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    Crítica | El informe Auschwitz

    El fascismo siempre vuelve

    Crítica ★★★☆☆ de «El informe Auschwitz», de Peter Bebjak.

    Eslovaquia, 2020. Título original: The Auschwitz Report. Director: Peter Bebjak. Guion: Peter Bebjak, Tomás Bombík, Jozef Pastéka. Productores: Natálie Guzikiewiczová, Marcel Lenz, Guido Schwab, Rast'o Sesták, Ondrej Zima. Productoras: D.N.A. Production, ostlicht filmproduktion, Polski Instytut Sztuki Filmowej. Fotografía: Martin Ziaran. Música: Mario Schneider. Montaje: Marek Královský. Reparto: Noël Czuczor, Peter Ondrejicka, Wojciech Mecwaldowski, Jacek Beler, Michal Rezný, Kamil Nozynski, Olek Mincer, Ksawery Szlenkier, Christoph Bach, Florian Panzner, Lars Rudolph, David Zimmerschied.

    Cuando parecía que el mundo del cine no tenía nada más que decir acerca del holocausto judío, cuando parecía que no había otra manera de representar lo irrepresentable, el debutante en el largometraje László Nemes filmó El hijo de Saúl, una película con la que ofrecía una aproximación al horror que resultaba portentosa tanto en el plano cinematográfico como en el subtextual. El cineasta húngaro se agarraba a la máxima de que ninguna película es capaz de acercarse a la barbarie que aconteció en los campos de concentración nazis, y por tanto optaba por no representar, por dejar en fuera de campo lo que sucedía. Con una puesta en escena claustrofóbica, en la que la cámara no se separaba del cogote del protagonista, y en la que una reducida profundidad de campo y el uso del formato conocido como «pantalla cuadrada» imposibilitaban el poder asomarse a las actividades que tenían lugar alrededor de este sonderkommando, la narración ofrecía una turbia —y no carente de problematización ética— y agotadora experiencia sensorial, cuya capacidad para perturbar era ostensiblemente superior al de cualquier ejercicio de emociones desbordadas y crueldad explícita.

    En los primeros compases de El informe Auschwitz se intuye con facilidad la influencia que la cinta húngara ha tenido sobre esta. La obra eslovaca, que fue seleccionada como la candidata de su país para competir en los Óscar —finalmente ha quedado fuera de la lista de las cinco finalistas—, comienza in media res, siguiendo a su protagonista, Freddy (Noël Czuczor), un judío eslovaco preso en Auschwitz, quien realiza sus funciones diarias mientras trata de sobrevivir. Sin mayor explicación acerca de su origen ni de la situación que vive, y sin una puesta en escena que permita al público entender la estructura del entorno ni comprender en detalle cómo funciona el campo de concentración, la cámara se limita a seguir de cerca al personaje, lo que provoca que el retrato del escenario sea necesariamente fragmentario, confuso, como ocurría en la cinta magiar.

    La historia se basa en hechos reales, y narra la huida del campo por parte del protagonista y otro judío eslovaco, quienes tratan de cruzar la frontera para volver a su país y contar al mundo lo que está sucediendo. Sin embargo, en la primera parte del metraje, la que tiene lugar en el campo de concentración, los verdaderos protagonistas, los héroes de la narración, son el resto de integrantes del barracón, es decir, los que se quedan y afrontan las consecuencias de quienes huyen. Quizás lo más estimulante de la obra consiste en la manera en que Peter Bebjak retrata dicha situación según la lógica del pragmatismo, lejos de un retrato heroico recargado. Uno de ellos se lo dice al protagonista: «No te preocupes por nosotros. Ya estamos muertos. Preocupaos por sobrevivir». En esta primera parte tienen lugar los mejores momentos de la cinta, donde se establece una guerra psicológica contra la desesperación: los miembros del barracón son sometidos a quedar a la intemperie hasta que no confiesen dónde están sus compañeros. Teniendo en cuenta lo que han sufrido, y la motivación con la que cuentan —que el mundo entero sepa lo que está sucediendo—, es una batalla que los militares nazis tienen perdida antes de empezar. Es en esa tensa pugna entre el director del campo y los presos donde se gestan las mejores escenas del filme, más sugerentes cuanto menos tiene lugar en el plano.

    El informe Auschwitz, Peter Bebjak.
    Representante de Eslovaquia en los Oscars 2021 | Distribuye Karma Films.

    «Peter Bebjak demuestra tener buen ojo para la creación de imágenes poderosas, capaces de reforzar los subtextos mediante un adecuado uso de la puesta en escena» [...] Sin embargo carece de aquello que elevaba las imágenes de El hijo de Saúl: la sutileza y el uso del fuera de campo».


    Peter Bebjak demuestra tener buen ojo para la creación de imágenes poderosas, capaces de reforzar los subtextos mediante un adecuado uso de la puesta en escena. Ejemplos de esta situación son el plano cenital donde se magnifican las consecuencias de un tiroteo que tiene lugar a la entrada del campo, la escena donde se muestra en un plano secuencia el proceso de procesamiento de los nuevos internos, desde que se les toma los datos hasta que pasan el chequeo médico, y el momento donde los militares ordenan a los integrantes del barracón que abandonen el lugar, y al hacerlo se observan en el suelo los cuerpos de algunos de sus compañeros, que no han podido sobrevivir a la fría noche. Al mismo tiempo, todos estos carecen de aquello que elevaba las imágenes de El hijo de Saúl: la sutileza y el fuera de campo. Estos momentos del filme, que han sido construidos para ser los más impactantes del relato, acaban perdiendo cierto fuelle debido a su subrayado, a diferencia de los citados momentos de espera, aquellos que parecen menos relevantes pero en los que finalmente se localizan los instantes cinematográficos de mayor calado.

    En la segunda mitad, la que transcurre fuera del campo de concentración, la cinta necesariamente pierde interés cinematográfico, pues el ejercicio sensorial torna en exposición narrativa de los eventos reales que tuvieron lugar. No obstante, cabe destacar la escena final, aquella donde los dos protagonistas le cuentan a un emisario británico lo que está sucediendo, y este prefiere hacer oídos sordos de lo que le están contando, pues no concuerda con los informes que ha recibido de fuentes indirectas. En este momento, tras haber escapado del monstruo del nazismo, los protagonistas se enfrentan a otro monstruo bien distinto: el de la burocracia y la política, para quien la verdad y la justicia muchas veces no son los bienes más preciados. Dicha escena, junto con los cortes de audio que se colocan durante los créditos finales, donde se escuchan declaraciones de líderes de ultraderecha como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Viktor Orbán, hablan de los problemas asociados a hacer oídos sordos ante lo que sucede, estableciendo un paralelismo evidente entre el pasado y nuestro presente. En última instancia, la cinta parece decirnos que, puesto que un «fascismo latente está oculto en todos nosotros», y que «alguna vez ya ganó voz, autoridad y confianza, y puede hacerlo otra vez»1, debemos decidir si actuamos en consecuencia o permitimos que pueda volver.

    [1] - Cita recogida en el libro Conversaciones con Fellini, de Giovanni Grazzini.



    Yago Paris |
    © Revista EAM / Madrid


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