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    Crítica | The English (Hugo Blick, 2022)

    || Críticas | ★★★★★
    The English
    Hugo Blick, 2022
    Transfiguración y mundos ambulantes


    David Tejero Nogales
    Badajoz |

    ficha técnica:
    Reino Unido, Estados Unidos, 2022. Título original: The English. Canal: BBC y Amazon Prime Video. Frontrunner: Hugo Blick. Director: Hugo Blick. Guion: Hugo Blick. Productoras: BBC, All3Media, Amazon Studios, BBC Studios, Drama Republic. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Música: Federico Jusid. Reparto: Emily Blunt, Chaske Spencer, Ciarán Hinds, Tom Hughes, Toby Jones, Stephen Rea, Nichola McAuliffe, Valerie Pachner, Sule Rimi, Rafe Spall, Malcolm Storry, Steve Wall, Jimmy Shaw, Cristian Solimeno, Ian Pirie, Adam Brown, Julian Nicholson, Nicholas Aaron, Miguel Álvarez. Duración por episodio: 51 minutos.

    Las ruinas del cine coexisten con espacios naturales o culturales, con la imagen del pasado interfiriendo en sus entrañas cambiando la naturaleza fílmica de una descomposición patente a lo largo de la historia. Ruinas a las que Santos Zunzunegui aborda desde los trabajos de cineastas, Welles, Visconti, puramente melancólicos, que dictan perfiles de languidez en las estructuras mismas del sistema, y de su arquitectura emocional. La desintegración total y absoluta en derredor de un cine que alberga mundos en eclosión. La psicología del lugar nos hace pensar en proyectar pasados irreproducibles, falsos universos labrados encima de pisadas que el mismo paso del tiempo se ha dedicado a borrar dejando solamente el eco de antiguas civilizaciones. Porque quizás el cine sea, por encima de todo lo demás, una primitiva idea de evocar o reproducir los espejismos de épocas remotas, que nunca más revivirán, más allá de fragmentos episódicos o de las ilusorias fantasmagorías traídas por el difunto espíritu del celuloide.

    The English (Hugo Blick, 2022), miniserie de seis episodios, distribuida por Amazon Studios y emitida por HBO Max España, es una excelente coproducción británico estadounidense cuya paradoja más interesante reside en sus localizaciones. Un western que transcurre en escenarios de Kansas o Wyoming rodado íntegramente en España. La serie de Blick evoca, de una manera elegante, a todas esas superproducciones que antaño albergaron escenarios españoles convertidos en platós ambulantes de grandes películas de Hollywood. El imaginario cinematográfico guarda en los paisajes almerienses un recuerdo imborrable. El spaghetti western, o tantas otras películas de corte épico, se abastecieron durante años de las características especiales de los paisajes andaluces. Los majestuosos desiertos de arena y polvo de Egipto o Arabia, los poblados típicos del Oeste americano, y un largo etcétera, sucumbían a una suerte de transformación al participar de un disfraz atemporal que los llevaba a viajar de punta a punta del mundo. La recreación de un cine que no atiende a espacios físicos, capaz de mutar y transmitirse de un espacio a otro, forman parte de la fantasía luminosa que es el cine; una gran sábana blanca en la que dibujar sombras chinescas. The English guarda anclajes maravillosos con esa idea ambulante de barraca de feria, en donde cualquier escenario, o paisaje, puede convertirse en lo que uno quiera. Basta solo con desearlo. En Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), la fascinación que siente Scottie por Madeleine articula la mas tenebrosa de las obsesiones. La enfermiza necesidad de Scottie por hallar en Judy los rasgos de Madeleine nos hace entender la necesidad del cine por intercambiar personas, lugares y espacios en virtud de un paroxismo mágico, de viajes en el tiempo. Vértigo se apropia de una ilusión eterna para después indagar en la locura. Esa enfermiza obsesión colinda incluso con la muerte. La invade de lleno. Ranciere escribió multitud de artículos acerca de la teoría estética de la imagen, del cine ojo vertoviano a la maquinación literaria y emocional del Vértigo de Hitchcock. El objeto de Scottie crea un efecto de fascinación visual entre lo que se muestra y dice, entre lo que vemos y lo que es.

