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    Crítica | Miss Marx | Filmin

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    Crítica ★★★☆☆ de «Miss Marx», de Susanna Nicchiarelli.

    Italia, 2020. Directora: Susanna Nicchiarelli. Guion: Susanna Nicchiarelli. Producción: Serena Alfieri, Valérie Bournonville, Karim Cham, Marta Donzelli, Alessio Lazzareschi, Philippe Logie, Gregorio Paonessa, Joseph Rouschop. Fotografía: Crystel Fournier. Montaje: Stefano Cravero. Música: Gatto Ciliegia Contro il Grande Freddo. Reparto: Romola Garai, Patrick Kennedy, Felicity Montagu, Karina Fernández, Oliver Chris, Emma Cunniffe, John Gordon Sinclair, Philip Gröning, George Arrendell, Célestin Ryelandt.

    Las luchas por los derechos de la clase trabajadora, por la igualdad de género, por el derecho a una vida digna y llena independientemente de tus condiciones de nacimiento… no son luchas fáciles. Fueron, y siguen siendo, pedregosos caminos de aguante y contradicciones. Poniendo especial énfasis en el término “contradicción”, Miss Marx construye su discurso de fondo en base a esa tesis. La cineasta italiana Susanna Nicchiarelli realiza un acercamiento a la figura de Eleanor Marx, recuperando la vida y obra de la hija del pensador y militante comunista Karl Marx. Nicchiarelli, directora de Nico, 1988 (2017), no es ajena al mundo del biopic, aunque sea pasado por el filtro liberador de la ficción. En este caso, la elección del personaje principal contiene en sí un gesto interesante a la hora de plasmar en pantalla luchas, como decíamos, tan esenciales y complejas. Por un lado, evidentemente, le permite a la cineasta acercarse a una temática desde los propios cimientos ideológicos de la misma. Estamos a finales de la segunda mitad del S.XIX, recogiendo las semillas del fin de la etapa londinense de Marx (padre), los años posteriores a la publicación de El capital. De hecho Susanna Nicchiarelli da el pistoletazo de salida justo en el punto en que alguien tiene que tomar las riendas del Movimiento Comunista, en el mismo funeral del líder socialista. Ya en el primer plano, la italiana no esconde sus intenciones, cámara puesta en el rostro de la benjamina del clan Marx. En ese discurso inicial, el de homenaje y despedida a su padre, Eleanor «Tussy» Marx (Romola Garai) sienta las bases del que será a partir de entonces su tortuoso recorrido vital.

    La película se mueve en la dicotomía entre lo particular y lo general, entre la vida privada y la pública; y, especialmente, en el caso de una figura puntal en un movimiento político revolucionario, en la dualidad entre lo que se predica en mítines y lo que se practica en el propio hogar. Miss Marx evidencia las tensiones que se establecen en los discursos promovidos por una mujer de la época, y lo violento que es para ella el hecho de no poder cumplir con el ideal fomentado en su vida sentimental. Porque, además, no se trata de una mujer cualquiera, sino de una de las que, se supone, se encuentra en las circunstancias más «adecuadas» y «cómodas» para pregonar con el ejemplo. Romola Garai, como siempre, está magistral en uno de esos papeles de época que le van como anillo al dedo. La actriz británica consigue introducirse en mundos pasados (destacadas son sus apariciones en obras como Expiación, Amazing Grace o en el papel protagonista de la adaptación de la BBC de Emma) con una sensibilidad perfectamente ajustada a las exigencias de cada contexto pero, a la vez, manteniendo una deliciosa cualidad profundamente anacrónica. Una frescura que, en el caso concreto del filme que nos ocupa, se destaca como elemento diferencial y el más brillante que contiene la propuesta. Cristaliza en forma de montajes picados, mezclas de fotografías de manifestaciones y altercados posteriores a la época retratada, evidenciando que las luchas por los derechos fundamentales son problemáticas que siguen hasta el día de hoy. También en forma de ejercicio musicalmente disruptivo, como había realizado una iluminada Sofia Coppola en su María Antonieta (2006). Así, Tussy se encara al espectador, pelo al aire, rabia a flor de piel, para cantarle/chillarle su descontento.

    Miss Marx, Susanna Nicchiarelli.
    Sección oficial de la Mostra de Venecia | Presentada en el D'A Film Festival 2021.

    «Romola Garai, como siempre, está magistral en uno de esos papeles de época que le van como anillo al dedo. La actriz británica consigue introducirse en mundos pasados (destacadas son sus apariciones en obras como Expiación, Amazing Grace o en el papel protagonista de la adaptación de la BBC de Emma) con una sensibilidad perfectamente ajustada a las exigencias de cada contexto pero, a la vez, manteniendo una deliciosa cualidad profundamente anacrónica».


    Pero, ¿de dónde surge exactamente el conflicto? En esa trama romántica que antagoniza su discurso oficial y que, en la vida de Eleanor, se concentra en la figura de un hombre concreto. Edward Aveling (interpretado por otro británico habitual en el cine de época como es Patrick Kennedy), personalidad socialdemócrata del Reino Unido de la segunda mitad del siglo XIX, director de teatro y actor amateur, es el responsable de la verdadera desdicha de Tussy. Constantemente puesta entre las cuerdas por las insensatas decisiones de su casi marido, tan libre como un niño pero igualmente irreflexivo en su forma de vivir y de querer, van germinando las semillas de esa contradicción. El peso de esta será tal que, poco a poco veremos cómo acaba pasando una factura profundamente ineludible en la psique de la hija de Marx, llevándonos junto al transcurso de la película hasta el fatal desenlace del personaje. Por lo demás, Nicchiarelli estructura su película como un encadenamiento de escenas salteadas, aunque muy bien escogidas (quizás demasiado, se podría argumentar), de la vida de Tussy Marx. Justamente, si algo se le puede recriminar es que corre el riesgo de resultar demasiado bien tejida, demasiado construida para mostrar al espectador esa lucha interna de la protagonista, las contradicciones mencionadas y, con ello, pretender estar diciendo algo sobre la actualidad desde una realidad en el fondo demasiado lejana. En su raíz histórica, con la aparición de un barbudísimo Engels o el propio Marx —a través de flashbacks—, la propuesta llega a decaer en ciertos momentos, en los que un desafortunado aire a tableaux vivant se lleva consigo el aroma fresco del que se podría haber impregnado en su totalidad, si no fuera por ese motivo. El filme avanza a ligeras sacudidas aunque, capitaneado por una triunfal Garai, en su conjunto resulta, cuanto menos, desenvuelto y desacomplejado. Puede que no llegue a explicar de forma totalmente coherente nuestro presente, como parece que intenta la cineasta, pero al menos puede explicarnos bastante lúcidamente nuestro pasado.


    Júlia Gaitano Mendizábal |
    © Revista EAM / Barcelona


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