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    Crítica | Tom en la granja

    Tom en la granja

    Les enfants terribles de Dolan

    crítica de Tom en la granja | Tom à la ferme, de Xavier Dolan-Tadros, 2013

    Xavier Dolan se ha atrevido, en el cuarto filme de su prematura carrera cinematográfica de inconfundible sello, a virar el timón de sus cámaras y embarcarse en una propuesta de cine negro. Tom à la ferme, ambientada en una siniestra granja de ambiente estático donde el aire se podría cortar con cuchillos, adolece de ciertas incongruencias y excentricidades que limitan el resultado final, pero sin duda hace gala de una estética magnética y claustrofóbica y de sobrias actuaciones interpretativas capaces de transmitir los deseos y pulsiones de sus personajes, furiosos y desequilibrados. En esta obra, ganadora del premio FIPRESCI del Festival de Venecia del presente año, el director canadiense es deudor de los grandes maestros del género más oscuro, con referencias a Alfred Hitchcock en los pasajes más tensos y violentos, y a David Lynch en los más oníricos y surrealistas, formando parte de una atmósfera nerviosa y electrizante donde los peores enemigos de los personajes, como en muchos ocasiones de la vida real, son ellos mismos.

    Para realizar este guión Dolan realizó una adaptación de la obra de teatro homónima de Michel Marc Bouchard, y para comenzar, la trama tiene su punto de inicio en un suceso trágico: Tom es un muchacho joven y amable de Montreal que trabaja como creativo publicitario y que se halla deprimido tras el fallecimiento de su novio a causa de un aparatoso accidente. Interpretado de manera genial por el propio Dolan, Tom acude a la casa familiar situada en el Quebec profundo, para asistir al funeral del fallecido Guillaume. Allí se encuentra una madre, apesadumbrada y de talante bipolar entre la calma y la agresividad, que parece desconocer por completo las relaciones homosexuales de su hijo y a su autoritario y morboso hermano, que lo obliga a participar en la farsa de inventar una “novia ficticia” para cubrir la verdadera identidad de Guillaume. El hermano, gracias a una interpretación con mucha garra y rabia por parte de Pierre-Yves Cardinal comienza un tira y afloja con Tom, que se debate entre la el duelo de su pérdida, sus instintos más animales y la mentira conformista que se le impone con respecto a su vida anterior. El protagonista se queda perplejo de que ninguna persona del pueblo le dirija la palabra al hermano de Guillaume y decide, todavía en shock emocional, quedarse algunos días más en la granja para ayudar a la familia, en un paisaje de tenebrismo donde los terrores parecen amplificarse por las noches, los secretos aguardar trémulos en campos de máiz turbulentos que podrían haber sido imaginados por Van Gogh, y donde cada rincón de la casa parece contener la huella de heridas sin cicatrizar y sucios secretos irresolutos.

    Tom en la granja

    Este triángulo de tensiones y pulsiones de los personajes se plasma en un cóctel de géneros a caballo entre el drama psicológico y un thriller de secretos y mentiras. Uno de los motores temáticos principales no es otro que la aceptación de la homosexualidad en ambientes tan distintos como una zona rural aislada y de valores anticuados y una ciudad universitaria de ambiente nocturno y mayor libertad de actuación. También la represión de los instintos y la violencia que ello suscita, la formación de la identidad y la autodestrucción, son ítems de la obra cinematográfica de Dolan que se repiten, aunque ésta vez con menos fuerza y credibilidad que en la hermosa Los amores imaginarios, donde los vínculos sentimentales de los personajes tenían una enorme intensidad narrativa y un poder de seducción que Tom à la ferme no alcanza ni por asomo.

    Para describir esa delgada línea entre el consciente y el inconsciente y mostrar las lujurias, esquizofrenias y demonios de este trío básico de personajes (ampliado luego a cuatro con la aparición de Evelyne Brochu) Dolan se consagra al plano frontal de escuadra y cartabón, a los colores violentos y a la banda sonora habitual del thriller psicológico, y aunque logra encuadres de gran belleza, la suma total de elementos peca de pretenciosa y recargada por no tener una línea argumental a la altura de las expectativas que nos abre el comienzo del filme. La primera mitad tiene pulso, misterio y encanto, constituye una galería de deseos turbios y locuras transitorias, pero pierde aire al avanzar a causa de ciertas secuencias caóticas y de las inconsecuencias de sus personajes; una lástima dada la original idea de la película y su ambientación insuflada de tenebrismo. El enfant terrible de Dolan no ha conseguido esta vez facturar una película redonda, pero a sus 24 años y rebosante de talento, sigue subiendo peldaños hacia el Olimpo “novel” del celuloide. ★★★★★

    Andrea Núñez-Torrón Stock
    redacción Galicia | enviada especial al Festival CineEuropa de Santiago de Compostela

    Canadá, 2013. Tom à la ferme (Tom at the Farm). Director: Xavier Dolan-Tadros. Guión: Michel Marc Bouchard, Xavier Dolan-Tadros. Productora: MK2 Productions. Música: Gabriel Yared. Fotografía: André Turpin. Reparto: Xavier Dolan-Tadros, Pierre-Yves Cardinal, Lise Roy, Evelyne Brochu. Presentación oficial: 2013: Festival de Venecia: Premio FIPRESCI.

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