    La digresión sobre las distintas fantasmagorías que habitan en el cine, nos adentra en el concepto mismo de la fábula. Cine trampantojo, un engaño o ilusión. El oeste americano sigue siendo un entorno eficaz para seguir desarrollando cuentos y fantasías. The English funciona gracias a sus personajes, muchos más que figuras recortadas en un cielo azul o en paisajes desérticos. La maestría de Blick, y su equipo, se centra en la proximidad estética a las tradiciones del western universal. Un relato fugaz y expansivo con bellísimas resonancias fílmicas. Uno no puede evitar recordar una y otra vez, como un sueño recurrente que asalta por las noches, la llegada de Jill (Claudia Cardinale) a la estación de Flagstone en Hasta que llegó su hora (1968), Leone nos arrastra al otro lado de la estación desde donde podemos divisar el pueblo a través de un plano grúa que es más que un simple movimiento de cámara. No exagero si digo que ese movimiento abraza en su propia existencia toda la magnitud del lejano Oeste. Esos dos mundos contrapuestos, el del pasado que dejamos atrás, y el del futuro incierto al que nos enfrentamos. El fin de una era y el comienzo de otra, ejemplos geográficos de las fracturas de la historia universal. El western y el cine siempre han sabido operar alrededor de esa inusitada violencia del tiempo. La escena de Jill se escribe en línea continua con la llegada de Cornelia Locke (Emily Blunt) a territorio estadounidense. Una aristócrata inglesa que debe adentrarse en una América violenta en claro proceso de construcción. Hugo Blick rueda ese primer instante con pasión porque sabemos que nada más aterrizar en suelo americano Cornelia será participe de una transformación, de un cambio radical en su manera de sentir y actuar. Esa metamorfosis pasa por la suplantación de un lugar en otro, como hemos expuesto con anterioridad, y que nos vuelve a conducir a la mirada fantasma de Scottie en Vértigo, es decir una granja de Ávila puede ser Kansas igual que la estación de Calahorra fue en su día Flagstone para Leone. La hermosa y especular atracción por los escenarios hacen de The English una experiencia hipnótica y asombrosa.

    La Cornelia de Blunt pasa de sujeto pasivo a sujeto activo en la constitución de un estado en sí misma. El mismo continente americano cambia a la mujer hasta el punto de sentirse parte de ello. La mujer continente emana de la tierra con poderosas raíces telúricas. También, como las aventureras del cine de Howard Hawks, Cornelia tiene que lidiar para sobrevivir en un mundo de hombres. Me viene a la cabeza el pequeño papel de Elisha Cook Jr. en Pacto de honor (Andre De Toth, 1955). Algo así como el fotógrafo oficial de un regimiento. El cámara muestra una ilusión especial por retratar las cosas que ve. Su entusiasmo reside en mostrar al mundo civilizado todo aquello que acontece en territorio salvaje. Si enseñamos al mundo nuevo las costumbres del salvaje Oeste podrán acceder más fácilmente a nosotros. El explorador Johnny Wawks le contradice, cuestiona sus argumentos aludiendo que para él el salvaje Oeste es como una mujer, su mujer, y que celoso no desea que nadie la posee o toque. A pesar de los arquetipos de una masculinidad antigua y primitiva, lo que expone el personaje encarnado por el actor Kirk Douglas tiene mucha relevancia en el sentido (orgánico) del antiguo Oeste. La poética idea de un lugar salvaje, origen de todas las leyendas que el mismo cine ha ido desmitificando hasta desencadenar en el escenario sádico y violento de las películas de Sergio Leone. El cine western ha ido oscureciendo la densidad de ese gran escenario natural hasta convertirlo en algo funesto y lúgubre, parte de un andamiaje perverso de traiciones y venganzas.

