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    Crítica | In Bloom

    In Bloom

    DOS CHICAS CONTRA SU ENTORNO

    crítica de In Bloom | Grzeli nateli dgeebi, Nana Ekvtimishvili & Simon Groß, 2013

    La gran triunfadora en el festival de cine de Sarajevo este año ha sido esta película georgiana dirigida a cuatro manos por la debutante Nana Ekvtimishvili y por su colaborador previo Simon Groß, y lo cierto es que tal éxito venía ya apuntado por el que había cosechado en varios festivales internacionales. En efecto, In Bloom (Grzeli nateli dgeebi, 2013) ya fue premiada, por ejemplo, en la Berlinale o en el festival de Hong Kong, por lo que a priori partía con más bagaje y confianza que los de otras participantes que se estrenaban en la capital bosnia. Aunque, por otro lado, podía tener la desventaja de ser la primera producción de su país incluida en la selección competitiva de este certamen balcánico, enfrentándose a otras producciones de la zona con las que el público y el jurado podían estar más familiarizados. En cualquier caso, menciono estas peculiaridades externas para adelantar ya que estamos ante una película distinta a las demás que competían en el recién clausurado festival, aunque tal diferencia se debe sobre todo al hecho de saber contar una historia de principio a fin con criterio y coherencia. Y es que este requisito estándar era incumplido en mayor o menor grado por todas las demás contendientes, por lo que cabe pensar que a veces el cine evoluciona y sus creadores intentan innovar olvidándose de cualidades más tradicionales y esforzadas que al fin y al cabo son las que el espectador más aprecia, sea cualquiera que acuda a una sala de cine, sea el encargado de juzgar oficialmente la película.

    Dicho esto, procede ahora resumir la historia que nos cuenta In Bloom, para comprobar efectivamente por qué la misma funciona. Pues bien, aquella gira en torno a la pérdida de la infancia de dos jóvenes adolescentes que viven en el Tbilisi de 1992. Una se llama Eka, es más bajita y tímida pero tiene una oscuridad en la mirada y una determinación que la convierten incluso en un personaje más valiente que su amiga Natia, una chica más atractiva pero más dubitativa. Ambas pasan su tiempo juntas en clase, fuera en la calle o bajo el techo de sus conflictivas familias, siendo el padre de una un borracho y el de la otra un prisionero ausente. Este último elemento nos indica pues que estamos en un contexto de guerra, con lo que ello conlleva en términos de opresión y carencias, siendo otro detalle significativo al respecto el racionamiento del pan que deben recoger Eka y Natia junto con otros muchos habitantes impacientes de la ruinosa ciudad. Además de estas penurias y de las rencillas de sus respectivas familias, las dos chicas deberán enfrentarse a los primeros amores y celos, pero sin que con ello la trama derive hacia un romance irrealista que le quitaría verosimilitud y seriedad a la difícil situación que se está viviendo.

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    Esta última es ilustrada por lo demás con una hosca fotografía en tonos sepia, remarcando la pintura decaída de las paredes o la tela descolorida de las vestimentas, pero proporcionando igualmente una atmósfera otoñal a esta historia de crecimiento hacia la mayoría de edad que, sin embargo y debido a las circunstancias, se precipita hacia una madurez prematura y se salta su etapa más primaveral. Dicho de otra manera, las chicas no tienen realmente tiempo para disfrutar, aprender y enamorarse como harían otras chicas de su edad en otro tiempo y lugar. En vez de ello deben aprender a sobrevivir, importando más su dignidad y su carácter que lo que puedan enseñarles en la escuela (como queda patente en una escena en la que todos huyen de clase), y debiendo hacer frente a las seducciones de los hombres de una manera pragmática y no siempre meditada y realmente querida (como queda manifiesto en el noviazgo de Natia). Otro detalle en este sentido es el de una pistola que consigue Natia y que le da a Eka para defenderse de unos chicos que la molestan en la calle. Después esta pistola tendrá otros usos más relevantes para la trama y sobre todo servirá para recordarnos la violencia que se está sufriendo no muy lejos de allí y cómo debe reaccionarse ante ella. Pues, efectivamente, durante todo el metraje no hay ninguna escena bélica, ningún bombardeo, arresto u otro acto de guerra, pero elementos como esa pistola u otros como la presencia puntual de un militar nos recuerdan constantemente lo que está pasando.

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    Gracias a ello la narrativa mantiene una tensión subrepticia que estalla ocasionalmente, y que contagia los diversos niveles y decorados en que la misma se desarrolla. De esta manera los directores saben hilar con paciencia pero también con ritmo los distintos rasgos y conflictos de los personajes. Hay una escena tardía en el metraje, quizás la más arriesgada y a la vez sugerente y memorable de todo el filme, en que Eka realiza un baile completo, en un solo plano y al son de una música en vivo, mientras Natia y otros miembros familiares cercanos la observan en vilo. Es una escena que sin diálogos nos está diciendo mucho de las protagonistas, evidentemente sobre Eka pero también sobre Natia por la mirada de admiración pero también de recelo que dirige a su amiga. Y además es probablemente la escena que terminó de convencer al jurado en Sarajevo para otorgar igualmente un premio a las dos actrices que las interpretan, para más mérito en su primer papel en la gran pantalla: Lika Babluani y Mariam Bokeria.

    Este último dato muestra como otro de los aciertos del largometraje es su trabajo con los actores, la mayoría de ellos niños de una generación posterior a la guerra civil que sin embargo actúan con plena credibilidad y sentimiento. Y por terminar de enumerar las cualidades de In Bloom, destacan sus inteligentemente aprovechados valores de producción (algo que también es infrecuente en este tipo de certámenes) y su ajustada planificación de cámara, con planos duraderos ricos en detalle y movimiento. Con todo, para concluir en una nota menos entusiasta, hay que advertir que no hay que sobredimensionar las cualidades enumeradas. Quizás hemos pecado de ello en gran parte de este texto, pero lo hemos hecho con el propósito inicial de contraponer los aciertos de In Bloom a los que faltan en otras películas más originales pero más irregulares. La de Ekvtimishvili y Groß no es especialmente llamativa visualmente ni su narrativa nos cuenta algo realmente novedoso, y tiene algunos momentos del metraje un poco más torpes donde el interés decae. Lo importante sin embargo es que la mayoría del tiempo tal interés se mantiene gracias a todo lo dicho. ★★★★★

    Ignacio Navarro.
    enviado especial a Bosnia y Herzegovina | crítico cinematográfico.

    Georgia, 2013. Directores: Nana Ekvtimishvili & Simon Groß. Guion: Nana Ekvtimishvili. Productora: Indiz Film UG / Arizona Productions / Polare film LLC. Fotografía: Oleg Mutu. Montaje: Stefan Stabenow. Intérpretes: Lika Babluani, Mariam Bokeria, Zurab Gogaladze, Data Zakareishvili, Ana Nijaradze. Presentación oficial: Berlinale 2013.

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