"Elegante y ameno thriller judicial cimentado en una estructura de magnético best-seller que supone una de las gratas sorpresas de la temporada americana."
Resulta curioso como el género judicial ha sabido reciclarse con el paso de las décadas. Al igual que la política, la temática legal ha sabido adaptarse a cada época dejando excelentes muestras a lo largo de la historia del cine. Un género que sabido sobrevivir a los tiempos y cuyo estilo ha progresado desde el romanticismo inicial hasta el efectismo actual.
El Homicida (Manslaughter, Cecil B. DeMille, 1922), la primera película relevante sobre justicia, instauró las bases de la lucha entre abogacía-fiscalía a nivel cinematográfico. Joyas imperecederas cómo Asesinato (Murder, Alfred Hitchcock, 1930); La Ley del Silencio (On the Waterfront, Elia Kazan, 1954); Doce Hombres sin Piedad (12 Angry Men, Sidney Lumet, 1957); Testigo de Cargo (Witness for the Prosecution, Billy Wilder, 1957); o Matar a un Ruiseñor (To Kill a Mockinbird, Robert Mulligan, 1962), supusieron un punto álgido en la traslación del jurado y el estrado a la gran pantalla.
Lejos del esplendor de estas obras, en los últimos años el brillo ha sido sustituido por la sobriedad y la petulante capacidad de desconcierto narrativo. Algo excesivamente marcado en recientes producciones, todas de buena factura pero trato estereotipado. Algunos Hombres Buenos (A Few Good Men, Rob Reiner, 1942); El Jurado (Runaway Jury, Gary Fleder, 2003); Fracture (Gregory Hoblit, 2007) o Tiempo de Matar (A Time to Kill, Joel Schumacher, 1996) representan al género en nuestro días y a creaciones donde la forma supera al fondo. Precisamente, el filme de Joel Schumacher lo encabezaba nuestro protagonista de hoy, Matthew McConaughey, el intérprete de El Inocente (The Lincoln Lawyer, 2011); una de las sorpresas de la primavera en la cartelera estadounidense. La segunda cinta de Brad Furman retrata todo lo descrito con anterioridad pero con un punto amable y sin pretensiones que la convierten en un buen thriller judicial lleno de notables interpretaciones y dotado de una débil verosimilitud.
Ésta última afirmación pudiera ser cuestionable teniendo en cuenta la maleabilidad del concepto “justicia” y sus giros a lo largo de la historia moderna. Obviando la falta de realismo y los guiños “naifs” de El Inocente, el filme de Furman bebe del centenar de obras del género y se presenta en un envoltorio lleno de tópicos aunque elegante y bien construido. Un punto a su favor que conecta con el espectador de manera inmediata gracias al siempre atractivo doble juego del falso culpable. Sí en Las Dos Caras de la Verdad (Primal Fear, Gregory Hoblit, 1996), el contraste de sombras aturde y liga con un público convertido en jurado, en El Inocente el enigma tiene fácil resolución y pasa al sempiterno duelo entre el gato y el ratón. Este dato lo acerca a otro hito reciente del género, Fracture, donde Anthony Hopkins y Ryan Gosling se batían en duelo con las cartas mostradas.
Basada en el éxito literario homónimo escrito por Michael Connolly, El Inocente narra uno de los casos del carismático letrado Mickey Haller. Pleno de verbosidad y recursos, Haller lleva una caótica vida personal que en su trabajo convierte en talento y éxitos cómo abogado defensor. Todo cambiará con el amparo a un joven de una familia adinerada acusado de intento de asesinato de una prostituta. El guión parte de una simple premisa y se convierte en todo un thriller sobre asesinos en serie y errores judiciales. La cinta presenta la evolución de diversos dilemas morales unidos a la capacidad deductiva del protagonista. La idiosincrasia del abogado defensor y los límites de la conciencia humana son los ejes de una trama que a medida que avanza pierde credibilidad y fuelle pero mantiene un poso de curiosidad hasta su epílogo.
Perdido en una estrambótica filmografía, Matthew McConaughey (Mickey Haller) ha demostrado en contadas ocasiones su valía para el drama. Sí en Tiempo de Matar representa a un idealista abogado, en su última caracterización es un jurista pícaro y canalla que aprovecha todos los recovecos del código judicial para salir indemne. En El Inocente, McConaughey aporta talento y crédito a un personaje alimentado de todos los tópicos disponibles. Junto al actor tejano, una pléyade de notables secundarios que aportan brío y presencia: Ryan Philippe, Marisa Tomei, William H. Macy, Josh Lucas, Michael Peña, John Leguizamo y Bryan Cranston. Todos, en mayor y menor medida, dan calado a un producto concebido para entretener. Gran mérito de un Brad Furman, disfrazado de eficiente abogado defensor que logra la absolución de El Inocente (The Lincoln Lawyer, 2011).
Lo Mejor: Su ritmo narrativo. Matthew McConaughey demostrando calado dramático.
Lo Peor: Guión inverosímil. No aporta nada al género judicial.
Puntuación: 6/10 CINE USA 2011/THRILLER JUDICIAL.