    The English, Hugo Blick
    Amazon Prime Video.


    Un romanticismo lírico, íntimo y grandioso. Se abraza a una Cornelia Locke aguerrida, sentimental, con una poderosa inquietud en su corazón. Los subterfugios de la relación entre ella y Whipp, a fuego lento, hospedan tintes melodramáticos de la mejor literatura clásica —La dama de las camelias o Madame Bovary— e implica una vuelta al cine del pasado en los amores imposibles o por consumar, los de Casablanca (1942) y El sueño eterno (1946); besos que la pantalla evita, entre bastidores, en fuera de campo, romances de infinita melancolía.


    En The English la venganza es, stricto sensu, eje motor del relato. Cornelia quiere encontrar al culpable de la muerte de su hijo; busca justicia. Eli Whipp (Chaske Spencer) es un oficial confederado que intenta volver a casa y recuperar las tierras que le robaron. Eli, ¿héroe?, es un indio pawnee que sirve de testigo para el espectador, y guía para el personaje de Cornelia. Dos caminos que se entrecruzan y que fluyen en un mismo punto cardinal. Eli y Cornelia marcan el trasunto, peaje de un viaje narrado de forma no lineal, con piezas sueltas y forma de cubo de Rubik. Sin embargo, la habilidad de Blick hace que su relato no dependa solo de los giros argumentales, que los tiene, sino de la bella relación que se fragua entre los dos protagonistas. The English adopta un tono conciliador. El propio Blick escribe un guion en el que se hace especial hincapié en el exterminio y robo de tierras a los nativos por parte del hombre blanco. Se conquista por abrasión para erigir así esa nueva América teñida de sangre. Un nuevo mundo basado principalmente en el canibalismo.

    El tono conciliador de la serie no debe tomarse como algo novedoso, ya en el cine clásico cineastas de renombre, Ford, Wellman, Ray, tomaron conciencia con la causa india, incluso la mentada Pacto de honor, o películas de fuerte denuncia como El piel roja (1951) de George Sherman, la Yuma (1957) de Fuller, o la oscarizada Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990), acariciaron las mismas problemáticas con bastante fortuna artística. De hecho, el héroe, en este caso Eli Whipp, si tenemos la necesidad de simplificar su esencia misma, pertenece por derecho propio a toda esa galería de héroes silenciosos que ha dado el género desde el taciturno Armónica de Charles Bronson, el John Dunbar de Kevin Costner, hasta el William Munny de Clint Eastwood. De igual manera es justo mencionar el concienzudo estudio del director hacia todos los westerns posibles, del primero al último un extenso concept art de los grandes westerns en cinemascope, la modernidad de los 70s, los exploits mediterráneos y las grandes superproducciones de Samuel Bronston rodadas en España, ya sea El Cid (1961), o La caída del imperio romano (1964).

    No es casual que estas dos últimas las filmase Anthony Mann, la huella más presente en todo el metraje de The English y que demuestra el amor incondicional de Blick por sus westerns. El creador de The Honourable Woman (2014) rueda los horizontes en un intenso color azul, emulando las texturas del añejo tecnicolor (formidable Arnau Valls Colomer), y recorre con sutileza las principales obsesiones temáticas del mítico director de Cimarrón (1960). Pensemos ligeramente en esa imagen totémica de Mann y sus héroes, la mayoría rodados bajo el rostro de James Stewart. El mismo Rancieri establece una dicotomía entre el cine clásico y el cine romántico, en el caso de Mann alrededor de los westerns que realizaban la operación de transposición del mito a la fábula, considerando al cineasta incluso por encima de Ford en la realización de westerns. Como en Winchester 73 (1950), existe una herencia envenenada de padres a hijos, de civilización a civilización, de mano a mano, una melancolía disidente en el patrimonio de naciones.

