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    Libros | Cuando el frío llegue al corazón

    Cuando el frío llegué al corazón

    RESONANCIAS DE UNA ÉPOCA FUNDAMENTAL

    crítica de Cuando el frío llegue el corazón, de Manuel Gutiérrez Aragón | Anagrama, 2013

    Mucho antes del gran éxodo rural, entre los últimos años 40 y los devastadores 50, Manuel Gutiérrez Aragón era sólo un crío en su Cantabria de siempre, que aun siendo a perpetuidad —como las mejores historias— no había hecho más que nacer a ojos del futuro cineasta. Un narrador intimista curtido, paradójicamente, en los espacios abiertos que sugiere el norte y la incertidumbre de una fábula por escribir, el tributo ficcional a generaciones y generaciones de románticos o simples inconformistas que huyeron (y huyen) en derredor, furtivos de un régimen que desconocían y les ahogaba sin razón alguna. Resignación y tedio, sin porvenir. El rumor y el rubor. La huida permanente, aunque no hubiera cobijo ni opciones de victoria. Porque la vida es lo que hay y lo que sigue, y las quejas sólo agravan la frustración. Ese nervio que se contrae cuando sonríes sin saber por qué, justo antes de que la Bolsa se deslice como un F-18 desde el estómago —vísceras y ruido— hasta los pulmones —filtro y selección—, materializándose por fin en un cerebro —orden o caos o un caos ordenado— que celebra la literatura. Sin más. Mucho, y apasionante. Y sin embargo, comprenderla en su totalidad casi incompresible no es asignatura de realistas con el chip en la razón, sino más bien de intrépidos que sienten el deseo vitalmente suicida de moldear a placer toda arquitectura, acaso lo mejorable en un contexto que dice mucho y calla mucho más. Lejos de esa narrativa aséptica y prefabricada, allí se erige Cuando el frío llegue al corazón, un título muy poético que encierra un relato desprovisto de poesía. O al menos no esa clase de lírica administrada con levadura.

    En 2008, tras ganar el Gran Premio del Jurado del Festival de Málaga con Todos estamos invitados, Manuel Gutiérrez Aragón anunció su retirada para dedicarse —entre otras pesquisas— a escribir novelas. Un punto y final a su largo periplo en el cine: treinta y cinco años ofreciéndonos historias en calidad de dramaturgo, guionista, director, e incluso actor en dos o tres filmes. No era refractario al objetivo, pero sabía dónde estaba su hueco. Y supo interpretar aquel punto de inflexión que se abría a nuevos retos: a la ya de por sí abrumadora crisis del cine español se había unido la todavía incipiente crisis económica. Apenas un esbozo de su envergadura real, que se reveló a finales de 2009. Nadie había previsto el barbecho, menos aún nuestra industria (o lo que sea) cinematográfica, que siempre ha estado a verlas venir. Literalmente. Sobre todo cuando se trata de subvenciones que no llegan, o que se conceden a los mismos capitostes innombrables. Así, la eufemística y no poco risible "desaceleración acelerada" hundiría ipso facto a los profesionales del cine. A sus sesenta y siete primaveras, Gutiérrez Aragón se mostró más sabio que nunca. Atrás quedaba el estrés de la preproducción, del rodaje a contrarreloj, de las fechas imposibles, de la inclemente cirugía en sala de montaje, de la necesaria y vital promoción, de las ideas en el tintero que urge vaciar en el papel y capturar a 24fps. Y así años tras año, sin tranquilidad ni "próximamente", disgusto tras disgusto. Con sus contadas alegrías. Masticando el oficio como si éste fuera tabaco seco. A su edad, y sin un sistema productivo en el que apoyarse, no vale la pena malgastar energía. Y el modelo Gutiérrez Aragón es extrapolable, casi forzosamente, a cineastas no tan vetustos (Fernando León, Agustín Díaz Yanes, Julio Medem...), quienes a falta de financiación, deciden escribir un libro para calmar la sed.

    Manuel Gutiérrez Aragón
    Manuel Gutiérrez Aragón, cineasta y escritor.

