|| Críticas | Cannes 2025 | ★★★☆☆
Ballerina
Len Wiseman
¿A qué te apetece jugar?
Raúl Álvarez
ficha técnica:
EE.UU. 2025. Título original: Ballerina. Director: Len Wiseman. Guion: Shay Hatten. Productores: Basil Iwanyk, Erica Lee, Kaley Smalley Romo, Louise Rosner, John R. Saunders, Chad Stahelski, Kevan Van Thompson. Productoras: Lionsgate, Thunder Road Pictures, 87Eleven Entertainment, Summit Entertainment. Fotografía: Romain Lacourbas. Música: Tyler Bates, Joel J. Richard. Montaje: Jason Ballantine, Nicholas Lundgren. Reparto: Ana de Armas, Keanu Reeves, Ian McShane, Gabriel Byrne, Anjelica Huston, Catalina Sandino Moreno, Norman Reedus, Juliet Doherty.
EE.UU. 2025. Título original: Ballerina. Director: Len Wiseman. Guion: Shay Hatten. Productores: Basil Iwanyk, Erica Lee, Kaley Smalley Romo, Louise Rosner, John R. Saunders, Chad Stahelski, Kevan Van Thompson. Productoras: Lionsgate, Thunder Road Pictures, 87Eleven Entertainment, Summit Entertainment. Fotografía: Romain Lacourbas. Música: Tyler Bates, Joel J. Richard. Montaje: Jason Ballantine, Nicholas Lundgren. Reparto: Ana de Armas, Keanu Reeves, Ian McShane, Gabriel Byrne, Anjelica Huston, Catalina Sandino Moreno, Norman Reedus, Juliet Doherty.
Ballerina es la enésima versión de este viejo juego, y a su director, Len Wiseman, creador de la saga Underworld y por lo tanto con experiencia en heroínas de acción, no parece que le haya costado mucho esfuerzo convertir a Ana de Armas en Eve Macarro, una letal asesina que busca a los responsables de la muerte de su padre. Desde este punto de partida, insisto, con poco margen para la sorpresa, el público puede elegir uno de estos dos caminos: o bien se entretiene identificando los referentes que han manejado en la puesta en escena tanto Wiseman como su guionista, Shay Hatten, autor de la tercera y de la cuarta entrega de John Wick, así como de los últimos trabajos de Zack Snyder para Netflix; o bien se dedica a pensar si Ballerina aporta alguna reflexión de interés sobre la naturaleza (violenta) del ser humano, que es lo que distingue el sustrato mítico de Electra del de otras historias de venganza.
La primera de estas alternativas es muy divertida o muy frustrante, según se mire. Cualquier aficionado medio va a encontrar huellas apenas disimuladas de Cisne negro (Black Swan, Darren Aronofsky, 2010), Colombiana (Olivier Megaton, 2011), Hanna (Joe Wright, 2011) y Atómica (Atomic Blonde, David Leitch, 2017), y también del segmento anime de Kill Bill (Quentin Tarantino, 2002-2003), repartidas por Wiseman y su equipo de montadores en la ya típica narrativa abrupta y cortante de John Wick. Se trata de referencias explícitas en lo temático y en lo formal, es decir, evidentes para cualquier espectador con una mínima cultura cinematográfica. Menos obvia, porque es más difícil copiar el estilo de Luc Besson, es la sombra de Nikita, dura de matar (Nikita, 1990) y de sus «hijas» Lucy (2014) y Anna (2019). Y aún menos visible, porque casi nadie se acuerda de ella, es la imagen en el retrovisor de Bailarina (Ballerina, Chung-Hyun Lee, 2023), producción de Netflix que, ejem, cuenta exactamente lo mismo que Ballerina solo que cambiando amiga por padre.
De tenerlo, el único valor de este Frankenstein pasa por ser el de síntoma del modelo de producción estándar del cine de acción contemporáneo, en el que cada película es una suma de ideas precedentes que muestra poco respeto hacia el público. La segunda alternativa es ver Ballerina con la esperanza de hallar alguna arista sugerente en el personaje de Ana de Armas, que en esencia viene a ser una derivada intensificada y sin sentido del humor de su personaje en el último Bond de Daniel Craig. Aquí se notan aún más las carencias de Wiseman y Hatten, porque ni el primero ha sido nunca un cineasta con una marcada personalidad –siempre ha dependido del diseño de producción y del montaje–, ni el segundo es un guionista que sepa darle vuelo a ideas ajenas o heredadas, por no hablar de su dificultad para construir frases con más de diez palabras. Ambos son fieles recaderos, y en Ballerina sufren de lo lindo para escapar de las comparaciones con sus mayores.
¿Entretenida? Sin duda. ¿Bien hecha? También. ¿Emocionante? A ratos. ¿Novedosa? Cero. Esto último es algo que se nota especialmente cuando uno trata de ver en Ana de Armas algo más que un cliché estirado, pese a la ironía que supone devolverle al mito de Electra su carácter femenino y, por consiguiente, disruptivo del orden dominante. Si la película se sostiene, y lo hace a duras penas cuando no suena la pólvora, se debe a dos motivos tan viejos como el cine. En primer lugar, un buen elenco de veteranos. Es presumible que quepa atribuirle a Chad Stahelski, director de los cuatro capítulos de John Wick y aquí «limitado» a labores de producción, el buen criterio de rodear a su nueva criatura de Ian McShane, Anjelica Huston, Gabriel Byrne, Lance Reddick (en su último papel) y el propio Keanu Reeves, capaces de tapar cualquier agujero con su mera presencia, o de que se note menos.
Y en segundo lugar, un puñado de ideas desesperadas. A veces, para que una película funcione, sobre todo si es de acción, solo hace falta mandar al infierno la verosimilitud. Ballerina abandona su condición de spin off rutinario en los momentos más demenciales, como cuando Eve coge una manguera antiincendios para contrarrestar un lanzallamas, o en la escena del club nocturno, donde cualquier objeto es susceptible de convertirse en un arma. Esta es, por cierto, la escena mejor planificada de una película con abundantes problemas de encuadre desde el prólogo. No es casual que Wiseman llevara una década larga haciendo penitencia en la televisión. ♦
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