necesita acudir, como añadido, a su segunda acepción, «altercar, contender», para situarnos en el momento vital de Silvia, una mujer que habita un espacio estanco en el que se halla en una búsqueda constante de luz, de una vía que la libere de la ansiedad. Silvia es madre de un niño de cinco años, condicionado por un entorno emocionalmente inestable, donde no existe figura paterna y la materna se encuentra a la deriva. Silvia también es hija. Lo es de una madre enferma que rehúye cualquier tratamiento posible a un cáncer pulmonar en fase avanzada. La relación entre ambas está erosionada por una convivencia compleja, marcada por una involución madurativa fruto de unas expectativas no cubiertas y una personalidad rebelde. Un vínculo metastásico que ni tan siquiera la promesa de una muerte inminente es capaz de sanar. Silvia, además, es abogada, de un grupo empresarial de alto calado en Bogotá. Un consorcio cuyo futuro está en entredicho ante la posible imputación de este por una denuncia de la fiscalía por una licitación corrupta. Una licitación negociada y firmada por la letrada. Una coyuntura que sumerge a la protagonista en un estado continuo de litigio vital cuyos contendientes son la traducción de unas heridas sin cerrar; de unos giros cuestionables, inherentes a nuestra humanidad, que la han situado en los intersticios de lo que debía ser su propia historia.

    En la mentada presentación, Lolli subrayaba la vocación autobiográfica de su propuesta, cimentada como homenaje a las figuras femeninas que componen su vida. Un amor trasladado a una puesta en cuadro que trata con delicadeza las interacciones entre los roles principales a la vez que muestra ese caos contenido que mapea un entorno difuso, desconcertante en ocasiones. A través del desenfoque elimina la profundidad de campo, dibujando con sutileza las dudas e indefensión de Silvia –interpretada de manera sensacional por Carolina Sanín, en un registro donde la sonoridad de su timbre otorga los matices necesarios para extrapolar el desgarro casi visceral al que se ve sometida. El realizador formado en La Femis articula su trabajo en encuadre elegante, donde predomina el primer plano, que capta con acierto las inseguridades de Silvia. Unas decisiones visuales que benefician el desarrollo de un relato cuyo aparato narrativo, empero, deja más dudas, en especial por la inclusión de caracteres accesorios que buscan engordar el impacto sentimental del filme atrayendo elementos fuera de plano inicialmente para desvelar una información a todas luces intrascendente. Una solución que reviste a Litigante de una pátina de melodrama formulario salvado por su elenco y, en especial, los instantes compartidos entre madre e hija; almas de un trabajo irregular, a ratos excitante, que sugiere el talento y sensibilidad de su director pero que nunca termina por encontrar su identidad | 60/100 | Emilio Luna.

    Colombia, Francia. Título original: Litigante. Dirección: Franco Lolli. Guion: Franco Lolli, Marie Amachoukeli, Virginie Legeay. Productoras: Srab Films, Les Filmes du Worso, Evidencia Films. Ventas internacionales: Kinology. Diseño de producción: Marcela Gómez. Montaje: Nicolas Desmaison, Julie Duclaux. Fotografía: Luis Armando Arteaga. Reparto: Carolina Sanin, Leticia Gómez, Antonio Martínes, Vladimir Durán, Alejandra Sarria. Presentación oficial: Semana de la Crítica de Cannes. Duración: 95 minutos.

    LE DAIM

    Quentin Dupieux, Francia | QUINCENA DE REALIZADORES.

    La intención de Quentin Dupieux como realizador no es, en absoluto, ambiciosa. Dupieux es consciente de que no tiene talento (o ganas) para crear una obra maestra, sin embargo, adora el cine, y adora trabajar haciendo cine, por lo que, desde que él toma conciencia de sus limitaciones hacia su pasión, digamos que encuentra la perspectiva idónea para lograr algo admirable. Y aquí hemos de tener cuidado con la palabra seleccionada, “admirable”, porque creemos que es uno de los términos que mejor describe el trabajo de este realizador al que le intuimos, como una de sus mayores inspiraciones narrativas, a Luis Buñuel, con la excepción de que, en este caso, pareciera como si Buñuel escribiera los diálogos para una película de Nicolas Cage.

