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    Crítica | El rapto

    || Críticas | Cannes 2023 | ★★★☆☆
    Rapito
    Marco Bellocchio
    Secuestro autoritario y totalitario


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes (Francia)|

    ficha técnica:
    Italia, Francia, Alemania, 2023. Título original: «Rapito». Dirección: Marco Bellocchio. Guion: Marco Bellocchio, Susanna Nicchiarelli, Edoardo Albinati, Daniela Ceselli. Compañías productoras: Kavac Film, IBC Movie, Ad Vitam Production, Match Factory Productions, RAI Cinema, Emilia-Romagna Film Commission. Fotografía: Francesco Di Giacomo. Presentación oficial: Sección Oficial del Festival de Cannes. Reparto: Filippo Timi, Fabrizio Gifuni, Barbara Ronchi, Paolo Pierobon, Fausto Russo Alesi, Enea Sala, Leonardo Maltese. Duración: 125 minutos.

    La historia de Edgardo Mortara es fascinante. Nacido en Bolonia en 1851 en el seno de una numerosa familia de clase media, de religión judía, a los seis años fue secuestrado por oficiales del Papa Pío IX, entonces gobernante de la ciudad. El motivo era que, cuando contaba con apenas un año, había sido bautizado en secreto por la doncella del hogar, que, al estar gravemente enfermo el niño, temió por su vida, por lo que su inmediato bautizo garantizaba, según las creencias de la mujer, el acceso de aquel al reino de los cielos en caso de fallecer prematuramente. Este hecho tarda en descubrirse en la evolución del relato, para quien no conozca antes todos sus datos, y puede parecer algo rebuscado, amén de inhumano, si bien resulta coherente con la lógica (más social que personal) del momento. A partir de ahí, el ordenamiento católico entonces vigente imponía la educación del menor acorde a sus dogmas, por mucha oposición que hubiera por parte de la familia o cualquier voluntad en contra del sujeto afectado (por lo demás incapaz de pronunciarse). En un contexto actual, tal circunstancia, en el caso hipotético de plantearse en una sociedad fanática, se resolvería de otra manera. Pero en la Italia de mediados del siglo XIX, que todavía no era una nación sino una unión de Estados, uno de los cuales era el pontifical, a la injusticia personal del acto se sumaba un trasfondo político y una corriente dominante que explicarían, no sólo la posibilidad real de lo acontecido, sino el comportamiento posterior de su víctima al margen de toda reacción.

    El octogenario Marco Bellocchio reproduce fielmente esta historia en Rapito, siguiendo la tradición de toda su carrera y en especial de sus últimas películas por interesarse en hitos de la Italia moderna. Aquí se remonta más atrás que en sus trabajos anteriores, al siglo XIX como decíamos, por lo que la fidelidad se puede constatar igualmente en la recreación de la época y requiere un esfuerzo añadido de composición. La ventaja es que el estilo de Bellocchio, que a estas alturas de su carrera no va a variar, facilita esta adaptación, pues el mismo suele recurrir a interiores más que a exteriores y, a su vez, en cada escenario, aprovecha una decoración determinada, mínima, en un encuadre dado y por lo general fijo. Por tanto, limita asimismo los movimientos de cámara o los ángulos en campo, lo que permite que, al no tener que grabar la totalidad del escenario, la reconstrucción de este último sea más fácil, al igual que su iluminación contrastada. En suma, aunque esta película es ambiciosa, por la propia naturaleza del relato que nos cuenta, no da la sensación de que estemos ante una gran producción, categoría que en cualquier caso no concordaría con la trayectoria autoral del cineasta. El problema es que a las partes intimistas de dicho relato, propias de su drama familiar y espiritual, Bellocchio y su equipo de guionistas le quieren sumar detalles o incluso escenas de mayor trascendencia que, al no visualizarse con una grandilocuencia, por así decir, acorde a su propia condición de trascendente, dan la impresión de objetivo frustrado.

    Por decirlo llana y algo injustamente, Rapito parece en ocasiones un extendido capítulo de una serie de televisión, tanto por la forma como por el fondo. Esto no es necesariamente una crítica, teniendo en cuenta además que la anterior película de Bellocchio (así estaba concebida), Esterno notte, se estrenó con este formato para pequeña pantalla, tras su paso también por el festival de Cannes. Con todo, la historia de Edgardo Mortara pedía algo más, quizá esa mayor trascendencia que mencionábamos, no sólo perseguida sino conseguida, entendida ahora en correspondencia con sus repercusiones internacionales y metafísicas. Hablamos de un nivel más allá del mero estudio de personaje, por abarcar una realidad más amplia o por proyectarse en una dimensión más profunda, y es quizá ese equilibrio, entre estos distintos niveles, el que se echa en falta en Rapito. Se le puede achacar este defecto porque, como decíamos, en parte quiere prevenirlo. Por ello incluye referencias parciales y alusiones contadas a las influencias del caso más allá de sus fronteras o a su alcance en la dualidad entre judaísmo y catolicismo. Empero, son insuficientes para ofrecer, con éxito, el fresco pretendido. Si la intención del filme fuera otra, se centraría más claramente en la figura de Mortara y en su entorno, desde un punto de vista más reducido y no por ello menos eficaz. No es casual que los fragmentos del metraje que mejor funcionan son aquellos que se ciñen a sentidos diálogos, como entre el papa y Mortara o entre miembros de su familia y de la autoridad eclesiástica, o incluso, sin palabras de por medio, a primeros planos que revelan toda su turbación, en especial los del niño cuando va a ser sustraído de su domicilio o cuando es acogido en el seminario. Al no obtener plenamente ni una cosa ni otra, ni minimalista ni omnicomprensiva, al espectador le queda un producto muy competente, sin duda interesante, aunque irregular por partes y demasiado convencional en su conjunto, lo que resulta algo decepcionante para una historia tan única.

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