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    Crítica en serie | Orange is the new black [3 temporada]

    Orange is the new black

    La imprevisible zona gris

    crítica a Orange is the new black (2013-) | Tercera temporada.

    Netflix / 3ª temporada: 13 capítulos | EE.UU, 2015. Creadora: Jenji Kohan. Directores: Michael Trim, Andrew McCarthy, Phil Abraham, Constantine Makris, Nicole Holofcener, Anthony Hemingway, Julie Anne Robinson, Mark A. Burley, Jesse Peretz, Uta Briesewitz. Guionistas: Jenji Kohan, Sian Heder, Nick Jones, Lauren Morelli, Sara Hess, Tara Herrmann, Jim Danger Gray, Jordan Harrison. Reparto: Taylor Schilling, Kate Mulgrew, Uzo Aduba, Michael J. Harney, Laura Prepon, Dascha Polanco, Yael Stone, Selenis Leyva, Taryn Manning, Danielle Brooks, Nick Sandow, Adrienne C. Moore, Samira Willey, Joel Garland, Catherine Curtin, Lea DeLaria, Kimiko Glenn, Laverne Cox, Elisabeth Rodríguez, Jackie Cruz, Beth Fowler, Vicky Jeudy, Annie Golden, Jessica Pimentel, Lin Tucci, Laura Gómez, Lori Petty, Matt Peters, Lori Tan Chinn, Mike Birbiglia, Ruby Rose, Mary Steenburgen, Blair Brown, Natasha Lyonne. Fotografía: Ludovic Littee, Manuel Billeter, Yaron Orbach. Música: Gwendolyn Sanford & Brandon Jay con Scott Doherty.

    Orange is the new black se sigue superando temporada tras temporada, con una propuesta cada vez más ambiciosa que ha hecho de esta comedia dramática uno de los mayores placeres anuales para los espectadores. Su intrincado y cada vez mayor mapa de relaciones humanas y confinamientos varios (reales y metafóricos) rezuma humanidad, humor y vida. Vida pura que se traduce en una admirable sabiduría por parte de todos los implicados en la serie, pero en especial de una mujer, la superdotada guionista y narradora Jenji Kohan. Kohan planea como pocos, siembra semillas que germinan de manera perfecta y administra el tiempo por metraje de manera ejemplar, tanto a la hora de equilibrar las subtramas de más de quince personajes como para hacer avanzar la historia en general. Y lo mejor es que los guionistas hacen esto de manera imprevisible, así que las decisiones que toman no se ven venir con facilidad, y pueden parecer irracionales o absurdas en el momento, pero tendrán pleno sentido al final de la temporada. Solo hay que pensar en dónde algunos personajes (Norma, Cindy, Soso, Suzanne, Sophia, Caputo, Bennett) empiezan la temporada y dónde la terminan, y se comprobará cómo el recorrido está claro y la evolución es irreprochable, aunque si lo hubieran contado en una frase parecería imposible.

    La tercera temporada de una serie se recibe de manera distinta a las anteriores. La primera es la presentación de la historia y la segunda tiene la gran presión de no decepcionar. La número tres se debate entre los que siguen examinándola con ese ojo especialmente crítico y los que son capaces de relajarse y disfrutar del viaje, porque saben que están en buenas manos. El viaje de esta tanda de episodios empieza agitado, con las consecutivas salidas de dos personajes importantes (uno por cobarde, la otra por no ser lo suficientemente fuerte) y una narrativa donde se sale menos de prisión, consecuencia directa de la ausencia de Larry. Kohan y su equipo saben que la audiencia es inteligente y que por tanto no tiene que caligrafiar los sucesos paso a paso (de ahí la primera vez que vemos a Alex), y esto se traduce en un arranque automático de todas las historias. Historias para muchos los personajes, en una comedia donde lo coral es inherente, porque va unido a la misma esencia de la propuesta. De ahí la brillante estrategia empleada en el comienzo y el cierre, el uso de pequeños flashbacks para ver el pasado de muchos de los personajes, relacionados en mayor o menor grado con una de las ideas centrales de esta tanda: la maternidad.

