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    Atlanta (2016-2022): ¿Por qué es la mejor serie de la televisión reciente?

    || Críticas | ★★★★★
    Atlanta
    2016-2022
    ¿Por qué es Atlanta la mejor serie de la televisión reciente?


    Alberto Sáez Villarino
    Dublín |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2016-2022. Título original: Atlanta. Canal: FX Network. Frontrunner: Donald Glover Directores: Hiro Murai, Donald Glover, Janicza Bravo, Amy Seimetz, Ibra Ake. Guion: Donald Glover, Stephen Glover, Jamal Olori, Stefani Robinson, Fam Udeorji, Taofik Kolade, Ibra Ake. Productora: FX Productions. Fotografía: Christian Sprenger. Música: Ludwig Göransson. Reparto: Donald Glover, Brian Tyree Henry, Lakeith Stanfield, Zazie Beetz, Khris Davis, RJ Walker, Harold House Moore, Matthew Barnes. Duración por episodio: 30 minutos.

    A principio del nuevo milenio, todo el mundo parecía tener bastante claro lo que significaba ser afroamericano bajo un régimen neoliberal. Las ficciones televisivas nos habían enseñado que solo había dos alternativas para escapar de la violencia institucionalizada y las bandas organizadas: hacerse rico recurriendo al «American Dream», ya sea a golpe de rimas incendiarias o jugando en la NBA, o mediante el «American Nightmare», unirse al eslabón más débil de la pesada cadena capitalista vendiendo hamburguesas en la ventanilla de un «Drive in». Con esta sencilla premisa, que reduce a un burdo dato parcializado a más de 50 millones de personas (el 16% de la población total de los Estados Unidos), nos hemos sentido satisfechos en materia de resolución de conflictos raciales hasta la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en 2009. Pese a que, finalmente, el manto de políticas neoliberales del país, levantado de forma vigorosa por el presidente en su primer año de mandato, pareció caer sin inmutarse al cabo de los ocho años de su investidura, despidiendo en su descenso un cierto aire de desilusión entre sus más enfervorecidos seguidores, dejó en suspensión una gran cantidad de preguntas y un extendido desconcierto que comenzaron a resolverse con la incógnita principal de…¿Qué significa ser negro en la era post-Obama? Ante una pregunta tan genérica es inevitable enfrentarse a una batería de clichés que, con mayor o menor acierto, se han ido repitiendo en la sociedad contemporánea como un estribillo de Beyoncé. Entre los más inspirados encontramos las ácidas letras del premio Pulitzer Kendrick Lamar, o los comentarios críticos sobre gentrificación, estética y herencia cultural a partir de los óleos de artistas como Amy Sherald o Kehinde Wiley –retratos presidenciales de los Obama incluidos.

    Uno de los mensajes más generalizados que se extienden a través de las fronteras de lo políticamente correcto es el de «Color blindness», una metáfora sociológica que asume el término asociado al daltonismo y lo aplica a la tolerancia racial. Una teoría, como la mayoría, bienintencionada, pero incapaz de sostener una coherencia empírica una vez que se emplea fuera de las condiciones idílicas proporcionadas por cualquier ejercicio teórico. Así, Omi y Winant, en su libro Racial formation in the United States (2014), y a partir de las (también bienintencionadas) declaraciones del presentador Chris Matthews tras el discurso del estado de la nación de Obama en 2010: «he olvidado que era negro durante una hora», se cuestionan si:

    ¿Es posible que alguien en los Estados Unidos contemporáneos pueda “olvidar” la raza? ¿Podemos suspender la manera con la que inmediatamente vemos o leemos a la gente? ¿Podemos evitar catalogar a la gente en las diferentes categorías raciales? En resumen ¿podemos realmente trascender las distinciones y significados raciales mientras navegamos por nuestra vida institucional y cotidiana?


