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    Crítica | No llores, vuela

    No llores, vuela

    Poesía mecanizada

    crítica de No llores, vuela | Aloft, de Claudia Llosa, 2014

    Cuando No llores, vuela se estrenó en Berlín, antecedida por la curiosidad y las expectativas, pocos imaginábamos la indiferencia que despertaría. Había curiosidad por ver de que manera la directora había amoldado su discurso al cambio idiomático, comprobando hasta qué punto el filme afianzaba la narrativa de una cineasta en ascenso, con unos intereses temáticos hasta ahora muy anclados al folklore. Claudia Llosa aterrizaba en Berlín tras el éxito de su última cinta en el certamen, La teta asustada, con la que se llevó el Oso de Oro y el Premio FIPRESCI de la crítica internacional, entregando la historia de una madre y un hijo que, a raíz de un accidente trágico, ven separar sus caminos radicalmente. Años más tarde, él es cetrero, y ella una afamada curandera. Hace años que ninguno de los dos tiene noticias del otro. Su hijo le guarda un resentimiento del que el espectador desconoce su origen, y es ahí donde radica parte de la clave de un guion que se mueve entre el drama y la road movie de manera algo dubitativa, sin terminar de arriesgarse del todo. Y aunque la cinta abre con un secuencia poderosa, de una fisicidad bastante desagradable y un contraste de situaciones muy bien montadas en las que tan pronto vemos a Connelly metiendo la mano en el ano de un cerdo para, mediante un corte seco, verla haciendo el amor en las maquinas del trabajo, esta apariencia de obra brutal se desvanece pronto. Llosa centra demasiado su atención en el núcleo de un drama familiar que en última instancia no ofrece nada que otros muchos telefilmes no nos hayan contado ya, retrotrayendo a la memoria las edulcoradas tragedias materno-filiales de filmes como Mi mapa del mundo o similares.

    Las virtudes de No llores, vuela, no cabe encontrarlas sus diálogos, o en el dibujo de unos personajes algo antipáticos, especialmente la madre, encarnada con una dignidad intachable por una Jennifer Connelly esforzada en su trabajo. En su lugar, Llosa ofrece una atmósfera gélida muy trabajada mediante el sonido. El viento es algo constante, y el quebrar del hielo, una amenaza a cada paso. El ruido del agua, de los animales, el de las maquinas y los cerdos en la apertura del filme. La contextualización de la historia está mejor trabajada que la historia en sí, y aunque eso no solventa una película en sí misma, es algo a reconocer. También es cierto que no es fácil contar algo en lo que realmente crees, aunque, como bien decía la cineasta, te interese explorar en la fuerza que esas tradiciones tienen sobre las personas. Es una idea interesante, pero no es la principal de este filme. El hecho de que ella sea curandera, y el poder de la fe sea algo que sobrevuela las decisiones de los personajes dota cierta particularidad al contenido, pero no está lo suficientemente definido como para despertar interés o empatía. Uno observa a Connelly balancearse reflexivamente en un columpio casero que, según la creencia, ayudará a curar ciertos males. Y Llosa se regodea en el momento. Pero no conecta. Acerca su cámara a los rostros de los personajes, buscando una verdad que no encuentra, aún a pesar del buen trabajo de sus interpretes, con mención destacada a Cillian Murphy, que parecía no levantar cabeza tras unos personajes que no han sabido aprovechar el talento del actor.

    No llores, vuela

    Narrativamente, Llosa opta por una complejidad que no es necesaria, abogando por un montaje estructurado en base a flashbacks y alguna que otra elipsis morosa para salvaguardar la revelación final, que son parte de la razón de que la película se trivialice como lo acaba haciendo. Y tampoco ayuda el desafortunado romance que decide construir entre la periodista y el hijo. Primero, porque no aporta nada al crecimiento de él, y segundo, porque el personaje de ella está tan desdibujado que es imposible que esa relación tenga la fuerza suficiente como para resultar poderosa. Pero ahí está, asfaltando con múltiples irregularidades gran parte del desarrollo. Porque sí, hay momentos realmente buenos. Pero la sensación general es la de decadencia. Empieza con fuerza y poco a poco se desvanece entre su propia sensibilidad y poesía. Porque sí, hay poesía de miradas y paisajes. De instantes suspendidos y melancolía permanente. Y no siempre la poesía equivale a fuerza o a una imagen bellamente rodada; conceptos que suelen confundirse con demasiada facilidad hoy en día. Son mecanismos que ya conocen muchos directores. Es la lírica mecanizada. Y No llores, vuela la entrega a manos llenas, poniendo en bandeja que los apelativos de “bellísima” y “hermosa” se luzcan entre las notas de una épica canción triste que la anuncie en un tráiler. Lo cierto es que, por muy buenas intenciones que haya tenido Claudia Llosa, este último trabajo queda lejos de la personalidad que destilaron sus dos primeras obras. Pero como ella misma dijo, es una cineasta que apenas acaba de empezar, que sigue buscando su estilo y su voz. Todavía le queda mucho por contar. Está no será la película que la catapulte, pero llegará, a buen seguro, llegará. | ★★★★ |

    Gonzalo Hernández
    enviado especial a Berlín


    Estados Unidos, España, Francia. 2014. Título original: Aloft. Directora: Claudia Llosa. Guión: Claudia Llosa. Intérpretes: Jennifer Connelly, Cillian Murphy, Melanie Laurent, Oona Chaplin, Ian Tracey, Ian Tracey, Peter McRobbie, Willaim Shimell, Zen McGrath, Winta McGrath. Fotografía: Nicolas Bolduc. Banda sonora: Michael Brook. Productoras: Wanda Visión S.A. Arcadia Motion Pictures, Buffalo Gal Pictures, Manitoba Films AIE, Noodles Production. Fecha de estreno oficial: 12 de Febrero de 2014 (Festival Internacional de Cine de Berlin).


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