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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Misión imposible: Sentencia final

    || Críticas | Cannes 2025 | ★★★☆☆
    Misión imposible: Sentencia final
    Christopher McQuarrie
    Alguna tenía que salir pocha y con gusanos


    Raúl Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    EE.UU. 2025. Título original: Mission: Impossible – The Final Reckoning. Director: Christopher McQuarrie. Guion: Erik Jendresen, Christopher McQuarrie. Productores: Per Henry Borch, Chris Brock, Tom Cruise, David Ellison, Dana Goldberg, Tommy Gormley, Don Granger, Gina Hallas, Christopher McQuarrie, Susan E. Novick. Productoras: Paramount Pictures, Skydance Media, TC Productions, Truenorth Productions. Fotografía: Fraser Taggart. Música: Max Auj, Alfie Godfrey. Montaje: Eddie Hamilton. Reparto: Tom Cruise, Hayley Atwell, Simon Pegg, Pom Klementieff, Greg Tarzan Davis, Esai Morales, Ving Rhames, Angela Bassett, Rolf Saxon.

    No nos engañemos: la primera hora es floja tirando a mala, muy mala, probablemente los peores minutos de la saga. McQuarrie y Cruise pierden su tiempo y el nuestro con un segmento tedioso y machacón, mal dirigido y peor montado, en el que no atinan a contar con claridad en qué consistirá esta nueva y ¿última? misión imposible –y eso que lo intentan varias veces–, perdidos en un laberinto de flashbacks innecesarios, recordatorios de la entrega anterior y subrayados de brocha gorda. Únase a esto un aura mesiánica en torno a la figura de Tom Cruise (Ethan Hunt dejó de existir hace tiempo) y los guiños constantes al pasado de la franquicia, y obtendremos como resultado una suerte de Tenet (Christopher Nolan, 2020) intensificada en la que todo lo que vemos y oímos es mucho menos inteligente y emocionante de lo que quieren hacernos creer.

    Pasado este sofoco, un reto hasta para los fans incondicionales de Cruise y su saga estrella, Sentencia final empieza por fin a parecerse a una película. Hace falta una escena de primero de manual de guion –la reunión de Hunt con la presidenta Sloane (Angela Bassett) y el alto mando estratégico de los Estados Unidos– para que el argumento quede claro, cada personaje sepa lo que tiene que hacer y nosotros, como público, nos relajemos pensando que sí, que no somos tontos, que hasta ese momento nada de lo que había pasado tenía sentido. Hasta hace no tanto, este era el tipo de escena explicativa que le tocaba sufrir a Morgan Freeman. A partir de este punto, decía, Sentencia final ve la luz, primero como thriller nuclear de toda la vida, con un ojo y medio puesto en Juegos de guerra (WarGames, John Badham, 1983) y el otro medio en Pánico nuclear (The Sum of All Fears, Phil Alden Robinson, 2002), y después como blockbuster de acción pirotécnico, tratando de buscar denodadamente nuevos escenarios y nuevas set pieces para el lucimiento de Cruise.

    Las comparaciones con Juegos de guerra no le sientan bien a McQuarrie, ni en lo conceptual ni en lo formal. Por más literatura apocalíptica que le echen él y su coguionista, la llamada Entidad, o el Anti-Dios, una IA omnipotente que pretende hacerse con el control de los principales arsenales nucleares del mundo para destruir a la humanidad, es un mal remedo de Joshua, el superordenador contra el que se enfrentaba Matthew Broderick en la película de Badham. Por no mencionar que la solución para neutralizar a la Entidad, un programa virus que debe cargarse de manera analógica, funciona exactamente de la misma manera que el imaginado por Lawrence Lasker y Walter F. Parkes hace cuatro décadas. Se podrían señalar más parecidos narrativos y dramáticos, como el montaje recurrente de imágenes que muestran misiles en silos nucleares, la división del alto mando estratégico entre quienes desean apretar el botón del juicio final y quienes desean apagarlo, y, sobre todo, la idea de recuperar el personaje de William Donloe (Rolf Saxon) para convertirlo en una indisimulada variante del doctor Falken. La verdad es que si uno lo piensa, McQuarrie ha saqueado la casa entera.

    La personalidad, el vértigo, la tensión, el ritmo y las sensaciones fuertes asoman en el último tercio de Sentencia final, cuando la película se desliza definitivamente por la montaña rusa de las secuencias de acción. Siendo un poco brutos: cuando todos dejan de hablar y se ponen a correr. Para esto y no otra cosa llamó Tom Cruise a McQuarrie desde su primera misión juntos, Nación secreta (Mission: Impossible - Rogue Nation, 2015), quizá la más redonda junto con la película inaugural de De Palma y la sensacional Protocolo fantasma (Mission: Impossible - Ghost Protocol, Brad Bird, 2011). Hay dos secuencias absolutamente fascinantes que compensan el aburrimiento previo, los plagios, los autohomenajes y las loas desmedidas a la dimensión heroica de Hunt: el doble periplo submarino, primero a bordo del Ohio y luego en el interior del Sebastopol; y la publicitada escena aérea de los biplanos.

    En ambas, de repente, todo funciona. La planificación juega adecuadamente con los pesos y las escalas entre los personajes, los transportes y los decorados, la dirección artística genera la atmósfera opresiva y angustiante que faltaba hasta ese momento, y el montaje responde a un tan necesario como eficaz concepto del crescendo. En ambas, de repente, hay más imágenes memorables que palabrería ciencióloga, el auténtico elefante en la habitación de esta franquicia. El renacer de Ethan sobre un lecho celestial de hielo, las bengalas naranjas iluminando los restos del Sebastopol, la salida por una de las toberas de este, los juegos gravitatorios con el agua y los misiles, las cabriolas sobre los biplanos… Entre tanto ruido gratuito resulta que había una película con nervio y sentido del espectáculo. Lástima que la homilía en off de Luther (Ving Rhames) tenga el efecto contrario del que se pretende, ya que en vez de sumar, resta épica y poesía a lo que podría haber sido un final en lo más alto. El epílogo siembra la duda sobre si esta ha sido la última misión de Tom Cruise. Lo sensato sería dejarlo ahora que su rostro todavía aguanta los primeros planos y sus seguidores le perdonan (le perdonamos) que se crea el salvador del cine y de la humanidad. ♦


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