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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Monstruo (怪物)

    || Críticas | Cannes 2023 | ★★★★☆
    Monster
    Hirokazu Koreeda
    «Nuevos» aires para el cine queer


    Mariona Borrull Zapata
    Cannes (Francia)|

    ficha técnica:
    Japón, 2023. Título original: «Kaibutsu/怪物». Dirección: Hirokazu Koreeda. Guion: Yuji Sakamoto. Compañías productoras: Toho, Gaga Communications Inc, AOI Pro, Fuji TV, Bun-Buku. Productor: Genki Kawamura. Música: Ryuichi Sakamoto. Diseño de producción: Keiko Mitsumatsu. Fotografía: Ryuto Kondo. Montaje: Hirokazu Koreeda. Reparto: Sakura Ando, Eita Nagayama, Soya Kurokawa, Hinata Hiiragi, Mitsuki Takahata, Akihiro Kakuta. Presentación oficial: Sección Oficial del Festival de Cannes. Duración: 126 minutos​.

    Hirokazu Koreeda no es sólo un humanista. Su nueva película, Monster, se construye como un enorme rompecabezas alrededor de las desgracias que siguen a una pelea escolar. A partir de tres perspectivas que se solapan, siguiendo las vías del relato sesgado de Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), Koreeda pincela cómo vivieron una madre (Sakura Ando, la materfamilias de Un asunto de familia), su hijo Minato (Soya Kurokawa) y su profesor Hori (Eita Nagayama, una suerte de Javier Botet japonés) los días extraños entre el incendio de un edificio y las tormentas torrenciales; dos eventos memorables, en una ciudad pequeña del Japón rural. Minato confiesa a su madre (Saori) que su profesor está maltratándolo, la mujer inicia una campaña para apartarlo del cargo y, de mientras, el niño se distancia de su mejor amigo.

    Esa es toda la trama de la película de Koreeda, guionizada por Yûji Sakamoto con el rigor de quien no se dirige «al tonto de la última fila». De argumento escueto y montaje inclemente, Monster encuentra formas de innovar desde el relato mismo, siguiendo con severidad las condiciones sobre el punto de vista narrativo que impone una estructura fragmentada a lo Rashomon. Las vidas de cada uno de los personajes se cruzarán en contados momentos, sin que la cinta los pliegue unos sobre otros como quien necesita demostrar una tesis manida sobre la relatividad de nada. Sobre la mesa de montaje no sobra un segundo. Nuestra cotidianidad, y la de nuestres vecines, en realidad apenas se tocan. Y, sin embargo, ¿quién no recuerda a sus peores compañeres de rellano? Koreeda se aparta así del humanismo manido y sobre-explicativo que contaminó sus últimas propuestas: Broker (2022), una película con demasiados personajes, y La verdad (2019), una película con poca enjundia para tanto drama, casi demasiado «de personaje».

    Saori odia a Hori por perturbar la paz que costó tanto construir tras la muerte de su marido, por lo que el Koreeda humanista lo odia también. A pesar de su aparente naturalismo, Monster avanza clara y dirigida. Es transparente, «muy narrada» en el mejor de los sentidos. Vibra por la concisión de sus imágenes, que se despojan de todo el aire que sobra en plano y confían sólo en unas pocas ideas poderosas para vertebrar las sucesivas etapas del relato. ¿Qué mejor idea, para explicar la realidad amanerada y desarmante de la politèsse japonesa, que poner a cuatro profesores destartalados haciendo luz de gas a una madre frustrada, al tiempo que se disculpan y reverencian por encima de una mesita de té?

    Incluso la banda de sonido avanza destilada, libre de barullo y de subrayados dramáticos. El coro de personajes no habla, susurra, y cuando alguien alza la voz, lo hace muy por encima del nivel de ruido mínimo que entra en la película. Naturalmente, durante casi todo el metraje la música brilla por su ausencia y, cuando aparece, contiene sus ribetes emotivos hasta los créditos de cierre de la película. No sorprende tanto descubrir a Ryuichi Sakamoto detrás de una partitura sencilla, humilde (este fue su último trabajo). Que no blanca o condescendiente: por el contrario, Koreeda montador tiene mano libre para entrar unas pocas melodías como autopista para el misterio. Pienso en aquel retazo de vientos desafinados que suena desde ninguna parte y que, sobre el pasaje que acompaña, evoca a la leve inquietud de una armonía destartalada. Sencillo, ¿verdad? Sólo después, unas pocas escenas más tarde, lo identificaremos como un elemento diegético y emocionante hasta la médula.

    Hasta entonces, encerrada en sí misma (disfórica tal vez), la película va desincronizándose y enrevesando… Respiraremos tranquiles a la esquina de un clímax apoteósico, que acude a los resortes climáticos-románticos de Naomi Kawase en Aguas tranquilas (2014) o a la Arcadia Bay de Life is Strange (2022). Por lo menos, el mal tiempo sí es lo que parece. Koreeda nos reserva un tercer acto muy sentido –muy suyo, de esos de lágrima gruesa–, que ablanda el corazón con el encuentro fortuito entre dos personajes que han sacrificado mucho y no tienen ya demasiado que perder. Si su reconciliación es posible, todo lo es. Monster, por su rigor narrativo sin deuda ni compromiso, pero también por lo amable de sus compases finales, puede abrir puertas y ventanas a las fórmulas del cine institucional queer.


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