    Ninguna de estas preguntas podría encontrar una respuesta concreta sin incurrir en hipocresías, y aquí es donde Atlanta se afianza con aplomo como una de las series más honestas de la televisión moderna. Lejos de pretender ofrecer al espectador una respuesta categórica a conflictos existenciales incorrectamente presentados de manera dicotómica, Donald Glover provee una aproximación paródica del sentido de identidad de las personas afroamericanas y, sobre todo, una feroz crítica a la tendencia de agrupar a personas de manera etnográfica para justificar la ideología hegemónica y vigilante que exige una adecuación del sujeto a su entorno. Con esta premisa, Atlanta explora de forma irónica el concepto de identidad racial o, siguiendo las pretensiones académicas de los últimos años, «authentic blackness», sin llegar en ningún momento a sentenciar con excesiva solemnidad argumentos irrefutables, pero proponiendo nuevas y refrescantes preguntas que terminen por destapar los rincones más absurdos de nuestra sociedad, tanto la políticamente correcta como la radicalizada. Junto con un uso extensivo de la música (especialmente del hip-hop), Glover produce un paisaje sonoro que contrarresta y deconstruye las ideologías hegemónicas de la “auténtica” cultura negra a través de cuatro temporadas que aportan el punto de vista «negro» de esa imagen preconcebida de la sociedad afroamericana.

    Temporada 1: Once We Were Black

    En las postrimerías de la guerra civil estadounidense, aka la Guerra de Secesión, los afroamericanos aprendieron una lección muy importante. El guion se perfilaba con visos épicos para dibujar a Abraham Lincoln como el mayor héroe de todos los tiempos al abolir la esclavitud y sentar las bases de la nueva Norteamérica. Esto que, sobre el papel, suena muy decoroso y noble, sobre el campo de batalla supuso una de las más astutas y despiadadas extorsiones que han existido: despojar al ciudadano negro de su estatus de esclavo, a cambio de una victoria final y definitiva contra los estados del Sur, una suerte de El juego del calamar que comenzó con la Proclamación de Emancipación en 1863, y terminó con Lincoln como el MVP (Most Valuable President) de la Historia. Hoy, sentado en su imponente trono de blanco mármol, todavía parece lanzar el mismo mensaje que entonces: sois libres, pero no somos iguales.

    El episodio piloto de Atlanta fue titulado The Big Bang, nombre con una evidente reminiscencia pretérita que nos invita a abordar el problema de la raza desde sus orígenes. En concreto, y con un juego de dinámicas metáforas que seguirán apareciendo a lo largo de toda la serie como una marca de la casa registrada, esos orígenes nos sitúan en un entorno urbanizado que acoge a las grandes figuras del hip hop como los ídolos nacionales, contadas excepciones exentas de un odio racial que se extiende sin control ni raciocinio hacia el «otro». Aquí está la clave, en esa figura exterior y diferente que nos ha perseguido desde el preciso momento en el que el ser humano decidió salir a navegar y «ver mundo», «el otro» es alguien o algo inferior, que no está a nuestra altura, física, económica o intelectualmente. Por este motivo, Michael Jordan, Mike Tyson o, por supuesto, Kanye West, no despiertan semejante odio (a pesar de salir por televisión para hacer y decir —este último, literalmente— lo primero que pasa por su bipolar cabeza —solo hay que echar un vistazo a la colección de lindezas antisemitas propagadas por la mente inquieta, creativa, genial y, sobre todo, estúpida de West en los últimos meses), ya que, tal y como nos explicó con dudosa elocuencia Pino, en Do The Right Thing, ellos no son realmente negros. La negritud, por lo tanto, deja de hacer referencia ahora a una simple cuestión de raza o color, y se transforma en una poderosa arma política y social con la que catalogar a alguien de apto o no apto para pertenecer a un estatus. Atlanta abordará con precisión quirúrgica un sinfín de variaciones peyorativas del término «negritud», comenzando por este primer episodio cuyo título no solo sirve como contexto histórico, sino que también valida y acredita a uno de sus personajes más carismáticos: Darius.

