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    Cannes 2021 (#4) | Críticas. «Compartment No 6», «Playground (Un monde)», «The Tale of King Crab (Re Granchio)», «Anaïs in Love» & «Love Songs for Tough Guys (Cette musique ne joue pour personne)»

    Cannes 2021 (#4)

    Cuarta crónica de la 74ª edición del Festival de Cannes.

    ▼ Críticas
    «Compartment No 6», Juho Kuosmanen.
    «Un monde», Laura Wandel.
    «Re granchio», Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis.
    «Cette musique ne joue pour personne», Samuel Benchetrit
    «Les Amours d'Anaïs», Charline Bourgeois-Tacquet

    La edición número setenta y cuatro del Festival de Cannes transcurre, ya con cinco días de desarrollo, ratificando las claves previas al certamen, ligadas a los principales nombres que compiten por la Palma de Oro, y dibujando un panorama mucho más decepcionante en cuanto a nuevos apellidos se refiere. No existe una circunstancia más descorazonadora en un certamen de estas dimensiones que prime la tendencia en la ficción de las primeras y segundas obras de realizadores que componen el grueso de la parrilla. Esto, por otra parte, no es una novedad en el cine del siglo XXI; la etiqueta de «cine de festivales» es cada vez más recurrente, así como el anverso y reverso de su semántica: es señal de aparente prestigio; y decimos aparente porque queda ha quedado constatado que los premios no venden entradas. Por otro lado, es sinónimo de un abuso compulsivo de las nuevas visiones, perspectivas y, por tanto, narrativas cinematográficas. Copias de planos (ay, los cogotes) que superpuestos en otros filmes tienen como resultado el más absoluto vacío. Pero, como decíamos, esto no es un mal exclusivo de Cannes, probablemente el evento con más trabajos meritorios dentro del circuito.

    Hoy, antes de pasar a las críticas de nuestra cuarta jornada, quisiéramos detenernos en una sección como Un Certain Regard, Una cierta mirada, verdadero termómetro del cine de autor –si entendemos la Competición como la élite que es. Un apartado al que cuesta, por momentos, encontrarle justificación o un leitmotiv sobre el que rotura su alineación de títulos. Una definición rápida podría ser el de «las películas que se quedaron a las puertas de luchar por la Palma de Oro»; otra sería la sección «donde se presentan obras meritorias de jóvenes autores o de exigua experiencia». En cualquier caso, es complicado categorizar y por tanto justificar el ejercicio programático en un espacio donde, si prestamos atención a su historia, puede tener hueco cualquier tipo de largometraje: desde las mentadas óperas primas que opositarán por la Cámara de Oro, hasta obras menores de grandes directores –Bonello, Östlund, Trier, Weerasethakul, Koreeda—, pasando por propuestas de género –este año son Lamb de Valdimar Jóhannsson y The Innocents de Eskil Vogt— y la cuota indie estadounidense –en años previos siempre en correspondencia con Sundance; este con Kogonada y Justin Chon— que toma tierra europea con, habitualmente, nefasta acogida. En definitiva, ¿cómo explicar una sección que parte con el descrédito de ser la «hermana pequeña»? Si se fijan bien en la cartelería posterior de dichas cintas, ninguna hace referencia a la sección, solo incluyen el sello de Selección Oficial. En una programación con tanto stock, la labor de curaduría debería ser más visible.

    Compartment No 6

    Crítica de «Hytti nro 6», Juho Kuosmanen, Finlandia | COMPETICIÓN.

    ▼ Miguel Muñoz Garnica.
    Puntuación: ★★☆☆☆.

