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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | 28 años después

    || Críticas | ★★★★☆
    28 años después
    Danny Boyle
    Memento mori


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Reino Unido, 2025. Título original: 28 Years Later. Dirección: Danny Boyle. Guion: Danny Boyle, Alex Garland. Producción: Bernard Bellew, Danny Boyle, Alex Garland, Andrew Macdonald, Peter Rice, Cillian Murphy. Productoras: DNA Films, Decibel Films, Sony Pictures. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Young Fathers. Montaje: Jon Harris. Reparto: Alfie Williams, Aaron Taylor-Johnson, Jodie Comer, Ralph Fiennes, Jack O'Connell.

    No han sido 28, sino 23, los años que han transcurrido desde que Danny Boyle, con la inestimable ayuda de su guionista, Alex Garland, rompiera todos los moldes del subgénero zombie en una película que ha acabado convirtiéndose en un clásico moderno, ampliamente imitado, la excelente 28 días después (2002). Es cierto que, en honor a la verdad, su historia no versaba, exactamente, sobre difuntos que volvían a la vida, en la tradición de la indispensable La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), sino sobre infectados por un devastador virus similar al de la rabia, desarrollado en un laboratorio de Londres con monos como conejillos de indias, que terminaba extendiéndose por todo el país, después de la incursión de un grupo de activistas, defensores de los derechos de los animales, en el recinto. El virus, en contacto con los humanos, les convertía en irracionales seres sedientos de sangre, siendo una característica distintiva de estos, sobre lo anteriormente visto en el género, la velocidad con la que perseguían a sus víctimas. Para el recuerdo quedaron momentos tan perturbadores como los de Cillian Murphy caminando por las desiertas calles de un Londres apocalíptico, víctima del azote de un virus que, dos décadas después, cobraría mayor actualidad, por todo lo que hemos atravesado a raíz del covid, dejando en evidencia que su trama no era tan fantástica como pudo parecer en el año de su estreno. Danny Boyle, que, después de haber alcanzado gran prestigio con sus primeras cintas, Tumba abierta (1994) y, sobre todo, Trainspotting (1996), trató de hacer (sin demasiado éxito) un tipo de cine más comercial, con Una historia diferente (1997) y La playa (2000), se marcó con 28 años después una de sus más recordadas obras, así como un triunfo comercial –más de 80 millones recaudados sobre un presupuesto de 8, que en pantalla lucían como muchos más– que conocería una estupenda secuela, 28 semanas después (Juan Carlos Fresnadillo, 2007), que narraba cómo la sociedad trataba de reconstruirse, seis meses después de la propagación de la epidemia, con el regreso de los evacuados a un país que, como se pudo comprobar, aún no se encontraba fuera de peligro. Tras la buena recepción crítica y comercial de aquella continuación, bastante menos modesta –nombres como los de Robert Carlyle, Jeremy Renner, Rose Byrne o Idris Elba, entre otros, en su reparto, hablan de una mayor ambición– y en la que Danny Boyle y Alex Garland solo estuvieron involucrados como productores, era solo cuestión de tiempo que los creadores originales de la saga se sintiesen tentados a desempolvar aquel exitoso material para rodar una nueva entrega. Esta acaba de llegar a los cines con el título, cómo no, de 28 años después.