    Darius es un elemento clave, un secundario necesario que aporta seguridad al espectador, además de ser la principal nota cómica y surrealista de la serie –uno de los aspectos más importantes–. Esa seguridad no solo estriba en su efectividad para aligerar la gran carga dramática y violenta de muchos episodios, sino también en la confianza que despierta en nosotros desde el momento que comprendemos que Darius NUNCA miente. No importa cómo de delirantes sean sus teorías o afirmaciones —Tupac sigue vivo, el coche invisible, el terrible hombre de Florida…—, finalmente siempre resultarán validadas por una trama que se divierte en deformar hiperbólicamente cualquier mito o leyenda cultural moderna. Así, cuando al comienzo del capítulo Darius menciona que lo que está sucediendo ya lo había vivido, damos por hecho que el fiel compañero de Alfred (Paper Boi), está delirando a causa de la marihuana. Sin embargo, la aparición de un perro en el momento y lugar exactos que Darius había predicho, confirmará que, en efecto, este hombre ya conocía detalles del presente ignorados por el resto de los involucrados.

    Y eso que Darius aseguraba ya haber vivido, que además funciona como estrategia justificadora de una estructura circular que hace referencia al clásico tropo del eterno retorno, propio de las ficciones antológicas, no es otra cosa que un altercado callejero que termina con Paper Boi disparando a un hombre en plena calle, una brutal e inesperada demostración de masculinidad y respeto. Así es como Alfred, el motor central de la trama (que no el protagonista), conocido como Paper Boi, deberá buscarse la vida en un entorno de gran hostilidad, mientras se enfrenta a la industria de la música en su incipiente carrera como rapero y a la voraz y frenética sociedad sedienta de sangre y éxito. La principal moneda de cambio en esta empresa será, como hemos mencionado, el respeto. La reputación, o “street cred” de un personaje que busca el éxito comercial se mide en función de la contundencia de sus acciones. Por lo tanto, el disparar a alguien en la calle, posiciona a Alfred en un escalón muy beneficioso para empezar a granjearse la notoriedad de rapero duro con el que es mejor no meterse. Sin embargo, Alfred no es así. Puede que anteriormente, cuando la negritud era un concepto muy identificable, sobre todo en el mundo del hiphop, Paper Boi no hubiera tenido más remedio que disparar para evitar ser disparado, pero en la Atlanta actual, el disparo de Alfred no supone más que otra parodia de la violencia institucionaliza que mencionábamos al principio, por ello, las consecuencias serán mínimas y quedarán resueltas, antes de que termine el segundo episodio, con la libertad bajo fianza del rapero y la completa omisión e ignorancia acerca de lo ocurrido con la víctima.

    Glover problematiza esta visión estratificada del afroamericano hasta el punto de cuestionar en más de una ocasión la negritud de sus personajes en función de sus acciones, y nunca del color de su piel. Por este motivo, analizar el concepto de «authentic blackness» en una serie como Atlanta resulta más que pertinente ya que, como menciona Bell Hooks, la televisión es un medio que a menudo determina cómo son vistos los afroamericanos y como los individuos no negros responden a estas imágenes preconcebidas (Race and Representation, 1992). Para que el mensaje resulte tan paradójico como pretende, la ficción escoge a un protagonista cuyas acciones e implicación en la escena musical seleccionada no son más que secundarias y accidentales: Earn, el mánager y primo de Paper Boi. Earn aparece como un joven en el abismo económico. Decepcionado de la vida, abandonó la universidad de Princeton por principios (o eso pensamos en esta primera temporada por sus acciones y los comentarios que hay al respecto), del mismo modo que tiende a abandonar todo y a afrontar la vida con gran cinismo. Cuando el «mixtape» de su primo Alfred se vuelve muy popular, Earn trata de encontrar una manera legítima de ganarse la vida, y conseguir la suficiente solvencia económica para no defraudar a su hija y a su novia (intermitente), Vanessa. De este modo, se ofrece a representar a Paper Boi, un puesto de trabajo que el rapero acepta por el simple hecho de que Earn es familia y, por lo tanto, se siente obligado a apoyarlo. Siguiendo la vida de estos personajes, Atlanta consigue capturar la complejidad de las relaciones sociales, al tiempo que ridiculiza cualquier estereotipo antropológico.

