PRIMERA TEMPORADA DE DOCTOR WHO
1963-1964
especial 50 Aniversario de Doctor Who
En un verano infernal de hace varios años mi padre construyó una TARDIS. Con unas cuantas maderas y unos cartones pintados de azul pronto tuvo en pie una cabina de policía británica de los años sesenta. Para los conocedores de la serie Doctor Who, esto es una TARDIS (Time And Relative Dimensions In Space: tiempo y dimensiones relativas en el espacio): una nave espacial capaz de viajar no solo por los universos, el nuestro y alguno que otro paralelo, sino también por el tiempo. Quizá la más icónica de las naves temporales compitiendo en nuestro imaginario fantástico con esa otra cuya forma asemeja una antena parabólica con un sillón decimonónico algo kitsch adosado a ella: la que todos conocemos gracias a la magnífica película El tiempo en sus manos (The Time Machine, 1960), en la que el genial George Pal, su director, nos mostraba a un Rod Taylor en el papel del mismo Herbert George Wells, el autor de la novela original en la cual se inspiraba el film, viajando a través del tiempo y fascinándonos tanto con las maravillas como con los horrores que una experiencia así podría enseñarnos.
Pero no dejemos de viajar en el tiempo y volvamos a ese verano del pasado, a esa rudimentaria TARDIS que se erguía solitaria ante una casa perdida en mitad del campo. Me veo a mí mismo saliendo al sol de la tarde con las piedras calcinándose en lo más crudo del día. De pronto, escucho un ruido procedente del interior de la, en fin, llamémosla nave. Abro la puerta y encuentro sentada en su suelo a mi sobrina María, entonces tenía siete años, enredando con los cables, teléfonos rotos y demás cachivaches pseudo futuristas con los que mi padre había adornado las paredes de la TARDIS.
-María, ¿qué haces aquí sola?
-Nada, tito, voy a viajar en el tiempo.
-Ah, muy bien. ¿Y a qué año vas a ir?
-Al año 2.163.
Me echo a reír por la rapidez de la respuesta, tan concreta además.
-Vaya, 2.163, ¿por qué ese año?- le pregunto intentando burlarme un poco de ella, inocente de mí.
-¿Y por qué no?
Y mi sobrina me mira y sonríe como haría quien tuviera que dirigirse a alguien un poco tonto al que hay que explicárselo todo. Claro, ¿por qué no ese año? ¿Por qué no viajar por el espacio y el tiempo en una cabina de policía británica? Esta anécdota creo que es la esencia de mi serie de televisión favorita de todos los, valga decirlo, tiempos. Somos niños ante ella, y en ella todo es posible y es verdad. ¿Y por qué no?
Doctor Who, por Fermín Solís (Ilustrador) | Copyright © |
En El antepenúltimo mohicano nos hemos marcado el apasionante propósito de ir revisando la serie Doctor Who desde su inicio allá en un lejano 1963 hasta su final, 1989, antes de la resurrección en el año 2005, con un capítulo final dedicado a la película de 1996 y el octavo Doctor. Cada entrega irá encabezada por un dibujo, los cuales serán realizados por algunos de los mejores ilustradores de nuestro país: todo un lujo y un honor compartir con ellos esta aventura. En esta entrega inicial es el gran autor Fermín Solís quien nos acompañará durante el nacimiento y el primer año de andadura del serial.
ARCO 1 – UNA NIÑA SOBRENATURAL (AN UNEARTHLY CHILD, 1963)
4 episodios: An Unearthly Child, The Cave of Skulls, The Forest of Fear, The Firemaker.
Inglaterra, 1963. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Director: Waris Hussein. Dirección insertos pre-filmados: Douglas Camfield. Guion: Anthony Coburn (y C. E. Webber). Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Norman Kay. Diseño: Peter Brachacki y Barry Newbery. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Derek Newark, Alethea Charlton, Eileen Way, Jeremy Young, Howard Lang, Derek Ware.
