EL COLOR DEL DINERO
crítica de About the Pink Sky (Sobre el cielo rosa) | Momoiro sora o, Keiichi Kobayashi, 2011El color rosa no existe. En realidad sólo es una invención subvencionada por aquellos optimistas que buscan negar la evidencia: estamos condenados a vagar entre dos mundos, entre la luz y la oscuridad. O mejor dicho, a vivir permanentemente en una escala de grises que jamás se inclinará a favor del blanco más puro. Aplicados a la psicología, los colores definen innumerables estados de ánimo, pero también a la persona que refleja tal o cual tono, ya sea equivalente a una sonrisa (naranja) o a una mueca irascible (negro). Tan es así, que uno no puede aspirar a ser pesimista vistiendo de verde, ni siquiera de morado. No. El pesimista, como buen admirador de la depresión que se disfraza de luto, suele combinar gamas oscuras. Que no está el horno para bollos; y al fin y al cabo, el gris es de cobardes. El pesimista lo es de nacimiento, pero sólo durante la adolescencia, montaña rusa con aires melodramáticos, existe la posibilidad de que ese ingenuo en construcción se cambie de camiseta, optando por el rojo en lugar del marrón que, ciertamente, es un Marrón. De ahí que la popular frase “ver la vida de color de rosa” nos obligue a imaginar cosas extrañísimas, pues ¿dónde encaja ese aborto indefinido? El rosa es complejo, incluso algo cursi, aunque invita a soñar con un mundo diferente y, por tanto, apasionante. El rosa prestigia el cambio en detrimento del maniqueísmo que impera hoy día. Ya nadie se atreve a pensar en rosa; y por si fuera poco, nadie cree en él. El rosa se ha devaluado por culpa de ciertos señores y señoras que desconocen su verdadera significación: ellos piensan de manera primaria (RGB; CMY), y sin embargo, se resisten a no inventar, mezclando así el rosa con el verde oliva de su moreno natural.
Por ello, ha tenido que ser un director de cine el que venga a explicarnos que la referencia cromática del título —About the Pink Sky (Sobre el cielo rosa)— puede mezclarse con el blanco y negro de una fotografía sutil, enmarcada a través del movimiento que persigue a las tres coprotagonistas de la película, con la temperamental Izumi a la cabeza. Estamos en un pueblo de Japón, ellas estudian y trabajan y dan largos paseos por las calles, quizá aburridas o a la espera de no sé qué, jóvenes que son. Aún sin la ansiada mayoría de edad, flirtean con los placeres ocultos de Internet, aunque el quid de la trama radica en otro lugar, frente al estanque donde Izumi le ofrece a su amigo y tendero una cuantiosa suma de yenes para que salve su negocio, mientras ambos intentan pescar y efectivamente pescan pero el pez se zafa del anzuelo. La joven se ha encontrado una cartera con 300.000 yenes, propiedad de un chaval rico que tras conocer a las tres animosas amigas cuando éstas –previo remordimiento cual buen samaritano— acuden a la casa para devolverle su documentación, les propone crear un periódico con buenas, o sea positivas noticias. Omitiendo interesadamente las malas, algo que Izumi valora como el inicio de una empresa con futuro, o al menos rentable. Periodista casi por generación espontánea, esa pequeña gritona devora los periódicos y los puntúa en base al cariz del contenido: si es pesimista, lo suspende sin piedad. Pero ese trabajo tiene un fin muy duro y entrañable, y no es otro que surtir de buenas noticias a un hospital —y a un paciente en concreto— que habla del color como si éste fuera la medicina contra cualquier enfermedad, física o psicológica o política. Y lo deja entrever desde su optimismo todavía virgen.
Ganadora del premio a la mejor película en el pasado Festival de Gijón, About the Pink Sky (Sobre el cielo rosa) habla con inteligencia y mucha sensibilidad –carente de sensiblería, por cierto— de una juventud espectadora, cambiante a causa del factor sorpresa que es la vida y dependiente de esas relaciones llenas de altibajos. También retrata la voluntad de seguir creciendo, con la certeza de que todo es banal pero definitorio. He aquí el modélico debut de un cineasta japonés, Keiichi Kobayashi, que bebe del efecto post-Nouvelle vague. Lecturas que cristalizan en un filme de muy largo recorrido, insignificante sólo en presupuesto. Sus diálogos funcionan con precisión quirúrgica y, además, resultan creíbles sin exagerar el drama. El rosa se intuye a duras penas cuando el humo asciende y asciende y asciende. Hasta confundirse entre el blanco y negro que en ningún instante ha dejado de ser tal. Mérito de esas tres chicas, y de Kobayashi. Un cineasta no ya luminoso sino en bruto, como un diamante… ¿de qué color? ★★★★★
Juan José Ontiveros.
crítico de cine.
Japón, 2011, Momoiro sora o. Guión, dirección y fotografía: Keiichi Kobayashi. Reparto: Ai Ikeda, Ena Koshino, Reiko Fujiwara, Tsubasa Takayama, Hakusyu Togetsuan. Distribuidora: Pirámide Films. Productora: Michaelgion. Presentación oficial: Festival de Tokyo 2011; Sundance 2012.