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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Byzantium

    Byzantium

    16 AÑOS PARA SIEMPRE

    crítica de Byzantium | Neil Jordan, 2012

    Desde los mismos inicios del cine, el tema del vampirismo ha sido uno de los más recurrentes dentro, sobre todo, del género del terror. Nosferatu (1922), de F.W. Murnau, puede considerarse el primer gran éxito del subgénero, estableciendo muchos de los tópicos que se irían repitiendo en multitud de películas a lo largo de las décadas siguientes. Exceptuando las distintas versiones que conoció la novela de Bram Stoker Drácula y alguna cinta a contracorriente –la estimable El ansia (1983) de Tony Scott–, pocos títulos han sabido explotar con rigurosidad y elegancia el enorme potencial de la figura de estos melancólicos seres condenados a una inmortalidad tormentosa. El director irlandés Neil Jordan, que en ya había ofrecido una auténtica joya al cine fantástico con la reivindicable En compañía de lobos (1984), logró adaptar con gran éxito una popular obra de Anne Rice en la notable Entrevista con el vampiro (1994). Aquel título supo aunar el afán comercial de cualquier trabajo protagonizado por Tom Cruise o Brad Pitt, con ciertas ambiciones artísticas. Jordan realizó una elegante y magnífica revisión del mito, mostrando a unas criaturas más dignas de lástima que de terror, una suerte de héroes románticos que no entendían de sexos. En los últimos años, extraños (que no desdeñables) híbridos como 30 días de oscuridad (2007) o Daybreakers (2009) han explotado la faceta más espectacular del asunto, mientras que las adaptaciones de la saga Crepúsculo de Stephenie Meyer han arrasado entre el público juvenil, a la vez que han servido para darle un tono demasiado ligero y cursi a la figura de los chupasangres que flaco favor le hace al subgénero. El antídoto contra tal desprestigio llegó en 2008 desde Suecia con la magnífica Déjame entrar de Tomas Alfredson (y su posterior remake americano), que mostraba el tierno (y a la vez macabro) romance entre un introvertido niño víctima del bullying y una misteriosa vecina que resultaba ser una vampiresa. Ha tenido que volver Neil Jordan para devolver al cine vampírico todo el esplendor perdido con Byzantium, filme que recupera el mejor pulso del realizador, últimamente no muy acertado con sus proyectos.

    Byzantium

    La historia nos presenta a dos personajes femeninos muy fuertes, los de Eleanor y Clara, a los que les une un enigmático vínculo familiar y que viven de manera errante huyendo de unos no menos misteriosos perseguidores. Clara desempeña las funciones de hermana mayor y tutora legal de Eleanor, una retraída adolescente de 16 años. Utiliza su deslumbrante belleza y éxito con los hombres para vender su cuerpo y conseguir el dinero necesario para que ambas puedan subsistir. Sus “vidas” son una gran mentira, mientras que a la joven Eleanor le atormenta el secreto de unos verdaderos orígenes, que no puede compartir con nadie. En realidad se trata de dos vampiras que llevan más de 200 años deambulando por distintas ciudades y alimentándose de la sangre de sus víctimas. Mientras Clara elige a hombres que se aprovechan de la debilidad de las mujeres (a modo de justicia por lo que ella misma padeció en su vida como humana), Eleanor hace las veces de ángel de la muerte para ancianos que se encuentran en el final de sus vidas. Cuando ambas llegan a un pequeño pueblo costero, Clara seduce a Noel, el tímido dueño del destartalado hotel Byzantium, que les dará cobijo bajo su techo. Por su parte, Eleanor conocerá a Frank, un joven enfermo terminal con el que cada vez tendrá una relación más estrecha, un incipiente amor tan imposible como peligroso para ambos. Este es únicamente el punto de partida de un elaborado guión de Moira Buffini, mucho más rico en matices de lo que nos tiene acostumbrados el cine de terror.

