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    La chica que sanaba
    Cine Alemán Siglo XXI

    Especial XVIII Festival de cine alemán

    Ich und Kaminski

    El Festival de Cine Alemán ha alcanzado la mayoría de edad demostrando una vez más cuánto tiene que ofrecer la cinematografía germana, tristemente relegada a un segundo plano durante el resto del año en España. De hecho, pese a triunfar en las dos últimas ediciones de los premios Lola del cine alemán, las estimables Victoria (Sebastian Schipper, 2015) y El caso Fritz Bauer (Lars Kraume, 2015), dos de las escasas producciones germanas que han llegado a la cartelera española durante los últimos meses, pasaron desapercibidas. Apelando a la diáspora alemana, así como a aquellos interesados en tan complicada lengua (ya lo dijo Richard Porson: «la vida es demasiado corta para aprender alemán»), el festival ha logrado de nuevo un gran éxito de público que contrasta con la realidad comentada. Es más, de forma inexplicable, ninguna de las películas proyectadas en la pasada edición del certamen (donde destacaron About a girl, En el peor de los casos, Remake, Remix, Rip-Off, Tour de Force y Who am I – No system is safe –cuyos derechos de distribución pertenecen a Abordar–) llegó siquiera a estrenarse dentro de nuestras fronteras, lo que vuelve este encuentro cinematográfico anual muy valioso. En esta ocasión, el festival fue inaugurado por todo lo alto con una de las directoras más respetadas de Alemania: Doris Dörrie, cuya maravillosa Fukushima Mon Amour (que sí será estrenada y contará pronto con la crítica de Ignacio Navarro) conquistó a crítica y público por igual. Además, junto a la impecable Sección Oficial (que opta a un Premio del Público no siempre justo pero sí revelador), cada año se presenta un ciclo especial que esta vez ha llevado por título “Lust, Sound & Punk”, además de una sesión de cine mudo con música en directo protagonizada esta vez por Las tres luces de Fritz Lang. Más allá de nacionalidades, este evento es toda una celebración del séptimo arte de la que deberían aprender un par de cosas otros certámenes más prestigiosos.

    Im Spinnwebhaus

    En la casa de las telarañas (Im Spinnwebhaus, Mara Eibl-Eibesfeldt, Alemania, 2015).
    por Juan Roures.

    En la excepcional Nadie sabe (2004) de Hirozaku Koreeda cuatro niños de distinto padre debían aprender a subsistir por sí mismos tras la desaparición repentina de la madre, cayendo sobre los hombros del mayor un papel paternal que sin duda le quedaba grande. De esta forma, el hogar de los infantes pasaba a convertirse en un mundo paralelo donde nacía una nueva y desestructurada familia que, si bien era capaz de sobrevivir por sí sola, hacía estragos al darse de bruces con la realidad exterior. En la también notable En la casa de las telarañas, salto al largometraje de la realizadora Mara Eibl-Eibesfeldt, nos encontramos ante una situación muy parecida: tres niños de padre carente de tiempo y madre exenta de fuerzas son abandonados a su suerte en unos inquietantes años 70 plasmados en blanco y negro. Al igual que en Nadie sabe (por la que el jovencísimo Yûya Yagira recibió el premio interpretativo de Cannes), la historia está contada desde el punto de vista de un hermano mayor obligado a crecer demasiado rápido (carismático Ben Litwinschuh), cobrando así el filme una identidad subjetiva muy singular. Los primerizos Lutz Simon Eilert y Helena Pieske también bordan sus respectivos papeles, avalados por una dirección perceptiva y solvente que extrae de ellos una mágica naturalidad. Aunque para magia la que envuelve una cinta cuya atmósfera cuasigótica nos recuerda que es en la fábula y la ensoñación donde encuentran consuelo los más pequeños de la casa cuando los adultos se olvidan de ellos. Tan desgarrador trauma es así abordado con candidez, que no edulcorante, constituyendo los constantes esfuerzos de los niños por mantener una vida “normal” visiones verdaderamente enternecedoras. Tras triunfar con este filme en la Berlinale, la joven realizadora germana fue incluida por la revista Variety entre los diez creadores europeos que no hay que perder de vista. Y no pueden tener más razón. (85/100)

    Fassbinder

    Fassbinder (Annekatrin Hendel, Alemania, 2015).
    por Juan Roures.

