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    Crítica | Un héroe

    || CRÍTICAS | ★★★★☆
    Un héroe
    Asghar Farhadi
    Libertad efímera


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes |

    Irán, 2021. Título original: Ghahreman/قهرمان. Presentación: Festival de Cannes 2021. Director: Asghar Farhadi. Guion: Asghar Farhadi. Producción: Asghar Farhadi Productions, Memento Films International, Memento Films Production, arte France Cinéma. Fotografía: Ali Ghazi, Arash Ramezani. Reparto: Amir Jadidi, Abolfazl Ebrahimi, Mohsen Tanabandeh, Fereshteh Sadrorafaei, Sarina Farhadi. Duración: 127 minutos.

    El cine de autor actual se basa cada vez menos en un guion caracterizado por la precisión de la construcción narrativa y del diálogo. Las narraciones contemporáneas muchas veces son ambiguas, aunque este matiz suele ocultar su falta de elaboración, al pecar de escaso desarrollo, de personajes mal definidos y de tramas donde la arbitraria sucesión de secuencias y los finales abiertos en realidad obedecen a una concreción insuficiente del meollo dramático. Sin embargo, muchos alaban este tipo de cine, cada vez más común en los festivales, olvidando el valor que puede tener un guion bien diseñado, frente al poderío de ciertas imágenes o el mensaje que pueda traer consigo una u otra propuesta. Lo cierto es que todo esto no está reñido con lo anterior. Un buen guion también puede dar lugar a una obra, por así decir, de autor, con todo lo que la caracteriza. Y el cineasta iraní Asghar Farhadi es prueba de ello. Su obra en efecto se define por construir relatos con varias capas y subtramas para, por lo general, abordar las distintas derivaciones o interpretaciones de un mismo dilema. La elaboración del guion y su fidelidad al trasladarse a la pantalla son entonces esenciales, más allá de la propia construcción narrativa, puesto que cada diálogo, por trivial que parezca a priori, puede aportar un dato clave de la trama o de la interpretación del conflicto de que se trate, como veremos.

    Si la obsesión y el engaño eran los grandes temas de sus dos anteriores películas, El viajante (Forushande, 2016) y Todos lo saben (2018), respectivamente, ahora, en Un héroe (Ghahreman), le toca el turno a la noción de bondad y maldad tal como se puede juzgar en una determinada sociedad. Esta es aquí la de Shiraz, ciudad iraní donde Rahim ha sido encarcelado por no poder pagar una deuda que contrajo para un negocio. En un permiso de dos días, intenta convencer a su avalista para que retire la denuncia que le puso entre rejas, por lo que inicialmente el bueno sería el prisionero que trata de liberarse y el malo el usurero denunciante… aunque esto, evidentemente, es discutible de partida. Hay un diálogo ilustrativo en que este prestamista, enfrentado al protagonista y a otros personajes que lo apoyan, se queja de que a él se le considere el antagonista, cuando siempre se portó bien con nuestro “héroe”, le perdonó muchas veces y tuvo paciencia al comprobar sus vicisitudes, pero llegó un punto en que no tuvo más remedio que denunciarle, cuando su propia situación económica se vio amenazada. En realidad, que Rahim goce pronto de nuestra simpatía se explica por un acontecimiento que pone en marcha el drama propiamente dicho, cuando su compañera descubre un bolso lleno de piezas de oro, y en lugar de venderlas para pagar lo debido, Rahim decide devolver el bolso a la mujer que lo extravió. Tal acto de generosidad sale a la luz y enseguida el héroe se gana el favor de la sociedad, si bien ese favor puede desvanecerse con tanta facilidad (o más bien aleatoriedad) como ha surgido.

    Un par de momentos del guion aluden a partir de ahí a las redes sociales como determinantes en la calificación de una conducta como buena o mala, con todos los problemas que sabemos que ello supone, puesto que una condena en Twitter o Facebook, aunque se sustente en noticias poco fiables y represente un sesgo determinado, puede tener rápidamente un efecto de bola de nieve y arrastrar a toda la opinión pública. Con todo, Farhadi no insiste demasiado en esta vertiente más moderna, sino que prefiere conducir su historia por conflictos más tradicionales, y en un marco más ceñido. Las capas que se van superponiendo en esta película tienen que ver entonces con la visión de los distintos personajes que rodean a Rahim, donde se ven implicadas varias relaciones familiares (incluida una ex mujer que apenas aparece en la trama pero cuya mera mención se incluye para sumar otro nivel de objeción), así como los responsables de la cárcel y los de una asociación dedicada a captar fondos para la causa de algunos condenados. Las escenas en que interactúan estos múltiples personajes están estructuradas de tal forma que cada diálogo introduce matices en el tema principal, así como información decisiva, que se repite cada cierto tiempo, con naturalidad en boca de varios personajes, para que el espectador no se pierda y vaya incorporando esos nuevos fundamentos al drama.

    Concebir así los diálogos, casi como acciones en sí mismos, es una seña de identidad de Farhadi, como adelantábamos. Por un lado, es necesario para no perder nunca de vista ese dilema central, pese a las subtramas que, como también decíamos, se van articulando en torno a aquel. Esto permite que una historia en apariencia sencilla se vea dotada de una gran complejidad, que surge con espontaneidad por todas las secuelas que puede conllevar un acontecimiento inesperado. Un héroe no parte de una premisa a priori tan intrigante como otras historias de este guionista y director, ni su drama tiene un alcance tan amplio, pero sigue habiendo un dilema bien identificado y trabajado, y por ello resulta siempre interesante. Por otro, esta técnica del diálogo permite acercar el drama al thriller, pues cada escena tiene un elemento de suspense derivado tanto del conflicto esencial del protagonista, que aquí se juega la libertad, como de esos datos que se van introduciendo progresivamente. La puesta en escena acompaña toda esta construcción, propiciando igualmente la tensión, pues su manifestación a través de la palabra se ve reforzada por una planificación calculada (lo cual no es óbice para que los movimientos de los personajes siempre parezcan orgánicos, aunque estén muy guiados) y un montaje de ritmo envidiable. La historia va entonces evolucionando mediante la acumulación, con esos testimonios que se van contrastando, refutando, interpretando, en suma, hasta el punto de que el espectador tiene todo lo necesario para sacar sus propias conclusiones. Y es que los relatos de Farhadi, una vez planteado y desarrollado su dilema, acaban siempre con una nota ambigua en su resolución, aunque el drama como tal quede satisfactoriamente cerrado. Por tanto, en este caso la ambigüedad no trae causa de la escasez de información, como ocurre en otras muchas películas, sino precisamente de la cantidad de información que, ante un dilema irresoluble, permite sacar a relucir todo su significado. ⁜


    قهرمان, Asghar Farhadi
    Competición del Festival de Cannes.

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