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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Todo saldrá bien

    || Críticas | ★★★★☆
    Todo saldrá bien
    Ray Yeung
    Espacios opresivos


    Nacho Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    Hong Kong, 2024. Título original: All Shall Be Well. Dirección: Ray Yeung. Guion: Ray Yeung. Compañías productoras: New Voice Film Productions, Golden Scene, Strand Releasing. Montaje: Lai Kwun Tung. Fotografía: Leung Ming-Kai. Reparto: Patra Au, Maggie Li, Tai Bo, So-ying Hui, Chung-Hang Leung, Fish Liew. Duración: 93 min. Distribución en España: Karma Films.

    En 1997 John S. Boskovich en Electric Fan (Feel it Motherfuckers) expuso un ventilador encerrado en una caja de plexiglás, el único objeto que pudo conservar de la casa que compartía con su pareja Stephen Earabino y que fue vaciada por su familia tras su fallecimiento a causa del sida ese mismo año. La obra denunciaba la imposibilidad de administrar el patrimonio de personas del mismo sexo debido a la ley que prohibía su matrimonio en Estados Unidos en aquellos momentos. No obstante, a pesar de la lectura política que encerraba la escultura, lo que subyacía en ese ventilador que funcionaba y expulsaba un leve halo de aire era un profundo gesto de memoria, que trataba de combatir a través de la representación física los intentos de erradicar los recuerdos, la existencia y las relaciones de muchas personas queer fallecidas. En Todo saldrá bien, Ray Yeung se aproxima a una realidad similar en el Hong Kong contemporáneo, donde Angie deberá enfrentarse al silencioso desplazamiento al que la somete la familia de su pareja Pat, que fallece de forma repentina.

    Yeung vuelve a mirar a las relaciones amorosas entre parejas homosexuales de edad avanzada, al igual que planteó en su anterior película Suk Suk (2019), que también partía del contexto hongkonés. Esta vez ancla su puesta en escena en la relación de los personajes con el espacio que ocupan en la pantalla, adaptando la fluidez de la cámara, el ritmo y la iluminación al estado emocional de Angie. Antes de la muerte de Pat, la calidez del hogar y la supuesta aceptación familiar se manifiestan a través de una cámara que se mueve constantemente entre los personajes, encuadrando la mesa familiar, las risas y la tranquilidad de lo cotidiano en un montaje vivaz que pasa de un personaje a otro y vuelve una y otra vez al plano de conjunto. Tras la muerte de Pat, la iluminación se enfría, la fragmentación es mucho menor y la cámara se esconde detrás de los muebles y las barreras naturales de la casa para tomar distancia con el duelo de Angie. El trágico suceso desencadena un violento proceso de pérdida progresiva, en el que la familia de la difunta va expulsando a Angie del encuadre, negando su relación romántica con Pat y su derecho tomar decisiones sobre sus bienes. Al igual que en la escultura de Boskovich, esta amenaza a la identidad de la protagonista se construye desde la negación de un compromiso que no solo se concibe en vida, sino que se prolonga más allá de la muerte. Angie no puede decidir sobre el lugar de enterramiento de Pat y sobre su incineración, siendo desplazada físicamente al final del grupo en la ceremonia por no ser un familiar cercano.

    No obstante, el estado de indefensión de Angie se manifestará finalmente en su expulsión de la casa que ha compartido con Pat durante más de 20 años, que pasa a ser administrada por el hermano de la difunta, el cual no permitirá que la protagonista se quede a vivir en ella. Desde aquí, Yeung aprovecha de nuevo para adentrarse en un complejo retrato familiar desde la arquitectura del hogar. La casa de Pat y Angie es amplia, cómoda, permite amplios encuadres en los que acoger a las amigas y la familia, al mismo tiempo que sus grandes dimensiones representan un abismo para Angie tras la desaparición de Pat. Por otro lado, las demás casas que vemos a lo largo de la película también reflejan la identidad de los personajes y su actitud frente a Angie: la inestable pareja de los hijos que compra una vivienda sin ascensor que se va estrechando hasta comprimirlos o, de forma más certera, la casa del hermano, en un bloque de pisos que pertenece a esas viviendas públicas de celdas y amplios patios desde el que todo el mundo puede ver a los vecinos, reproduciendo la idea de panóptico carcelario de Bentham. A esta cuestión, Yeung añade un comentario constante sobre la familia elegida -las amigas y la abogada-, cuya política de ayuda y cercanía se opone constantemente a la frialdad y el rechazo de la familia ‘biológica’.

    Así, Todo saldrá bien supone un trabajo delicado sobre una violencia que aguarda enterrada y emerge repentinamente, narrada a través de los silencios, la posición de los actores en el espacio y una ausencia total de música durante el metraje, que permite al cineasta acercarse al drama sin caer en la manipulación emocional. Yeung lanza una mirada comprometida contra la opresión urbanística y la supresión de identidades desde las instituciones y la sociedad, en un Hong Kong que, tras la confirmación de tres sentencias históricas en noviembre de 2024 -que otorgaban igualdad de derechos en materia de vivienda y herencia a las parejas del mismo sexo- parece avanzar a pasos discretos hacia un mayor reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBIQ+. ♦


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