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    Recap | Juego de tronos (4x09)

    Juego de tronos (4x09) | Game of Thrones

    Flechas en la noche

    crítica de “The Wathcers on the Wall” (4x09) | Game of Thrones (Temporada 4)
    Este artículo contiene spoilers

    HBO | EE.UU., 2014. Director: Neil Marshall. Creador: David Benioff y D. B. Weiss. Guión: David Benioff y D. B. Weiss. Fotografía: David Franco. Música: Ramin Djawadi. Diseño de producción: Deborah Riley. Dirección artística: Paul Ghirardani. Intérpretes: Kit Harington, John Bradley, Rose Leslie, Kristofer Hiviu, Hannah Murray.

    Noche en el frío Norte. En lo alto del Muro, dos vigilantes: Samwell Tarly y Jon Snow. En la vigilancia, un tema de conversación: amores perdidos. Cálida distracción para los dos personajes que van a acaparar el protagonismo en este noveno episodio, desarrollado íntegramente entre hielo y nieve, entre Salvajes y Cuervos. Esas evocaciones en la noche temprana no son casuales sino que tienen un fin posterior a nivel de guión, y además quedan justificadas en el contexto momentáneo de los personajes, especialmente en el caso de Samwell. La justificación queda muy bien resumida con unas palabras del Maestre Aemon, pronunciadas durante un segundo diálogo de inicio, en compañía de un Sam enamorado y atormentado que ha buscado amparo como tantas otras veces en los libros del Castillo Negro: “Podríamos pasar toda la noche contando historias de amores perdidos. Nada hace al pasado un lugar más dulce para visitar que la perspectiva de la muerte inminente”. Por suerte para el espectador, esa muerte llega con la inminencia pronosticada. Un sonido de cuerno anuncia el verdadero comienzo de todo, y de paso corta el reencuentro entre Gilly y Samwell, escena que corría cierto riesgo de empalago. El Cambiapieles Thennita con los penetrantes ojos prestados de un búho nos confirma lo que ya sabemos: “It’s time”. La hoguera más grande que jamás se ha visto en el Norte por fin puede ser contemplada. Un enorme mechón de bosque en llamas. El Muro responde y se ilumina en su cresta. Los hermanos de negro corren a ocupar sus puestos en esa cima blanca y laberíntica, trincheras en el cielo. Se suda miedo y escarcha. Abajo, la guerra llama a la puerta.

    Juego de tronos (4x09) | Game of Thrones

    Pero la guerra también llega por la espalda, como descubrirán enseguida. El ataque de los Salvajes se produce de forma coordinada y simultánea desde dos frentes opuestos, a ambos lados del Muro. La cámara se eleva y viaja en un plano aéreo para mostrarnos mejor esta circunstancia y ubicarnos en el terreno, sobrevolando la gran barrera de hielo y el Castillo Negro hasta en dos ocasiones para llevar nuestra atención de un foco de acción a otro. De las dos acometidas, la que tiene lugar por sorpresa en la Puerta Sur es la más frenética, con un escuadrón de Thennitas encabezado por su imponente Magnar, junto a un Tormund Matagigantes que arremete como un poseso contra todo y todos y una Ygritte de iracunda determinación que esquiva flechas incendiarias y las devuelve con acierto, pinceladas de fuego sobre un lienzo negro. Por otro lado, la carga directa contra el Muro resulta más estratégica y estira más tensión. Sobre todo, resulta más fascinante por la presencia de los gigantes. Estos seres ancestrales de fuerza hercúlea pueden montar mamuts o disparar con sus arcos unos proyectiles que parecen arpones para cachalotes, dándole la potencia suficiente al disparo para superar la altura del Muro, casi a punto de alcanzar curvatura planetaria. La defensa de aquellos que visten el Negro no es menos impresionante: hombres que se descuelgan sobre el vacío por medio de rudimentarios arneses y mecanismos de poleas para así mejorar ángulos de ataque, una descomunal guadaña que rasura el Muro con un movimiento mortal de péndulo y acaba con los escaladores más aventajados, barriles de aceite prendidos que caen como bombas de un Napalm primitivo, espadas esgrimidas con el peso de la Historia… Todas acciones valientes pero la Guardia de la Noche no da abasto. Por reclamos de la batalla o mentiras necesarias ante líderes ineptos y cobardes, el mando pasa de mano en mano hasta que llega a Jon Snow. El bastardo Stark lidera primero desde lo alto y luego baja a luchar cuerpo a cuerpo cuando el combate también exige su presencia. Hay varias escenas destacadas en este capítulo bélico, como el duelo entre Ser Alliser Thorne y un Tormund arrollador, la muerte atravesada en la garganta de un Pyp que fallece aterrorizado en las faldas de un amigo, o el momento épico en el que Grenn y cinco acompañantes protegen el túnel de acceso al Castillo por orden de Jon, parados de forma suicida frente a un gigante en embestida, con el único aliento fortalecedor que desprenden las palabras del juramento de su hermandad, pronunciadas con coraje a voz en coro. Escenas bien logradas, como digo, pero sin duda lo mejor comienza cuando Jon desenvaina a Garra y llega al patio interior de la fortaleza, donde se ha concentrado la batalla.