    Desde la presentación de la historia nos damos cuenta de que entre las bazas del director predomina la de jugar a rizar el rizo, entrar en un ilimitado número de bucles surrealistas y oníricos para hacernos perder el control de cualquier parecido con la realidad y, en ese momento, adentrarse en su especialidad: el manejo del absurdo. El absurdo podría entenderse como un conflicto bilateral e irreparable entre un sujeto y un objeto, por lo que no existe ninguna persona absurda, sino una situación, al confrontar a esa persona con un objeto o escenario diametralmente opuesto a sus intenciones o creencias. Camus expresó con su elocuencia habitual la facilidad con la que la rutina puede convertirse en absurdo. Para este propósito, el ensayista diferencia entre sentimiento de absurdo y concepto de absurdo, el primero solo puede surgir mediante una comprensión racional del sujeto, algo que no existe en la espiral de violencia delirante planteada por el protagonista de Le Daim, un hombre que vive convencido de que su comportamiento psicótico es natural y, a la vez, el modo exclusivo de enfrentarse a la realidad que vive con el objetivo de alcanzar su sueño primordial: ser el único hombre del mundo en vestir una chaqueta. Y esto precisamente es lo que definiría el concepto de absurdo, algo entendible por todos menos por el sujeto implicado. Así, concepto y sentimiento son dos términos que se retroalimentan y abastecen sin por ello ser circulares.

    Ahora bien, hemos mencionado así por las buenas dos nombres que representan las cumbres de excelencia en sendas disciplinas: Buñuel en el cine y Camus en el ensayo filosófico. Para que no haya confusión alguna, parece necesario dejar claro que Dupieux está en las antípodas de estos dos genios. Su talento no reside en la elocuencia, sino en la facilidad con la que sabe retratar aquello que con maestría definieron Buñuel y Camus. En algo que sí coinciden los tres autores es en que la vida no tiene sentido, “no existe la razón” que decía Camus, aunque los dos primeros lo ejemplifiquen con una búsqueda empírica del sentido de la vida, y el presente director improvisado que protagoniza este filme lo manifieste con la brutalidad de un concurso de comer perritos calientes. Algo sin mayor trasfondo político o narrativo, pero que no deja de ser un entretenimiento, como decíamos al principio, admirable. Mencionar cualquier otro detalle del argumento o la forma artística de esta película sería una completa pérdida de tiempo, la cinta seguro que no encontrará un circuito comercial demasiado amplio, por lo que si algún día se cruzan con ella y recuerdan estas líneas, pasen a verla y admírense del giro inesperado que ha tomado el planteamiento de lo absurdo, desde Beckett hasta Camus, Dupieux presenta un Esperando a Godot ultraviolento y 100% piel de ante | 65/100 | Alberto Sáez Villarino.

    Francia, 2019. Título original: Le Daim. Director: Quentin Dupieux. Guion: Quentin Dupieux. Fotografía: Quentin Dupieux. Duración: 77 minutos. Productora: Atelier de Production / Nexus Factory / Umedia / uFund / Garidi Films / arte France Cinéma. Montaje: Quentin Dupieux. Diseño de producción: Joan Le Boru. Diseño de vestuario: Isabelle Pannetier. Intérpretes: Jean Dujardin, Adèle Haenel, Albert Delpy, Coralie Russier, Laurent Nicolas, Pierre Gommé, Panayotis Pascot, Franck Lebreton, Stéphane Jobert, Marie Bunel, Youssef Hajdi, Maryne Cayon, Thomas Blanchard, Maxim Driesen, Rio Vega, David Sztanke, Julia Faure, Géraldine Schitter, Caroline Piette. Presentación oficial: Festival de Cannes 2019.

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