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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Solo los amantes sobreviven

    Only Lovers Left Alive, de Jim Jarmusch

    La insoportable (y deliciosa) levedad del no-muerto

    crítica de Solo los amantes sobreviven | Only Lovers Left Alive, de Jim Jarmusch, 2013

    Hace años que Jim Jarmusch no es el que solía ser. Desde Ghost Dog (1999), y con la excepción de Flores rotas (2005), andaba perdido, y el comentario habitual era que "había perdido su toque". Los límites del control (2009) fue un despropósito mayúsculo, y hubo quien se apresuró a afirmar que la carrera del director de Ohio estaba muerta y enterrada. Quizá por eso, Jarmusch ha decidido volver al cine de la mano de una pareja de no muertos, que en el fondo, retratan bastante bien la carrera cinematográfica de Jarmusch: extraños, melancólicos, hermosos... y no al alcance de cualquiera. Only Lovers Left Alive es una película cuyos diálogos y referencias requieren del espectador una cierta base cultural; sin embargo, también se burla, en ocasiones despiadadamente, de aquellos que la tienen (o al menos de los que presumen de tenerla), y, en buena medida, del público objetivo de su director. Ese vampiro emo, resabiado y asqueado con el mundo al que encarna Tom Hiddleston sólo puede ser entendido como una pulla de Jarmusch a sus espectadores. Ni vosotros sois tan listos, ni el resto del mundo tan estúpido, aunque os convenzáis cada día de lo contrario.

    Los protagonistas de Only Lovers Left Alive son dos vampiros que han rondado por la Tierra desde tiempos inmemoriales, y que responden a los muy significativos nombres de Adam (Hiddleston) y Eve (Swinton). Cuando los encontramos al principio de la película, él se encuentra en Detroit, y ella en Tánger. La profunda depresión y creciente asqueo de Adam con el mundo provocarán su reencuentro, justo a tiempo para que la hermana de ella, Ava (Wasikowska), haga acto imprevisto —y no deseado— de aparición, poniendo sus vidas patas arriba. Puede parecer un resumen argumental poco preciso, pero es que, en realidad, poco más sucede. Only Lovers Left Alive no es una historia de vampiros trepidante, sino lánguida y, en cierto modo, introspectiva. Lo importante no es lo que sucede, sino sus diálogos, sus puntos de vista —que, en muchas ocasiones, no dejan de ser los que Jarmusch ha expresado más de una vez—, y, sobre todo, su impagable, delicioso y malvado sentido del humor, que gana enteros cuanto más impasibles y fríos se muestran sus dos protagonistas.

    Only Lovers Left Alive, de Jim Jarmusch

    Porque si de algo se beneficia la película de Jarmusch, es de su pareja protagonista, cuyos estereotipos habituales aparecen aquí invertidos. Tilda Swinton, la más excelsa reina del hielo del cine actual, irradia aquí calidez y afecto; sus apariciones, siempre vestida de blanco o de colores muy claros, están iluminadas de manera suave y acogedora, señalándola como la parte expansiva y optimista de la pareja. Frente a la etérea luminosidad de Swinton, encontramos la negra tristeza de Tom Hiddleston. El actor británico le da la vuelta aquí a su habitual presencia expansiva (a Loki me remito) y en ocasiones luminosa (véanse War Horse o Midnight in Paris), para crear a un tipo deprimido —y deprimente—, nihilista y frío como un témpano, reverso oscuro del personaje de Swinton y ejemplo perfecto del dicho aquel de los opuestos que se atraen. Ambos salpican sus interpretaciones con una generosa dosis de ironía puramente británica, que si bien proporciona a Swinton la mejor frase -y gag- de la película (“Bueno, eso ha sido muy visual”), funciona mejor en Hiddleston cuanto más frío e impasible se muestra éste; a ese respecto, su primera escena en el hospital con Jeffrey Wright, o sus reacciones cada vez que aparece el muy asesinable personaje de Mia Wasikowska, son impagables por lo mucho que te ríes con ellas. Y por cierto, qué bién está aquí Mia Wasikowska: qué divertida y odiosa a la vez es esa niña mimada, versión crecida y asesinable de la Claudia de Entrevista con el vampiro, y que eleva el concepto del cuñado molesto a los infiernos de la eternidad.

