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    Crítica | We (Nous, Alice Diop, 2021)

    ¿Nosotros o ellos?

    Crítica ★★★☆☆ de «Nous» de Alice Diop.

    Francia, 2021. Título original: «Nous» Dirección y guion: Alice Diop. Fotografía: Sarah Blum, Sylvain Verdet, Clément Alline. Montaje: Amrita David. Sonido: Mathieu Farnarier. Producción: Athénäise, ARTE Francia. Productora: Sophie Salbot. Duración: 117 minutos.

    El R.E.R., la banlieu, le périphérique son palabras que identifican al lector con la ciudad de París pero con una notable connotación negativa. De hecho, marcarían esa frontera invisible a partir de la cual el turista no transita; o si lo hace es con un objetivo claro y concreto, y no precisamente imbuirse del cambio entre la ciudad de oropel y la de carne y hueso, aquella en la que el dinero parece crecer debajo del adoquín y aquella otra donde se subsiste entre trabajos de escasa cualificación, peores sueldos e insuficientes servicios sociales. La banlieu como epicentro de lo malo, como resumen de lo negativo olvidando que, como en toda agrupación humana, lo que predomina es lo banal de la vida diaria entre personas tan normales como las demás, sin que el contenido de las carteras, el color de las tarjetas de crédito o el chófer a la puerta de la Avenida Montaigne permitan descartar la maldad sin distinción de clase social. Imagino que es el intento de Alice Diop: reflejar un mapa humano que sensibilice al espectador sobre la existencia de vidas absolutamente identificables con nuestro día a día vivamos donde vivamos, una propuesta de romper el estereotipo que suele estigmatizar el cine de barrio francés rodeado de drogas, marginación, violencia policial; el modelo Les miserables de Ladj Ly frente al modelo humanista y más a ras de suelo del ciudadano medio que explora la cineasta de origen senegalés.

    La película tiene su inspiración en la obra Les Passagers du Roissy Express de François Maspero, intelectual de izquierdas, novelista, editor y periodista que en esta obra reivindicó el aspecto humano del habitante de extrarradio parisino viajando en la línea del RER a la que hace referencia el título del libro y entrevistando a las personas que, de manera cotidiana, hacían uso del transporte, muchas veces para no hacer parada en la superficie de la gran capital sino para desplazarse del norte al sur de la banlieu atravesando un territorio por el subsuelo que permanecía ignoto para el propio viajero. Diop sigue el mismo esquema, prepara su película siguiendo el modelo de Maspero, frecuenta la línea férrea y después selecciona a sus protagonistas y decide filmarlos a la busca del momento cinematográfico. Éste se encuentra alejado de cualquier revelación, pretende más plasmar la cotidianeidad que la excepcionalidad. Los formatos no son uniformes ni constantes, como si la obra se compusiera de un enorme collage donde imágenes y personas van siendo almacenadas con independencia de si existen o no conexiones, donde lo personal de la propia directora, que no duda en exponerse, se confunde con lo generacional, con lo social, con la coyuntura del momento. En ese intento de ampliar el concepto de ese «nosotros» del título se corre un riesgo no muy bien resuelto en la película, el de terminar convirtiendo el pronombre en algo excluyente e identificativo en vez de algo integrador, marcar una barrera entre a quienes se dirige el filme y a quiénes no se les quiere dentro del «nosotros».

    Nous, Alice Diop.
    Presentada en la pasada edición de la Berlinale.

    «Los formatos no son uniformes ni constantes, como si la obra se compusiera de un enorme collage donde imágenes y personas van siendo almacenadas con independencia de si existen o no conexiones, donde lo personal de la propia directora, que no duda en exponerse, se confunde con lo generacional, con lo social, con la coyuntura del momento».


    Cuando Diop filma a su hermana visitando diariamente a sus asistidos, personas de edad avanzada que viven en soledad y necesitan algún tipo de supervisión para su alimentación, su higiene, sus medicaciones; el efecto es claramente integrador. Obviamente esas personas no nadan en la abundancia ni se pueden permitir una asistencia domiciliaria que no dependa de los servicios sociales, pero la humanidad del trato y de los personajes elimina cualquier distancia entre una zona urbana y otra; sabemos que estamos en la periferia, pero sentimos esa conexión inmediata de la ayuda, los cuidados, la dependencia; es algo común y transversal y las personas aparecen reflejadas manteniendo íntegramente su dignidad. Aquí el «nosotros» alcanza el pleno sentido y nos identificamos con esa colectividad. Todo cambia cuando Diop filma una cacería a caballo en los bosques de Fontainebleau. Aquí el discurso se quiebra, la zozobra del espectador ha de ser máxima cuando tras recorrer decenas de escenarios urbanos que intentan integrarnos en ese «nosotros» aparece una larga escena que rompe la unidad y marca la diferencia. Es cierto, hasta en las afueras hay contrastes, las afueras del proletariado, de la inmigración, de los desheredados no son las únicas; hay quienes se pueden permitir cazar a caballo con sus perros mientras los ojeadores y monteros permanecen en un segundo plano una vez iniciada la sangría. El rico parece tratar con familiaridad al empleado, pero llegado el momento, a caballo sólo se moverán los de siempre. Lo que hasta entonces buscaba un discurso unitario deviene en una imposibilidad de acercamiento; unos sirven y otros son servidos; unos trabajan y otros se divierten sin fijarse en los que quedan atrás. La cacería como símbolo de un status inalcanzable para todos aquellos que hemos ido dejando en las imágenes y para nosotros, que también quedamos fuera del círculo elitista. También son banlieu, viven al otro lado del periférico, pero no son parte del «nosotros». Si Diop lo utiliza como mecanismo de cotejo, como forma de expresar la inevitable lucha de clases que ahora permanece amortiguada, si no es que ha desaparecido del ideal de una égalité marchita e inalcanzable, el propósito aparenta confuso y rompe la armonía previa pese a que obviamente existan divergencias dentro de ese «nosotros» genérico como filmar una concentración en homenaje a Luis XVI en pleno siglo XXI o a jóvenes ignorantes del lugar que se encuentran escuchando sus músicas alrededor del memorial del holocausto en Drancy. Esto último sí forma parte del discurso de este interesante e irregular trabajo: aspirar a la educación, a erradicar la ignorancia, como manera de luchar contra la discriminación.


    Miguel Martín Maestro |
    © Revista EAM / Valladolid


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