    Orange is the new black

    Uno de los asuntos más interesantes (e incómodos) que Kohan trató en su anterior creación, la estupenda Weeds (2005-2012), fue la exploración de la maternidad como algo no perfecto. Su protagonista Nancy Botwin era una madre cuestionable, que no siempre ponía a sus hijos en primer lugar y que en última instancia les causó un daño irreparable. En Orange is the new black, dicha idea no solo está presente sino que se expande y explora en mayor profundidad, no solo porque hay muchísimos más personajes femeninos (cada uno con la posibilidad de ser un retrato distinto del asunto) sino porque la dinámica de una prisión propicia a las madres e hijas sustitutas. Daya da a luz en esta temporada, y su madre biológica no es una buena madre, pero su madre carcelaria puede serlo. Sophia empieza a darse cuenta de que tiene que delimitar su rol frente a su hijo. Hay que aplaudir el valor por hacer este multirretrato de complicadas relaciones maternofiliales, que hacen que los personajes se muevan siempre en la zona gris de la moralidad, sin malos ni buenos absolutos. Esa ambiciosa combinación, que podría salir mal o sonar a cuento aleccionador, es un éxito rotundo, y permite que los personajes hagan y digan lo que sea, y que los giros de guión que lo acompañen tengan siempre sentido. Todo esto es posible, por supuesto, por el buen hacer de un reparto al que los adjetivos positivos le quedan corto, porque decir que es extraordinario no es suficiente.

    En una serie tan coral, muchas veces el amplio grupo de secundarios debe esperar con paciencia su momento de lucimiento, ya sea su episodio central con flashbacks o la simple creación de una subtrama de sustancia con la que trabajar (por fin Sophia se mezcla con la realidad de la prisión en una trama que lidia de frente con la transfobia). Orange is the new black sigue no solo sorprendiendo con la elección de los personajes cuyo pasado se va a explorar, sino con lo que ese pasado nos dice de su presente. Ya no tenemos que saber necesariamente por qué están estas personas en la cárcel (sean como presas o trabajadores), sino entender su carácter y comportamiento. Y hacerlo en apenas cuatro/cinco momentos. La capacidad de describir toda una vida (como hacen con Chang, Boo o Norma) en esos selectos fragmentos merece ser destacada, porque es información que siempre suma, que nunca deja indiferente. Además de la maternidad, otro de los temas explorados ha sido el de la fe. No tanto la fe religiosa –que también– sino la creencia en algo, la necesidad de tener un objetivo mayor en mente, una meta a la que nos dirigimos. Y la posible distorsión de esa fe para encajar en nuestros ideales. La prisión nunca de ser una presencia constante en la mente de los personajes o del espectador, y sorprende lo lejos que estas mujeres llegan para tratar de gestionar mentalmente su falta de libertad.

    Los caminos narrativos marcados, incluso los que de entrada parecen desconcertantes, son el resultado de una planificación meticulosa, a veces un poco obvia (el personaje de Stella es puramente instrumental y sirve para reafirmar a Piper) pero que llama la atención por lo despiadada que puede ser también la voz de los autores. Son demasiados para empezar a enunciarlos, pero lo que importa es que conforman un retrato tridimensional del ser humano, hecho con las raciones justas de humor y emoción, peligro y sorpresa. El tono que tiene la vida. Una crónica en la que todo tiene cabida, que va pavimentando un in crescendo en el último tramo de la temporada hasta unir muchas de las subtramas en un clímax inesperado por jornada de relajación pasada por agua y un montaje paralelo de varios cliffhangers de infarto. La cuarta entrega de Orange is the new black ya está en pleno rodaje, así que a esperar toca comprobar los efectos de la masificación penitenciaria y la revelación de varios destinos rematados con puntos suspensivos. | ★★★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla



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