    Sobre los títulos de apertura suena Roxy Music: «Can’t you see, love is the drug for me». Sugiriendo una continuidad mental, la canción pasa a diegética en cuanto aparece la primera imagen. Recorremos junto a Laura (Seidi Haarla) las estancias de una fiesta, en plano semisubjetivo de seguimiento. Con este recurso y el empleo del fuera de campo sonoro, se filtra vagamente la noción del entorno como amenaza. Pronto sabremos, para ratificarla, que Laura se encuentra en tierra extraña: es una finlandesa en Moscú, que ha iniciado un romance con una mujer rusa. Todo este backstory se manifiesta a la sordina, en una sola secuencia de la fiesta antes de encerrar a Laura en el compartimento del tren que da nombre a la película, un convoy que la conduce en un viaje de varios días de la capital rusa a la remota ciudad de Murmansk. Si queremos tomar los versos de Roxy Music como paratexto significativo, lo que importa no es tanto la droga —el amor, en una relación sentimental que pronto descubriremos lánguida— sino aquello que adormece: la soledad, auténtico eje temático de Compartment No. 6. En el compartimento del tren, el filme encierra a Laura con Vadim (Yuriy Borisov), un joven ruso escaso de habilidades sociales pero no de capacidad de ingestión de vodka.

    En este encuentro, adivinarán, está el motor de la película. Kuosmanen se recrea en los planos, cámara en mano sin ostentaciones, que recorren los estrechos pasillos del tren o apuran sus vistas en la angostura del compartimento. La cámara se encierra notoriamente, nos encierra, no solo con Laura sino con su pavor a la soledad que va quedando al aire. Tengamos en cuenta que no es solo una cuestión de situación sino de setting. Kuosmanen ambienta el relato a finales de los años noventa, en un tren particularmente precario y sin la posibilidad para su protagonista de comunicarse fuera de su desagradable acompañante —en la era del smartphone, qué exótica resulta ya una escena en la que un personaje depende de las cabinas telefónicas—. Este último, Vadim, le sirve al cineasta para jugar con las apariencias. A priori amenazante y potencial acosador, vamos descubriendo en sus machadas y su impulsividad la máscara de otro carácter frágil a la soledad y la incomprensión de los demás. En el fondo, Kuosmanen lo traza como la pareja imposible de una comedia romántica. La reacción inicial, guiada por la antipatía del personaje, puede ser de incredulidad ante una relación cuyos puntos de conexión resultan tan ilegibles. Por eso mismo, Compartment No. 6 coquetea con la incoherencia. Las costuras de la trama-tipo «dos desconocidos encerrados en un espacio que se ven obligados a acercarse» terminan por verse, y algunas cosas pasan porque el discurso fílmico necesita que pasen. Ese equilibrio termina por írsele de las manos a Kuosmanen en el último tercio del metraje, en su forma de precipitar los acontecimientos y las resoluciones en cuanto la premisa se le agota.

    Finlandia, Alemania, Estonia, Rusia, 2021. Director: Juho Kuosmanen. Guion: Andris Feldmanis, Juho Kuosmanen, Livia Ulman, basado en la novela homónima de Rosa Liksom publicada en 2011. Producción: Elokuvayhtiö Oy Aamu. Fotografía: Jani-Petteri Passi. Reparto: Yuriy Borisov, Dinara Drukarova, Seidi Haarla, Vladimir Lysenko, Dmitriy Belenikhin. Duración: 107 minutos.

    Playground

    Crítica de «Un monde», Laura Wandel, Bélgica | UN CERTAIN REGARD.

    ▼ Mariona Borrull Zapata.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    Una niña abraza a su hermano con fuerza, como si dejarlo ir significase también toda posibilidad de supervivencia ante lo desconocido. Desde la primera imagen de la película, sabemos que Nora, de siete años (Maya Vanderbeque), va a tener que soltar el clavo de las relaciones familiares, para aprender en su lugar a navegar a solas por el mundo salvaje al que ha sido arrojada. Un espacio confuso, regido por dinámicas tóxicas, heredadas y explicadas siempre a medias. Quien lo ha visto lo sabe: la escuela puede ser un lugar de violencia y de terror, una palestra vigilada en términos de concordia pública, que no de bienestar personal, por parte de una troupe de adultes sin recursos para un buen gobierno.

