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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | A Pale View of Hills (遠い山なみの光) [Cannes 2025]

    || Críticas | Cannes 2025 | ★★★★☆
    A Pale View of Hills
    Kei Ishikawa
    Reencuentros


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes (Francia) |

    ficha técnica:
    Japón, Reino Unido, Polonia, 2025. Título original: «遠い山なみの光» («Toi Yamanami no Hikari»). Dirección y guion: Kei Ishikawa, basado en la novela de Kazuo Ishiguro. Compañías: Bunbuku, U-Next, Number 9 Films, GAGA, DESMAR, Lava Films. Festival de presentación: 78.º Festival Internacional de Cine de Cannes (Sección Un Certain Regard). Fotografía: Piotr Niemyjski. Música: Paweł Mykietyn. Reparto: Suzu Hirose, Fumi Nikaidō, Yoh Yoshida, Camilla Aiko, Kōhei Matsushita, Tomokazu Miura. Duración: 123 minutos. JFDB+6

    La atroz decisión de lanzar la bomba atómica sobre Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, tres días después de haberlo hecho ya sobre Hiroshima, la justificó la administración norteamericana para no dejar lugar a dudas a la japonesa de que podrían seguir haciéndolo si esta no se rendía con carácter inmediato y definitivo. Con ello se puso fin a la Segunda Guerra Mundial, pero más allá de sus víctimas mortales y otros daños, las secuelas del conflicto se prolongaron durante años, en este caso concreto por el efecto psicológico y físico del estallido de la bomba, en todo un pueblo, por la colectividad de su sentimiento, pero más directamente en los residentes de aquellas poblaciones. Una de esas secuelas, a largo plazo, sería la afectación a la salud de las personas irradiadas, supervivientes pero cicatrizadas o marcadas de una manera u otra, hasta los genes de su descendencia. Y la herida no se superaría con el paso de los años, ni de las décadas. De ahí la oportunidad de un relato que conecta la posguerra en Nagasaki, en los años 50, con el posterior devenir de una de sus habitantes, tres décadas después y exiliada (forzosa o voluntariamente, según se interprete) hasta la Inglaterra del bloque occidental.

    En la presentación de la película, titulada A Pale View of Hills y basada en el primer libro (homónimo) de Kazuo Ishiguro, este afirma que la adaptación parte de un mal libro para lograr una buena película. Ante esta afirmación, la falsa humildad del ganador del Nobel llevaría a recalificar en ella no solo su obra, sino también esta cinta, que es más que buena. Y lo es porque no renuncia a su base literaria, manifiesta sobre todo en el contenido y ritmo de los diálogos exactos o en la estructura del libreto, que alterna dos grandes épocas con fluidez de capítulos sucesivos, pero al mismo tiempo porque potencia sus cualidades eminentemente cinematográficas. Estas son ante todo visuales, y aquí hallamos un trabajo muy cuidado, con encuadres medidos, un llamativo uso del color y sugerentes hallazgos de montaje. En primer lugar, en lo que respecta a la colocación de la cámara, la parte de la historia ambientada en Nagasaki, desde un punto de vista estético y referencial, podría conectar con el cine del maestro Ozu. Lo cierto es que sería sobre todo por detalles de planificación, con la cámara fijada a la altura de dos personas sentadas o los cortes en movimiento al aprovechar el momento en que una persona se levanta o, por ejemplo, cuando se pone una chaqueta.

    Sin embargo, la puesta en escena se distancia de esa síntesis visual para buscar la trascendencia más allá, es decir, no tanto en los detalles cotidianos como en una visión más amplia que la del día a día de los personajes, tanto temporal como espacial, por las idas y venidas entre ambas épocas y por el uso de planos generales que contrarrestan los más cerrados. Sobre esto último, destaca la sensible recreación histórica que combina los esmerados interiores con unos exteriores de auténtica postal. Sobre lo anterior, aunque la protagonista comenta en algún momento, en su avanzada edad, que su residencia en Inglaterra es muy distinta de la que tenía en Nagasaki, que ambas son diferentes, la transición que sigue a esta valoración la contradice, pues mediante un paralelismo visual entre sendos paisajes los enlaza. Con todo, pronto el filme pasa de ese tipo de transiciones al corte seco, cuando la alternancia entre épocas y escenas se hace más fugaz e imbricada, al tiempo que avanzan los recuerdos de la protagonista y el recuento que de ellos hace su hija periodista. En este marco dramático, estéticamente también la cinta vira hacia algo más propio del melodrama, por lo que si tuviéramos que citar otras referencias, se podría acudir más bien a las del cine doméstico (que no bélico, mero trasfondo histórico) japonés de los años 50 o 60, como el de Naruse o Imamura. En lo que respecta a la parte ambientada en Inglaterra, es menos personal, más difícil de ubicar en uno u otro parámetro visual, pues sirve simplemente de marco desde el que se proyecta la realidad pasada. Ello revela, en suma, cómo esta pervive a través del tiempo y deja traumas persistentes. ♦


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