Es historia conocida, pero no está mal repetirla. El primer episodio de Doctor Who, An Unearthly Child, se emitió el día 23 de noviembre de 1963 a las 17:16 horas. El asesinato del presidente Kennedy el día anterior eclipsó su estreno, por lo que se volvió a emitir la semana siguiente justo antes del segundo episodio, The Cave of Skulls. Ese episodio piloto del serial se rodó dos veces debido a que la primera mostraba demasiado fallos: la serie se rodaba a toda prisa, y en esta prueba inicial los actores se chocaban contra el escenario, la puerta de la TARDIS se negaba a abrirse y cerrarse en condiciones y en alguna ocasión se escuchaban los ruidos de fondo del equipo de rodaje trabajando. En una edición posterior en dvd se incluiría un montaje incluyendo escenas de los dos episodios rodados. En esta primera época, la serie estaba formada por arcos que unían bajo el mismo título varios episodios, desde dos hasta siete, de unos 24 minutos de duración cada uno.
An Unearthly Child daba título tanto a este episodio inaugural como al arco completo. Supone una perfecta presentación de los personajes protagonistas, modélica en su falta de pretensiones y presupuesto. Conoceremos en primer lugar a esta chica sobrenatural, Susan Foreman (Carole Ann Ford), una joven con conocimientos sorprendentes para su edad pero al mismo tiempo con un desconocimiento chocante de cosas cotidianas, lo cual llama la atención de dos de sus profesores, Ian Chesterton (William Russell) y Barbara Wright (Jacqueline Hill). Como Susan no quiere hablar ni de su familia ni del lugar donde vive, deciden seguirla y así descubren atónitos que su hogar no es otro que una cabina de policía. Pronto sabrán que no es una cabina normal, y junto a los espectadores comprobarán que es más grande por dentro y, más increíble aún, que en realidad se trata de una nave espacial capaz de viajar a través del espacio y el tiempo, la mítica TARDIS. Susan vive allí con su abuelo, un señor que se hace llamar Doctor pero al que al preguntarle por su nombre responderá con esa broma ya eterna, de difícil traducción y sentido en español pero que todos entendemos: el Doctor Who (William Hartnell). Quedan así establecidas algunas de las bases que definirían la serie, incluida la del misterio, aún a día de hoy no resuelto, de que Susan sea la nieta del Doctor.
Nuestros cuatro héroes viajarán al pasado, al Paleolítico, donde se enfrentarán a dos clanes rivales. Es en la aventura en sí, desarrollada en los tres episodios posteriores, donde precisamente este arco inicial falla un tanto. De ritmo irregular y con una trama algo repetitiva y poco vistosa, quizá lo más destacable sea el carácter educativo con el que se quiso dotar a la serie. Se tuvo mucho cuidado en la caracterización de la época y supone un buen ejemplo de cómo quizá pudieron vivir nuestros ancestros de verdad. El hecho de que mostraran sus dientes podridos llevó a que algún actor declinara el trabajo por no querer aparecer por televisión de tal guisa. Este Doctor de los inicios es en verdad un vejete desagradable en grado sumo, de endemoniado e incendiario carácter, que lleva muy mal la intromisión de los dos profesores de Susan en su vida privada. Hartnell está magnífico en su composición del Doctor, siempre retador y con los pulgares dentro de su chaleco en actitud chulesca. Más adelante se iría dulcificando su carácter para acabar siendo un abuelo entrañable al que los espectadores de la época acabaron adorando y que visto hoy en día, qué queréis que os diga, pues sucede lo mismo. Pero está sensacional aquí, enrabietado, equivocándose, sufriendo los problemas propios de su edad (el Primero no podía correr como lo hacen los de ahora) y dejando claro que él, como su nieta, tampoco es de este mundo.
ARCO 2 – LOS DALEKS (THE DALEKS, 1963-1964)
7 episodios: The Dead Planet, The Survivors, The Escape, The Ambush, The Expedition, The Ordeal, The Rescue.
Inglaterra, 1963-1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Directores: Christopher Barry y Richard Martin. Guion: Terry Nation. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Tristram Cary. Diseño: Raymond Cusick y Jeremy Davies. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Alan Wheatley, John Lee, Virginia Wetherell, Philip Bond.
