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    Cine Alemán Siglo XXI

    Berlinale 2015 | Día 1. Críticas: Nadie quiere la noche, Flotel Europa, Beira Mar & Sangue azul

    Rinko Kikuchi y Juliette Binoche en la Berlinale

    La fría indiferencia

    Crónica de la primera jornada de la 65ª edición de la Berlinale

    Berlín es una ciudad que bulle efervescencia, incluso en la quietud que provoca el invierno. Es una urbe que continuamente busca superarse a sí misma, dejando atrás los restos de una historia turbulenta, para demostrar, a través de una juventud muy activa, que hay vida más allá de lo conocido. En contraste, la Berlinale es un certamen que prefiere asentarse en las tradiciones. Nada ha cambiado en un año, excepto el minimalismo del diseño y una peor suerte para el clima. Las calles amanecen con nieve, sal y una ventisca que se mete en los huesos. Los metros, carentes de vigilancia, siguen invitando a la picaresca española (recordemos que aquí existe la antigua creencia en el civismo del ciudadano que pagará por los servicios públicos), y el Starbucks junto al Berlinale Palast, sigue siendo uno de los puntos de encuentro básicos de todo periodista mañanero. Como es habitual, la programación del primer día es confusa, más allá del opening con Isabel Coixet, últimamente con un ritmo de trabajo superlativo que ya ha dado sus frutos en el mercado americano con el segundo premio que consiguió en Toronto merced a su anterior obra, Learning to Drive (2014). Apertura de Panorama con la ganadora del Festival de Río de Janeiro, Sangue Azul (2014), y múltiples estrenos de Forum, una sección peligrosa, en la que hay que ir con tiento, pues tanto puede deparar agradables descubrimientos como obras cuya mejor utilidad sea engrosar el programa.

    Nobody Wants the Night

    NADIE QUIERE LA NOCHE

    Nobody Wants the Night. Isabel Coixet, España, 2015 | COMPETICIÓN

    En los últimos años cuesta cogerle el pulso a Isabel Coixet. Sus obras más recientes han tirado por caminos muy diferentes en una filmografía que hasta ese momento parecía sólida y poseedora de un estilo característico, especialmente en sus filmes con Sarah Polley, en lo que parecía la cima de su creatividad como directora y guionista asentando el culmen de un estilo. Es más que probable que los nuevos terrenos experimentados hayan sido fruto del temor al estancamiento, y Ayer no termina nunca (2013) pareció marcar el comienzo del cambio. Sus tres últimos filmes han adulterado la autoría, o lo que tal vez dimos por hecho que era ‘autoría’, pues en ninguno de ellos parece reconocerse en profundidad la querencia poética que sobrevolaba cada poro de sus primeros trabajos.

    Por eso existe la duda, y Nadie quiere la noche (Nobody Wants the Night, 2015) tampoco aporta respuestas. Hay detalles, como la querencia a dibujar a una mujer protagonista obstinada y de carácter conflictivo, o la narración en off que aporte cierta perspectiva al relato. Hay también una fotografía que resalta la melancolía de la atmósfera, y unos trabajos interpretativos esforzados, que dignifican el carácter sacrificado de estos personajes. Existe algo, pero ese algo no es lo suficientemente genuino como para tocar la fibra del público. El trasfondo discursivo que busca crear un enfrentamiento entre civilizaciones diferentes aporta buenas conversaciones pero, en última instancia, está tratado con brocha gorda, con demasiadas divagaciones de por medio. En el encuentro de Josephine Peary con la que fue la ‘amante’ esquimal de su marido, el explorador Robert Peary, es donde realmente a Coixet le interesa explorar estas relaciones y los dilemas internos derivados de éstas. De hecho, es donde se percibe la mayor delicadeza visual, en la búsqueda de un acercamiento que transmita los temblores emocionales, las idas y venidas de dos mujeres opuestas que, a fuerza de colaborar, acaban derribando las barreras sociales. La idea es muy clara y conquistará público ajeno a su intensidad pero su neutralidad formal deja frío a los seguidores. 55|100.

    Beira Mar

    BEIRA MAR

    Filipe Matzembacher y Marcio Reolón, Brasil, 2015 | FORUM

    Forum nos recibe con un par de apuestas brasileñas, una de ellas Beira Mar, posible candidata al Premio Teddy merced a un relato sobre dos amigos íntimos y las tensiones soterradas que se van cimentando a cada paso juntos. Ambigüedad sexual en la preadolescencia que Filipe Matzembacher y Marcio Reolón, sus dos directores, plasman con bastante sutilidad en la relación entre Tomaz y Martin, sin cargar las tintas (por lo menos hasta el final) y conteniéndose en el subrayado de los instantes que marcan esos deseos recónditos entre los chavales, dejándolos expresarse de manera natural sin que se perciba impostado o exageradamente provocador. Beira Mar habla del miedo al prejuicio de los jóvenes, y durante gran parte de su primera mitad es el tema principal que rige las escenas, alargando demasiado una situación de tensión contenida que abusa bastante del tempo narrativo de las conversaciones (las pausas y silencios) y de los desenfoques de cámara como método expresivo.