    Rainer Werner Fassbinder (1945-1982) fue director de cine, teatro y televisión, además de actor, productor y escritor. Principal representante del nuevo cine alemán, se encargaba también de la fotografía y el montaje de provocadoras cintas tornadas en duras críticas a la sociedad que lo rodeaba. Además, filmes como Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) y La ley del más fuerte (1975) se cuentan entre los primeros y más impactantes retratos de la realidad homosexual de un mundo hipócrita ante el que él jamás se rindió. Tan relevante figura ha inspirado con anterioridad tanto documentales como creaciones culturales de muy diversa índole, pero pocas son fruto del amor del que surge el tercer filme de Annekatrin Hendel como guionista, productora y directora. Como es habitual en este tipo de producciones, el documental combina entrevistas a Fassbinder con material de archivo y fragmentos de sus películas, pero es en las declaraciones de amigos y colaboradores donde encontramos el corazón de una obra que se propone desvelar el alma de un cineasta íntimamente relacionado con el periodo histórico que le tocó vivir. Grandes nombres del cine alemán como Hanna Schygulla, Irm Hermann y Harry Bear hablan sin parsimonia de la recepción de sus trabajos, la tiranía de sus rodajes, el cataclismo derivado de sus adicciones y la dicotomía sexual de un hombre bajo cuya apariencia de constante libertinaje latía esa humana necesidad de ser amado que a tantos aflige. Precisamente porque quien mucho abarca poco aprieta, Annekatrin Hendel no ha intentado en absoluto confeccionar el documental definitivo sobre Fassbinder (se echa en falta mayor exploración acerca de los aspectos críticos de su carrera, por ejemplo), sino que ha buscado transmitir la pasión que tan icónica figura le transmite. No nos encontramos por tanto ante la puerta al interior de tan insurgente cineasta que con ingenuidad anhelan algunos, pero sí ante una reveladora ventana que, una vez abierta, resulta fascinante. (68/100)

    Ha vuelto

    Ha vuelto (Er ist wieder da, David Wnendt, Alemania, 2015).
    por Luis Suñer.

    Nominada a cinco premios Lola de la Academia alemana entre los cuales destacan mejor película, director y actor y, sin embargo, marchándose de vacío seguramente por la polémica de su temática, Ha vuelto de David Wnendt, es sin duda uno de los más estimulantes filmes germánicos del pasado año. Y lo es por su mera premisa, la que se puede leer en la novela de Timur Vermes que nos sitúa a Adolf Hitler en la actualidad en mitad de la ciudad de Berlín. Algo que se abre como una comedia y que logra su punto álgido en su incesante acercamiento al falso documental, introduciendo al Führer en diferentes espacios donde asistimos a su interacción real con el pueblo, buscando la reacción que provoca su figura entre una sociedad que según los testimonios mostrados, parece no haber superado los males que encarnaron al nazismo. El actor Oliver Masucci devuelve a la vida al personaje histórico más relevante del siglo XX interiorizando de pleno su esencia, lo cual demuestra en la constante improvisación a la que se ve obligado al integrarse entre los transeúntes y que bebe del trabajo realizado por Sacha Baron Cohen en Borat (Larry Charles, 2006). Ha vuelto, pese a centrarse sobre un fantasma del pasado, se vuelca en la continua introspección del presente, señalando los medios de comunicación, la doble moral de los consumidores y la proliferación de las corrientes de opinión de las redes sociales. La sátira con la que se trata su metraje más ficcionado, nos arroja entre chascarrillos la realidad de la decadencia de la competitividad capitalista, la pérdida del respeto por las minorías y la cabida de los discursos extremistas que se extienden entre los recovecos de una política contemporánea estancada que rememora peligrosamente a tiempos pasados. La irrupción inexplicable de Hitler en la actualidad tras su suicidio en pleno 1945 se puede antojar azarosa en sus inicios, llegando a generar ciertas dudas durante su visionado acerca de cómo se podrá cerrar un filme cuyo desarrollo no deja de ir a más. Por suerte, su resolución, tan repentina como inesperada, dota de coherencia a todo un relato sustentado por las pruebas verídicas filmadas por distintas ciudades de Alemania, convirtiendo nuestra sonrisa irónica en una mueca de preocupación ante la postura hacia la que se está decantando Occidente en la situación que nos está tocando vivir a día de hoy. (75/100)