    El abrazo nada nos extraña: Nora las tiene todas de perderse. No demasiado femenina, más bien introvertida y, lo peor, con otro peso que acarrear: un hermano (Günter Duret) sometido a las torturas constantes del bullying. Con estos agravantes de base, el debut de Laura Wandel tomará el pulso al año escolar de la niña, siempre en el terreno acotado del patio de la escuela, para comprobar, entre el retrato de personaje y la película de tesis, cómo las criaturas no están exentas de sadismo, pero tampoco de esperanza. Les náufragos de sobras la conocen: la violencia y la esperanza forman una combinación explosiva.

    Ante el abuso, ¿a qué distancia colocar la cámara? Wandel juega en terreno conocido para esta ocasión: no demasiado lejos, en el linde del cine de la crueldad, sino cerca –muy cerca–. A través del primer plano y del «plano de cogote», con un fondo desenfocado (quién sabe si por el paso del tiempo), podríamos recoger los ecos de una época enterrada bajo capas de trauma. El peligro, que este debut no esquiva, es el de caer en los estilemas del «cine de festival», aquel estilo a la europea que ya no sorprende ni reclama. Queden las imágenes relegadas a meros índices de una mala experiencia personal, tant pis.

    Bélgica, 2021. Directora: Laura Wandel. Guion: Laura Wandel. Producción: Dragon Films, Lunanime. Fotografía: Frédéric Noirhomme. Reparto: Günter Duret, Léna Girard Voss, Karim Leklou, Thao Maerten, Maya Vanderbeque, Laura Verlinden. Duración: 72 minutos.

    Love Songs for Tough Guys

    Crítica de «Cette musique ne joue pour personne», Samuel Benchetrit, Francia | CANNES PREMIÈRE.

    ▼ Mariona Borrull Zapata.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    En la intimidad que para un gánster proporciona la cura de un balazo, el capo de una pequeña organización criminal (François Damiens), crudo e implacable, pregunta a su mujer (Valeria Bruni Tedeschi) qué es lo que ve cuando cierra los ojos y piensa en él. Hoy celebran exactamente 25 años de casados y él se ha olvidado de comprar nada para la ocasión. Ella, sin embargo, ha estado días preparándose, envalentonada tras haber encontrado el que cree ser un dulcísimo poema de su marido dirigido a su persona (en realidad, claro, iba para su amante). En el silencio que el momento propicia, por gracia de la diégesis, la escena se llena de una música melosa de piano y, como llevada por el mismo dispositivo romántico, la mujer empieza a recitar una confesión de amor, sencilla pero tierna. «Veo... que te quiero», dice, y, aunque sea edulcorado y el apartado visual trabaje sobre una noción etérea y, por tanto, desfasada de la belleza, sabemos que sus palabras son de una honestidad absoluta. Se nos antoja llamar, a este momento de clarividencia, la «magia Bruni Tedeschi».

    Creemos sus palabras, nos tocan, pero el momento queda completamente desgajado del resto de la cinta. No había otra: ¿cómo incorporar, por otra parte, la emoción sincera en una propuesta que hace del humor seco, el deadpan, su abanderado total? La película de Samuel Benchetrit sigue la línea del inmobilismo epatado de Bruno Dumont, que congelaba el tapiz de rostros del norte francés, con todos sus engranajes replicados: P’tit Quinquin con un cast a base del estrellato nacional, encontraremos en su seno un paisaje rural y pacífico solo en apariencia, un montón de analfabetes bienintencionades y un mundo, entre lo salvaje y lo industrial, siempre irradiado por blancos imposibles.

