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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Piaffe | #Locarno22

    || Críticas | Locarno 2022 | ★★☆☆☆
    Piaffe
    Ann Oren​ 🇩🇪
    Tomar las riendas


    Ignacio Navarro Mejía
    Locarno (Suiza) |

    ficha técnica:
    Alemania, 2022. Título original: «Piaffe». Dirección: Ann Oren. Guion: Thais Guisasola, Ann Oren. Producción: Schuldenberg Films. Fotografía: Anne Oren. Reparto: Simone Bucio, Simon Jaikiriuma Paetau, Sebastian Rudolph. Duración: 86 minutos.

    Una profesión bastante desconocida es la del artista foley, o diseñador de sonido que trabaja con efectos de sala. Esto es, en un espacio insonorizado, recrea mediante todo tipo de objetos y texturas los sonidos que luego irán a la correspondiente pista de audio de un video. Para ello, el técnico o la técnica debe analizar la imagen muda en la pantalla y ajustar el sonido producido a aquel que en ese momento debería oírse en esa pantalla, ya sean un golpe, unas pisadas, gotas de lluvia o el motor de un coche, entre infinitos ejemplos. Lo que oímos como unas gotas o como un motor puede entonces haberse generado mediante otro tipo de herramientas o mezclas, no simplemente regando algo o arrancando un vehículo. Dicho esto, que esta profesión se muestre en el propio cine revela su metalingüismo y da pie a interesantes trucos de montaje, si la película en cuestión explora esa disociación entre imagen y sonido. Sin ir más lejos, la española Tres el año pasado, dirigida por Juanjo Giménez y protagonizada por Marta Nieto, lo hizo con ingenio y atrevimiento.

    Cierto riesgo busca también ahora Piaffe, la ópera prima de Ann Oren presentada en esta edición del festival de Locarno, inspirada en su propio cortometraje Passage (con toda probabilidad no en la cinta de Giménez). En este caso la protagonista no es de primeras una artista foley, sino que lo es su hermana mayor transexual, pero la menor se ve obligada a dedicarse a ello, ante el abandono e internamiento de aquella en una siniestra clínica. Y lo que debe trabajar en concreto son los sonidos de un caballo, encargados por el intenso y maleducado productor de un anuncio farmacéutico. En su primer intento la chica fracasa, los sonidos grabados no son lo suficientemente verosímiles. Luego, tras visitar unos establos, sí logra captar mejor el rechinar del caballo o su trote interrumpido. Tanto es su entendimiento y compenetración con el animal que una cola de caballo le va poco a poco saliendo a ella misma, en su propio coxis, y a esta transmutación le acompañará su despertar sexual, en particular en manos de un botánico de apariencia tierna y, más bien, sádico.

    En esta edición del certamen suizo, como en otras, asistimos a temas recurrentes, y uno de ellos sería el sadomasoquismo o, más en general, la práctica sexual prohibida o tabú. Como en Regra 34, encontramos en Piaffe este elemento y, al igual que en aquella, no está bien desarrollado. Recurriendo al juego de palabras facilón, se podría decir que estamos ante una pifia, si no fuera porque esta película no está del todo carente de cualidades. Alcanza una cierta atmósfera, a lo que contribuye sin duda su sugerente fotografía en 16 mm, si bien queda como el esbozo de algo más profundo. Quiere desenvolverse entre el surrealismo más juguetón y un estudio del género y la psicología femenina, aunque peca de excesiva arbitrariedad en varias acciones y de falta de línea narrativa con suficiente capacidad de atracción. En suma, puede que se note demasiado su naturaleza de cortometraje alargado, con un par de ideas intrigantes que no dan de sí para un largometraje satisfactorio. ⁜


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