    Episodios Clave:

    - 1x05 – Nobody Beats the Biebs. Replantea lo acostumbrados que estamos a pasar por alto el comportamiento de ciertas celebridades, y lo lleva al extremo construyendo a un Justin Bieber negro, para que nos planteemos lo improbable que sería que un adolescente negro se comportara como Justin Bieber y se saliera siempre con la suya.

    - 1x07 – B.A.N. Alfred es invitado a un «Talk Show» en el que ocurren todo tipo de surrealistas situaciones límite, como la aparición de un adolescente negro, Antoine Smalls, quien cree que es un hombre blanco de 35 años llamado Harrison Booth. Atlanta toma un giro muy novedoso en el análisis de la negritud, satirizando a las personas blancas y la ambigüedad racial. Margo Natalie reflexionó sobre esta eventualidad al afirmar que el Black Arts Movement (BAM) se anticipó a la manera satírica de las formas estéticas del siglo XXI, algo que se explora con sarcasmo en este episodio por medio de la identidad transracial. Cuestionar lo incuestionable por medio de unas herramientas cómicas que realzan lo hipócrita de cualquier postura intransigente: «the satirizing of whiteness also leads to a satirizing of blackness, which is not only a satire of black people performing whiteness but also a satire of some performances of blackness that fail to locate a black interior».

    Temporada 2: The Robbin’ Season

    La primera temporada, pese a la gravedad de algunos de sus conflictos, nos acostumbró a la resolución de la mayoría de subtramas de un modo más cómico que dramático. Claro ejemplo de ello se produce en el capítulo de la comisaría, en el que se presenta a un hombre que parece haber mantenido relaciones sexuales en repetidas ocasiones con un transexual, inexplicablemente, sin ser consciente de su condición. Cuando el resto de los detenidos humillan al personaje por haber roto uno de los principios inquebrantables de la masculinidad hegemónica, este ataca a Earn, el único de toda la sala que no se ha reído de su relación, pues, con esta actitud evasiva de conflictos, se presenta a los ojos del resto de delincuentes como la caricaturización de un hombre blanco: cobarde e inofensivo, por oposición al hombre negro, violento y fácilmente irritable. Sin embargo, la respuesta violenta nunca dejará el terreno de lo verbal y lo ridículo.

    En la segunda temporada, esta condición cambia y se endurece bastante, algo que viene anticipado por propio título de la temporada, y a su vez, explicará Darius en el primer capítulo: The Robbin’ season hace referencia a ese período violento que se produce antes de navidad, cuando la gente sale a la calle a buscarse la vida para poder proveer a su familia de los requerimientos navideños exigidos: «cualquier negro tiene que comer», menciona Darius mientras presencia junto a Earn un atraco. De nuevo, la explotación del cuerpo del ciudadano negro se justifica en esta segunda temporada a través de construcciones sociales sobre la masculinidad y la negritud que lleva implícita. Al hombre negro se le exige que interprete un papel dentro de su marginalidad sin salir de sus clichés más básicos. Esta característica se hará visible con la entrada en escena de un nuevo personaje, Tracy, un amigo de Alfred que acaba de salir de la cárcel y responde a todos y cada uno de estos estereotipos como si fuera un sujeto quintaesencial del gueto: un exconvicto hipermasculinizado en su misma negritud. Earn, como antagonista de este sujeto, tendrá que enfrentarse de manera irremediable a él, aunque para ello habremos de esperar a la recta final de la temporada, cuando se produzca una pelea entre estos dos personajes, que se salda con la humillante derrota de Earn en el improvisado campo de batalla, una derrota física que allana el camino para la gran victoria estratégica final: el tour de los protagonistas por Europa, dejando «olvidado» a Tracy.

    Esta resolución de conflictos, violenta y característica de la «cultura de la calle», será identificada en la mayoría de episodios por medio de diferentes grupos sociales, desde delincuentes callejeros que atracan a mano armada a los protagonistas hasta los niños de un colegio que se enfrentan al abusón de clase, asimismo podrán reconocerse las repercusiones al romper algunos de los códigos básicos de la negritud.