    Más tarde, los hombres de la familia de mafiosos observarán, divertidos, cómo la hija del capo da sus primeros pasos en la conquista del chico que le gusta. A través del visor, su imagen será la de tres hombretones apoyados en el mármol de una cocina, relajados, con una sonrisa de oreja a oreja. El efecto emocional de esta breve pausa, apacible, quizás no sea tan evidente como la declaración romántica de la mujer del capo, pero sus ecos sí nos resultan eminentemente reconocibles. Ante un acercamiento íntimo, ruboroso y de altos vuelos, una imagen humana que sí reconocemos como propia. Ambas, eso sí, rodeadas de hielo. Quizás la única puerta que pueda abrirse entre una constelación de capas de frialdad y un sentimiento genuino pase por los pequeños gestos, aquellos que sobreviven al manto implacable del absurdo.

    Francia, Bélgica, 2021. Director: Samuel Benchetrit. Guion: Samuel Benchetrit, Gábor Rassov. Producción: Singleman Productions, Pictanovo Images en Hauts de France, Gapbusters, RTBF. Fotografía: Pierre Aïm. Reparto: Ramzy Bedia, Jules Benchetrit, Vanessa Paradis, Valeria Bruni Tedeschi, François Damiens, Gustave Kervern, Bouli Lanners, Vincent Macaigne, Bruno Podalydès, Joey Starr. Duración: 107 minutos.

    The Tale of King Crab

    Crítica de «Re Granchio», Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis, Italia | QUINCENA DE REALIZADORES.

    ▼ Ignacio Navarro Mejía.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    La línea entre ficción y documental a menudo es difusa, y así lo atestigua el primer largometraje de ficción de Alesia Rigo de Righi y Matteo Zoppis, cuya obra se había limitado hasta ahora al documental. Y es que, para esta película, su punto de partida no fue distinto, volviendo con afán descriptivo al entorno bucólico de su anterior trabajo, pero su premisa en este caso era insuficiente para un reportaje real, y así tuvieron que recurrir a elementos imaginados para completar la historia. O no tan imaginados, pues la misma se apoya en una leyenda transmitida entre los aldeanos, sobre un tal Luciano que, a finales del siglo XVIII o principios del XIX, partió exiliado de su pueblo al quemar el castillo del príncipe, y recabó en la Patagonia en busca de un tesoro perdido. Así lo rememoran en el presente varios cazadores, sentados en torno a una mesa, por lo que la narración sigue una estructura de flashbacks, aunque apenas vemos esa interacción entre los personajes actuales al principio y mediado el relato para dividir sus dos partes. Precisamente son estas dos escenas las que parecen más propias de un documental, y para no cambiar el tono bruscamente, la mencionada primera parte, aunque ya dramática, ofrece una mirada bastante pasiva, que deja que los acontecimientos se desarrollen casi de forma improvisada.

    Hasta entonces Re Granchio resulta un poco frustrante, quizá por esa indefinición de género, así como por el escaso interés que suscitan sus personajes creados a partir de una narración ajena. Sin embargo, la segunda parte levanta el vuelo, tanto en el plano dramático como en el visual, una vez trasladados a la Patagonia. La fotografía mantiene una cierta coherencia, en su apuesta por encuadres de fuerte componente pictórico y acabado granuloso, pero inevitablemente el nuevo paisaje vuelve menos anodinos y mucho más densos e impactantes cada uno de los planos. Esto también se debe al componente de aventura que adquiere entonces la historia, mejor enfocada hacia un objetivo concreto, aunque sin olvidar la esencia juguetona del tiempo narrativo (véase en este sentido la explicación del protagonista de cómo se ha convertido en cura). Todo ello nos retrotrae a la filmografía de Raoul Ruiz, cuya cita procede traer a colación no solo por contar también con una película que, desde el recuerdo, está dedicada a la búsqueda de un tesoro en una isla, sino en general por su magistral manejo de las distintas voces cinematográficas para recrear la tradición folletinesca. La comparación en cualquier caso debe situarse a menor escala. Estos dos jóvenes directores demuestran talento, ofrecen un puñado de imágenes memorables, pero les falta pulir una historia que pueda mantener la atención del espectador de principio a fin.