    Herbert

    Herbert (Thomas Stuber, Alemania, 2015).
    por Juan Roures.

    El primer largometraje de Thomas Stuber —o el segundo, según se considere la hora de duración de Angustia adolescente (2008)— recuerda a El luchador (Darren Aronofsky, 2008), ya que ambas lidian con los mismos elementos: la crudeza destilada por una vida dedicada a la lucha (boxeo en el primer caso, lucha libre en el segundo) y la necesidad de (re)conectar antes de que sea demasiado tarde con la vida y los seres queridos a los que se ha dejado atrás. Un magnífico Peter Kurth que arrebató el Lola al Burghart Klaußner de El caso Fritz Bauer (la gran vencedora de los galardones) encarna a Herbert, un púgil retirado que, al encontrarse ante una existencia que parece haber perdido el sentido, decide por fin enfrentarse a ella. En su caso, esto supone retomar el contacto con su hija (Lena Lauzemis) y su nieta (Lola Liefers), las cuales, para bien y para mal, ya han aprendido a caminar por la vida sin él. Nos hallamos por tanto ante un desgarrador drama donde no hay lugar para humor alguno en la demoledora soledad imperante (como sí había, por ejemplo, en el reciente y también pausado Corazón gigante de Dagur Kári) al apremiar el tiempo a raíz de la terrible enfermedad padecida por el protagonista: la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), a la cual abrió un importante vano hace dos años La teoría del todo de James Marsh. Asistimos así con espanto y conmoción a la derrota de un hombre convertido en bestia que, habiendo perdido todo su poder, deberá renunciar también al orgullo en su camino hacia la redención. Herbert se enfrenta a su último combate en la obra más devastadora del certamen. (72/100)

    Rico, Oskar und das Herzgebreche

    Rico, Óscar y el misterio del Bingo (Rico, Oskar und das Herzgebreche, Wolfgang Groos, Alemania, 2015).
    por Juan Roures.

    Tras la encantadora Rico, Óscar y las sombras profundas (Neele Leana Vollmar, 2014), los aventureros Rico (Anton Petzold) y Oskar (Juri Winkler) vuelven a la carga en la segunda adaptación de los populares libros infantiles de Andreas Seinhöfel, en la que el bingo semanal de una residencia de ancianos demuestra ser más oscuro de lo que cabría esperar. En la línea de su predecesora, esta comedia de aventuras resulta ideal para toda la familia gracias a ofrecer divertidos episodios plagados de humor junto a un melancólico comentario sobre la no siempre idílica relación entre padres e hijos, así como las dificultades que ambos encuentran en sus a menudo distanciados mundos. Karoline Herfurth, Henry Hübchen y Ronald Zehrfeld (omnipresente en la pasada edición de este certamen) aportan su experiencia, conscientes empero de que los infantes son los auténticos héroes de la cinta (además, por supuesto de los principales espectadores, tal y como revelaban las desbocadas risas escuchadas durante la sesión). La música de Robert Matt, el diseño de producción de Matthias Müsse y la fotografía de Stefan Biebl conforman un atractivo (e impoluto) universo fílmico donde, si bien no escasean en absoluto los problemas, todo parece llevadero. Y es que ante tal despliegue cromático es fácil sentirse positivo. Curiosamente, casi todo el equipo ha cambiado con respecto al primer eslabón de una franquicia que ya tiene lista la tercera entrega (Rico, Oskar und der Diebstahlstein, 2016), pero el bello y bonachón espíritu se mantiene intachable. Lástima que, en principio, sólo los niños germanos vayan a disfrutarla, pues el cine europeo pide a gritos más creaciones como esta. (64/100)

    Ich und Kaminski

    Salvaje (Wild, Nicolette Krebitz, Alemania, 2016).
    por Juan Roures.