    Episodios Clave:

    - 2x04 – Helen. Atlanta incurre en el surrealismo más oscuro por medio de esta crítica de lo racistas que pueden ser las festividades folclóricas que todavía se celebran en muchas ciudades. El capítulo hace una reinterpretación de la película de Jordan Peele: Get Out (Déjame salir, 2017).

    - 2x05 – Teddy Perkins. La trama toma un giro todavía más oscuro con esta historia terrorífica sobre la infancia traumática y la explotación del talento de los niños, en clara referencia a grandes artistas afroamericanos como Michael Jackson. Un episodio que bien podría ser el ejercicio más desasosegante escrito para la televisión.

    - 2x10 – FUBU. Dramático episodio que retrata la cruda realidad de la infancia de los niños en un sistema educativo inoperante. Se detalla el gran vínculo afectivo, marcado por la supervivencia, entre Earn y Alfred desde su infancia.

    Temporada 3: Black Gothic.

    La primera escena de esta temporada muestra a dos hombres pescando en un pequeño bote; uno negro, del cual no conocemos el nombre, y otro blanco, llamado Earnest (Earn) —nuestra teoría sobre la metafórica visión de Earn como un hombre blanco queda corroborada mediante este doppelganger interracial. Con la excusa de un cuento de terror, ambos personajes discuten sobre la opresión y la injusticia sufridas históricamente por los negros. Sin embargo, como contrapunto, una perspectiva crítica que ya comenzó a explorarse en la segunda temporada de manera más sutil, el diálogo se mueve también hacia la maldición de haber nacido blanco, por la necesidad de defender su superioridad en el «tolerante» mundo moderno. Esta secuencia resulta ser la pesadilla de un niño que, una vez despierto, tendrá que soportar un martirio consciente mucho más doloroso y que hace referencia a un escabroso suceso real ocurrido en California en 2018: Los asesinatos de la familia Hart. El título del episodio, Three Slaps, alude a una escena en la que un hombre propina a su nieto tres bofetones por su mal comportamiento en el colegio; la cómica dramatización del acto agresor es retratada de manera tan surrealista que solo podría estar sacada de la realidad. En efecto, esa secuencia es una fiel recreación de un vídeo que circuló por internet y que se hizo viral por mostrar una escena exacta a la descrita. Con este episodio comienza una serie antológica en la que capítulos de terror se intercalan con la trama «real» de Atlanta, y que sigue a los cuatro miembros del grupo durante su tour europeo, ya asentados en la fama y disfrutando de un éxito y un estatus económico que parecen del todo incompatibles con sus genuinos principios, los cuales desean mantener a toda costa. Esta coyuntura servirá como uno de los focos semánticos principales de la acción, analizado bajo un filtro muy específico: la crisis de identidad. Con el transcurso de los minutos y de los episodios, el espectador no podrá evitar sentir que no termina de comprender las motivaciones de los personajes; esto se debe a que todos ellos han sido deformados anímicamente hasta el punto de contagiar su propia crisis existencial a una narrativa que aparecerá, como los personajes, con una sucesión de altibajos emocionales muy perturbadores.

    A pesar de que, en principio, este sutil aire de inestabilidad narrativa pueda provocar en el espectador cierta inquietud, pronto encontraremos una armonía temática entre la serie de terror y las aventuras europeas de Paper Boi y compañía. Esta coherencia interna no condicionará en ningún momento la complejidad del mensaje de cada episodio que, como es habitual, presentará más preguntas que respuestas en la exploración de la identidad de sus personajes, y ahí reside la integridad del guion pues, si algo hemos aprendido a lo largo de esta aventura, es a no dejarnos engañar por respuestas categóricas a conflictos de implicación general. Para ahondar más en esta situación, la serie prescinde por completo de la figura del protagonista. Si Earn se perfilaba como la pieza pivotante de todas las líneas narrativas en las dos primeras temporadas, ahora su rol permanece en un acertado segundo plano, compartido equitativamente con Paper Boi, Darius y Van. Será ésta última quien, quizá, consiga atraer más la atención de un espectador que quedará encantado y horrorizado a partes iguales con el drástico giro de su personaje, encargado de cerrar la temporada por medio de un capítulo brillante que examinaremos a continuación.

