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    Crítica | Molière en bicicleta

    Moliere en bicicleta | Alceste à bicyclette, de Philippe Le Guay, 2013

    Cinco días de misantropía

    crítica de Molière en bicicleta | Alceste à bicyclette, de Philippe Le Guay, 2013

    El oficio de actor no es un trabajo cualquiera. Estos artistas siempre han estado envueltos en un halo de misterio, egocentrismo, peculiaridades y batallas internas bajo la presión del público, de la feroz crítica, de los aplausos y silbidos cuando el telón se baja o las luces de las sala vuelven a encenderse. Y en el carácter intrínseco de este gremio, muchas veces puesto en tela de juicio por sus excesos de vanidad y sus delirios de grandeza, ahonda este humorístico estreno creado por Philippe Le Guay y titulado Alceste à bicyclette (Molière en bicicleta): el peso de su trama recae en la interrelación de dos personajes vinculados al complejo mundillo de la interpretación: Serge Tanneur (en la piel de un magnífico Fabrice Luchini) y Gauthier Valence (protagonizado por un también expresivo Lambert Wilson) son el tándem que satiriza y explora los entresijos del onanismo actoral. Serge lleva tres años retirado del ámbito teatral, y tras haber alcanzado la cúspide de su carrera artística vive una existencia tranquila y aburrida en la isla de Ré, mientras que Gauthier, una importante estrella televisiva, planea engendrar una producción basada en El misántropo, la conocida dramaturgia francesa de Molière; ha pensado que el papel principal es ideal para el talento de Serge, y éste le propone cinco días intensivos de ensayo pues no tiene la certeza de querer participar. Esto da comienzo al principal conflicto desarrollado en esta comedia dramática: el desafío a uno mismo, unido al placer de la actuación y al sentido de la amistad, bajo el amparo de una fotografía cuidada, luminosa y bucólica, y una banda sonora que contiene éxitos pintados de añoranza como Il mondo, la famosa canción italiana de 1965.

    Así, bajo las palabras del padre de la Comédie Français, la pareja de actores se enfrenta a sus propios miedos y se transforman en Filinto y Alceste, impregnando sus vidas de los valores y afrentas que componen el eje de El misántropo (obra acerca de la cual Philippe Le Guay reconoció una gran debilidad). Uno de los problemas previos es que Gauthier ha pensado en Filinto para ser encarnado por Serge, pero éste, ya de aceptar su propuesta, se siente más atraído por el papel de Alceste. En la batalla de cinco días por desarrollar el esqueleto de un personaje muestran el intrincado proceso por dotar de interés, cuerpo y personalidad un personaje (bajo la experiencia de dos actores de categoría; uno, veterano y el otro, en el auge de la ficción televisiva), y cómo para ello es necesario desentrañar diálogos, desempolvar las claves de la prosodia, ser un genio de la oratoria o poner hincapié en la pasión de los diálogos. Este duelo, en el que la ambivalencia entre dos tipos de forma de ser completamente diferentes, pero unidos por la vocación y el éxito, nos ofrece sabias reflexiones en un buen rato de cine, que adquiere más peso a lo largo de los primeros cuarenta minutos, que en el tramo final, donde concurren pequeñas subtramas bastante inconexas y algunas de ellas, irresolutas. El mayor tesoro de esta satírica Molière en bicicleta son sus dos protagonistas por tratarse de personajes bien construidos, a veces odiosos y en otras ocasiones adorables, sometidos a evolución, e influenciados por toda la indulgencia, dulzura, poder, traiciones y confianza que acarrean las relaciones contenidas en un clásico teatral como El misántropo. Los personajes secundarios no se hallan demasiado bien perfilados, e intentan aportar al resultado unos tintes dramáticos que restan comicidad a su discurso y que dejan un sabor de boca final de inexactitud y falta de contundencia. Aun así, hallaremos ratos muy agradables en el minucioso retrato humano que se elabora a partir del egocéntrico Gauthier y el más desencantado Serge, y en la muestra de sus carencias y defectos tras una óptica risueña; como es loable, los adeptos del humor a la francesa disfrutarán de sus gags, y los que detesten esta clase de cine, desdeñarán su lentitud argumental y acabarán tachando de tediosos e insufribles a sus protagonistas.

    Moliere en bicicleta | Alceste à bicyclette, de Philippe Le Guay, 2013

    Molière en bicicleta transmite una sensación de sosiego, calma (quizás inducida por sus hermosos paisajes rústicos de pueblos congelados en el tiempo, atardeceres soleados en bicicleta e interiores de nostálgica decoración) y simpatía, sin llegar en ningún momento a enamorarme o a provocarme carcajadas con su sátira actoral. Podía haber aniquilado a algunos secundarios sin alterar en absoluto el sentido fundamental de su obra, y en ciertos pasajes me ha parecido demasiado banal, sin atreverse a cavar más bajo la superficie de su dúo de personajes o incluirnos más pistas acerca del puzle de sus vidas. Peca de ligereza, de indefinición, de cierta indolencia ante su propia causa, y se echa en falta una pizca más de seriedad en su crítica. Sin embargo, pervive tras su visionado una dulzura incontenible hacia sus dos protagonistas, tal vez por tratar un bello, peculiar y en este caso, nada pretencioso homenaje al mundo del teatro, el cine y el espectáculo en general. Un mundo lleno de tensiones, vanidades y luchas de egos, pero de cual emana tanta belleza que al resto de los mortales, nos resulta imposible no rendirnos a sus encantos. | ★★★ |

    Andrea Núñez-Torrón Stock
    redacción Santiago de Compostela

    Francia, 2013, Alceste à bicyclette (Molière en bicicleta). Director: Philippe Le Guay. Guión: Philippe Le Guay. Música: Jorge Arriagada. Fotografía: Jean-Claude Larrieu. Productora: France 2 Cinéma / Les Films des Tournelles / Pathé. Reparto: Fabrice Luchini, Lambert Wilson, Maya Sansa, Camille Japy, Ged Marlon, Stephan Wojtowicz, Josiane Stoléru, Philippe Du Janerand, Annie Mercier, Christine Murillo, Patrick Bonnel. Presentación oficial: Tribeca Film Festival 2013. Premios César: 3 nominaciones, incluyendo Mejor actor (Fabrice Luchini).

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