    La guionista crea una mitología muy cercana a las primeras obras de Anne Rice, evidente sobre todo en el dibujo del personaje de esa niña eterna que es Eleanor, con muchas similitudes con la Claudia que interpretara Kirsten Dunst en el filme de 1994, aunque sin la maldad de aquella. En Byzantium conviven con fluidez dos historias paralelas: las del amor de Clara por un oficial, truncado cuando un malvado militar la empuja a prostituirse (con la explicación de sus orígenes como vampira 200 años atrás) y la que tiene lugar en el presente. Los flashbacks dosifican sabiamente la información a lo largo de la película, añadiendo personajes y tramas secundarias que, lejos de entorpecer el avance de la historia, la enriquecen. Las dos actrices principales están soberbias. Ya conocíamos la gran versatilidad de la precoz Saoirse Ronan, que con solo 13 años logró ser candidata al Oscar por su interpretación en Expiación (2007), por lo que el gran descubrimiento lo encontramos en la guapísima Gemma Arterton. Su Clara le ofrece una oportunidad de oro para demostrar una amplia gama de registros. Tan pronto es fría y calculadora, como protectora y maternal, todo ello sin perder un ápice de poderosa sensualidad. También destaca la magnífica presencia de Caleb Landry Jones, que ya sorprendió en Antiviral (2012), de Brandon Cronenberg. Sus rasgos pálidos y enfermizos resultan, una vez más, perfectos para representar un personaje tan débil como este Frank que será el detonante de la ruptura de ese estrecho vínculo emocional entre las dos protagonistas.

    Byzantium

    Byzantium es una película muy generosa, que recupera muchas de las constantes del cine anterior de Jordan, no sólo de la nombrada e ineludible Entrevista con el vampiro, su referente estético y argumental más claro. La exuberante y barroca puesta en escena –desde luego, la dirección artística y la fotografía son de primer orden– recuerda, especialmente en los fragmentos que se desarrollan en el siglo XIX, a la de En compañía de lobos. También hay algo en ese “secreto” que haría peligrar el amor entre Eleanor y Frank de aquel otro complicado romance que vivieran Stephen Rea y Jaye Davidson en la inolvidable Juego de lágrimas (1992), posiblemente, la obra maestra de su director. Byzantium es una obra visualmente fascinante, plagada de momentos que deberían pasar a los anales del mejor cine fantástico moderno, como esa impactante cascada teñida de rojo sangre en la isla maldita donde los personajes son vampirizados. La excelente partitura musical corre a cargo del español Javier Navarrete –totalmente integrado en el mercado internacional tras su nominación al Oscar por la banda sonora de El laberinto del fauno (2006)–, que sabe acompañar con precisión tanto en las escenas más íntimas como en las más impactantes. En definitiva, la cinta es un absoluto placer para los amantes del género, que quedarán totalmente satisfechos al descubrir que todavía quedan terrenos inexplorados dentro del cine vampírico. También es una demostración palpable de que se puede representar una historia de amor juvenil sin caer en la sensiblería vergonzante de la serie Crepúsculo, manteniendo intactas las eternas reflexiones acerca del precio que deben pagar estos no-muertos a cambio de la eternidad. Pero sobre todo, es un ejemplo casi perfecto de cine de autor que no renuncia al entretenimiento, como demuestra su trepidante tramo final en donde la acción se apodera de la pantalla y un forzado final feliz evita que estemos ante un producto tan redondo como Entrevista con el vampiro. Hasta sus últimos 20 minutos, Neil Jordan nos ofreció una lección de gran cine, por lo que estamos ante un error fácilmente perdonable. ★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Reino Unido. 2012. Título original: Byzantium. Director: Neil Jordan. Guión: Moira Buffini. Productora: WestEnd Films/ Demarest Films/ Lipsync Productions/ Number 9 Films. Presupuesto: 8.000.000 dólares. Recaudación: 84.293 dólares. Fotografía: Sean Bobbitt. Música: Javier Navarrete. Montaje: Tony Lawson. Intérpretes: Saoirse Ronan, Gemma Arterton, Sam Riley, Johny Lee Miller, Caleb Landry Jones, Tom Hollander, Daniel Mays, Thure Lindhardt, Warren Brown, Glenn Doherty, Gabriela Marcinkova. Presentación oficial: Toronto 2012.

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