    Volviendo ahora a la pregunta que da título a este ensayo: ¿Por qué es Atlanta el mejor producto audiovisual de la televisión reciente?, y bajo la ambigua seguridad que nos ofrece el término «reciente», podríamos decir que lo que distingue y distancia a Atlanta del resto de sus competidoras es la maestría a la hora de combinar esas historias en apariencia inconexas y darles un sentido único, fascinante y autocrítico. Todo ello sin perder de vista la comicidad inicial de la serie y la punzante sátira hacia el racismo hegemónico que aborda, sin restricciones en las herramientas utilizadas, desde algunos de los motivos más icónicos de la cultura popular, como «memes» o una banda sonora de escándalo, hasta teorías académicas elocuentes inspiradas en algunos de los movimientos históricos antirracistas más relevantes del último siglo, como el Black Arts Movement (BAM), el New Negro Renaissance o el mediático Black Lives Matter. Desde los comienzos de Atlanta, Glover nos sorprendió con la forma en la que gestiona esta sobresaturación mediática con una ingente cantidad de digresiones e historias secundarias que nutren el compendio narrativo con millones de matices. Todas y cada una de esas digresiones están elaboradas con un cuidado artesanal que, ya de manera individual, las provee de una calidad difícil de igualar por cualquiera de las series existentes en la parrilla televisiva reciente. Por lo tanto, analizándola en su apoteósico esplendor, la hacen del todo inalcanzable en su desconcertante y original conjunto.

    Episodios Clave:

    - 3x04 – The Big Payback. Reinterpretación ucrónica sobre las famosas y fallidas indemnizaciones que se les prometieron a los esclavos tras su emancipación. Por fin, los 40 acres y la mula se materializan en este episodio en el que los descendientes de esclavos están en el derecho de solicitar un estipendio a los familiares de los esclavistas. En esta ocasión, la presión social y las campañas de concienciación llevadas a cabo en redes sociales plantean un escenario de retribuciones económicas ineludibles para los blancos privilegiados. La diferencia con la realidad actual es que, ahora, la presión social no se debilita con el paso del tiempo, sino que este nuevo estatus de ignominia por las atrocidades de los ancestros se establece como un nuevo orden que cambia por completo los escalafones jerárquicos de la sociedad. Una situación perfectamente identificable con la metafórica escena final en un restaurante de lujo, en el que todos los camareros son blancos, y los clientes son negros.

    - 3x08 – New Jazz. Este episodio aglutina con pericia todas las claves que definieron la génesis de la serie, al tiempo que nos va preparando para un final de temporada onírico y para un final de serie especulativo. Las aventuras de Al durante un día paseando por Ámsterdam quedarán definidas por los saltos en el tiempo, la aparición de un «ángel» ¿salvador? y omnisciente —un personaje ya arquetípico en Atlanta, como Wiley, del episodio 5 de esta temporada: Cancer Attack—, o la revelación de una providencia superior… todo ello, por supuesto, provocado tras la ingesta de un space cake que, según Darius, es el mejor cannabis de Europa.

    - 3x10 – Tarrare. Apoteósico desenlace de temporada que retrata una crisis de ansiedad como pocas veces se había mostrado en televisión. Durante toda esta tercera parte, Atlanta ha estado poniendo uno de sus focos de atención al comportamiento errático e imprevisible de Van, una idea que desemboca en este episodio en el que, de manera sublime, emerge una odisea parisina protagonizada por Van, bajo la apariencia de una Amelie tarantinizada quien, en su lucha contra todo tipo de amenazas (presentes, pasadas y futuras), va descubriendo un verdadero problema depresivo que se va abriendo como el abanico de todos los miedos e inseguridades que la han llevado a sentir esa asfixia interior con la que lleva luchando desde hace tiempo, y que ha sido incapaz de confesar.

