|| Críticas | Berlinale 2024 | ★★★☆☆ ½
Between the Temples
Nathan Silver
Un ritual cómico
Luis Enrique Forero Varela
ficha técnica:
Estados Unidos, 2024. Título original: «Between the Temples». Dirección: Nathan Silver. Guion: Nathan Silver, C. Mason Wells. Compañías productoras: Ley Line Entertainment, Fusion Entertainment. Fotografía: Sean Price Williams. Intérpretes: Jason Schwartzman, Carol Kane, Dolly De Leon, Robert Smigel. Duración: 111 minutos.
anexo| Cobertura de la Berlinale 2024
Estados Unidos, 2024. Título original: «Between the Temples». Dirección: Nathan Silver. Guion: Nathan Silver, C. Mason Wells. Compañías productoras: Ley Line Entertainment, Fusion Entertainment. Fotografía: Sean Price Williams. Intérpretes: Jason Schwartzman, Carol Kane, Dolly De Leon, Robert Smigel. Duración: 111 minutos.
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El director estadounidense Nathan Silver construye con Between the temples un mapa emocional de la comunidad judía estadounidense, con forma de comedia ligera, que sabe con cierta inteligencia en qué momentos debe ser mesurada, y cuándo explotar un comedido humor autorreferencial. Y es que esta ligereza mencionada provoca un efecto curioso, como de cierta despreocupación hacia sus propios personajes; algo que podría jugar en su contra y que, interesantemente, en el caso que nos ocupa parece hacerle un favor al desarrollo narrativo, aportando una frescura prácticamente inesperada y provocando una sensación de que, pase lo que pase, de algún modo todo va a estar bien. En sus primeros compases, vemos cómo su protagonista Ben (un correcto Jason Schwartzman), desesperado tras un episodio personal muy doloroso, se acuesta en medio de la autopista, esperando acabar con su vida; cuando el camión que se acerca peligrosamente frena, tras haber reparado en él, su conductor lo lleva en autostop hasta el bar más cercano.
Este planteamiento de este chiste como obertura es el principal elemento que vertebra el desarrollo de la película. Las circunstancias alrededor de la vida del pobre Ben reflejan que no está pasando por su mejor momento, que no ha conseguido aún recuperarse de la trágica muerte de su mujer. Y esta depresión le está comenzado quitar no solamente su capacidad vocal para desempeñar su función como cantor de versos de la Torá en la sinagoga local, sino además su vocación pedagógica y su interés en preparar a sus alumnos para el Bar Mitzva. Tal crisis existencial, que versa en su relación con la fe, que es lo mismo que su relación con la vida misma, sumerge a Ben en un estado de inmovilismo tremendo. La mirada ofrecida aquí sobre los usos y costumbres judíos, nos ofrece, como es natural, reminiscencias a otros autores que han abordado el mismo tema. A este respecto, Between the temples reverencia más a Woody Allen que a los hermanos Coen; un Woody Allen neurótico, con toda la ansiedad y verborrea características, pero despojado de cierta profundidad más, digamos, culturalista.
En este estado triste y patético, Ben reconoce en el rostro de una desconocida a la Srta. Carla O’Connor (Carol Kane), su profesora de música en el colegio. Este encuentro casual precipita a los sucesivos, en un principio sustentados en la difusa nostalgia de los años del colegio, pero pronto da un giro y va transformándose en un deseo puro de conocerse el uno al otro. Carla se interesa por sus propias raíces judías, a las que nunca ha dedicado mucha atención, hasta tal punto de inscribirse en la sinagoga de Ben en clases de preparación para hacer el Bar Mitzva. Por su parte, Ben redescubre su propio oficio como profesor, pero también el valor de los contenidos culturales y religiosos, a través de la honesta emoción que los ojos de Carol parecen transmitir; a pesar de lo atípico que supone pasar por este ritual a su edad, la mujer está genuinamente segura del paso que quiere dar y Ben está dispuesto a darle todo su apoyo.
La inteligencia particular del guion que C. Mason Wells ha escrito junto al propio Silver tiene que ver menos con los diálogos en sí que con, digamos, la atmósfera que es capaz de elaborar. Consigue burlarse tanto de los clichés más evidentes como de algunas costumbres menos conocidas judías en la cultura pop sin resultar ordinario en su aproximación; desde la pertenencia, obtiene un sentido del humor autorreferencial francamente divertido, sin renunciar a cierta elegancia estructural ni virar hacia el exceso como recurso efectista. Los malentendidos no se hacen esperar, dado lo inusual de las circunstancias, y de la dificultad por parte de Ben para describir la conexión que siente hacia su ex profesora de música del colegio; un asunto que parece concernirle a todo el mundo menos a Ben y Carol, quienes han generado un espacio propio y privado en el que se retroalimentan el uno al otro. Es en esta colisión en la que se producen los efectos cómicos.
El camino hacia la sanación del protagonista parece en determinados momentos verse interrumpido o entorpecido precisamente por la gente que más cariño y aprecio profesa por él. Sus dos madres (Dolly de Leon y Caroline Aaron) parecen empeñadas en tener más claro que es lo que a él le conviene, y lo obligan con sutiles ardides a tomar esa decisión sobre la cual él nunca ha expresado interés, o fuerzan con evidente torpeza encuentros “casuales” con Gabby (Madeline Weinstein), hija del rabino Bruce (Robert Smigel), que acaba de llegar a la ciudad para pasar un tiempo y parece empecinada en forjar un vínculo con Ben. Él, en cambio, deambula por entornos que poco o nada tienen que ver con esta idea tan fija de conveniencia, y disfruta cada momento de complicidad que tiene con Carol, mientras le enseña los versos de la Torá e intenta convencer al rabino de lo preparada que su poco ortodoxa alumna está para realizar este rito tan pronto como sea posible, con una mezcla de orgullo y algún otro sentimiento más inclasificable bajo la superficie.
La ausencia de gravitas de la que hablamos unas líneas más arriba en este texto no perjudica a la estructura de la película. La temática aquí presentada se trata con la seriedad justa para ofrecer una solidez en los comportamientos de los personajes, sí, cómicos, pero sin llegar al extremo del mamarracho, de estar escritos sin entidad alguna. Muy consciente de esto, Silver consigue jugar con estos elementos e intensidades dramáticas en el desarrollo de un arco argumental que reconforta por su sencillez. Y este tratamiento funciona de manera muy beneficiosa para la construcción de sus protagonistas, atribulados con preocupaciones hondas, desde luego, que, sin embargo, resuelven con una ligereza que divierte en su inocencia sin pretensiones, evitando además caer el el ridículo. Ben no se cuestiona el albedrío humano y la necesidad de la fe mientras estudia las sagradas escrituras; pero es que tampoco es esto de lo que busca Between de temples. Esta es una historia clásica de cómo dos personajes opuestos, heridos por la vida, consiguen hacerse compañía mutua en situaciones de dificultad o carencias afectiva hasta sanar juntos. Y como artefacto cinematográfico, el resultado es digno de mención.