    En ocasiones, parece que el foco se pierde y el tratamiento de personajes no está del todo equilibrado, pues se profundiza más sobre Martin y su situación familiar que en la de Tomaz, de la que nunca llegaremos a saber demasiado. Y, en ese esbozo parcial del contexto que rodea a los jóvenes, los encuentros y conversaciones entre ambos son las que marcan el devenir del argumento, alargando una trama donde nada parece ocurrir hasta pasada la mitad de la película. La dinámica se rompe en la última media hora, recobrando solidez y ganando una seguridad que le lleva a los límites de su propuesta. Valiente y arriesgada, aunque muy deudora en detalles evidentes (como ese tinte azul de cabello) de La vida de Adèle, de la que Beira Mar se siente como una prima hermana de factura más humilde. 63|100.

    Sangue azul

    SANGUE AZUL

    Lirio Ferreira, Brasil, 2014 | PANORAMA

    La segunda oferta brasileña de Forum era un debut, ganador del Premio a la Mejor Película y al Mejor Director en el Festival Internacional de Cine de Rio de Janeiro, y como tal, una de las muchas apuestas iberoamericanas que contiene la Berlinale en esta sección. Filme exhibicionista, en toda la extensión del término, el que en última instancia el continente parece un poco más fuerte que el contenido, un cuadrilátero amoroso entre ‘el hombre bala’ de un circo ambulante, su amiga de la infancia, y sus respectivos novios. Argumento en el que sexo es la moneda de cambio de las relaciones entre todos los personajes y en el que su director se permite la hermosa licencia de homenajear el mundo del circo situándolo en relación al cine, y a la figura seminal de Méliès, en una serie de planos de gran belleza y solemnidad que muestran a los integrantes de la compañía representando sus números al compás de un perfecto subrayado orquestal. Una imagen que se beneficia de un comienzo elegante y muy poderoso, en perfecto blanco y negro para, a través de un cañonazo, dar paso a la explosión de color del cine y del circo. En su favor hay que decir que la intensidad formal que demuestra Lirio Ferreira es refrescante y muy estimulante, pero también es de recibo reconocer que, en más de una ocasión, la insistencia por querer impresionar acaba revelando la presencia de la cámara, haciéndonos consciente de ella; y cuando eso ocurre, significa que el ego de su cineasta ha querido alzarse en presencia por encima de sus personajes. Sucede en un par de ocasiones, con algunos planos rebuscadamente innecesarios pero se es una concesión que se le permite dada la fuerza general del conjunto. En su búsqueda por estimular los sentidos, recuerda un tanto al trayecto sexual de Alfonso Cuarón y Maribel Verdú en Y tu mamá también, y lo cierto es que no tiene nada envidiarle. Es un trabajo del que rebosa confianza. 70|100.

    Flotel Europa

    FLOTEL EUROPA

    Vladimir Tomic, Dinamarca, 2015 | FORUM

    El primer documental de este año en Forum es un retrato fascinante, aunque algo redundante, del microcosmos de un hotel flotante, el Europa, un enorme ‘campo de refugiados’ fletado en Copenhague, construido para albergar a numerosas familias yugoslavas en el año 92, fruto de la Guerra de los Balcanes. A través de una serie de cintas de VHS, que son las que conforman el grueso de la obra, seguimos las grabaciones del hijo de una de las familias residentes, en su incansable mirada a ese pequeño universo que constituye su nuevo hogar, un aislamiento del exterior que altera las percepciones pero en el que los anhelos y las pérdidas siguen marcando el paso de muchas vidas. Su mirada, empapada de una naturalidad que mira con curiosidad a través de los intrincados pasillos de la embarcación, es inteligente y el material está bien seleccionado, acorde a una voz en off que cuenta, en retrospectiva, lo que esa estancia significó para su protagonista, los amigos que hizo, los que luego perdió y aquel amor platónico que se acabaría convirtiendo en el altar de su juventud. Es un video casero, gastado y en 4:3, reiterativo, como lo son la mayoría, con cumpleaños, fiestas y alguna manifestación. Entre bloque y bloque, se alterna algún concierto que ayuda a aligerar el ambiente y añade un punto poético muy hermoso a algunas reflexiones. Pensamientos que parecen no llegar a ninguna parte, pero que se sienten sinceros y están presentados con inteligencia. 73|100.


    Gonzalo Hernández Espinosa
    Enviado especial al 65ª edición del Festival de Berlín



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