    Temporada 4: Black Hole

    No, simplemente no era posible. Una serie como Atlanta no podía tener un final conciliador y, para sorpresa de nadie, ha vuelto a aguijonear las conciencias de los espectadores con una media sonrisa profética, críptica, reveladora de un millón de teorías y de ninguna al mismo tiempo… en general, un final raro, como rara ha sido toda la serie, pero a su vez, sublime, inteligente, irónico, despiadado, cínico y siniestro. No nos malinterpreten, Glover termina el episodio 10 de la cuarta temporada del mismo modo que empezó este alucinante viaje alucinado: con un «déjà vu» de Darius. Por supuesto, un icono descontextualizado de la cultura pop: la Juez Judy, actúa como elemento definitorio de toda la trama, una figura asible a la que Darius recurre como toma de contacto con lo terrenal y que nos sitúa en un plano metafórico a la altura de la peonza nolaniana de Origen, para dejar al espectador, no con una incertidumbre asfixiante, sino con la misma duda razonable con la que el creador de la serie nos ha hecho replantearnos todas las convicciones raciales que teníamos asumidas hasta la fecha.

    La línea argumental y cronológica sí que sustenta una lógica evolutiva —salvo ciertas excepciones digresivas. Si la primera temporada se focalizaba en el comienzo humilde de los protagonistas, la segunda mostraba la violenta complejidad de un aspirante a músico y la tercera analizaba los comienzos de la abrumadora fama, en esta última afloran las complicaciones de ese éxito, los miedos, las inseguridades y la maldad intrínseca del dinero.

    Las historias terroríficas de la tercera temporada se vuelven mucho más aterradoras, no en apariencia, pero sí en un sentido psicológico más concreto. Esos miedos que se intuían en la pesadilla antológica mostrada en la temporada pasada, ahora se convierten en una realidad muy cercana y específica. Son terrores que poco tienen que ver con monstruos o criaturas misteriosas, y mucho con los problemas del primer mundo que azotan a gran parte de la población del siglo XXI. Ansiedad, miedo al desamparo, al rechazo, misantropía… todo, siempre contextualizado en un entorno de gran hostilidad racial que ha sido hiperbólicamente «lynch(ado)» en su estética, para producir una sensación de inestabilidad envolvente que fluye de la forma al contenido en un bucle perfecto y caótico; los protagonistas, en su odisea, persiguen como objetivo encontrar la armonía vital necesaria para mantener la esperanza que otrora motivara su esfuerzo y trabajo: la vida con dinero es mucho mejor.

    Por último, ¿qué distingue a Atlanta del resto de series?, ¿qué la hace mejor que sus homólogas? Pues esta respuesta parece solo poder contestarse en ese agujero negro que dejará su ausencia, en esa mordaz crítica a la sociedad actual, ácida, por momentos brutal, violenta, pero sin llegar a señalar con el dedo a un objetivo concreto, siempre dejando en el aire un tono de incertidumbre que solo podrá ser completado en la individualidad de cada conciencia. La falta —o total ausencia— de contención en su mensaje, la comedida y metódica fotografía, la sobresaliente selección musical, la perfecta simbiosis de todo ese entramado audiovisual con el propio guion, con sus zigzags, sus discursivas divagaciones y sus psicodélicos viajes a universos tan alejados de todo motivo o personaje principal, hacen que el término macguffin sea en este caso el eje central de la trama. Ahí es donde Atlanta se siente cómoda, en esos lugares lejanos, todo lo que no debería llamarnos la atención en cualquier serie de ficción se presenta ahora sujeto a estudio y a un análisis crítico exhaustivo. Por supuesto, también hay frustración, y mucha además, Atlanta maneja la concesión por los límites de lo tolerable para hacer que la frustración sea parte de la serie, como también lo es de la propia vida y del arte. En cualquier caso, cuando vemos el modo en el que se resuelve esa frustración, con una sonrisa, que puede ser de felicidad, aceptación, transigencia o, incluso, de derrota asumida, nos damos cuenta de que, al final, siempre que tengamos la posibilidad de volver a ver esta serie, todo tendrá sentido. Merece la pena frustrarse con el cine, si, de vez en cuando, nos proporciona productos de un nivel artístico tan enriquecedor como Atlanta.

