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    Crítica | The Almost Man

    The Almost Man

    UN CRÍO DE TREINTA Y CINCO AÑOS

    crítica de The Almost Man | Mer eller mindre mann, Martin Lund, 2012

    Todos somos conscientes de que los galardones en el mundo del cine, hasta cierto punto y unos más que otros, son una patraña. Pero gustan. De todas formas, y al margen de lo irracional de colgar laureles de carácter competitivo, éstos tienen su razón de ser. Los reconocimientos y premios tienen una importancia capital para la industria cinematográfica, principalmente para aquellas películas de grafía más humilde y que no disponen de artillería mediática. Sirven de estímulo a los espectadores, son un cebo para que la gente vaya a las salas. Un distintivo de calidad, que permite incrementar los ingresos de la cinta de turno, e inclusive su reestreno. Es parte del espectáculo. Parte del juego. No obstante, otorgar reconocimientos de esta índole en el séptimo arte suele ser algo controvertido ¿Cómo estipular, cómo medir que una película es mejor que otra? ¿Cómo convenir el valor artístico de una cinta en función de sus competidoras? Lógicamente, por muchos criterios de evaluación que se estipulen, siempre se estará incurriendo en una injusticia. No llueve a gusto de todos. Aún así, hay casos más sangrantes que otros a tenor de las tendencias habituales, de las constantes exhibidas en otras ediciones de según qué premio o festival. Sólo así se explica la polémica desatada tras anunciarse el año pasado, en Karlovy Vary, a la noruega The Almost Man (2012) como ganadora del Globo de Cristal. Su carácter excesivamente convencional, su ausencia de innovación, fueron entendidas como una afrenta al espíritu del Festival. Lo cierto es que esta comedia dramática, opera prima del director Martin Lund, dista mucho de resultar significativa. Al margen de los gustos del consumidor de turno, las películas ganadoras de festivales suelen ser sorpresivas, impactantes. No son, al menos, tan intrascendentes y prescindibles como esta.

    El argumento nos cuenta la alergia a la madurez de un adulto de 35 años. Henrik, el protagonista, acaba de comprarse una nueva casa, ha conseguido un nuevo puesto de trabajo y mantiene una relación extravagantemente sana con su pareja. Todo parece ir sobre ruedas en su vida salvo por un motivo: se niega a aceptar su situación y prefiere comportarse como un crío. Sin razón aparente, al margen del tedio y los compromisos de la vida adulta, Henrik opta por actuar de forma infantil. A través de una retahíla de momentos a cada cual más esperpéntico que el anterior, el espectador será testigo del tambaleo de su estabilidad. Estamos ante el enésimo abordaje de la generación adultescente, formada por todos esos treintañeros que sufren el síndrome de Peter Pan. El caso del protagonista es distinto a los vistos normalmente en pantalla, habida cuenta no de su incapacidad para tomar decisiones adultas, sino para una vez que las toma no actuar en consecuencia. El contexto que le rodea también es significativo y altamente influenciable ya que su grupo de amigos adolece del mismo problema. Sus colegas terminan por ser un refugio para sus actitudes, una vía de escape ante ciertas incomodidades –como la fiesta con los compañeros de trabajo de su novia–. Henrik es la evidencia sintomática de una generación que sufre: cierta negación de la madurez, inseguridad en ambientes no distendidos, un egocentrismo rayano en lo estúpido, miedo al compromiso –en este caso el laboral–, una irresponsabilidad monumental, y una muy baja tolerancia a la frustración que les obliga a buscar vías de evasión –estúpidas–.

    The Almost Man

    The Almost Man resulta ser una película pequeña, mínima –en todos los sentidos: presupuesto, duración (unos escasos 75 minutos), puesta en escena–, correcta hasta el olvido. No tiene nada de especial, es tan disfrutable como olvidable. Entretenida, y bastante ágil, no pierde el ritmo. Plagada de momentos hilarantes, con un sentido del humor nada refinado, grosero si me apuran. Con gracia a ratos. Un tanto inverosímil, al fin y al cabo Henrik es un tío odioso, insoportable, estúpido, inestable, con graves problemas de socialización; uno no se explica cómo pudo haber pasado una entrevista de trabajo, o cómo su novia puede soportar la idea de construirse una vida junto a él. Al contrario de la tendencia habitual en las películas sobre las crisis de edad, el realizador noruego pretendía darle un prisma distinto. Elogiable el intento. Pero fracasa en la prueba de fuego: los conatos de dar empaque reflexivo a las escenas cómicas son eclipsados por la indolencia o indiferencia que parecen mostrar los sujetos testigos del hazmerreír. Un pequeño quiero y no puedo. Escapan el tren de los matices y el de la profundidad. Sin abandonar la vena humorística se podrían haber ahondado en las consecuencias dramáticas del histerismo del personaje, de la enajenación de una parte de la juventud occidental –como la escena en el interior del coche, tras el pique con un niño–. Tan sólo se muestran reacciones concretas a situaciones vergonzantes. En lo tocante al Globo de Cristal, entiendo las discrepancias. No por su carácter convencional, que veo como un acierto más allá de la idiosincrasia de Karlovy Vary, sino por la intrascendencia de la cinta en sí. Se deja ver. Se deja disfrutar. Se deja olvidar. Una vez paladeada, y tras el paso de las horas, uno percibe que se le caen las costuras. Se parece mucho a las comedias con toque dramático propias del cine indie estadounidense. Huele a copia excéntrica. Responde al perfil más arquetípico de Sundance. Las únicas diferencias entre éstas y aquellas son el idioma y cierta propensión a enseñar los sexos masculinos. Una cinta para matar el tiempo. ★★★★★

    Andrés Tallón Castro.
    crítico de cine.

    Noruega, 2012, Mer eller mindre mann (The Almost Man). Director: Martin Lund. Guion: Martin Lund. Productora: Ape&Bjørn. Fotografía: Morten Halfstad Forsberg. Música: Fred Avril. Reparto: Henrik Rafaelsen, Janne Heltberg, Solvei Grimen Fosse, Per Kjerstad, Tore Sagen, Tov Sletta. Presentación oficial: Ganadora del Globo de Cristal como mejor película en el Festival de Karlovy Vary de 2012.

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