Ocio oneroso a costa de vidas ajenas
Crítica ★★★ de Safari (Ulrich Seidl, Austria, 2016).
La selección natural postulada por Darwin para explicar la evolución de las especies, ideada a lo largo del siglo XIX, ha servido para justificar muchos comportamientos posteriores basados en la jerarquía inherente a la desigualdad de toda clase, a través del llamado darwinismo social. En el mismo se basaría en concreto, como ha puesto de manifiesto Bullock, el nazismo explicado en su esencia más característica, desde el punto de vista ideológico aunque sin llegar a ser una ideología en sentido estricto, en el Mein Kampf de Hitler. Entonces se llegó a un extremo en la diferenciación de las razas, colocando a la aria en superioridad sobre las demás, y considerando en particular a la judía como inferior, hasta el punto de perder su naturaleza humana, tratando a sus integrantes como los ganaderos a los cerdos u otros animales condenados a la matanza colectiva. Este símil algo burdo no pretende incurrir en ninguna polémica ni reflexión de mayor calado que estaría aquí fuera de lugar, sino simplemente recordar la comparativa que se estableció entonces entre toda una población y una especie distinta, cuando en verdad hoy es doctrina unánime que los seres humanos no admiten gradación en el reconocimiento de su dignidad, a diferencia de los animales… En este sentido el discurso no es del todo obsoleto, puesto que aún sirve para justificar actitudes de desprecio que, si bien ya no se refieren a otros hombres o mujeres, utilizan una misma argumentación cuya extrapolación puede llegar a ser fatal.
Traer esto a colación para introducir la última película del austriaco Ulrich Seidl, Safari, tiene la relevancia añadida de la nacionalidad compartida entre sus personajes y Hitler, sumando la frialdad entre científica y crédula con que tratan de justificar la caza a la que se dedican aquellos en Namibia. Seidl retoma para ello su vocación documentalista, la de En el sótano (Im Keller, 2014) o Jesus, You Know (Jesus, Du weisst, 2003), aunque plantea el relato bajo una estructura ficticia, cercana a la planificación y coreografía de Paraíso: amor (Paradies: Liebe, 2012), propiciada por su localización exótica. Lo anterior se muestra en que las mencionadas justificaciones se transmiten más a través de conversaciones entre los cazadores que mediante entrevistas al uso, si bien las mismas están diseñadas para que comuniquen estos pensamientos directamente a la cámara. En realidad, aunque no siempre se estén interpelando, estos individuos, normalmente marido y mujer, novios o padres e hijos, hablan más para sí mismos que para el espectador, intentando convencerse de algo irreal. Parecen charlas preparadas, sobre temas pautados (el precio de mercado de cada pieza, el arma o calibre más idóneo para abatirla…), pero su ingenuidad casi infantil revela la esencia de sus convicciones, tan poco sostenibles como la derivación extrema a la que antes hacíamos referencia. De hecho sus tomas estáticas se intercalan a veces con otras de animales disecados, o ya aparecen estos últimos en la misma pared contra la que se recuestan sus verdugos, lo que parecería truncar en un solo plano básico y general, sin ningún tipo de montaje adicional, el discurso a priori hueco que legitima su estancia en estos lares.
Disponible en: FILMIN. Pvp: 2,95€.
Estos momentos, rodados pues en sus temporales alojamientos, se acompañan de incursiones en los parajes en que habitan apaciblemente sus futuras víctimas, guiados en parejas por un encargado del safari y algún empleado menor. Esta otra parte del metraje se capta con igual de imparcialidad, ya que tampoco hay imágenes de archivo ni voz en off que interrumpan el fluir narrativo. Asistimos en verdad a una auténtica reconstrucción, en todas sus fases, de lo que implica una cacería, llegando hasta el detalle de un antílope, una cebra o una jirafa a la que primero se aproximan desde lejos estas personas, siguiendo aquí la cámara su movimiento como un participante invisible, mientras miden la distancia y el disparo, y luego vemos su resultado de cerca, con foto incluida para la galería. En cualquier caso no hay artificio de por medio, despreciando así el rótulo común en el cine de que “ningún animal fue dañado durante la realización de esta película”. Aquí el dolor es real y a la vez imperceptible, o al menos nunca se llama la atención sobre él, a diferencia de lo que ocurriría en casi toda recreación de semejante temática. De hecho hay otros momentos que refuerzan la frivolidad del conjunto, ya no sólo en un mismo encuadre sino mediando el corte para asociar dos situaciones en principio contrapuestas, como el plano de los dos hombres en la cabaña oteando con sus prismáticos que precede al de ángulo inverso de la mujer de uno de ellos tomando el sol en una tumbona. Se recalca así, más allá de la propia ironía de la metáfora visual, lo caricaturesco de sendas posturas. En estos detalles Safari trasciende la objetividad del paisaje que nos ofrece, realzando su subtexto y sus implicaciones. Pero también es cierto que lo hace quizá con demasiada liviandad, aún teniendo en cuenta su naturaleza repetitiva y por ende insistente, donde el metraje se divide en las dos grandes partes señaladas al margen de algunos paréntesis como este último ejemplo de asociación que hemos dado. En otras palabras, si el mayor mérito de la película es dejar que los hechos hablen por sí solos y no plantear ninguna interpretación explícita, puede considerase a su vez como lo más criticable, tanto por no aprovechar al máximo su potencial de denuncia como por permitir otro tipo de deducciones más radicales, igual de válidas dentro de sus parámetros aunque con el riesgo de legitimar las derivaciones ideológicas que comenzábamos citando en esta reseña. | ★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Austria, 2016. Título original: «Safari». Dirección: Ulrich Seidl. Guion: Ulrich Seidl & Veronika Franz. Productora: Ulrich Seidl Film Produktion GmbH. Fotografía: Wolfgang Thaler, Jerzy Palacz. Reparto: Gerald Eichinger, Eva Hofmann, Manuel Eichinger, Tina Hofmann, Manfred y Inge Ellinger, Marita y Volker Neemann, Markolf Schmidt, Eric Müller. Duración: 91 minutos. Presentación: Festival de Venecia 2016.