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    Crítica: Faith, de Valentina Pedicini

    Cuerpo y alma

    Crítica ★★★★☆ de «Faith», de Valentina Pedicini.

    Italia, 2019. Título original: Faith. Dirección: Valentina Pedicini. Guion: Valentina Pedicini. Compañía: Stemal Entertainment. Presentación oficial: IDFA Ámsterdam. Música: Federico Campana. Fotografía: Bastian Esser. Duración: 94 minutos.

    En los últimos años, Netflix, Amazon Prime Video y otras plataformas de streaming han vuelto a situar en primera línea los documentales en torno a sectas extravagantes y cultos herméticos, gracias a estrenos que han dado tanto que hablar como las miniseries Wild Wild Country (Chapman Way, Maclain Way, 2018) y The Family (Jesse Moss, 2019), o el largometraje Bikram: Yogui, gurú, depredador (Bikram: Yogi, Guru, Predator, Eva Orner, 2019). El hecho de que estos productos se enmarquen en un fenómeno mayor —el auge de los true crime— nos da una pista precisa de lo que cabe esperar de los mismos: relatos acerca de operaciones criminales, plenos en detalles disparatados, comportamientos weird y tortuosas relaciones afectivas, con una sombra de misterio —en términos narrativos, pero asimismo psicológicos— proyectándose sobre cada uno de los sucesos plasmados. No nos extraña que Faith, tercer trabajo de la italiana Valentina Pedicini y ganadora del Premio al Mejor Documental en el DocsBarcelona 2020, haya causado no poco desconcierto desde su presentación en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA), puesto que su naturaleza se halla en las antípodas de trabajos como los mencionados.

    Desligado de los dos viciados estándares del documental contemporáneo —del «vídeo de comunión» al esteticismo autocomplaciente—, Faith consigue alcanzar una significancia audiovisual propia, presentando cada uno de los encuentros y desencuentros de los que somos testigos con un lenguaje fílmico que aporta constantemente sentidos a lo que vemos y escuchamos. Pasados apenas unos minutos, salta a la vista que la directora se ha preguntado, ante cada encuadre, cómo trascender el mero registro de hechos, posibilitando, a partir del recurso al plano-contraplano, de la fractura del espacio filmado, o de los dilatados planos secuencia que articulan las sesiones de ejercicio físico, que las imágenes sepan cargarse del sentido que encuentran —o buscan— en sus actos los Guerreros de la Luz —un grupo de seudo monjes cristianos, expertos en kung-fu, que se preparan en cuerpo y espíritu para la batalla final contra las legiones de Satanás. Los matizados contrastes que halla felizmente el blanco y negro de Bastian Esser, así como la sugestiva partitura de Federico Campana, realzan el carácter netamente cinematográfico de la propuesta.

    Lejos de recrearse en los aspectos estrafalarios que pudieran deducirse de la forma de vida escogida por los monjes, Pedicini opta por efectuar un acercamiento íntimo, de carácter esencialmente observacional, a un microcosmos humano en el que encontramos a menudo el diáfano reflejo de mecanismos sociales e individuales a los que ninguno de nosotros, nos tememos, es ajeno. Por un lado, Faith es un estudio del cuerpo: el filme arranca y culmina con pequeñas raves en las que los Guerreros se desembarazan de la tensión impuesta por los disciplinados entrenamientos del día a día —exigentes sesiones que a punto están de quebrar sus psiques en más de una ocasión—, dejando que sus torsos y extremidades se muevan al borde del desenfreno caótico. Un necesario respiro tras doblegarse hasta el límite de la extenuación ante los dictámenes de su líder, y por encima de él, de un Dios silencioso que solo reclutará soldados sin miedo a entregarse sin reparos.

    Faith, Valentina Pedicini.
    Premio a la mejor película del DocsBarcelona.



    «La gran audacia de Pedicini es acompañar en su epopeya —problemática— a quienes han dado la espalda a todo un régimen de lo real, decididos a resignificar la Creación y, por tanto, su lugar en la misma, con la guía única de esa incierta certeza a la que denominamos fe».


    Y tan cerca del cuerpo que, a menudo, nos resulta indiscernible, se halla el otro foco de interés de Pedicini: el alma. Las pesadillas nocturnas del maestro, que lo colocan al borde de la convulsión; las meditaciones frente a un cuadro de la Virgen y el Niño; los rostros inescrutables, casi siempre crispados, de Laura o Gabriele; o las crípticas confesiones que se hacen entre sí algunos personajes, arrojan con una violencia que roza la visceralidad poderosos interrogantes al espectador. ¿Basta la esperanza en un mañana luminoso, puro, para afirmar una vía existencial satisfactoria en sí misma? ¿Qué sentidos guardan muchos de los rituales que repetimos diariamente sin cesar, más allá de su profundo anclaje en determinadas dinámicas sociales? ¿No es la renuncia algo inherente a la condición de vivir en el mundo? Preguntas que emergen desde una cámara siempre apegada a los rostros y músculos de los protagonistas, ya sea durante las sesiones deportivas, reuniones, celebraciones, fiestas o instantes recreativos, y que lejos de distanciarnos de estos hombres y mujeres que han optado por un modus vivendi diametralmente opuesto al nuestro, nos aproximan a sus certezas, cuitas y temores.

    Del cuerpo como una arma de inusitado poder a la mente como la quebradiza herramienta que poseemos para dominarlo, lo más hermoso de Faith es su voluntad de definir cuestiones fundamentales sobre la materia enigmática de la que estamos hechos los seres humanos. Desde los planos inaugurales, la realizadora persigue satisfactoriamente despejar toda extrañeza de lo filmado; una declaración de principios que ya afloraba en su estimulante ópera prima, Dal profondo (2013). Así pues, incluso cuando no llegamos a entender completamente el alcance de lo que vemos en pantalla, las interacciones no nos parecen más crípticas que aquellas que nos rodean en nuestra cotidianeidad. Faith elude hacer del monasterio el acostumbrado microcosmos oscuro, regido por pulsiones invisibles y soterradas, y opta por retratar a un grupo humano vigoroso y diverso, con el que resulta fácil identificarse incluso pese a que su manera de estar en el mundo se halle considerablemente alejada de lo normativo y normalizado. La gran audacia de Pedicini es acompañar en su epopeya —problemática— a quienes han dado la espalda a todo un régimen de lo real, decididos a resignificar la Creación y, por tanto, su lugar en la misma, con la guía única de esa incierta certeza a la que denominamos fe | ★★★★☆


    Ignacio Pablo Rico Guastavino |
    © Revista EAM / Madrid



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