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    Se trata de cinco minutos magníficos. Con la espada de acero valyrio ya empuñada, Jon no espera ni siquiera a que el elevador llegue al suelo; salta y se pone a derribar rivales con su estilo particular de lucha, con técnica pero con pasión. Entonces la cámara realiza un travelling fantástico, un barrido visual de 360º a partir de un punto pivote. El plano secuencia nace en las escaleras de la base del elevador donde se asoma Jon y acaba en el mismo sitio, con Samwell acudiendo a liberar a Fantasma. En su recorrido hace ligeros zooms para señalarnos la posición de Styr, la de Tormund o la de Ygritte, quien sigue embriagada por la sangre y el ardor vengativo, matando sin descanso, moviéndose de forma letal y sigilosa por pasarelas altas y tejados, como una ninja del páramo. Tras ver a la bestia albina destrozar un cuello de una sola dentellada, presenciamos la pelea entre Jon y el Magnar de Thenn, personaje tenebroso y temible interpretado por el imponente Yuri Kolokolnikov, actor ruso de nacimiento. El combate es encarnizado, sucio, con una coreografía de movimientos muy bien ejecutados. Styr logra desarmar al protagonista haciendo uso de su monstruosa hacha de combate, y le persigue para finiquitar el asunto, pero Jon también logra arrebatarle el arma con una cadena a modo de látigo. Ya ambos desarmados, en el cuerpo a cuerpo la mole salvaje toma ventaja y estrella con violencia la cabeza de su oponente contra un yunque de herrero. El líder circunstancial de la Guardia de la Noche consigue recuperarse malamente y, cuando está a punto de ser estrangulado, distrae al Thennita con un escupitajo de sangre al rostro, recurre a la desesperada a un martillo, lanza un golpe seco a un costado que arrodilla a su enemigo, y finalmente acaba con él mediante un martillazo demoledor que incrusta la herramienta en el cráneo de la víctima. Sin apenas haber llegado a coger resuello, ni el vencedor ni nosotros, aparece Ygritte para congelar el tiempo. Apunta a su odiado amado (la contradicción más posible del mundo) y mantiene tensa la cuerda de su arco, incapaz de acabar con su vida llegado el momento. Jon no hace nada por detenerla. Tan solo sonríe, algo que descoloca aún más a la salvaje besada por el fuego. Justo en ese instante, una flecha inesperada atraviesa el pecho de la chica a la altura del corazón. Jon busca al responsable y encuentra a un pequeño combatiente con cara de ángel travieso y aspecto de cupido oscuro, quien le asiente con la cabeza, en un gesto que parece decirle: “Cierro el círculo. Yo lo empecé y yo lo termino”. Ygritte muere en brazos del hombre que la amó y la ama, más allá de la traición. El momento más emotivo se alcanza con sus últimas palabras, estertores del recuerdo. Suena la misma música de violín que en su primer encuentro amante. “¿Recuerdas la cueva?”, pregunta ella. Y con el placer triste y pírrico que supone irse con la razón a la tumba, le dice: “Debimos quedarnos en la cueva”. Posiblemente esta sea la frase más platónica que se pueda pronunciar. Quizás a Jon se le escape la paradoja y el doble sentido, quizás desconozca el mito de la caverna y su autor. Al fin y al cabo, “no sabes nada, Jon Snow”.

