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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | El brillo de la televisión

    || Críticas | Berlinale 2024 | ★★☆☆☆ ½
    El brillo de la televisión
    Jane Schoenbrun
    VHS de neón


    Luis Enrique Forero Varela
    74ª Berlinale |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: «I saw the tv glow». Dirección: Jane Schoenbrun. Guion: Jane Schoenbrun. Compañía productoras: A24, Fruit Tree, Smudge Films. Fotografía: Eric Yue. Intérpretes: Justice Smith, Brigette Lundy-Paine, Danielle Deadwyler, Amber Benson. Duración: 100 minutos.


    anexo| Cobertura de la Berlinale 2023


    La estadounidense Jane Schoenbrun afirmaba en la apertura de la proyección de I saw the tv glow estar muy orgullosa de haber podido disponer de un presupuesto más holgado que su anterior filme (We’re All Going to the World’s Fair) para poder crear la obra que había imaginado; a tal punto que, sostenía, quedaría satisfecha si este fuese su último trabajo. No es baladí tener en cuenta estas palabras, dado que este largometraje, su segundo, está estructurado con un deseo de ambición enorme, casi como declaración de intenciones discursivas, y además contiene una reflexión intensa sobre la nostalgia, la memoria y la identidad, que conmueven. El resultado final empero no culmina las expectativas generadas pero sí presenta las credenciales de un autora con un universo propio en plena construcción.

    Y es que hay algo magnético en esta película. A pesar de algunos fallos, muy propios de las primeras obras —un afán abarcador que acaba debilitando su estructura misma—, I saw the tv glow atrae la mirada desde su mero inicio, con un largo plano en travelling de una calle suburbana estadounidense como presentación del escenario. Durante una actividad escolar no lectiva en 1996, Owen (Ian Foreman y luego Justice Smith) descubre a una compañera de clase leyendo la guía de episodios de un programa de televisión mucho más profundo de lo que a priori sugiere su contenido. El show con el que Maddy (Brigette Lundy-Paine) parece estar completamente obsesionada se llama The pink opaque y oculta una densidad argumental y metanarrativa inimaginables bajo su apariencia de producto de consumo light para adolescentes en la Young adult network. Tal es el embrujo que causa en el tímido Owen, que decide mentir a su madre y pasar las noches del sábado en casa de Maddy viendo cada nuevo episodio.

    La progresión narrativa del filme se distribuye en flashbacks compactos, entre los cuales hay varias elipsis cuya única función es precipitar lo que Schoenbrun desea contar; esto es, la amistad entre estos dos personajes frágiles y atrapados en la rígida sociedad de la clase media norteamericana (donde los adultos brillan por su ausencia de conexión emocional), ansiosos de descubrirse a sí mismos a través de ese catalizador que es la serie de televisión. The pink opaque —mucho más que un homenaje al disco de 1985 de The Cocteau twins— presenta las aventuras de dos chicas adolescentes, conectadas a través de un vínculo mágico, que se enfrentan al Dr. Melancholy y sus esbirros, unos malévolos entes monstruosos cuya única motivación es destruirlas. Los neones kitsch entre los que ocurre cada episodio de la serie no ocultan la esencia de alter egos que son Maddie y Owen de las chicas protagonistas. Hay una pulsión subyacente por expresar esa identidad que persiguen con tanta angustia como inocencia. De modo que cada episodio visionado de esta ficción supone la inmersión en quienes realmente desearían poder ser, libres de las encorsetadas normas del entorno en el que les ha tocado vivir, de las familias más o menos desestructuradas en las que la fortuna les ha hecho nacer y crecer. El principal acierto del filme es retratar algunos elementos, como esta búsqueda identitaria con relativa sutileza y, sobre todo, sin nombrarla (aunque el contenido metafórico tampoco sea demasiado críptico), sin señalarla con el dedo.

    La emisión semanal de este show vertebra las vidas y la amistad de los protagonistas; lo ven juntos en casa de Maddy, donde existe algo así como un peligro constante e invisible, encarnado la presencia del padrastro violento que nunca hace acto de presencia; y más adelante, en diferido, —Maddy va dejando cintas a Owen en el cuarto de revelar del colegio—. Dentro del universo de The pink opaque se funden los límites entre realidad y ficción, haciéndose presente la percepción cada vez más clara de que la importancia capital de la serie se debe a que esta es un reflejo o una manifestación metafórica de sus pulsiones y tormentos. Y podría haber resultado más interesante este mundo de haberse más su directora en su descripción visual. Los vistazos que se nos muestran son insuficientes para darle una entidad esférica al entorno, a los grotescos y muy desaprovechados monsters-of-the-week como perversiones de la vida cotidiana de los barrios residenciales estadounidenses; perversiones que, por otra parte, hacen acto de presencia todo el tiempo a lo largo de la película, generando constantemente una sensación de tremendo malestar —asunto en el que, con otras herramientas, también incidía David Lynch, referente clarísimo para Schoenbrun, en su neo noir Terciopelo azul (1986)—. Algo nunca explicitado del todo y que, sin embargo, parece segregar corrupción alrededor de la pareja protagonista, que va sintiendo unas paredes invisibles cerrarse con rabia contra sus pechos; y de esa asfixia solo parecen encontrar solaz en el universo imaginario en el que sus “otros yos” sí cuentan con poderes herramientas para luchar, para no dejarse arrancar el corazón y hundirse bajo tierra.

    Como ejercicio cinematográfico, I saw the tv glow ostenta algunos elementos interesantes, como un diseño de producción bien planeado, un aparato discursivo que reseñable y un simbolismo más o menos equilibrado en el conjunto. El problema tiene menos que ver con las buenas intenciones que con el rango de acción, con la distancia de ambición con la que se pretende tratar la cinta. Pareciese como si a Schoenbrun le hubiese faltado bien presupuesto, bien tiempo para hacer una revisión concienzuda del guion, para pulir varios de sus elementos —por ejemplo, los torpes saltos temporales, la construcción de la sociedad suburbana o el tratamiento de los diálogos— sin un sistema estructurado detrás que soporte algunas decisiones arriesgadas. Porque se observa el talento en su directora, así como todo el esfuerzo puesto en el proyecto, y es precisamente esto lo que evidencia más aún las irregularidades de este coming of age film en clave de thriller nostálgico y lisérgico. Sea como fuere, I saw the tv glow destaca por encima de la media del panorama independiente norteamericano, y la mano que la firma demuestra ser capaz de hallazgos interesantes que, tal vez, consigan eclosionar en un futuro.


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