En un bosque petrificado sobre la superficie de un planeta consumido por la radiación, nuestros héroes y la TARDIS se enfrentarán por primera vez a sus eternos enemigos los daleks. Una criaturas con forma de calamar recocido que viven dentro de unas carcasas robóticas con forma de salero y un par de brazos, uno de ellos un desatascador y el otro un batidor de huevos, de los que salen rayos mortíferos. Pese a que por su aspecto todo induce al cachondeo, lo cierto es que este arco resulta angustioso y estremecedor. Primero, gracias al estupendo guion de Terry Nation, que pese a haberlo escrito con evidentes prisas consiguió una densa atmósfera de acoso y claustrofobia ayudado por el diseño de la laberíntica ciudad dalek, un enjambre infernal de pasillos y recovecos en el cual los terribles alienígenas se mueven con una torpeza suprema, pero sus chirriantes y ultra desagradables voces, la música experimental y obsesiva de Tristam Cary, los ruidos, los gritos y los ecos que se multiplican en las cavernas metálicas, las continuas trampas como tumbas de acero, el Doctor y sus acompañantes siempre al filo de la derrota y el terrorífico grito dalek, Exterminate!, ya mítico, construyen un todo demoledor que triunfa donde en apariencia debería fracasar.
Los daleks es un arco formado por siete episodios que funcionan con un ritmo arrollador, con momentos de verdadero ahogo en los que el cielo siempre está limitado por el horror del acero y la radiación. Como hemos indicado, escuchamos por primera vez el estentóreo alarido de los daleks, esas criaturas, como casi 50 años después afirmará otro Doctor, que solo saben gritar, y también vemos a un dalek sin su carcasa protectora arrastrándose por el suelo y contemplamos el planeta Skaro en su completa desolación. Elementos que conformarán desde ese instante historia de la serie y que volverán una y otra vez cada vez más depurados y terroríficos. De los enemigos de los daleks en el planeta Skaro, los thals, la especie sin degenerar con aspecto angelical contra los que luchan sin descanso, poco quedará en la memoria. Siete episodios magníficos que hoy día mantienen toda su fuerza pese a sus evidentes carencias presupuestarias. Esto lleva a que algunas escenas estén resueltas de manera harto tosca, pero el conjunto brilla poderoso venciendo al tiempo. El mito comienza a formarse, pero no hay conciencia de ello. El éxito de la vertiente más volcada en la ciencia ficción todavía mantendría su lucha con las aventuras más centradas en lo histórico. Vencerían las primeras, pero sin olvidar nunca las segundas. En los episodios del nuevo Doctor Who, los del retorno de 2005, veremos así aparecer a Vincent Van Gogh, Shakespeare o Charles Dickens alternándose con los daleks o los cybermen, aunque ya desde una perspectiva donde lo fantástico se antepone a la realidad. O creando una realidad alternativa y mejor, porque no otra cosa es en esencia nuestra serie favorita.
ARCO 3 – EL BORDE DE LA DESTRUCCIÓN (THE EDGE OF DESTRUCTION, 1964)
2 episodios: The Edge of Destruction, The Brink of Disaster.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Directores: Richard Martin y Frank Cox. Guion: David Whitaker. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Diseño: Raymond Cusick. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford.
