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    Crítica en Serie | The Crazy Ones (2013-2014)

    The Crazy Ones

    Coreografía de ingenio y precisión

    crítica de The Crazy Ones (2013-2014) | Temporada única

    CBS | 1 temporada: 22 capítulos | EEUU, 2013, 2014. Creador: David E. Kelley, sugerido por las experiencias de John R. Montgomery. Directores: Jason Winer, Bill D´Elia, Fred Savage, Alex Hardcastle, Michael P. Jann, Fred Goss, Steven Tsuchida, Linda Mendoza, David Katzenberg, Matt Sohn. Guionistas: David E. Kelley, Tracy Poust, Jon Kinnally, Dean Lorey, Joe Port, Joe Wiseman, Robert Sudduth, Ryan Raddatz, Laura Krafft, Amy Hubbs, Mason Steinberg, Corey Nickerson, Bill Kunstler. Reparto: Robin Williams, Sarah Michelle Gellard, James Wolk, Hamish Linklater, Amanda Setton, Brad Garrett, Josh Groban, Fred Melamed, Steve Talley. Fotografía: Byron Shah. Música: Orr Rebhun & Erica Weis.

    Hace poco más de un año se publicaba en esta revista un artículo sobre el creador David E. Kelley, experimentado guionista y productor televisivo que lleva desde finales de 2008 sin lograr un éxito profesional, encadenando pilotos no escogidos por las cadenas o series que no llegaban a los 40 episodios. Tras su primer proyecto en cable, la notable pero ñoña Monday mornings (2013), CBS dio luz verde a su nueva serie: The Crazy Ones, una sitcom protagonizada por Robin Williams –en su primer protagonista televisivo en más de treinta años– y la popular Sarah Michelle Gellar dando vida a una pareja padre/hija al frente de una agencia de publicidad. Un servidor pensaba que el formato “comedia de situación en un lugar de trabajo” y el gancho de sus dos protagonistas podían hacer que la serie funcionara bien y se rompiera la mala racha de Kelley. No ha sido el caso, ya que hace unos días la cadena cancelaba varios de sus últimos proyectos, y en el paquete iba incluida esta maravillosa y dinámica comedia. Lo importante es que la primera, y única, temporada de The Crazy Ones ha sido estupenda, no defraudando del buen sabor de boca que dejó el episodio piloto. Lamentablemente, la calidad y las audiencias van muy poco de la mano.

    La serie está basada en las experiencias de John R. Montgomery, que lleva más de 30 años en el mundo de la publicidad. Por supuesto, sus historias son exageradas una vuelta de tuerca más en su traslado al mundo de la sitcom, dando lugar a una serie de historias de base novedosa y desarrollo clásico, predecible pero endiabladamente divertido. Al contrario que lo que pasaba en Sirens (2014-), aquí no se opta por lo plausible nunca, sino una exageración cómica extrema para hacer reír. La buena noticia es que The Crazy Ones ha sido bendecida por la magia de la sala de guionistas con el ingenio al máximo, un plantel de directores al servicio de la historia y el ritmo y un reparto extraordinario con una única misión: disfrutar y transmitir un palpable placer en su trabajo. El acertado recurso de poner tomas falsas como cierre del episodio ayuda a contagiar el disfrute de los cinco protagonistas: Robin Williams –con un personaje tan a su medida que se puede decir que hace de sí mismo–, Sarah Michelle Gellar, James Wolk, Hamish Linklater y Amanda Setton (cuyo personaje parecía en principio un prototipo de tonta sexy, pero afortunadamente no ha sido así). Todos interpretan estereotipos que hemos visto en más de una ocasión, pero la eficacia de los diálogos y acciones y la entrega de los intérpretes hace que no sea una molestia, aunque los chistes se vean venir.

    The Crazy Ones

    La comedia combina las cuitas sentimentales de los protagonistas, beneficiada por la buena química de Gellar y Linklater, con las historias de su trabajo en la agencia publicitaria. Caprichos de las estrellas, problemas en las presentaciones, complacer a los clientes, vender la integridad, ser creativos… muchos de los elementos que involucran las campañas son mostrados potenciando lo intrínsecamente cómico y ridículo de los mismos. Cada uno de los 22 episodios supo mantener el equilibrio entre lo divertido y la historia real, sin que una parte se comiera a la otra. No es de extrañar que David E. Kelley se rodeara en la sala de guionistas de gente que ha trabajado en otras sitcoms, aunque lo chocante es que el creador solo firme dos de los episodios, cuando habitualmente escribe la mayor parte de sus series, y que las funciones de showrunners las desempeñaran el dúo Jon Kinnally & Tracy Proust. Suyos son los episodios con mayor ración de sentimiento, haciendo énfasis en la relación padre/hija de Simon y Sidney. El resto de capítulos eran más una pieza del reparto coral, probando diferentes combinaciones, todas exitosas. Un quinteto que en varios capítulos se vio ampliado con la afortunada presencia de Brad Garrett interpretando al jefe de finanzas de la empresa, un enemigo/amigo muy divertido y el enésimo y bienvenido ejemplo de personaje gay completamente integrado. Suyas son algunas de las mejores tramas de la temporada.

    Las tomas falsas revelaban que el método de trabajo de los intérpretes parecía involucrar también pequeñas sesiones de improvisación, algo ideal con Williams de protagonista. La legendaria capacidad del intérprete, recordemos uno de los creadores de la tendencia de fichar actores cómicos para interpretar a secundarios disparatados en las películas de animación gracias a su mítico Genio de Aladín, se ve alimentada con la rapidez mental del resto de sus compañeros, lo que ayuda a la sensación que desprende la serie de coreográfica sucesión de chistes y reacciones. Puede parecer redundante la insistencia en lo bien que se compenetra el reparto, ya que eso se da por hecho en una sitcom, pero un vistazo al subgénero prueba la evidente falta de química y compenetración de muchos intérpretes. The Crazy Ones jugaba las típicas cartas de los recursos cómicos (cámaras lentas, referencia popular, música que acompaña al chiste) y todo funcionaba. Dentro de lo poco que aporta, es el mejor ejemplo posible. Su cancelación no pilla por sorpresa, pero es una pena que las buenas series caigan y se renueven productos rancios y hechos con el piloto automático. Una vez más, una serie de David E. Kelley no ha conectado lo suficiente con la audiencia, pero la conocida hiperactividad del creador sugiere que no tardaremos mucho en volver a saber de él. Esperemos que lo siguiente vaya mejor. | ★★★ |

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