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    Crítica | Metro Manila

    Metro Manila

    En los suburbios de la Esperanza

    crítica de Metro Manila | de Sean Ellis, 2013

    Llega esta semana a las carteleras una película que quizás pase inadvertida ante títulos con mayor presupuesto y promoción, pero que, sin duda alguna, es una de las pequeñas joyas que va a dejar este último tercio de 2013. Viene, además, avalada por el Premio del Público en la pasada edición del festival de Sundance o por ser la cinta seleccionada por Reino Unido para competir en la próxima edición de los Oscars. Metro Manila ya ya pasó por nuestro país el pasado mes de octubre en el marco de la Seminci, donde cosecho muy buenas críticas y fue injustamente ignorada por el jurado que no la incluyó en el palmarés final. Es el segundo gran paso en la carrera de su director, escritor y productor, el británico Sean Ellis, que sorprendiera en 2006 con la adaptación de su multipremiado cortometraje Cashback; un drama fantástico sobre las peripecias de un reponedor/pintor que podía controlar el espacio y el tiempo para llevar a buen puerto su obra. Entre medias de las dos aristas de su joven filmografía aparece The Broken, irregular thriller protagonizado por su compatriota Lena Headey que pasó sin ningún tipo de gloria por la cartelera UK. Ahora llega Metro Manila como si de una campanilla se tratara. Aquí no hay lugar para experimentos de director novel, hablamos de cine de categoría. Del nacimiento de un cineasta.

    Mucho ha evolucionado Ellis desde la gaseosa Cashback, no sólo en las formas sino en el contenido. Metro Manila tiene la ambición de querer contar algo más allá que una mera historia de vencidos, de atreverse a representar un crudo trasfondo a modo de denuncia. En ese sentido se desarrolla como una de esas películas de cine negro americanas de los años cuarenta, intensos thrillers con personajes ambiguos moralmente dentro de un universo perdido y contaminado. Ellis traslada la acción a Filipinas, a la megalómana urbe de Manila, habitada por cerca de doce millones de habitantes. Hasta ahí seguimos a una humilde familia que ha tenido que abandonar el campo para buscar fortuna en la gran ciudad. Sin embargo, el futuro no es como se espera, y después de reveses y engaños se verán obligados a sobrevivir de la mejor manera posible. Óscar, el padre y principal protagonista de la historia, aceptará un peligroso trabajo de conductor en una militarizada empresa de seguridad, mientras que la madre se verá obligada a ejercer de “camarera” en un antro de neón. Partiendo de una idea atractiva, la historia huye de todo sentimentalismo propicio, para convertirse en un intenso thriller en el que el misterio, la emoción y las (previsibles e imprevisibles) sorpresas, guardan un oscuro mensaje acerca de la condición humana. No hay lugar para el blanco o el negro en esta película que se aleja de narraciones maniqueístas para abordar la dualidad presente en la humanidad. Instantes que recuerdan a la cita de Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre”, y cuándo se trata de sobrevivir, de salir adelante en medio de la crueldad de una gran ciudad como la representada, las cuestiones éticas se diluyen para pasar a segundo plano, cuando no desaparecen del todo.

    Metro Manila

    Este retrato de la pobreza extrema en una urbe del tercer mundo y la ambigüedad moral que esta lleva aparejada recuerda, por momentos, a la violenta Tropa de Élite, cinta de la que Metro Manila indudablemente bebe. No obstante, la obra de Ellis sabe marcar la diferencia. Este vienen en el componente humanizador y optimista que porta de forma inherente su narrativa; un mensaje de esperanza reflejado a la perfección en la preciosa fábula narrada por el padre y en las icónicas imágenes del paracaidista que acompañan a esta, imágenes con las que abre y cierra el metraje (historia real, por cierto, en la que se centra la película Himpapawid). Estamos hablando de que aquí la clave propuesta es la esperanza, la pervivencia de la fe, la esperanza escondida dentro de la imagen de Dios, bonita simbología que entenderán al ver la resolución de este filme. Filme perfectamente rodado, que funciona como un reloj en el que todas sus piezas se agrupan en un todo sumando emoción: buena planificación, estupenda fotografía (dirigida también por el polivalente Ellis) y una música que intensifica todo lo que vemos en pantalla de manera perfecta. Envoltorio de un entramado narrativo muy bien dirigido, desde la ruralidad de las escenas iniciales hasta la liberación final e inevitable. Sabe remarcar muy bien sus virtudes: construcción de los personajes (por poco que aparezcan) y de las tensiones narrativas, y esconder sus defectos: ciertas líneas argumentales, como las de la madre, o la del compañero del protagonista, que quizás debieran tener más desarrollo dada la complejidad en la que se centran. En definitiva, una muy interesante propuesta que choca, ataca y finalmente deja poso en el espectador. Quédense, por favor, con la lírica del mejor momento de Metro Manila. Ese paracaidista que pudiera ser cualquiera de nosotros, dando un salto hacia lo imposible por mero convencimiento personal, por mera fe, buscando una sola posibilidad. ★★★

    Álvaro Martín
    redacción Valladolid

    Reino Unido, Filipinas, 2013, Metro Manila. Dirección: Sean Ellis. Guion: Sean Ellis y Frank E. Flowers. Productora: Chocolate Frog Films. Presentación Oficial: Sundance 2013. Música: Robin Foster. Fotografía: Sean Ellis. Intérpretes: Jake Macapagal, Althea Vega, John Arcilla, Ana Abad-Santos, Miles Canapi.

    Metro Manila poster
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