No hay duda de que la aventura más extraña de esta primera temporada de Doctor Who es El borde de la destrucción, un arco formado por dos episodios que nos muestra a nuestros cuatro protagonistas (el Doctor, Barbara, Ian y Susan) encerrados en la TARDIS como si de una obra de Eugene O’Neill o Arthur Miller se tratara. La nave ha sufrido una avería y los lanza sin remisión hacia el principio de los tiempos. Esto supone la aniquilación y la TARDIS trata por todos los medios de comunicar el desastre a sus tripulantes, aunque de maneras tan extrañas que no hay forma de adivinar sus intenciones. En estos episodios iniciales el Doctor es un viejo cascarrabias que de continuo se enfrenta y discute con Ian y Barbara, y en esta ocasión llega a acusarlos de que ellos han saboteado la TARDIS. La atmósfera se torna cada vez más opresiva y los enfrentamientos alcanzan momentos de bastante crudeza. El Doctor se presenta más desagradable que nunca y es Barbara la que resulta más afectada por su comportamiento. Cuando todo se solucione al fin, el Doctor se disculpará con ella en lo que supone la primera muestra de un mínimo afecto por aquellos que él considera intrusos. Como ya hemos dicho, en las siguientes entregas su carácter se irá suavizando hasta convertirse en un abuelo entrañable, la imagen que sobre todas las demás predominará en el recuerdo de la interpretación de William Hartnell, pero aquí todavía sus enfados y protestas son hirientes. No hay espacio para la simpatía. Esto contribuye a que la presión psicológica a la que están todos sometidos al saberse perdidos sin lograr dilucidar cómo poder escapar sea más potente: la atmósfera se torna angustiosa y sentimos todo el peso del horror de la situación. El grupo está roto y solo la suerte los hará salir con bien del atolladero. Sorprende que tras la claustrofobia de Los daleks sea esa sensación la que también predomine en esta aventura que acontece literalmente entre las cuatro paredes de la TARDIS. La trama deviene emocionante e intrigante gracias a ello, y podemos sentir a cada instante la electricidad chispeando con furia entre los personajes.
ARCO 4 – MARCO POLO (1964)
7 episodios: The Roof of the World, The Singing Sands, Five Hundred Eyes, The Wall of Lies, Rider from Shang-Tu,
Mighty Kublai Khan, Assassin at Peking.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Directores: Waris Hussein y John Crockett. Guion: John Lucarotti. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Tristram Cary. Diseño: Barry Newbery. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Mark Eden, Darren Nesbitt, Zienia Merton, Martin Miller, Jimmy Gardner.
Marco Polo es la primera aventura de las clásicas del Doctor que se encuentran desaparecidas o destruidas, por lo que han sido montadas con fotografías de rodaje y la banda sonora original que sí ha pervivido. Tenemos así siete episodios que consisten en una sucesión de imágenes acompañadas de los diálogos originales en los que se van apuntando con subtítulos algunas explicaciones que indican movimientos o acciones que no podemos ver para poder entender el desarrollo de la historia. Esto hace difícil apreciar el ritmo real que pudiera tener cada entrega, aunque en el caso de la que nos ocupa el hecho de que las fotos conservadas sean a color sí que nos da una idea del cuidado que se puso en los decorados y, de manera especial, en el vestuario, ambos de una belleza notable. Lo más increíble es que pese a este hándicap que pudiera parecer insalvable, Marco Polo es un arco excepcional, una aventura plena de emoción y sentido de la maravilla que constituye uno de los puntos álgidos de esta primera temporada. La TARDIS, con su habitual falta de puntería y destino errático y aleatorio de los que da sobradas muestras en estos primeros tiempos, va a parar a la Catai del siglo XIII, en pleno Himalaya, perdida entre sus nieves eternas. Una caravana comandada por Marco Polo (Mark Eden) la encontrará en su camino y este decide llevársela como regalo al emperador chino Kublai Khan en Pekín, por lo que tanto el Doctor como sus tres compañeros se verán arrastrados a acompañarlo en un intento de convencerlo para que les devuelva su nave. Hay un malvado, Tegana (Derren Nesbitt) que intenta sabotear la caravana de camino a Pekín, el cual además planea asesinar al emperador. El planteamiento es bien sencillo, pero el guionista John Lucarotti se muestra magnífico a la hora de sembrar la historia de misterio al tiempo que nunca deja de sorprender con la profundidad que sabe dar a los distintos personajes. La travesía por el desierto de Gobi nunca deja de provocar la angustia y la sensación de peligro constante que hace trepidante cualquier aventura. La música de Tristram Cary resulta fundamental en su recreación de los sonidos del desierto, del viento, de los extraños ruidos, una sinfonía compuesta en su mayor parte de atmósferas envolventes que nos introducen de lleno en el ambiente impuesto por la trama. La inmersión en la aventura resulta así total gracias a una recreación sonora espectacular que, junto a las hermosas imágenes, consigue que nos olvidemos por completo de que estamos viendo una sucesión de fotografías estáticas. Marco Polo es una de las grandes historias de esta temporada, una demostración absoluta de la fuerza que Doctor Who también tenía en su faceta histórica original, cuando aún la idea de combinar aventuras de trasfondo histórico con otras centradas en la ciencia ficción mantenía indecisos a los creadores de la serie. Este magnífico arco nos hace pensar que quizá no fue tan buena idea abandonar esta faceta histórica de manera tan radical: a veces lo fantástico no solo consiste en una demostración de imaginación sin igual, sino en ser capaz de recrear la realidad para hacerla fascinante.