    Italia, Francia, Argentina, 2021. Directores: Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis. Guion: Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis, basado en la historia ideada por Alessio Rigo de Righi, Matteo Zoppis, Tommaso Bertani, Carlo Lavagna. Producción: Ring Film, Shellac Sud, Volpe Films, Wanka Cine. Fotografía: Simone D’Arcangelo. Música: Vittorio Giampietro. Reparto: Maria Alexandra Lungu, Darío Levy, Mariano Arce, Jorge Prado, Severino Sperandio, Gabriele Silli, Daniel Tur, Bruno di Giovanni, Ercole Colnago. Duración: 100 minutos.

    Anaïs in Love

    Crítica de «Les Amours d'Anaïs», Charline Bourgeois-Tacquet, Francia | SEMANA DE LA CRÍTICA (60º ANIVERSARIO).

    ▼ Ignacio Navarro Mejía.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    La comedia romántica «burguesa» a gran velocidad goza de un estilo bastante de moda en Francia en las últimas décadas, aunque en general se puede remontar a la screwball comedy de los años 30. Charline Bourgeois-Tacquet sigue esta estela para su ópera prima, aunque la misma parte igualmente de su anterior cortometraje, Pauline asservie, igualmente protagonizado por Anaïs Dumoustier. Ahora la joven realizadora une a ésta otros dos actores experimentados, como son Denis Podalydès y Valeria Bruni Tedeschi, para darle un giro ingenioso a los triángulos amorosos al uso. Lo cierto es que la historia no es demasiado original, pero sabe narrar con dinamismo y buen ritmo, manteniendo siempre en vilo al espectador. El personaje de Dumoustier es una estudiante de letras que debe terminar su tesis doctoral, pero le impiden progresar en su formación una serie de circunstancias, que ella misma se busca o no. Es una chica que vive de la improvisación, siempre lanzada hacia delante, y siempre con buena cara, con una actitud fresca y resolutiva ante cualquier situación. También están bien diseñados los otros dos personajes más principales, y es que la agilidad global del montaje no es óbice para darle la pausa necesaria a cada momento, que permita profundizar en las variadas motivaciones y los deseos de esos personajes.

    En este sentido, la dirección está siempre a su servicio. La puesta en escena es entonces un poco pedestre, aunque incluye algún detalle visual interesante, introducido con naturalidad, como esa escena en que se va estableciendo una mayor complicidad entre los personajes de Dumoustier y Bruno Tedeschi, y vemos un plano donde las dos se ven reflejadas en un espejo, hasta que la protagonista se da la vuelta y pasa, por así decir, «al otro lado del espejo». En cualquier caso, la película extrae su fuerza mucho más del diálogo que de la imagen, con largas y veloces conversaciones que podrían caer en la teatralidad si no fuera por la ligereza de las transiciones y los cambios de localizaciones. De hecho, la guionista y directora a veces insiste de forma un poco superficial en la generación de comedia a través de situaciones de enredo e interacciones múltiples, que se basan en interrupciones y otros hilos verbales. Y a veces el efecto cómico deriva más de un simple gesto o mirada que de un rápido intercambio de palabras. Dicho esto, al margen de críticas menores, estamos ante una propuesta muy recomendable, especialmente en el marco de un festival repleto de «propuestas serias», para pasar un buen rato frente a la pantalla. Seguramente será un éxito en taquilla.

    Francia, 2021. Directora: Charline Bourgeois-Tacquet. Guion: Charline Bourgeois-Tacquet. Producción: Les Films Pelléas, Année Zéro, ARTE France Cinéma, Odessa Production. Fotografía: Noé Bach. Música: Nicola Piovani. Reparto: Anaïs Demoustier, Valeria Bruni Tedeschi, Denis Podalydès, Jean-Charles Clichet, Xavier Guelfi, Christophe Montenez, Anne Canovas, Bruno Todeschini. Duración: 98 minutos.

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