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    Crítica | Secretos de un escándalo

    || Críticas | Cannes 2023 | ★★★★☆
    May December
    Todd Haynes
    Todd Haynes y su mejor película de tarde


    Mariona Borrull Zapata
    Cannes (Francia)|

    ficha técnica:
    Reino Unido-Estados Unidos-Polonia, 2023. Título original: «May December». Dirección: Todd Haynes. Guion: Samy Burch, Alex Mechanik. Compañías productoras: MountainA, Gloria Sanchez, Killer Films. Productores: Natalie Portman, Sophie Mas, Christine Vachon, Pamela Koffler, Grant S. Johnson, Tyler W. Konney, Jessica Elbaum, Will Ferrell. Música: Marcelo Zarvos. Fotografía: Christopher Blauvelt. Montaje: Alfonso Gonçalves. Reparto: Natalie Portman, Julianne Moore, Charles Melton, Cory Michael Smith, Elizabeth Yu, Gabriel Chung, Piper Curda, D.W. Moffet, Lawrence Arancio. Presentación oficial: Sección Oficial del Festival de Cannes. Duración: 113 minutos.

    Mariposas ampliadas hasta la monstruosidad entre tallos en verde, amarillo y lila, una tipografía a corte de neón y un tiempo acotado: May-December. Asistiendo al espectáculo mórbido desbocado que convocan los créditos iniciales de la nueva película de Todd Haynes, el mismo que levantara el espíritu humeante y tranquilo de la Nueva York noir en los primeros compases de Carol (2015), nos preguntamos una vez más si une cineasta no es, en el fondo, aquello que come. Para May December (2023), mezclaremos en la Thermomix dos paquetes enteros de película de tarde, un puñado de cine como juego y una pizca de terapia de pareja. El resultado llega con cuatro notas de piano de Marcelo Zarvos (tras la partitura de Aguas oscuras), sólo porque aún queda un tiempo para que la Toxic de Britney Spears se convierta, en barbecho, en el vino añejo del thriller camp.

    Con May December, volvemos a los orígenes excitados de Todd Haynes y Christine Vachon, productora y socia habitual, dentro de la buena cosecha del New Queer Cinema (Poison -1991-). Los identificamos como quien reconoce a sus padres en fotografías antiguas, tras el brío con el que Julianne Moore, madre de familia en plenos preparativos para la fiesta de graduación de su hijo mayor, cierra la nevera y exclama, levemente preocupada pero resolutiva: «¡No hay suficientes perritos calientes!» (la cámara reencuadra esta declaración de guerra con un zoom de énfasis necesariamente irónico y la platea de la Debussy estalla a carcajadas). Julianne, Gracie en el filme, está preocupada porque la presencia de Elizabeth Berry (Natalie Portman) rarifique el ambiente. Elizabeth vendrá para estudiar a Gracie, esa profesora que empezó una relación con un alumno suyo de trece años, que fue a prisión y volvió para formar una familia con él. Con 36 a sus anchas espaldas, tres hijes y una casa en común, hoy Joe (Charles Melton) puede por fin «pasar por» la pareja de Gracie. La lectura queer está ahí para quien la necesite.

    Viuda negra del acting, protegida detrás de unas Elizabeth, viene a estudiar la normalidad madura de una familia estadounidense, un estado cero de la cuestión que rápidamente la película de Haynes se encarga de desmentir. La actriz y su inspiración corren a reconocerse como iguales, pero surfean sus intercambios entre sonrisas tensas y silencios incómodos; la fiesta enseguida convoca a una niña que chilla como cerdo en un matadero y la relación entre Gracie y su marido pronto adquiere un tono paternalista algo incómodo… Diremos: ¿quién somos para juzgar? Más tarde, la cabeza de familia concluirá que quizás para llegar a la verdad tenía que ser todo un poco extraño (el inglés «awkward»). Sin embargo, afortunadamente al Haynes de May December la realidad le interesa sólo en momentos puntuales: por ejemplo, cuando mira a la inseguridad crónica de Joe, aquel crío madurado repentinamente –allí hay un drama que, reconoce, merece ser explorado en la pantalla–. Pero May December no es un Lejos del cielo (Far from Heaven, 2002).

    Si Haynes discurre habitualmente por los carriles expresivos del melodrama, campo donde se juega todo el artefacto piromusical al servicio de la enjundia emotiva, hoy lo pasa de rosca y lo lleva a consciencia hacia el terreno del telefilme, de la acuñada «película de tarde». Quien la ha dormido (la siesta) lo sabe: la película de tarde pone la tilde en cuñas bien asentadas de las fórmulas que incorpora, adoptando alternativamente los rasgos que demarcan las variantes del thriller (erótico, conspiranoico) y replicando sus aciertos con alegría. La falta de compromiso para nadie, excepto para sí mismas, las ha vuelto populares, ligeras, fantabulosas. Dulce hogar para lo camp y, en última instancia, para lo queer. También para tode aquelle que quiera pasarlo bien: Julianne Moore, experta en la gestualidad de su boca (específicamente curtida en el arte de apretar los labios), aquí ensaya las posibilidades de un ligero ceceo. Natalie Portman, imitándola para preparar el papel, simula su ceceo y lo acentúa. Juguetonamente, auguraríamos que la sobreactuada Moore trabaja en el registro del melodrama, mientras que la sobreactuada Portman se mueve en el terreno de la película de tarde.

    Estructurada a partir de variaciones sobre el plano medio, manos libres y proximidad en el rostro, Haynes las reconoce en todo el esplendor que el cine puede ofrecer a una estrella que se divierte (porque, lo tenemos dicho, el play no corresponde sólo al teatro). Las re-encuadra, puntualizando acerca de sus pasajes más memorables como lo haría un Hong Sang-soo, les permite entrar y salir del espacio en plano de formas sorprendentes y divertidas. Una y otra vez, la cámara se divierte rompiendo el eje visual. Trastabilla para iniciar un simpático baile de claqué y, como sus actrices, patina para salirse también un poco de madre. Bien lejos de la realidad, May December es un espectáculo gozoso.


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