|| Críticas | ★★★★☆
Juliette en primavera
Blandine Lenoir
Los fantasmas del texto
Nacho Álvarez
ficha técnica:
Francia, 2024. Título original: Juliette au printemps. Dirección: Blandine Lenoir Guion: Maude Ameline, Camille Jourdy, Blandine Lenoir. Compañías productoras: Auvergne Rhône-Alpes Cinéma, France 3 Cinéma, Karé Productions. Fotografía: Brice Pancot. Reparto: Izïa Higelin, Sophie Guillemin, Jean-Pierre Darroussin, Noémie Lvovsky, Salif Cissé. Distribución en España: Surtsey Films. Duración: 95 min.
Francia, 2024. Título original: Juliette au printemps. Dirección: Blandine Lenoir Guion: Maude Ameline, Camille Jourdy, Blandine Lenoir. Compañías productoras: Auvergne Rhône-Alpes Cinéma, France 3 Cinéma, Karé Productions. Fotografía: Brice Pancot. Reparto: Izïa Higelin, Sophie Guillemin, Jean-Pierre Darroussin, Noémie Lvovsky, Salif Cissé. Distribución en España: Surtsey Films. Duración: 95 min.
Abrazando su condición de cuento con una estructura circular que sitúa el tren como marcador temporal (aquel que la trae al pueblo y la devuelve a París al final de la película), Lenoir confecciona un minucioso estudio colectivo de las relaciones familiares y amorosas en la Francia de provincias. Así, conforme Juliette revisita los lugares de su infancia, van emergiendo tanto los fantasmas del pasado como los problemas que enfrentan sus seres queridos: la infidelidad de su hermana, la enfermedad de su padre o la nueva vida de su madre con otro hombre. Lejos de contagiarse de los automatismos de las relaciones interpersonales y familiares impuestos por cierta comedia francesa cómodamente asentada en la industria, Juliette en primavera utiliza la ligereza de su tono tragicómico para explorar con atrevimiento la complejidad de los vínculos, el peso del pasado y el vértigo de futuro en la edad adulta. En este sentido, resulta interesantísimo el juego de montaje, diálogos y la escala de encuadres de la comida familiar, que, casi como traducción directa de una gran viñeta con múltiples bocadillos que se superponen unos a otros, se entrega con gran resultado a una planificación confusa y casi molesta para ilustrar el estado de incomunicación de los allí presentes.
En este acercamiento humano a los personajes perdidos, que nace en muchas ocasiones de la mirada que depositan unos sobre otros, Lenoir encuentra una predilección por la memoria familiar y sus implicaciones individuales. Juliette busca inspiración para dibujar un cuento al mismo tiempo que la casa de su abuela está siendo vaciada y su padre comienza a lidiar con lo que él cree que es un caso de Alzheimer. Así, a partir de los objetos y las fotografías, refugios figurativos del recuerdo, se inicia un proceso de revisitación de las tragedias familiares que hacen emerger todas esas conversaciones y dudas abandonadas al paso del tiempo, haciendo que estas reverberen en el presente. No obstante, a lo largo de la película brotan repetidamente una serie de recursos que lastran de alguna manera la delicadeza de la propuesta y el esfuerzo militante de la directora por separarse de tópicos representativos. Por un lado, el uso de metáforas visuales obvias, especialmente aquellas que inducen a pensar que algo no marcha bien en este idílico lugar -el gato que aterriza varias veces con un jumpscare en la mesa del jardín o el patito atropellado fortuitamente-; por otro, la abundancia de acentos musicales en los momentos de mayor dramatismo o las líneas de diálogo que explicitan todo aquello contenido en los gestos y las miradas, manifestando una cierta desconfianza de la cineasta en sus imágenes y en el público. Ni siquiera el dibujo de Juliette en el que se muestra a sí misma al lado de su hermano fallecido parece ser suficiente cuando el padre reposa la mirada sobre el cuaderno, momento en que observamos cómo el sentimiento que florece en su rostro necesita ser revelado en una línea escrita encima de los trazos que no deje lugar a la ambigüedad.
«-¿De qué va el cuento que ilustras? -No sé, sobre la felicidad, creo». Esas dos líneas de diálogo entre padre e hija podrían resumir el carácter de la película, una obra que se acerca con brutal humanismo a sus personajes y les otorga el espacio necesario para comprenderse entre sí y avanzar, pero que no evita dejarse llevar por la tentación de poner en palabras cada una de las tesis sobre las que trabaja. En el proceso de sanación de Juliette, así como el autorreconocimiento que experimentan su hermana y su padre respectivamente, aparecen una y otra vez los fantasmas del pasado que ya estaban en el título de la novela de Jourdy. Los mismos fantasmas que acechan constantemente el relato de Lenoir, entregándolo a la claridad discursiva y lo inequívoco del texto hablado, esos enemigos expresivos que una vez más terminan por coartar en gran medida la autonomía de las imágenes. ♦
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