    Tercera novela del cántabro, Cuando el frío llegue al corazón narra los tres meses más inusuales en la rutinaria existencia de Ludi, un chaval muy despierto —también en su despertar sexual— que fantasea con las historias de antiguos dioses que poblaron las quebradas de Vega, el pueblo que le vio nacer y le proporciona algo de esperanza en el futuro. Y son tres meses que equivalen al período estival, mientras su padre cumple los primeros noventa días a la sombra, pues ha sido encarcelado y condenado por, según dicen, conspirar contra el Gobierno y participar en actividades presuntamente ilícitas. Otro rojo en la picota; otro republicano venenoso a quien juzgar sin pruebas. Y la perfecta excusa para armar una alegoría en torno a la infancia que ya no lo es, o sí, aunque algo ha cambiado para Ludi y el tiempo es culpable. Quiere besar, quiere probar a su compañera María Luisa Flowers, una chica alta y morena y sensual y con el punto de impertinencia inherente a las que se saben deseadas. Y también quiere sumergirse, pero en aguas más profundas, con su tía Rosa Vega, cuyo físico le provoca un temblor en la diana. Y al tiempo que intenta traducir —inútil pero eficazmente, entiéndase el sinsentido— el Fedón de Sócrates, se va a la playa con su gran amigo Luisín —gafas con cristales de culo de vaso y una práctica nulidad para intuir el reverso de la metáfora— y se pregunta quién será la mujer de las cartas en que interviene su padre, preso hasta Dios sabe cuándo. Y quien dice Dios, dice el Poder.

    El autor describe en primera persona y a través de Ludi sentimientos y situaciones que supuran autenticidad; domina el lenguaje y la atmósfera costumbristas, y adolece del peor defecto: enmarañar con detalles vacuos un relato que habla, sin más, de una vida cualquiera que es la de todos si España no fuera otra que la de hoy. Enfrentada, cainita, miope, sin rumbo, dependiente de esos furtivos que pueblan el caleidoscopio de Gutiérrez Aragón. Así, esta novela corta se lee con más gusto que fascinación; aunque fascina por su gusto para advertir la escena, la palabra, la frase esencial. Su fondo es transparente. Poco importa si es demasiado realista incluso para ser realismo puro. Hay quien asegura que la corriente murió hace algunas décadas, que ya no es flexible, que es incapaz de colmar las expectativas del lector más o menos avezado. Eludiendo el debate, y sobrevolando la opinión moderna, queda una historia delicada, rápida pero sin prisas, tierna y minuciosa en su trazo. Aragón narra con elegancia, y servidor lo agradece.

    Juan José Ontiveros.
    Redacción Madrid.

    Cuando el frío llegue el corazón
    de Manuel Gutiérrez de Aragón
    editorial Anagrama
    colección| Narrativas Hispánicas
    isbn| 978-84-339-9766-1
    páginas| 136
    precio| 13,90 euros.

    "Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, Cantabria, 1942) ingresó en 1962 en la Escuela de Cine de Madrid, a la vez que estudiaba Filosofía y Letras. Su primer largometraje fue Habla, mudita (1973), producido por Elías Querejeta y Premio de la Crítica en el Festival de Berlín. Entre sus películas más conocidas figuran Camada negra (1977), Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín; Maravillas (1980); Demonios en el jardín (1982), Premio de la Crítica en el Festival de Moscú y Premio Donatello de la Academia de Cine italiana; La mitad del cielo (1986), Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, todas ellas producidas por Luis Megino. Ha recibido cuatro veces el Fotogramas de Plata a la mejor película. En 1992 se estrenó la serie televisiva El Quijote, con gran éxito de audiencia, que recibió el Gran Premio del Festival de Televisión de Cannes. Más tarde sería completada con El Caballero don Quijote (2002), galardonada en el Festival de Venecia. Recibió el Premio Ondas por Cosas que dejé en La Habana, producida por Gerardo Herrero. En 2003 fue elegido miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y le otorgaron el Premio Nacional de Cinematografía en 2005. También ha dirigido ópera y obras de teatro. Su última película fue Todos estamos invitados (2008), Gran Premio del Jurado en el Festival de Málaga, tras la cual anunció su retirada del cine. La vida antes de marzo es su primera novela." Editorial Anagrama.

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