    Tras saltar a la fama con la irregular Las mentiras de los vencedores (Christoph Hochhäusler, 2014), inexplicable Premio del Público de la pasada edición de este mismo certamen, Lilith Stangenberg ha consolidado su estatus de joven promesa en esta fascinante cinta independiente estrenada hace tan sólo unos meses en el Festival de Sundance. Nos encontramos ante una obra única en su especie en la que una mujer harta de la rutina y la hipocresía que la rodean encuentra inesperado consuelo en un lobo salvaje con quien forja una extraordinaria relación que recuerda, salvando las distancias, a la contenida entre una niña y su perro en el White God (2014) del húngaro Kornél Mundruczó. En esta cinta premiada en la sección Un Certain Regard de Cannes el reino animal adquiría, no sólo un peligroso poder, sino también una inquietante alternativa a la cruel y aletargada existencia humana, mismo sendero por el que deambula sin pena ni gloria la reciente serie Zoo. Ante la crisis de valores de la sociedad contemporánea, parece que el hombre vuelve a encontrar turbador consuelo en la naturaleza. Salvaje va un paso más allá al ofrecer una visión genuina y mística de la licantropía, jugando en todo momento con la elipsis, la revelación y, sobre todo, el shock. La actriz, escritora y directora Nicolette Krebitz ha confeccionado así una reflexión sobre la humanidad actual a través de una atmósfera nacida de una hiperrealista puesta en escena y un impactante montaje. La experiencia que extrapola el filme es sucia, visceral, ruda… y liberadoramente salvaje. (75/100)

    Ich und Kaminski

    Yo y Kaminski (Ich und Kaminski, Wolfgang Becker, Alemania/Bélgica, 2015).
    por Juan Roures.

    Tras doce años en la sombra, Wolfgang Becker ha vuelto con Yo y Kaminski, una comedia sobre la relación entre un pintor ciego, anciano y aclamado y un periodista joven, ambicioso e inexperto. Con su adaptación del libro de Daniel Kehlmann, que le ha llevado cuatro años de trabajo, el realizador parece interesado en distanciarse de Good Bye Lenin! (2003), cuyo extraordinario éxito probó ser, ironías de la vida, perjudicial para su carrera. Y lo ha conseguido, pues en la narrativa nada hay de la sutileza, la ternura y el ingenio de aquel filme, centrado en los esfuerzos de un joven por mantener a su patriótica madre al margen de los cambios de la sociedad alemana tras la caída del muro de Berlín, en esta excesiva comedia dramática. Al igual que en su magnum opus, el realizador de Westfalia vuelve a contar con Daniel Brühl, quien ha sacado máximo partido del tiempo transcurrido entre ambas producciones con otras tan dispares e internacionales como Los edukadores (2004), Feliz Navidad (2005), Salvador (2006), Malditos bastardos (2009), Eva (2011) y Rush (2013), por la que optó al BAFTA y el Globo de Oro. Sin embargo, en esta ocasión está, al igual que el resto del reparto, solo correcto, dejando al plano audiovisual, gracias al buen tratamiento de la fotografía, el diseño de producción, el maquillaje, la música y el montaje como principales virtudes. Y es que, más allá de lograr dar al ficticio Kaminski un estilo propio que palpita en los momentos donde realidad y obra se funden en una sola (metafórica y literalmente hablando), el filme tiene poco o nada que ofrecer entre tan difusa narración y tan cargante humor (el cual, para colmo, roza el machismo y traspasa el especismo). No diremos que el sexagenario Wolfgang Becker sea un one-hit wonder —sus noventeras Kinderspiele (1992) y La vida en obras (1997) son muy estimables—, pero sí que poco es ya lo que podemos esperar de su distendida carrera. (40/100)

    Premio del público: Fukushima Mon Amour de Doris Dörrie, que llegará a España gracias a Abordar, ha sido la mejor película para los espectadores de esta edición.


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