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    Crítica | Leviathan

    Leviathan

    El infierno del mar

    crítica de Leviathan | de Lucien Castaing-Taylor & Véréna Paravel, 2012

    La oscuridad es como un líquido espeso en el aire. El mar, una amenaza constante y turbadora. Las gaviotas continúan vigilando. Y la vida parece un circulo vicioso de destripamiento, selección, lavado y caza, en mitad del infierno de un barco oxidado, entre barreños de sangre y cabezas cortadas. Cuando veo la red desde la borda, su sombra me recuerda a un animal mitológico. Me recuerda a un Leviatán. Son hombres trabajando en un pesquero, alzando a la cubierta el contenido de su última res. Nada extraordinario. Puramente cotidiano, costumbrista incluso. Un documental sobre el día a día de los trabajadores de una embarcación dedicada a la pesca en alta mar, en los océanos del Atlántico Norte, los mismos donde Melville ocultó el fantasma del gigante blanco Moby Dick. Leviathan es el primer trabajo de autoría compartida entre Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel, cineastas y antropólogos dedicados al estudio del ser humano en relación a su entorno. Paravel en el contexto de una zona industrial pobre de Nueva York retratada en su debut Foreign Parts; Taylor por su parte, situando al ser humano en un contexto natural a través del seguimiento del último viaje de unos pastores con sus ovejas a lo largo de las montañas de Montana. En consecuencia Leviathan es una conjunción perfecta de los intereses de ambos directores, y gana una relevancia que trasciende los discursos más obvios e inmediatos acerca de la moralidad de algunos actos, para ascender a terrenos más ambiciosos casi con inconsciencia

    Filmada con 20 cámaras GoPro situadas en lugares poco comunes que rompen la concepción clásica del espacio para observar la realidad desde puntos donde un hombre no podría hacerlo, Leviathan se acerca a un collage visual de grano grueso y contraste al máximo que se mueve con malabarismo milimétrico entre la linea que separa el documental del videoarte, acercándose en última instancia a la concepción de cine experimental. Lucien y Paravel no mantienen un control absoluto sobre lo filmado. Ahí se intuyen horas y horas de material grabado, seleccionado posteriormente en montaje para dejar sólo las partes más ricas y visualmente impactantes. Los cineastas van en busca de la imagen improvisada, esa que surge de la pura inercia de la vida, de lo que ocurre enfrente de una cámara sin que el cineasta lo manipule, sino que tenga la suerte de grabarlo. Si ponemos una cámara atada al cabo exterior, tal vez captemos el fondo oceánico. Los trozos despedazados de los peces, o el agua teñida de rojo. O el mar visto desde abajo, pero apenas intuido, y el ruido del agua golpeando en la oscuridad. Leviathan es un ejercicio de estilo a la par que una reflexión tremendamente abierta sobre la condición humana y sus límites. Apenas oiremos un par de frases en toda la película. No hay narración, no hay diálogos. Por no haber, no hay ni música. Tal solo el sonido natural del ambiente. El chirrido continuo de las cadenas, la ensordecedora maquinaria del barco sonando bajo agua, retumbando con el eco del motor en marcha, entre las olas y el viento.

    Leviathan

    El puñetazo de sensaciones que supone Leviathan no sepulta la riqueza de su contenido. Como decimos, la búsqueda de imágenes perdurable es consciente, pero no manipulada hasta donde deja intuir la cinta. La obra se puede emparentar con la filosofía de la “imagen única” que tanto profesa Malick (una mariposa posándose en la mano), tanto como con la idea de documental practicado en filmes como Baraka o Koyanisqatsi, aunque formalmente se distancie mucho de ellos. Se busca provocar una serie de reflexiones evidentes, casi trascendentales, como deja entrever ese final tan elegíaco, con las gaviotas en mitad de la noche iluminadas por las luces del barco, grabadas en mitad del tenebrismo del océano, apenas intuidas como estrellas fugaces. Vemos a estos hombres, primero anónimamente, haciendo su trabajo sin importarnos sus caras. La cámara en los rincones o directamente en el aire. Juzgamos sus acciones. Nos horrorizamos viendo como le cortan las aletas a una “manta” viva, para a continuación tirar su cuerpo al suelo ensangrentado. Pero luego vemos a una cría de ave aterrizando justo en el borde, atrapada por unos maderos infranqueables que intenta superar una y otra vez sin éxito, para acabar tirándose al mar, no sabemos si para morir, y nos damos cuenta de que la naturaleza es cruel. Ese hombre ojeroso, con las cuencas negras y arrugas sudorosas no parece peor que ninguno de nosotros. La cámara enfoca sus ojos en un primerísimo primer plano y su cara expresa agotamiento y resignación. El barco entero respira agonía.

    Leviathan

    El espectador se asfixia entre estos rincones. Apenas ve nada, todo es parcial en la pantalla. Unos pies en el suelo, el reflejo de la luz en el agua, colores demasiado saturados, movimientos bruscos, y cortes inesperados. No hay belleza plástica evidente, no existe la lógica de un plano cinematográfico, sino ese tipo de belleza visceral inesperada. La que otorga sin duda los momentos que recordaremos días más tarde. Hasta tal extremo llega, que en ocasiones corre el peligro de caer presa de su propia virtud. Pero por algo Paravel y Lucien han escogido este contexto. Y lo han sabido explotar como pocos cineastas han conseguido. Leviathan es un trabajo de una formalidad exquisita, lejana a la concepción clásica del documental más ortodoxo. Que se siente a gusto adentrándose en terrenos poco explorados en los que sabe desenvolverse con clase e inteligencia. Sabiendo encontrar un equilibrio entre la experimentación, la belleza y el contenido, en un conjunto absolutamente abstracto, pero abierto a mil y una interpretaciones. Es una película no apta para cualquier persona, ni tampoco para cualquier momento. Uno debe mentalizarse, dejarse llevar y encontrarse con el ánimo adecuado sino quiere catalogarlo como una excentricidad demasiado exigente. Si logra entrar en ella, debe tener claro que acabará empapado de los pies a la cabeza, perdido en el océano, observando a las gaviotas a lejos, mientras el mar lo consume todo dejándole sólo en la oscuridad. ★★★★

    Francia, Reino Unido, Estados Unidos. 2012. Título original: Leviathan. Directores: Lucien Castaing-Taylor, Véréna Paravel. Guión: Lucien Castaing-Taylor, Véréna Paravel. Casting: Declan Conneely, Johnny Gatcombe, Adrian Guillette, Brian Jannelle, Clyde Lee, Arhtur Smith, Christopher Swanpstead. Fotografía: Lucien Castaing-Taylor, Véréna Paravel. Productoras: Arrete Ton Cinema, Le Bureau. Fecha de estreno oficial: 9 de Agosto de 2012, Suiza. (Festival de Locarno.)

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