Con el término Poverty Row, el callejón de la pobreza, se definía en el Hollywood clásico a los estudios cinematográficos más pequeños, aquellos que producían películas de rodajes rápidos y gastos escuálidos. Por extensión, también se podía aplicar el término a la misma película, una serie b cuando la producían los grandes estudios, una película Poverty Row cuando era uno de estos estudios menores el que estaba detrás. La Monogram Pictures, la Republic Pictures y la PRC (Producers Releasing Corporation) son a día de hoy las más conocidas y en su momento las que funcionaron de manera más similar a sus hermanas mayores. Estas productoras tenían sus estrellas, sus guionistas, sus directores y sus equipos a la manera de las grandes productoras, y sus películas alimentaban las dobles sesiones de los cines de entonces. En muchas ocasiones grandes nombres del cine que habían sido gigantes en el pasado venían a morir como dinosaurios heridos a estos estudios. En otras, pequeños cometas nacieron y se extinguieron aquí. Muy pocos lograron salir del agujero oscuro y rácano, pero fascinante y extraño para el amante del cine, de la serie b.
Belita (Maria Belita Jepson-Turner) fue una de estas estrellas fugaces nacidas en los estudios más pobres de la tierra de los millonarios. En concreto, fue la Monogram la que la presentó como su gran estrella, llegando a protagonizar la que quizá fuera una de sus producciones más importantes, una película que casi podría pasar por una producción grande en su aspecto formal: Suspense, dirigida por Frank Tuttle en el año 1946. Belita era una patinadora sobre hielo de belleza gélida, aunque no creo que fuera por eso que sus seguidores la apodaran “The Ice Maiden” (la Doncella de Hielo). Llegó a ser competidora olímpica. En Suspense se muestra quizá no como una gran actriz, es un puro témpano hasta cuando se muestra cálida, pero precisamente esta frialdad es lo que a mí me fascina en ella. Su voz apenas es un susurro que parece salir más como un rastro de vaho que como una verdadera voz. Sus gestos son delicados y quebradizos, y solo parece poderosa y fuerte cuando está en su elemento: patinando sobre el hielo.
Suspense nos presenta, claro está, una sucesión de números de patinaje protagonizados por Belita que de puro kitsch resultan fascinantes. Para mí el mejor es el de la calavera gigante por la cual aparece Belita rompiendo sus dientes, una tela pintada, para ejecutar su número más espectacular: aquel en el cual saltará a través de un aro entre afiladas espadas.
Belita (Maria Belita Jepson-Turner) fue una de estas estrellas fugaces nacidas en los estudios más pobres de la tierra de los millonarios. En concreto, fue la Monogram la que la presentó como su gran estrella, llegando a protagonizar la que quizá fuera una de sus producciones más importantes, una película que casi podría pasar por una producción grande en su aspecto formal: Suspense, dirigida por Frank Tuttle en el año 1946. Belita era una patinadora sobre hielo de belleza gélida, aunque no creo que fuera por eso que sus seguidores la apodaran “The Ice Maiden” (la Doncella de Hielo). Llegó a ser competidora olímpica. En Suspense se muestra quizá no como una gran actriz, es un puro témpano hasta cuando se muestra cálida, pero precisamente esta frialdad es lo que a mí me fascina en ella. Su voz apenas es un susurro que parece salir más como un rastro de vaho que como una verdadera voz. Sus gestos son delicados y quebradizos, y solo parece poderosa y fuerte cuando está en su elemento: patinando sobre el hielo.
Suspense nos presenta, claro está, una sucesión de números de patinaje protagonizados por Belita que de puro kitsch resultan fascinantes. Para mí el mejor es el de la calavera gigante por la cual aparece Belita rompiendo sus dientes, una tela pintada, para ejecutar su número más espectacular: aquel en el cual saltará a través de un aro entre afiladas espadas.
Bonita Granville en Suspense, uno de los clásicos noir de los años cuarenta |
Durante casi una hora la película parece arrastrarse en un tono mortecino que quizá aburra a más de uno, pero confieso que a mí me hipnotiza. La historia la hemos visto mil veces: pillo de poca monta que se arrima a un ricachón para trepar con avaricia pero que se busca el lío de su vida al encapricharse de la esposa de este, nuestra belleza de hielo Belita. En realidad lo que planea sobre toda la película es la sombra de la fatalidad. Este tono fúnebre se desata en su tramo final, donde todo se torna fantasmal. Aunque estamos viendo una película de género negro creedme que por momentos se ve con verdadero terror, el tono espectral es poderoso y uno descubre con los ojos desvelados por el pavor que no podía contarse esta historia de otra manera: durante casi cuarenta minutos Suspense bien podría considerarse una magnífica película de fantasmas.
Escena de Suspense (Frank Tuttle, 1946) |
Todo contribuye a que esta superproducción pobre sea más grande que otras muy ricas. La fotografía del gran Karl Struss, cuya impresionante carrera incluye entre otras maravillas haber trabajado junto a Murnau en Amanecer (1927), es todo un prodigio de atmósfera y premonición macabras. El director Frank Tuttle, un artesano con buen gusto que había desarrollado su carrera haciendo comedias, musicales y algunas importantes películas de género negro, se encontraba aquí en el inicio del declive de su carrera, pero su buen hacer es evidente en cada plano. El tono y el ritmo de esta película es un prodigio: uno piensa que a veces está viendo una película experimental con sus tiempos muertos, sus miradas sostenidas, sus silencios imposibles y esos personajes que se mueven como si desde el primer minuto conocieran su fatal destino. Todo tiene su pausa y su tiempo necesarios, y cuando se desata el drama nos atrapa por el cuello y ya no se puede escapar.
Todo este fatalismo se puede apreciar en muchas películas de la época, en especial en las de género negro. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y la desesperanza y la oscuridad invadían las pantallas del cine de Hollywood. En Suspense el guionista Philip Yordan se empapa de la atmósfera de su tiempo y recrea en su guion la más pura fatalidad, aunque no olvidemos que también es su sello en ocasiones: Johnny Guitar (dirigida por Nicholas Ray en 1954) y El vengador sin piedad (The Bravados, dirigida por Henry King en 1958) nacieron de su mano.
Barry Sullivan, actor clave en el género, protagoniza Suspense (Frank Tuttle, 1946) |
Junto a la impresionante Belita destacan en el reparto de la película el magistral Albert Dekker, inolvidable para muchos por su papel de científico loco en Dr. Cyclops (dirigida por nuestro admirado Ernest B. Schoedsack en 1940), el magnífico secundario de voz rota Eugene Palette y los esforzados Barry Sullivan y Bonita Granville.
Queda así Suspense como una película de extraña y melancólica fascinación. Así es la pasión que provoca la extrema frialdad de su estrella Belita. Uno contempla absorto la belleza de una gran cumbre helada o un glaciar. Pero su belleza también produce temor e inquietud. Es la prueba de que también podemos amar la oscuridad.
Queda así Suspense como una película de extraña y melancólica fascinación. Así es la pasión que provoca la extrema frialdad de su estrella Belita. Uno contempla absorto la belleza de una gran cumbre helada o un glaciar. Pero su belleza también produce temor e inquietud. Es la prueba de que también podemos amar la oscuridad.
Por José Luis Forte
Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
Cuando sale se divierte, aunque solo piensa en volver.
Cuando por las noches llueve, también le gusta leer.
arthurmachen [@] hotmail.com
La décima víctima
Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
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