Reflejos de una identidad perdida
crítica de Concrete Night | Betoniyö, de Pirjo Honkasalo, 2013
Hacía 15 años que la directora finesa Pirjo Honkasalo no se adentraba de nuevo en el mundo de la ficción. Y hay que decir que vuelve por la puerta grande, mostrándonos un relato mucho más cercano que sus anteriores películas documentales y, por tanto, mucho más temible. Tremendamente dura y un tanto críptica, Concrete Night nos describe el paso a la madurez de un joven del extrarradio de Helsinki. Más que una simple historia de revelación, Honkasalo construye una película de infinidad de capas y lecturas, resquicios por los que se escapa un discurso apocalíptico en su superficie pero también en el fondo sobre el futuro de una sociedad dividida y la búsqueda de la identidad de las nuevas generaciones. El joven Simo está atrapado, se ahoga. Desde una orilla ve como un tren descarrila por un puente y cae al mar. De repente, se encuentra dentro de uno de los vagones sumergidos del tren accidentado, el agua sube dentro del vagón y poco a poco se queda sin aire, las algas le enredan, necesita salir, pero las puertas están cerradas, no se abren… El sueño del joven Simo con el que empieza la película retrata el interior de un adolescente perdido que busca su faro, su guía, que se busca en cada espejo pero que no logra encontrarse. La cinta concentra el tiempo en el fin de semana anterior a la entrada en prisión del hermano de Simo. Ambos viven en un apartamento minúsculo junto con su madre, que pasa las horas bebiendo, fumando y llevando a cabo actividades mínimas, como preparar un café o darse un baño en los pies. Con este panorama, no es de extrañar que el joven de unos 14 años fume y beba al amparo de su madre y de su hermano y se deje llevar por las reacciones y las actitudes de sus familiares. Este caldo de cultivo solo tiene como consecuencia una visión impune de la vida alimentada por las narraciones catastrofistas del hermano. Simo viaja a la deriva empujando por su propio entorno y por las diferencias con un mundo que le es ajeno. Es aquí donde Honkasalo explora también las diferencias sociales, el individuo frente al grupo, en este caso, Simo contra una sociedad en la que no se encuentra, que no sigue sus valores, que no es capaz de servirle una cerveza porque es demasiado joven. Un acto de rebeldía, pero a la vez un motivo de pérdida de identidad de una sociedad centrífuga que expulsa a los desertores de una supuesta normalidad. Desde lo alto de una noria, Simo juega con sus manos a controlar a las personas que espera abajo, como si dirigiera la cruceta de unas marionetas. La distancia y el aislamiento del joven avanzan a pasos agigantados.
Pero volvamos a la búsqueda del individuo en la adolescencia. La directora finlandesa no desaprovecha ninguna ocasión para enfrentar al personaje principal a su destino. Ya sea mediante el espejo, el reflejo o el sueño, Simo se busca, y acaba encontrando en su hermano al único guía en su huida hacia adelante. Los héroes de nuestra infancia marcan nuestros impulsos y así, cuando Simo se vea en la encrucijada, no puede más que dejarse llevar por sus instintos más básicos potenciados por un entorno oscuro y hostil. Nótese que en la catarsis final del personaje de Simo interviene un fotógrafo: alguien que se dedica a representar el yo interior de las personas. Y es que Honkasalo no deja ningún cabo sin atar: la grandeza de Concrete Night reside en su multiplicidad de referentes y de significados, en que cada plano, cada elemento y cada mirada está en su lugar correcto y en su justa medida, nada es trivial, todo tiene su porqué, tan solo hay que interpretarlo correctamente. En Concrete Night todo es sutil, unas cuantas pinceladas nos bastan para montar una atmósfera que nos agobia por oscura y a la vez identificable. El entorno marca al hombre, pero Honkasalo va en busca de la huella que deja en su interior en lugar de centrarse en sus causas. Cine social sin querer serlo, y puede que por eso sea el más acertado, el que mejor retrata la desesperación que provoca el aislamiento. Honkasalo no juega al subrayado ni al ensañamiento de carácter aleccionador. La cámara se mueve sigilosa por un espacio cargado, buscando el reflejo de Simo en una ventana mientras mira al exterior sin esperanza, sin encontrarse. La cinta está rodada en un precioso blanco y negro de alto contraste que enfatiza la profundidad de las sombras. La intensidad de la imagen profundiza en el carácter alegórico de la cinta. Los pasadizos internos que recorren el esqueleto del argumento se dejan entrever y apuntan al carácter enigmático del discurso de Honkasalo que le permite construir todas las capas que hemos ido desgranando. Con todo ello, es imposible no relacionar su estilo con el de David Lynch, pero también encontramos ecos del cine de Bergman o Tarkovski, por esa búsqueda de uno mismo a través del dramatismo visual en el plano. Cine intenso e introspectivo que va creciendo plano a plano hasta alcanzar su clímax, pero cuya moraleja, por sutil y polifónica, resulta devastadora. | ★★★★★ |
Víctor Blanes Picó
redacción Barcelona
Betoniyö, Finlandia, 2013. Dirección: Pirjo Honkasalo. Guión: Pirjo Honkasolo, Pirkko Saisio. Reparto: Johannes Brotherus, Jari Virman, Anneli Karppinen. Fotografía: Peter Flinckenberg. Música: Karl y Pär Frid. Productora: Bufo / Plattform Produktion / Magic Hour Films. Presentación oficial: Festival de Toronto 2013.