Hermanos de sangre
crítica de La huida | Deadfall, de Stefan Ruzowitzky, 2012Lo primero que se puede decir de La huida, la primera película norteamericana del austriaco Stefan Ruzowitzky es que significa, a priori, una auténtica incógnita sobre el camino que ha elegido seguir para su salto a Hollywood. Poseedor de una filmografía desigual, capaz de alternar títulos comerciales como las dos entregas de Anatomía o Kika Superbruja (2009), la adaptación del superventas de la literatura juvenil alemana, con obras más ambiciosas artísticamente como Los herederos –Espiga de Plata en la Seminci del Festival de Valladolid– o la ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa Los falsificadores (2007), era imposible pronosticar si su thriller se decantaría por el convencionalismo en el que suelen caer la mayoría de productos de este tipo o si, por el contrario, nos sorprendería con algo más ambicioso y de autor. Finalmente tengo que decir que La huida se queda un poco en tierra de nadie.
Empieza la película con una escena cargada de garra y rodada con gran virtuosismo técnico, donde los dos hermanos protagonistas, Addison y Liza (Eric Bana y Olivia Wilde), tras atracar un casino, tienen un espectacular accidente de coche que acaba con la vida de su cómplice. Un modo efectista de agarrar al público del cuello desde el minuto uno para no soltarlo durante la hora y media de viaje. Los primeros temores, no obstante, aparecen con la descripción de los personajes. Cuantos más detalles vamos conociendo sobre sus personalidades y sus historias pasadas, más sensación de déjà vu se va apoderando del espectador. Vayamos por partes: Addison y Liza han tenido una infancia complicada, víctimas de los abusos de un padre monstruoso, por lo que él, como hermano mayor, ha crecido sobreprotegiendo a Liza hasta el punto de no aceptar que otro hombre ponga los ojos en ella. Esta relación fraternal ambigua y casi incestuosa, ya me hace rememorar a los personajes de Michael Fassbender y Carey Mulligan en Shame (2011), aunque llevados a los terrenos del thriller criminal a lo Bonnie & Clyde (1967). A continuación hace entrada el tercer vértice del triángulo, Jay (Charlie Hunnam), un boxeador que acaba de salir de la cárcel y busca recuperar el afecto de su familia y volver a los cuadriláteros donde fue un auténtico campeón en el pasado. Es entonces cuando, inevitablemente, me vuelve a azotar esa sensación estar ante situaciones antes vistas–los ecos de la sobresaliente Warrior (2011) y la entregada interpretación de Tom Hardy son más que evidentes–. Aunque para personaje típico, el que le ha caído a Kate Mara como una joven agente de policía que no se siente valorada por su padre, el sheriff del lugar, por el hecho de ser mujer.
Sorprendentemente, cuando ya he aceptado estos tópicos y casi no albergaba esperanzas sobre la capacidad del filme de ofrecer algo más que una colección de arquetipos y lugares comunes, me resulta prácticamente imposible despegar los ojos de la pantalla gracias a la desatada interpretación de un Eric Bana bipolar y más oscuro que nunca o a las perfectas aptitudes de la guapísima Olivia Wilde como femme fatale de nuestros tiempos, capaz de utilizar el sexo para salvar su pellejo, aunque en el fondo siga siendo aquella niña necesitada de afecto del pasado. A Charlie Hunnam también le sienta como un guante este tipo de papeles de chico de fachada dura pero con corazoncito, aunque corre el peligro de acabar encasillado, tras repetir jugada en Pacific Rim (2013).
Desde el momento que los caminos de estos hermanos criminales y Jay se crucen, por esos azares del destino, La huida se revela como un atmosférico ejemplo de cine negro con ingredientes de western contemporáneo, capaz de saltar de un género a otro con singular destreza. Los paisajes nevados en donde se desarrolla la historia están espectacularmente fotografiados, convirtiéndose casi en un personaje más de la misma, a la vez que acentúan la personalidad gélida de sus personajes. No faltan buenas escenas de acción con las que cubrir el apartado de entretenimiento de la oferta, especialmente una trepidante persecución de motos de nieve estupendamente filmada, pero lo cierto es que el director se muestra más preocupado por el lucimiento de sus excelentes actores (incluidos los secundarios Sissy Spacek y Kris Kristofferson como los padres de Jay) que en intentar ofrecer el típico espectáculo de acción vistoso pero inerte. Una muestra de ello es la muy dilatada escena de la cena de acción de gracias donde, con seis intérpretes sentados a la mesa y dando lo mejor de sí mismos en un impagable duelo actoral, pueden saltar más chispas de intensidad que con cualquier golpe de efecto pirotécnico. Es también la ocasión perfecta para que La huida vuelva a caer en los manidos tópicos, esta vez del melodrama familiar, sacando los fantasmas del pasado de los personajes en un poco creíble batiburrillo de confesiones y reconciliaciones de última hora, antesala de un más que previsible desenlace que, sin embargo, no resulta lo suficientemente fatal como para enturbiar los muchos atractivos de esta apreciable película. ★★★★★
José Antonio Martín
redacción CanariasEstados Unidos. 2012. Título original: Deadfall. Director: Stefan Ruzowitzky. Guión: Zach Dean. Productora: Magnolia Pictures / 2929 Entertainment / Madhouse Entertainment / Mutual Film Company / StudioCanal. Presupuesto: 12.000.000 dólares. Fotografía: Shane Hurlbut. Música: Marco Beltrami. Montaje: Arthur Tarnowski, Dan Zimmerman. Intérpretes: Eric Bana, Olivia Wilde, Charlie Hunnam, Kate Mara, Sissy Spacek, Kris Kristofferson, Treat Williams, Jason Cavalier, Alain Goulem, Allison Graham.