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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Something Must Break

    Something Must Break

    El poder de la atracción y la conquista de la identidad

    crítica a Something Must Break (Nånting måste gå sönder, Ester Martin Bergsmark, 2014) / ★★★

    Something must break, título que ha recibido esta adaptación del libro sueco Du är rötterna som sover vid mina fötter och håller jorden på plats (“Eres las raíces que duermen bajo mis pies y mantienen en órbita la Tierra”), supone el debut en el terreno de la ficción de Ester Martin Bergsmark tras dos películas documentales. Bergsmark y el autor del libro Eli Levén han llevado a formato guión la novela, que narra la historia de autodescubrimiento y (re)afirmación de Sebastian/Ellie, que va a vivir una intensa historia de amor con el atribulado Andreas. La película se inscribe de pleno en la vertiente del cine que documenta la intensidad de la juventud y el amor juvenil, donde se ama, se folla y se siente todo a flor de piel. Lo más refrescante de todo el asunto es el clima de normalización de conductas sexuales y amorosas no convencionales para muchos, expuestas sin moralinas ni dando etiquetas, con la ocasional explicitud pero también sensibilidad. Tras el rescate de una agresión homófoba en unos baños públicos, Sebastian concentra su agradecimiento y efervescente sexualidad en Andreas, chico que exuda hombría. Su vida es monótona (trabajo mecánico, casi exiguo círculo social, turbiedades internas), y la descontextualización de su entorno y de dónde proviene añade un aura de misterio a su persona. Es por tanto tarea del espectador construir el puzle que es nuestro/a protagonista, ayudándose de lo que nos dicen sus pocas interacciones con otros personajes y, sobre todo, por la manera en que gestiona su tiempo. Ahora, su parte más introspectiva, y es éste un gran problema de la cinta, se resuelve con una voz en off que no tiene nada de novedosa, no solo porque subraya innecesariamente una oscuridad inherente en Sebastian/Ellie que sus actitudes ya apuntaban, sino porque la pedantería de sus pensamientos no casan con lo que vemos en el resto de momentos, y parecen más los intentos de los guionistas de escribir una prosa profunda y sin sentido del ridículo.

    Se entiende la dedicación a descifrar un poco la psique del joven, porque está claro que lo que más le importa a Bergsmark es el proceso de transformación anímica de su fascinante protagonista –interpretado/a con arrojo por el debutante Saga Becker, plenamente identificado/a con su personaje según ha relatado el cineasta–, una presencia arrolladora que solo quiere una gran historia de amor que le saque de la mediocridad del mundo. En pleno proceso de autodescubrimiento y a la caza siempre de una sensación, cualquiera que sea, para despertar de su mundo adormilado, Sebastian/Ellie se mueve por la vida casi por impulsos. A través de su fijación con lo mundano (lo sucio y orgánico es de suma importancia en la cinta y ayuda a sacarla de los cauces de lo previsible en este tipo de historias de vehemente cariño juvenil), su enigmática personalidad se va desenrollando hasta alcanzar un cambio radical de humor. Y su voraz sexualidad, vivida sin remordimientos ni moraleja y como demostración, para las audiencias del siglo XXI, de que sexo y amor en cine no tienen por qué ir juntos.

    Something Must Break

    Something Must Break

    Something must break está recorrida por ese vehemente aliento del compromiso con la causa contada, del impulso casi suicida de seguir las elecciones de los personajes y no distanciarse de lo que les pasa. Ester Martin Bergsmark y su equipo técnico están en plena misión de hablar de algo muy complejo de manera sensorial. Y al ya nombrado fallo de la voz en off se unen decisiones de lo más acertadas y dinámicas, como una selección musical donde las letras de las canciones dialogan estupendamente con la acción, y que han sido elegidas por el director partiendo de grupos de música cuyos integrantes conoce personalmente, o la creación de un envoltorio que es mucho mejor cuando se atiene al realismo de las situaciones, y no tanto en sus excursiones estéticas, como los ralentís de las escenas sexuales, pura provocación y capacidad facilona de impacto. Si uno no está harto de historias adolescentes o de confusiones con la sexualidad, podrá disfrutar plenamente de Something must break, nueva muesca en el imaginario de cine LGTB que demuestra la buena forma de la temática. El valor para salirse de lo convencional, por lo tanto, debe ser destacado. Las elecciones de los guionistas, suponemos partiendo fielmente del libro de Levén, tratan de hacerlo pero con humildad, sin pontificar en ningún momento.

    Tras cruzar sus destinos y tontear con la ambigüedad, Sebastian y Andreas comienzan una relación que, como muchas de las que suceden en esa edad, es malsana, absorbente y excitante. El ya escueto entorno del protagonista termina de desaparecer del todo y lo que nos queda en su tremenda manera de sentir ese amor y, sobre todo, la atracción. Something must break habla, sin ponerle las cosas sencillas al espectador, de conexión química y deseo. La masculinidad de Andreas contrapuesta a la androginia de Sebastian, mientras Ellie crece cada vez más en su interior. Y en el medio sexo. Mucho sexo. Sexo donde los fluidos están presentes, donde se respira la pasión y cada clímax es la muerte y renacimiento del deseo. Sexo nunca gratuito porque habla sin tener que verbalizarlo de los sentimientos de los personajes, expresa lo que sienten tanto para sí mismos como respecto al otro. Sexo que lleva a un amor destructivo porque una parte está muy por encima de la otra en cuanto a tener las cosas claras. O esa es la impresión que da. La otra gran cuestión que toca la cinta, y lo hace de manera siempre sugestiva, es la de la identidad. Aunque Sebastian/Ellie sea el personaje principal, tanto él como Andreas verán en su relación el momento definitivo para tomar una decisión irrevocable y definirse como personas. Así, cuando arranca la cinta y el espectador no tiene claro el género de Sebastian, se va a lo seguro y se juega la carta de la androginia para justificarnos como audiencia. La realidad es distinta y mucho más interesante. Ellie está en su interior, como un reflejo que le hace escupirse por cobarde y por no aceptarse en toda su complejidad. Respecto a Andreas, la película es astutamente vaga a la hora de delimitar la naturaleza de su conflicto. No sabemos si está batallando con una homosexualidad reprimida, con una bisexualidad mal digerida o con el hecho de que el centro de sus atracciones tenga ese aspecto y esto le cree un conflicto aún mayor. Sí sabremos, para cuando acabe la peripecia, que nuestro/a imponente protagonista está a mucha distancia de su conquista, así que toca avanzar y no mirar atrás, liberarse de una relación a todas luces tóxica. Si sentir ese amor le ha servido de algo, si su errático comportamiento le ha llevado a algún lugar, es a abrazar la verdad sobre sí mismo/a. Y así es como se puede conquistar lo sublime, lo más auténtico. Sentado/a en la cima de una montaña de basura, mientras se espera ver el amanecer para recibirlo con una sonrisa. | |

    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla


    Ficha técnica
    Suecia, 2014. Título original: Nånting måste gå sönder. Dirección: Ester Martin Bergsmark. Guión: Ester Martin Bergsmark & Eli Levén, basados en la novela Du är rötterna som sover vid mina fötter och håller jorden på plats, de Eli Levén. Reparto: Saga Becker, Iggy Malmborg, Shima Niavarani, Mattias Âhlén. Fotografía: Lisabi Fridell & Minka Jakerson. Productoras: Garagefilm International AB. Presentación official: Festival de Róterdam (Premio Tiger Award a la mejor película).


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