    El western funciona ad hoc a una serie de elementos secundarios que obedecen a una lógica de acción/reacción entre el guion y la puesta en escena. The English posee la virtud de aderezar la obra con detalles que la hacen, no única, pero sí un gran ejemplo contemporáneo a la hora de acercarse al género. Puede unirse al grupo de ciertas películas actuales que incurren en el distanciamiento. Deuda de honor (Tommy Lee Jones, 2014) es una de las mejores dentro de esta nueva era del western, pero podríamos añadir a Tarantino, con Django desencadenado (2012) y Los odiosos ocho (2015), y su particular revisionismo estético, o sobre todo las miniseries o series de televisión: la notable Godless de Netflix, las diferentes sagas escritas por Taylor Sheridan, o That dirty black bag de AMC+.

    Los villanos suman, y mucho, en el western, siendo partes nucleares de la historia. Blick cuida esa parcela presentando una galería de carismáticos antagonistas. El personaje de Ciaran Hinds contiene trazas leonianas al asemejarse mucho al de Henry Fonda en la citada Hasta que llegó su hora. Sus escenas además son las más tarantianas de la serie; dilatación del tempo y diálogos mordaces y siniestros, siendo sus partes cercanas al terror o suspense. Black eyed mog (Nichola McAuliffe), también posee aires góticos y un halo de bruja malvada de cuento. Melmont (Rafe Spall), es la serpiente venenosa de The English; maquiavélico, maneja los hilos de las criaturas de su mundo. Melmont es el lado más oscuro y perverso del western, un hombre ambicioso, pero sin escrúpulos o moral, que funciona perfectamente como antítesis de Eli Whipp. Su compinche, Jerome McClintock goza de un diseño muy de cómic, o de cine de superhéroes, al ceñirse a su condición mera de ejecutor, una especie de soldado de invierno, un ángel exterminador o un jinete sin cabeza. Las escenas, digamos, más próximas al cine bélico, o al western de Guerra de Secesión, guardan correspondencias con los mejores filmes de Andrew V. McLaglen (Una razón para vivir, El valle de la violencia o Camino de Oregón).

    Terminamos con dos de los elementos que más admiro en The English. Primero, el bellísimo resplandor romántico que emana de la mayoría del metraje de la serie. Un romanticismo lírico, íntimo y grandioso. Se abraza a una Cornelia Locke aguerrida, sentimental, con una poderosa inquietud en su corazón. Los subterfugios de la relación entre ella y Whipp, a fuego lento, hospedan tintes melodramáticos de la mejor literatura clásica —La dama de las camelias o Madame Bovary— e implica una vuelta al cine del pasado en los amores imposibles o por consumar, los de Casablanca (1942) y El sueño eterno (1946); besos que la pantalla evita, entre bastidores, en fuera de campo, romances de infinita melancolía. Una melancolía manifiesta en las imágenes finales, tribulaciones de ficción expuestas a proyectarse y perdurar en el tiempo (los orígenes del circo, el teatro de variedades, las primeras películas mudas, etc.…). No pasemos por alto el plano final, un fundido a negro en el que sumergirnos y fundirnos con la muerte. Segundo, la excelente banda sonora compuesta por el argentino Federico Jusid. Melodías de ensueño y una serie de músicas exquisitas muy bien arraigadas al nervio del relato. El sobresaliente trabajo de Jusid se pasea por el amor y la muerte (un recorrido cronológico del western), con tintes sonoros que van desde Morricone (los títulos de crédito con mezcla de gritos y silbidos), hasta el sinfonismo de los grandes maestros (Bernstein, Tiomkin, etc.…), pasando por los tropos de la música clásica de siempre (Gustav Mahler). Con ello, The English ocupa un lugar excepcional entre las mejores series del 2022. El viaje merece la pena.


    The English, Hugo Blick
    Amazon Prime Video.

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