ARCO 5 – LAS LLAVES DE MARINUS (THE KEYS OF MARINUS, 1964)
6 episodios: The Sea of Death, The Velvet Web, The Screaming Jungle, The Snows of Terror, Sentence of Death,
The Keys of Marinus.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Director: John Gorrie. Guion: Terry Nation. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Norman Kay. Diseño: Raymond Cusick. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, George Coulouris, Martin Cort, Peter Stenson, Gordon Wales, Robin Phillips, Katherine Schofield, Fiona Walker.
Las llaves de Marinus es el segundo arco escrito por el gran Terry Nation para el serial del Doctor Who. Si en Los daleks estuvo soberbio, no nos importa reconocer aunque nos duela que no mantuvo el nivel en esta nueva aventura. El planeta Marinus y una máquina, diseñada para controlar su conciencia, se encuentran en peligro ante la invasión de los voords. El primer episodio, The Sea of Death, promete emociones sin cuento gracias a sus premisas de carácter fantástico en verdad apabullantes: los mares del planeta Marinus están formados no por agua, sino por un ácido corrosivo que obliga a los voords a utilizar unos curiosos submarinos para desplazarse por él. Así arriban a la playa de la isla donde se oculta la mentada máquina en una torre protegida por un natural de Marinus, Arbitan, el cual logrará repeler el ataque de los voords gracias al Doctor y sus tres compañeros. Arbitan necesita de todo: que si despertar a la máquina, que si recuperar a su hija… Vaya, un cúmulo de cosas que nuestros amigos deberán hacer para que así Arbitan les ayude a recuperar la TARDIS, apresada en un campo de fuerza por Arbitan. La máquina de marras se activa con una llave que ha sido dividida en cinco fragmentos, así que hay que recuperarlos para completarla. Y nuestros amigos se lanzan a ello en una sucesión de episodios que se centran en esta algo anodina búsqueda. ¡Pero si lo que de verdad queremos es ver a los voords! Pues nada, un arco algo cansino, de inspiración ocasional, sobre todo en su excelente arranque, que se va disipando según avanza la trama hasta que se llega al final más interesados en cómo se van afianzando las relaciones entre los cuatro protagonistas del serial que por lo que les está ocurriendo en el extraño planeta.
ARCO 6 – LOS AZTECAS (THE AZTECS, 1964)
4 episodios: The Temple of Evil, The Warriors of Death, The Bride of Sacrifice, The Day of Darkness.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Director: John Crockett. Guion: John Lucarotti. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Richard Rodney Bennett. Diseño: Barry Newbery. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Margot Van der Burgh, Keith Pyott, John Ringham, Ian Cullen.