    La cámara se ralentiza y se aleja para dar intimidad a la pareja en su trágica despedida, el abrazo de dos enemigos que se aman en pleno fragor de la batalla. Una imagen potente, del más puro romanticismo. Poco después encontramos el cadáver de Grenn, auténtico Guardia de la Noche que murió en cumplimiento del deber, una muerte anticipada y acontecida fuera de plano. Un sacrificio entre muchos. El Castillo Negro ha sobrevivido a una primera velada de asalto salvaje, pero no sobrevivirá a muchas más. Jon lo sabe y decide ir al encuentro de Mance Rayder para tratar de matarlo, con la esperanza anémica de que sin su Rey-más-allá-del-Muro, las hordas se retiren en desbandada. Se abre la puerta exterior del túnel y el héroe sin aplausos sale a una mañana cegadora. Fundido a blanco.

    Juego de tronos (4x09) | Game of Thrones

    Este capítulo nueve de la cuarta temporada ha sido emocionante, pero en mi opinión no ha estado a la altura del mito de novenos episodios anteriores, de la decapitación del actor y protagonista principal de la serie, de una legendaria Boda Roja y tampoco al mismo nivel que la batalla de la Bahía de Aguas Negras. Claramente, el último capítulo mencionado, correspondiente a la segunda temporada, ha sido el molde y patrón a la hora de realizar el que nos ocupa, pero desde mi punto de vista este ha quedado un peldaño por debajo de aquel. Tenemos al mismo director, Neil Marshall, y aunque los resultados sean ligeramente inferiores, se ponen los mismos ingredientes en la pócima televisiva: un líder que se acobarda y huye, un bastardo con liderazgo que toma el mando, arengas de guerra, batalla masiva (a pesar de que me la esperaba más masiva en determinados fragmentos, masiva en todo caso [y se agradece que se recurra a cierto minimalismo de elementos y a pequeñas dosis antes que a abusos de infografía que puedan evidenciar carencias normales y esperables del medio]). Personalmente encuentro otro hándicap inherente al episodio si me paro a pensar en la mayoría de los personajes sobre los que recae el protagonismo. No es lo mismo completar un metraje ligado a un hype inmenso con la presencia de secundarios en lugar de protagonistas, con Ser Alliser en lugar de Jaime Lannister, con Pyp en lugar de Tyrion o con Gilly en lugar de Daenerys, por solo poner algunos ejemplos a modo de comparativa. No tenemos forjado el mismo vínculo con ellos y por tanto sus destinos nos preocupan algo menos. El impacto de su pérdida será menor. De hecho, se podría decir que Samwell Tarly es el verdadero protagonista de la función, incluso por encima de Jon Snow, y se trata de un personaje que, a pesar de su historia y de la catarsis que conlleva, particularmente no me despierta demasiado interés. Al menos no el suficiente para soportar sobre sus hombros el peso de un capítulo nueve de Juego de tronos.

    La parte buena de todo este análisis postrero es que el capítulo diez, o mucho me equivoco, o va a ser digno de leyenda. Ya contemplaba la posibilidad de que los creadores quisiesen conservar el factor sorpresa y se reservasen para el último episodio aquello que los seguidores de la saga se esperaban en el penúltimo. Porque la lista de muertes significativas que los creadores de la serie todavía le adeuda al tercer libro que sirve de inspiración es más larga que aquella que recita nuestra querida Arya Stark en sus noches peregrinas. Hay dos opciones: o bien Benioff y Weiss se guardan munición de impacto para la siguiente temporada, basada quizás en la entrega más floja de la saga, o bien tendremos ante nuestros ojos el capítulo más memorable y relevante de esta obra de culto y masas. Pronto saldremos de dudas. | ★★★ |

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