    Episodios clave:

    - 2x02 – The Homeliest Little Horse. Seguramente el capítulo en el que más información se desvela sobre la verdadera personalidad de Earn y su misterioso pasado. Se resuelve por fin la incógnita de su salida de Princeton, que deja en evidencia una de sus frustraciones más importantes hacia las mujeres blancas privilegiadas y, al mismo tiempo, sirve como explicación a la segunda parte del capítulo, que mostrará una venganza desmedida de Earn hacia una revisora de aeropuerto que fue maleducada con él en su último viaje. Earn contará a su psiquiatra el incidente de Princeton, y el de la mujer del aeropuerto, dando a entender que ya lo ha superado. Sin embargo, una línea narrativa secundaria nos desvela lo que realmente hizo Earn después del incidente con la revisora. Una represalia enfermiza y despiadada que dejará a la mujer en un estado de desolación y bancarrota irreversible. Esta historia narrada por el propio Earn, no al psicólogo sino a sus amigos, dejándolos totalmente atónitos, demuestra la ineficacia terapéutica, pues vemos que Earn decide abandonar las sesiones terapéuticas, en un momento en el que ha gastado una cantidad abrumadora de recursos, dinero y esfuerzo, posiblemente más que en toda su vida, con el objetivo de hundir por completo a una mujer que fue maleducada con él en uno de los muchos encuentros racistas que ha tenido a lo largo de su vida. Earn usa su poder y su nuevo estatus social para destruir al débil. Recordamos las palabras de Kendrick Lamar en «Another Nigga»:

    I remember you was conflicted
    Misusing your influence
    Sometimes I did the same
    Abusing my power, full of resentment
    Resentment that turned into a deep depression
    Found myself screaming in the hotel room
    I didn’t wanna self destruct.


    - 2x06 – Crank Dat Killer. Un asesino en serie se dedica a matar a todas las personas que en su día hicieron un vídeo de tick tock con el famoso baile de Soulja Boy, Crank That. Podría ser otra de las historias que mezclan ficción y realidad tan populares de esta serie, sin embargo, lo que la hace especial es que Alfred, tiempo atrás, grabó uno de esos vídeos. El estado de paranoia al que se traslada el rapero lo obliga a fugarse a una granja en medio del desierto, con la finalidad de sentirse a salvo. De nuevo, los estragos de la fama acechan a los protagonistas. El giro inesperado llegará en el capítulo nueve, cuando Alfred casi muere aplastado por un tractor en la “segura” soledad de su retiro. Un capítulo que lleva por título Andrew Wyeth. Alfred's World, no solo como metáfora a la soledad del artista, a su dura lucha contra un mundo implacable, sino también por la explícita imagen de Alfred arrastrándose por el campo, tratando de llegar a su casa, atravesando una distancia que parece insalvable, tal y como ocurre en el cuadro del pintor realista.

    - 2x07 – Snipe Hunt. Earn se va con Van y su hija de acampada al monte. En este capítulo se vuelve a establecer el vínculo afectivo entre la pareja, que decide mudarse a Los Ángeles. La declaración amorosa, tanto de Earn como de Van, después de tanto tiempo de idas y venidas, no termina de parecer espontánea ni del todo sincera. Sin embargo, de nuevo, la serie vuelve a dejar esto a la consideración de cada espectador. ¿Será Earn un cobarde por querer llevarse a Van a Los Ángeles para no estar solo, por la seguridad de tener una familia establecida para no enfrentarse a lo desconocido, alejado de su ciudad? ¿Estará Van aceptando esta invitación por miedo a la soledad? ¿Será, simplemente, puro amor?

    - 2x10 – It Was All a Dream. Episodio comentado al comienzo de este apartado, y uno de los broches finales más espectaculares y emotivos vistos en la televisión… ¿reciente?


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