Los aztecas es el último gran arco de esta primera temporada: los dos restantes no estarían ya a la altura de esta deslumbrante historia obra del guionista John Lucarotti. Si había estado magnífico en Marco Polo, en esta ocasión no lo estará menos. Lucarotti no volvería a escribir en la serie hasta la tercera temporada en su última colaboración. Una lástima, pues aunque representa la parte histórica que acabaría abandonándose por la ciencia ficción, la sólida construcción de sus historias y lo apasionante de sus tramas estaban elevando el serial a cotas de excelencia, al menos a mi gusto. Los aztecas es un relato apasionante donde viajamos fascinados al corazón de esta civilización. Observamos sus costumbres, sus creencias religiosas, sus opiniones filosóficas, su quehacer cotidiano inmersos por completo en la época. Y esto sin dejar de lado el carácter aventurero y el continuo peligro en que se encuentran nuestros viajeros del tiempo. Quizá lo más hermoso de este arco sea la historia de amor que vive el Doctor con Cameca, la que podríamos considerar como su primera prometida, interpretada con increíble delicadeza por Margot Van der Burgh. Ella y William Hartnell están sencillamente magníficos representando este amor otoñal: ella enamorada de su sabiduría, él despistado y encerrado en su mundo encantado de encontrar alguien que le escuche sin restricciones. El momento en que el Doctor se apercibe de que Cameca está enamorada de él sabe mezclar la diversión con una elegante representación del cariño y el afecto. Una historia de amor imposible, por supuesto, pues el Doctor deberá marchar, pero hay un destello de esperanza que se deja traslucir lo justo para que creamos que tal vez estas dos almas gemelas tengan alguna oportunidad de pasar el resto de su vida juntas. Sin embargo la despedida es inevitable, y la escena en que el Doctor dice adiós a Cameca es de las más hermosas de toda esta temporada. Hartnell está sublime en su interpretación, con las medidas precisas de humanidad pero sin dejar de mostrar jamás ese carácter aún algo arisco y siempre egocéntrico que conforman la personalidad de su personaje, y Margot Van der Burgh brilla en su representación de esa mujer que encuentra el amor en una etapa de la vida en la que ya solo cabe la resignación. Un encuentro marcado por la fatalidad del destino que hará inviable su unión, pero que nos mostrará al fin a ese Doctor tierno y sensible que vive oculto en su agrio cascarón. Sería el inicio del cambio que llevaría a presentar a un Doctor Who más cercano, aún cascarrabias pero ya adorable, con ese detalle genial de que cuando por una vez parece humano, lo sea mostrándonos lo mejor de la humanidad: la capacidad de amar y la felicidad intensa de saberse amado. Y el saber renunciar a ello con entereza, si bien aquí ya sí que sería un rasgo quizá más propio de su carácter alienígena.
ARCO 7 – LOS SENSORITAS (THE SENSORITES, 1964)
6 episodios: Strangers in Space, The Unwilling Warriors, Hidden Danger, A Race Against Death, Kidnap, A Desperate Venture.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Directores: Mervyn Pinfield y Frank Cox. Guion: Peter R. Newman. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Norman Kay. Diseño: Raymond Cusick. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Stephen Dartnell, Ilona Rogers, Lorne Cossette, John Bailey.
Al igual que en Las llaves de Marinus, tenemos aquí una aventura con un inicio sorprendente que poco a poco se va desinflando debido a un desarrollo algo torpe que se pierde en las marismas del aburrimiento. Strangers in Space resulta intrigante en su propuesta: la TARDIS aparece en el interior de una nave varada en el espacio cuyos dos tripulantes se encuentran presos en un sueño que los mantiene con vida pero con la apariencia de estar muertos. Todo es extraño pues los dos navegantes están sentados en sus puestos al mando de la nave, como si no hubiera sucedido nada. El Doctor consigue despertarlos y descubriremos que la nave se encuentra atrapada en la órbita del planeta madre de los sensoritas, una raza alienígena que teme todo contacto exterior por miedo a ser exterminados, así que han elegido como método de defensa dejar en animación suspendida a toda aquella nave que se acerque a sus fronteras. Este primer episodio goza de un final excelente, un momento aterrador que llega tras una larga secuencia en la que la tensión provocada por lo incomprensible de la situación en que se encuentran nuestros héroes explota con la revelación con la que se da fin al episodio: veremos un rostro misterioso asomar por… Bueno, mejor vedlo: ¡os pondrá los pelos de punta! En la nave varada pronto descubren que hay un tercer tripulante. Este no está dormido como los otros, sino que ha enloquecido. ¡Buf! La verdad es que según lo voy contando, mejor me va pareciendo este sensacional comienzo. Pero no nos hagamos ilusiones: la acción se traslada al planeta de los sensoritas y a partir de aquí todo deviene en una intriga de buenos y malos envueltos en disquisiciones diplomáticas que nos hacen lamentar profundamente que se tire por tierra la sensacional apertura del arco. Tampoco ayuda el que, cuando comencemos a saber quiénes son estos sensoritas, descubramos que son seres que poseen una capacidad empática absoluta, esto es, si están ante alguien con miedo, ellos también sentirán miedo, así que haceos una idea de lo peligrosos que pueden ser en realidad… También tienen poderes telepáticos, lo cual les permitirá mantener contacto con la joven Susan, siempre asustada y al borde del colapso nervioso. Lástima que no puedan proyectar este poder al espectador, porque las caretas que lucen los actores que interpretan a los sensoritas impiden, debido a una especie de barbas, que dilucidemos quién demonios está hablando en cada momento. En cuanto hay más de dos sensoritas en el plano la cosa se pone dificililla. Pero bueno, también es cierto que gracias a esta grave deficiencia en el diseño de estos alienígenas, que nunca llegamos a saber del todo si son hostiles o no, vaya lío se montan, acaban de forma paradójica por resultarnos simpáticos.
