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    Crítica | El espíritu del 45

    El espíritu del 45

    UNA OCTAVILLA DE MILITANCIA NECESARIA

    crítica de El espíritu del 45 | The Spirit of ‘45, Ken Loach, 2013

    Ken Loach es el representante más amable y versátil del conocido como cine social. Más amable porque en no pocas de sus películas deja una ventana abierta para el humor, y versátil por su dinamismo dentro de la coherencia para con sus ideales. Inundan su filmografía las temáticas donde la clase obrera es la protagonista. Lo suyo ha sido una beligerancia ideológica, constante, contra el resuelto neoliberalismo de la dama de hierro. Autor de bellísimas cintas –más brillantes si va acompañado de Paul Laverty– como: Mi nombre es Joe (1998), Lloviendo piedras (1993), Riff-Raff (1990), Agenda oculta (1990) o Buscando a Eric (2009), por citar algunas. Hubo un tiempo en que sus películas quedaron un tanto trasnochadas, y eran hijas de la nostalgia. Pero sus filmes vuelven a estar de rigurosa actualidad. Siempre un poco maniqueo, militante, didáctico y con voluntad revisionista –prueba de ello son Tierra y libertad (1995) o la ganadora de la Palma de Oro en Cannes El viento que agita la cebada (2006)–. Eternamente reivindicativo, fiel a su ideología, con afán de denuncia. Con ese estilo propio del realismo social, cámara en mano, cercano al documental, rompiendo así los límites de la ficción. Era cuestión de tiempo que se atreviese, en solitario, con un documental. Más en un momento político que se encuentra en las antípodas de su ideario. El objetivo principal de su nueva película, El espíritu del 45 (2013), no sólo es agitar, sacudir, remover conciencias; ni siquiera hacer apología política, es reivindicar con añoranza el sentimiento comunitario de mediados de los 40 y censurar la apatía contemporánea.

    El espíritu del 45

    Seguramente, el fenómeno de mayor trascendencia en Occidente del siglo XX no haya sido ninguna de las dos trágicas guerras mundiales. Posiblemente el hecho que tuvo un mayor impacto social, económico y político haya sido la creación y consolidación del Estado de Bienestar. No tengo pensado demostrarlo con datos estadísticos, o con razonamientos pseudocientíficos. Esto tiene tanto de boutade como de valoración subjetiva ¡Qué le vamos a hacer! Este modelo de Estado y organización social está basado en el suministro de determinados servicios al conjunto de la población, se basa en la extensión de las garantías sociales –valga esta concepción harto reduccionista para lo que nos ocupa–. El origen del mismo se remonta al siglo XIX, ni nos atañe, ni queremos fajarnos en esos lodos. Sí nos concierne su etapa de expansión y consolidación. Su inicio lo marca la crisis del 29. De todas formas cada región es un mundo distinto, y para el caso que nos incumbe –Gran Bretaña– el punto de inflexión lo marca el fin de la II Guerra Mundial. En ese momento se construye, fruto del consenso social y político, la institucionalización de los derechos sociales. Se nacionalizan la industria, los transportes, la sanidad, la educación y se facilita el acceso a la vivienda. Una quimera en la actualidad. En los tiempos que corren, la fauna política nos hace pensar que todo esto está de más. Con el pretexto de una crisis financiera se están llevando a cabo medidas que tienen su objeto en el desmantelamiento del Estado de Bienestar, o lo que quedaba de él. No obstante la génesis se encuentra, al menos en Gran Bretaña, en la política liberal iniciada en la década de los 80 –con el acceso de Margaret Thatcher al poder–. Esto es, a grandes rasgos, lo que Ken Loach nos cuenta en El espíritu del 45.

    El espíritu del 45

    El documental tiene mucho de reprochable por negligencias voluntarias del director británico. Obvia incapacidades de la izquierda, dilapida veinte años de historia hasta llegar a Margaret Thatcher y soslaya el continuismo neoliberal del “laborista” Tony Blair. En ese afán, por establecer un discurso diáfano, pierde rigor y coge un tufillo propagandista, pero gana en carácter didáctico y en ausencia de eruditismo. De todas formas, estas sombras no terminan de desmerecer la utilidad y calidad de la película. En primer lugar, no es un discurso con pretensiones de exhaustividad, ni de rigor. Es un ejercicio nostálgico que trata de simplificar, de manera tan maniquea como divulgativa, un proceso complejo. A sí mismo, reivindica la importancia del consenso social en la construcción del Estado social británico y las consecuencias de su desmembramiento años más tarde. Con un estilo muy cuidado y elegante, en blanco y negro para no romper la armonía con las imágenes de archivo, Loach recoge los testimonios de personas que vivieron aquel momento, expertos, historiadores, analistas políticos y periodistas. La razón de ser de El espíritu del 45 no es la autocrítica, no es ofrecer alternativas, es la militancia. No es un tratado histórico-político con múltiples lecturas, es una octavilla combativa con un solo mensaje. El idealismo de la memoria queda reflejado en el colorido final, reflejo de un tiempo que fue mejor. La virtud se encuentra en la necesidad de este film. La izquierda ha sido incapaz de defender la capacidad de intimidación de la población, y los neoliberales no ven motivos para no limitar las concesiones sociales y establecer unas reglas de juego más a su favor. Ken Loach busca enaltecer la conciencia colectiva desde la memoria y el testimonio. Busca conmemorar un hito que otorgue esperanza, que reste presencia al desencanto y a la desilusión de un mundo a la deriva. ★★★

    Andrés Tallón Castro.
    Redacción Madrid.

    Reino Unido, 2013, The Spirit of ‘45. Director: Ken Loach. Guion: Ken Loach. Productora: Fly Film Company / Sixteen Films / Film4. Música: George Fenton. Reparto: Documental. Presentación oficial: Berlinale 2013.

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