    La obra de Jarmusch goza, además, de un par de detalles técnicos de enorme calidad. Uno es la fotografía del francés Yorick Le Saux, que ya iluminó el rostro de Tilda Swinton en Yo soy el amor (Luca Guadagnino, 2009), y que retrata de manera fascinante las dos ciudades en que transcurre la acción, asociándolas cromáticamente a sus protagonistas y recreándose en sus distintas concepciones de la decadencia y, a su modo, de la sensualidad. El otro es una banda sonora excelente, que mezcla la música clásica con el rockabilly, los sonidos de raíz árabe con el rock psicodélico, y el blues con el funk, sin despeinarse en ningún momento. Pasamos de escuchar a Wanda Jackson o Denise LaSalle a ver la hipnótica actuación de la cantante libanesa Yasmine Hamdan (que por cierto da pie a un brillante y malvado comentario sobre el tema de hacerse famoso y “dejar de molar”), como Adam pasa de interpretar a Paganini al violín a escuchar a Charlie Feathers. Si no es la compilación musical más atractiva y ecléctica que escucharéis este año, le falta muy poco. Y por favor, fans de las bandas sonoras de Tarantino: absteneos de hacer comparaciones. Lo de Only Lovers Left Alive es una historia totalmente distinta, y, si nos tenemos que poner tan gafapastas como Adam y Eve, Jarmusch empezó a hacerlo mucho antes que Quentin.

    Only Lovers Left Alive, de Jim Jarmusch

    Y una última advertencia: no encontraréis, en Only Lovers Left Alive, demasiadas concesiones a los tópicos del género vampírico. Nada de crucifijos, ataúdes, ni ajos (aunque hay una maligna referencia al tema en boca de Ava/Wasikowska), y digamos que las estacas de madera adquieren una forma un tanto más práctica que la habitual. Hay sangre, por supuesto, pero en pequeñas dosis, porque ya se sabe que abusar es malo y te puede llevar a comportarte como un salvaje. De hecho, la dependencia de la sangre y su progresiva contaminación sitúan a los vampiros de Jarmusch como una especie en peligro de extinción, condenados a elegir entre la muerte por inanición. o la involución y el regreso a los instintos más primarios y, por lo tanto, el abandono de su refinado y muy cultural modo de vida. Si lo que queréis ver son vampiros cazando y/o siendo cazados, si queréis ver a Drácula, o incluso a Lestat, haceos un favor y revisitad a Coppola o a Jordan (aunque reconozco que mataría por ver las caras de las adolescentes que van a ir a ver la película atraídas por la presencia de Tom Hiddleston). Los no-muertos de Jarmusch son otra cosa: una exploración de las pasiones y aversiones de su director, una deliciosa oda al gafapastismo a través de los tiempos que sin embargo no teme ser crítica, e incluso abiertamente cruel, con los mismos conceptos que exalta, y que, eso sí, como buena historia vampírica, se deleita en su propia melancolía, su languidez y su etérea belleza. Jarmusch ha vuelto, ahora sólo queda ver si es para quedarse. | ★★★

    Judith Romero
    Enviada especial al London Film Festival

    Estados Unidos, 2013, Only Lovers Left Alive. Director: Jim Jarmusch. Guión: Jim Jarmusch. Productora: Recorded Picture Company (RPC) / Pandora Filmproduktion / ARD Degeto Film / Lago Film / Neue Road Movies. Presentación: Festival de Cannes 2013. Fotografía: Yorick Le Saux. Música: Jozef van Wissem. Montaje: Affonso Gonçalves. Intérpretes: Tom Hiddleston, Tilda Swinton, Mia Wasikowska, Anton Yelchin, John Hurt, Jeffrey Wright.

    Póster de Only Lovers Left Alive, de Jim Jarmusch
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