    Ante todo, hay que recalcar que las exigencias hacia esta tercera entrega se presentan notablemente más altas, ya que, en el tiempo transcurrido desde la anterior película de la serie, Danny Boyle ha crecido como cineasta gracias a títulos tan prestigiosos como Slumdog Millionaire (2008) –flamante ganadora de 8 Oscars, entre ellos, los de mejor película y director–, 127 horas (2010) o Steve Jobs (2015). También su guionista, Alex Garland, ha saltado a la dirección con muy buen ojo para abordar, tanto el género fantástico –Ex Machina (2015), Aniquilación (2018)–, como el más político y combativo –Civil War (2024), Warfare (2024)–. Por su parte, el subgénero zombie atraviesa por un momento dulce, gracias a multitud de títulos que confirman que sigue funcionando muy bien entre el público y no solo desde la gran pantalla, sino, también, con el éxito de series televisivas como The Walkind Dead o The Last of Us. Ante semejante saturación de historias postapocalípticas protagonizadas por "infectados" de toda índole, es difícil ofrecer algo realmente novedoso o que se aparte levemente de los tópicos o lugares comunes en los que la mayoría de estos títulos comienzan a caer. No es que 28 años después innove, precisamente, pero se puede apreciar el esfuerzo de sus responsables por ofrecer una historia emocionante y atractiva, rodada con esa brillantez técnica que Boyle acostumbra, tanto en el apartado visual como en el sonoro –tan curioso es el empleo de imágenes de diferentes guerras, entre ellas, las Cruzadas (con arcos y flechas como las que emplean como armas los protagonistas), como perturbador el uso que se hace del poema Boots de Rudyard Kipling sobre ellas–. Si 28 días después fue una de las primeras producciones íntegramente rodadas con cámaras digitales, en esta tercera parte, más grande y ambiciosa (sus 75 millones de presupuesto lo avalan), se ha empleado un iPhone 15 Pro para su realización, algo que no deja de ser una decisión creativa arriesgada, finalmente saldada con éxito, ya que la cinta ofrece imágenes estilizadísimas y muy potentes, que quedan grabadas a fuego en la retina del espectador. Las escenas con los zombies están rodadas con gran dinamismo y recreándose en el gore –desde la facilidad con la que estos arrancan las cabezas y las columnas vertebrales de sus víctimas, a los explícitos planos que muestran cómo las flechas de los protagonistas atraviesan los cuerpos de los infectados–, por lo que el filme contentará, de sobra, a los fanáticos de la hemoglobina en pantalla.

    La historia de 28 años después transcurre en una pequeña isla fuertemente fortificada que únicamente se conecta con el continente cuando baja la marea, dejando al descubierto una especie de calzada durante varias horas. Allí, entre los supervivientes, se encuentra el verdadero protagonista de la película, Spike (gran descubrimiento el de Alfie Williams), un niño de 12 años al que su padre empieza a instruir en la labor de cazar infectados fuera de los confines de su zona de confort. El relato se construye como un drama iniciático en el que el muchacho irá madurando, a velocidad de vértigo, al toparse con la cara más dura de la vida. Desde la decepción por un padre (muy correcto Aaron Taylor-Johnson, sobre todo en las escenas más físicas) a quien tenía idealizado y que, al final, sucumbe ante las mismas debilidades y errores que cualquiera, hasta ese dramático viaje con su madre enferma (Jodie Comer dando una nueva lección magistral de interpretación), todo está orquestado con la finalidad forjar el carácter de un Spike que, pese a su juventud, posee la entereza y los valores de un futuro héroe. Mención aparte merece Ralph Fiennes, maravilloso en el personaje del Dr. Kelson, quien sobrevive de forma independiente en el bosque, lejos de la pequeña comunidad, algo que le ha generado la fama de "loco". Las escenas que comparten el chico y su madre con él en una especie de santuario construido con las calaveras de multitud de fallecidos, poseen un misticismo y una belleza poética impensables en este tipo de productos, tanto a nivel visual como en su simbolismo. Una construcción ósea que hace las veces de "memento mori", homenajeando a los caídos y recordándonos que todos moriremos alguna vez. Es en pasajes como este donde el nuevo trabajo de Boyle trasciende del enésimo blockbuster veraniego para abrazar su grandeza y emerger como una experiencia profundamente emotiva. Al igual que su director, la saga ha alcanzado con este tercer título su madurez, funcionando igual de bien en las secuencias más espectaculares –esa adrenalínica persecución del invencible Alpha a Spike y su padre por un camino a punto de ser sepultado por el mar– y en sus momentos más intimistas, aquellos que tienen que ver con las relaciones entre sus personajes. Comienza de forma brutal –la masacre a unos niños en donde su sangre termina salpicando la pantalla de televisión en la que veían a los Teletubbies– y mantiene un gran nivel durante la mayor parte de su metraje –salvo algún traspié desafortunado, como cierta pelea que parece sacada de Power Rangers, una concesión al humor bizarro que no termina de casar con el tono general del proyecto–. Con todo, se trata de una encomiable aportación al universo inaugurado hace más de dos décadas por 28 días después, que sienta sólidamente las bases como inicio de la que será una nueva trilogía, de la que ya se ha rodado el siguiente episodio, que tiene previsto su estreno en enero de 2016. Además, tendremos al gran Jack O'Connell en otro papel que promete ser memorable (que aquí solo se presenta fugazmente), después del ofrecido hace unos meses en Los pecadores (Ryan Coogler, 2025), por lo que poco puede salir mal... ♦


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