ARCO 8 – EL REINADO DEL TERROR (THE REIGN OF TERROR, 1964)
6 episodios: A Land of Fear, Guests of Madame Guillotine, A Change of Identity, The Tyrant of France, A Bargain of Necessity,
Prisoners of Conciergerie.
Inglaterra, 1964. BBC. Productora: Verity Lambert. Productor asociado: Mervyn Pinfield. Directores: Henric Hirsch y John Gorrie. Guion: Dennis Spooner. Editor de guiones: David Whitaker. Sintonía: Ron Grainer con el BBC Radiophonic Workshop. Música: Stanley Myers. Diseño: Roderick Laing. Cámara: Peter Hamilton. Montaje: Caroline Shields. Intérpretes: William Hartnell, William Russell, Jacqueline Hill, Carole Ann Ford, Keith Anderson, Tony Wall, Jack Cunningham, Neville Smith, Laidlaw Dalling, Caroline Hunt.
El reinado del terror es otro arco que no se ha conservado completo. Dos de sus episodios están formados por los consabidos fotogramas iluminados por la banda sonora y algún fragmento que anima visualmente la función. La TARDIS no da pie con bolo y cuando debería estar de vuelta en el Londres de 1964 va y se materializa en la Francia del terror del siglo XVIII, en plena Revolución. En esta aventura ya veremos a un Doctor preocupado no solo por su nieta Susan, sino también por Ian y Barbara. De forma ya abierta demuestra sentir cariño por todos. El grupo aparece compacto y el hecho de que el devenir de la aventura los separe incidirá en esta idea de unión. El Doctor deberá hacerse pasar por un oficial al servicio de Robespierre para intentar ayudar a sus compañeros, lo cual dará lugar a situaciones divertidas aunque al final caigan en lo rutinario debido a un guion poco inspirado. Veremos a Robespierre y al mismo Napoleón, y quizás sea la escena protagonizada por el futuro emperador la más conseguida de esta entrega algo desvaída. Se recordarán, eso sí, tanto la necesidad de permanecer unidos como grupo como al fin el deseo cumplido de Ian y Barbara de que el Doctor acceda a devolverlos a su época. Aunque claro, tal y como anda la TARDIS la cosa se promete complicada. La aventura se desarrolla pues de manera algo repetitiva con escenas en una prisión alternándose con otras en casa de unos contrarrevolucionarios que están a favor de la aristocracia. El terror desatado que camina libre por las calles de París acompañado por el sonido implacable de la guillotina alcanzará al final a quienes lo liberaron. Robespierre probará el amargo regusto de la cuchilla implacable y nuestros héroes volverán a la TARDIS dispuestos a vivir más aventuras. La frase final del Doctor es hermosa, tanto por su evocación ensoñadora como por su carácter aventurero y libre, pero también por albergar en sí toda una declaración de principios: “Nuestro destino está en las estrellas, así que vayamos y busquémoslo.” Y arrobados aceptamos el reto.
texto| José Luis Forte
ilustración| Fermín Solís
edición| Emilio Luna