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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en serie | Ray Donovan (T3)

    Ray Donovan

    La remontada

    crítica de Ray Donovan (2013-) | Tercera temporada.

    Showtime / 3ª temporada: 12 capítulos | EE.UU, 2015. Creadora: Ann Biderman. Directores: John Dahl, Dan Attias, Michael Uppendahl, Tucker Gates, Ed Bianchi, Lesli Linka Glatter, Colin Bucksey, David Hollander. Guionistas: David Hollander, Brett Johnson, Michael Tolkin, William Wheeler, Gina Welch. Reparto: Liev Schreiber, Paula Malcomson, Jon Voight, Kerris Dorsey, Pooch Hall, Eddie Marsan, Dash Mihok, Katherine Moennig, Steven Bauer, Devon Bagby, Katie Holmes, Ian McShane, Alyssa Diaz, Christy Williams, Aaron Staton, Leland Orser, Jason Butler Harner, Fairuza Balk, Shree Crooks, Grace Zabriskie, Nikola Kent, Hank Azaria, Peter Jacobson. Fotografía: Robert McLachlan. Música: Marcelo Zarvos.

    Era una apuesta al 50%. ¿Sería capaz David Hollander, nuevo showrunner de Ray Donovan tras la salida de la creadora Ann Biderman, de remontar la serie a la calidad de su primera tanda? Por un lado se podía confiar en que sí, ya que Hollander era la mano derecha de Biderman y tiene experiencia en el campo la serie El guardián (2001-2004) y trabajos en cine—. Por otro, quizá las demandas de Showtime pusieran al hombre en una posición que le impidiera concentrarse en ofrecer solo calidad y nada más que calidad. Afortunadamente, ha sido la primera opción. Esta docena de capítulos ha contenido muchos de los rasgos más afortunados de la serie, algunos de los peores –para qué negarlo– (el escaso uso de Connor como personaje, la ausencia de vida personal de Lena, el relego de Bridget al arquetipo de la niña tonta enamorada que enfurece a sus padres), pero el resultado final se coloca muy cerca de la excelencia, aunque no haya recuperado nunca la elegancia de sus comienzos (se ve que influía bastante el trabajo fotográfico de Matthew Jensen). Pero eso no hace tanto daño, y lo que queda es una estupenda temporada de televisión.

    La primera gran decisión de Hollander es una de carácter metafórico. Ray Donovan siempre se ha debatido entre el elemento episódico que puede propiciar su premisa (un hombre encargado de solucionar los problemas de los niños ricos de Hollywood) y lo intensamente seriado de la narrativa continuada que encuentra a Ray como un patriarca en medio de una amplia familia siempre al borde de romperse. El nuevo responsable ha creado un gran caso para dar trabajo al protagonista y lo lanza en medio de una familia también al límite de la ruptura. Casi como un fantasma de las Navidades Futuras o un escenario de “¿qué hubiera pasado si...?”, Ray comienza a trabajar para los Finney, cónclave liderado por el poderoso magnate de los medios Andrew Finney y que tiene en su hija Paige (una esforzada aunque nunca del todo lograda interpretación de Katie Holmes) a su mayor némesis, y un problema constante para que el hombre que da título a la serie lidie con más o menos éxito. De una manera retorcida, la relación entre Andrew y Paige funciona de espejo con la de Ray y su padre Mickey (el gran Jon Voight) o cómo la de Ray y su propia hija Bridget, especialmente tras el estado de su relación en el final de la temporada. Y es que las tensiones familiares, ya bastante altas en lo anteriormente visto, han subido un par de decibelios en esta ocasión, sirviéndonos un plato tras otro de conflicto, decepciones y momentos de autodescubrimiento. Los Donovan tropiezan con las mismas piedras y cometen así los mismos errores, siendo la diferencia sustancial que dichas piedras son cada vez mayores. En su eterno y factible rol de chanchullero insalvable, Mickey mete a varios de sus hijos en negocios con la mafia armenia, mientras Terry sufre un cambio radical de vida mientras su Parkinson avanza y una figura indirecta del pasado vuelve para meter en líos eclesiásticos a Bunchy (el único que experimenta algo de felicidad esta vez) y a Ray.

    Ray Donovan

    «Con los componentes siempre justos de humor, violencia y conflicto (en ocasiones en la misma escena), la serie evoluciona y se erige como uno de los dramas familiares más potentes de la parrilla televisiva, filtrando emociones y sentimientos a través de su imponente personaje principal, al que da vida un estupendo Liev Schreiber».


    Con esto último Hollander y sus guionistas deciden por fin lidiar con una de las subtramas más importantes de Ray Donovan, y lo hacen de una manera tan inesperada como inteligente. La figura del padre Romero (espléndido Leland Orser) aparece como amenazante para convertirse en incómoda y finalmente casi balsámica para el ánimo de los hermanos Donovan, recordemos atacados sexualmente por un cura en su juventud, y por ello marcados para siempre con un intenso conflicto emocional y religioso. Estamos en un territorio de renovación y cambio de aires, de ahí que la temporada empiece como lo hace (con una muerte importante) y siembre las semillas necesarias para que germine una identidad renovada, anclado todo por supuesto en el marco que la creadora puso en marcha. La esencia persiste y ninguna de las nuevas decisiones parecen forzadas o fuera de lugar, de ahí que la calidad suba progresivamente hasta germinar en un poderoso desenlace que une destinos y deja listos varios senderos para retomar en la ya confirmada cuarta temporada.

    Este drama gusta de plantear historias que no resulten especialmente novedosas pero les da en la medida de lo posible un giro que nos recuerde que estamos en el territorio del premium cable, donde se pueden hacer todo tipo de historias sin apenas cortapisas y donde lo incómodo o políticamente incorrecto es la seña de identidad. Así, una relación entre un profesor en la treintena y una adolescente menor de edad viene agresivamente motivada por la propia adolescente, auténtica depredadora en la situación (para más inri, el nexo entre ambos es que han perdido a las personas que amaban recientemente); la carrera a contrarreloj para salvar la vida de un preso amenazado de muerte incluye el fallecimiento del juez instructor del caso y requiere un pacto con el diablo; un negocio de prostitución y drogas incluye historias de amor genuinas, la intervención de una estrella del pop y que la policía salga perdiendo por una argucia legal. Y hay más ejemplos. Ejemplos que prueban el talento de unos guionistas en perfecta sintonía con un reparto estupendo y una apuesta visual sobria con la intención final de ofrecer cine negro del bueno y en el siglo XXI. Con los componentes siempre justos de humor, violencia y conflicto (en ocasiones en la misma escena), la serie evoluciona y se erige como uno de los dramas familiares más potentes de la parrilla televisiva, filtrando emociones y sentimientos a través de su imponente personaje principal, al que da vida un estupendo Liev Schreiber. Es la actitud de Ray de seguir hacia delante siempre, aunque las circunstancias le sean muy adversas, la que propulsa la narrativa de una historia sobre gente que solo quiere vivir el sueño americano, pero cuyas elecciones vitales le impiden hacerlo. Hay que pagar el precio, y los personajes de esta serie aprenden las lecciones a palos, decepción tras decepción. Eso es lo que da sentido a Ray Donovan, y cuán fascinante es ver ese espectáculo. | ★★★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla



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